Partida Rol por web

- Entiendo vuestras dudas, pero no veo una mejor solución, no nos podemos quedar aquí esperando a que pase el mal tiempo - digo con una media sonrisa - Liam, buena idea pero no creo que alguien confundido y asustado se pare a mirar notitas. - le digo poniéndole una mano en el hombro. Dándole una palmada, me giro al resto - No perdemos nada por intentarlo, bueno, al menos vosotros - río levemente.

Me ato a la cintura una cuerda a la cintura fuertemente. Compruebo que lleve la espada bien sujeta y preparada por lo que pueda pasar. Intento calmar mi respiración, apretando los dientes. Puedes hacerlo, es como un paseo en mal tiempo, vamos.

- Intentaré pillar a alguno de esos, a ver si nos pueden decir algo más - Me ato una tela alrededor de la boca y nariz, dejando solo espacio para los ojos. - Qué decís, ¿preparados? - pregunto girándome al grupo con losbrazos abiertos, con la sonrisa otra vez en la cara.

Ante la mirada desesperada de Liam, que empieza a escribir rápidamente todo lo que recuerda, Yldiane se ata la cuerda a la cintura, dispuesta a adentrarse en la niebla. El guerrero se encoje de hombros, dudando de la utilidad de explorar los alrededores del campamento a una distancia tan corta como la longitud de una cuerda, pero no dice nada más.

Acordáis que Yldiane tirará de la cuerda a intervalos regulares para informar de que todo está en orden, y el resto le contestará de la misma manera. Dos tirones muy rápidos, por el contrario, significarían que necesita una extracción inmediata.

Sin más dilación, ante el gesto preocupado de algunos de sus compañeros y la expresión más animosa de otros, la varigal se aleja del campamento, adentrándose en la niebla.

Caminas unos metros, alejándote poco a poco de la luz de la hoguera. Regularmente, cada cinco pasos, das un ligero tirón de la cuerda que llevas atada. Tal y como os había dicho Jearon, lo único que hay por los alrededores son piedras y ruinas. En un sitio te parece distinguir los restos de un antiguo muro y un poco más allá la unión de ellos en una esquina.

Intentas alejarte un poco más, esperando que la cuerda tenga longitud suficiente como para permitírtelo, y el tirón de respuesta de tus compañeros te indica que está todo en orden. Cuando das unos pasos, te parece entrever a lo lejos una pared más sólida que las que estabas encontrando hasta el momento. Avanzas hacia ella y, con una mezcla de alivio y asombro, ves que el muro se eleva por encima de tu línea de visión, completamente tapado por la niebla. Miras a los lados y, al contrario que las pequeñas paredes derruídas que habías visto hasta el momento, esta se extiende hasta el límite de tu visión. Sacas el plano del edificio, pensando que has llegado al fin a uno de los laterales del laberinto. A pesar de no saber dónde estás, si sigues la pared antes o después llegarás a algún acceso.

Sonriendo al fin das un tirón a la cuerda, pero estás a punto de perder el equilibrio cuando el cabo deshilachado al otro extremo sale despedido hacia ti. Estás sola.

Yldiane se adentra en la niebla y aguantáis la respiración, intranqulos. El tiempo entre cada tirón de la cuerda os parece una eternidad y, hasta que llega el siguiente parece como si vuestro corazón se detuviera, y sólo tuviera el permiso de latir al ver cómo la soga entra en tensión una vez más.

La varigal mantiene sus señales a intervalos regulares, pero no tenerla a la vista os preocupa. Seguís dándole cuerda hasta que prácticamente quedan sólo un par de pies hasta el último cabo. Dais unos pasos hacia el exterior del campamento, esperando que esos metros sirvan a la chica para encontrar algo.

Pero el siguiente tirón nunca llega.

Sí! Por fin algo sale bien! Aliviada, recorro con la mirada el muro que tengo delante de mí. Esto es lo que estábamos buscando, al menos es una dirección. Me giro para avisar a mis compañeros, el plan es volver y todos juntos tomar la misma dirección. Pero ... mierda. La cuerda, completamente laxa en el suelo me quita de golpe todo el optimismo. Desenvaino la espada e intento otear en la niebla.

Nos están atacando otra vez. Lo más rápido que puedo, sin hacer, ruido voy en la dirección en la que creo que están mis compañeros.

Te das la vuelta y caminas un par de metros hasta donde debería estar el otro cabo de la cuerda, pues el trozo que te has quedado en la mano no tiene más que esa longitud. Pero no hay nada. ¿Habrán tenido tiempo tus compañeros para recogerla en los pocos segundos que has tardado en desenvainar tu espada?

Preocupada por un nuevo ataque tratas de escuchar a tu alrededor, pero la niebla amortigua todos los sonidos y te impide ver a nadie. Sigues avanzando en silencio pero de repente algo te hace pararte. La enorme pared está en el límite de tu visión y por algún motivo, te agobia una sensación irracional al pensar que si te separas de ella tal vez no puedas volver a encontrarla.

Vuelves a darte la vuelta, para encarar la dirección del campamento y te das cuenta de que, una vez más, estás bastante desorientada. No recuerdas el muro que estás usando como parapeto para prevenir algún ataque, ni estás completamente segura de que tu primer instinto para volver con tus compañeros te lleve por la dirección correcta.

-¡Oh mierda! ¡Oh mierda!- empezó a desesperarse Liam -¡Yldiane! ¡por que! ¿Por que la habéis dejado ir sola? Yo, yo...

Una punzada de dolor pareció recordarle la herida del costado que le calló súbitamente. El chico había estado inmerso en sus papeles y su escritura. Ahora mismo llevaba pegado a su pecho una hoja en la que se podía leer su nombre y dos papeles mas que sobresalían de las mangas de sus ropas por la parte interior del brazo. Llevaba muchos otros papales en las manos y su pinta era bastante ridícula.

Una mirada de terror se posó en el gigantón, Môr. Luego se trasladó a Urvan y así fue recorriéndolos incesante a todos. Buscando respuestas, buscando iniciativa.

-Correr exasperada mente en la niebla solo complicará aún mas las cosas, pero, pero... ¡Yldiane! ¿por que no espero un poco? ¡tendríamos que haber ido todos! o algunos, bueno, no sé.-

Pareció en un momento dado darse cuenta de algo muy importante y se tiró de nuevo en el suelo a escribir apresuradamente en algunos de los documentos que traía debajo de su brazo. A medida que iba terminando se los empezó a poner a cada uno de ellos, empezando por Môr.

En los papeles que pasó a Môr para pegar en un pecho y espalda aparecía su nombre en la estilizada letra de liam.

Además le ofreció un par de papeles cortados a la anchura de los brazos en los que se podía leer dos notas. En la primera se leía...

En la otra se podía leer...

y encima podía leerse garabateado lo último que había añadido, superpuesto en ambas notas.

- Mierda - Pienso para mí cuando veo salir a Yldiane sin que me tiempo a reaccionar. - Bueno, de todas formas el plan no era malo, así que ahora que había salido lo mejor era esperar a ver que tal salia. - Los nervios entre los tirones eran insoportables, lo que hacia que todo mi cuerpo se tensase y agarrase la cuerda con más ganas. - O todo poderoso Uno, apiádate de nosotros y guía los pasos de Yldiane. -

En ese momento veo a Liam saltar cómo un loco y empezar a escribir cosas soltando la cuerda. Al ver lo que escribe y como nos lo da a cada uno del grupo veo que es lo que pretende. - Liam, me parece una buena idea, pero lo que no veo es ir todos a por Yldiane. Tampoco es buena idea que vaya uno solo y viendo el estado de Ean... no creo que sea buena idea que vaya él a pesar de ser el que creo que mejor preparado está para la encomienda. Así que propondré que vaya Arven y uno de vosotros dos, Mór o Liam. ¿Qué opináis?

Hastiado de una situación estrambótica, me aferro a la cuerda, cojo los papeles que Liam tenía preparados para Urvan -Si me permites...- y entro en la niebla en pos de Yldiane -Perfiero olvidar todo esto antes que seguir aquí esperando,- Comento aferrando una mano al pecho y otra a la cuerda; y sin las precauciones planteadas por Liam -luego ya me recordáis qué pinto aquí-.

Al fin dejo atrás el campamento. Y me decido a agregar, dejando solo mi voz como testigo para mayor teatralidad, desaparecido mi cuerpo en las sombras:

-Tranquilos, os escribiré.

Mor se mira el pecho, donde ahora tiene un papel con su nombre.

-Bonita letra.

Alcanza a decir. No sabe como tratar con el inquieto joven, no cree que sea momento para ofenderse ni para actuar precipitadamente, pero lo de salir uno a uno a enfrentarse a la magiencia de la niebla le incomoda. Olvidar quien eres, donde estas y encontrarte atado a una cuerda te puede dar una imagen erronea de que ete estan atrapando o algo asi.

-No tiene sentido...ya que sabemos los efectos de la niebla, deberiamos buscar protegernos de alguna manera de ellos, no volver a adentrarnos alegremente. Si haces una cosa y no funciona y lo vuelves a intentar sin cambiar el metodo, el resultado sera el mismo. 

Me doy la vuelta para volver a mis compañeros, pero una nube me empieza a llenar los pensamientos. Ya no estoy segura de dónde estoy, otra vez. Tengo que decidir pronto, antes de que se me empiece a olvidar lo que estoy haciendo, aunque por ahora parece que no respirar la niebla funciona.

Me vuelvo a la pared, agachándome y preparando las armas por si aparecen los soldados de nuevo. Empiezo a silbar, un tono agudo y periódico, espero que mis compañeros lo oigan. Y sepan que soy yo.

Cojo uno de los papeles de Liam. Si pierdo otra vez la memoria, me gustaría saber por qué estoy aquí.

- ¡Eh, tú! - le digo a Ean que empieza a alejarse. - No creerás que te voy a dejar ir solo... - Desenvaino la espada y me echo el escudo a la espalda. - Pero no te separes de esa cuerda, lo último que queremos es tener que buscarte a tí también en la niebla.

Me vuelvo hacia mis compañeros.

- ¡Y tirad ya de esa maldita cuerda! Si Yldiane está en algún problema es posible que necesite que la saquemos de allí. ¡Usa la fuerza de esos brazos para algo, maldita sea! - le digo a Mòr, inprecándole para ver si le pico lo suficiente. - Si la encontramos y volvemos al campamento daremos dos tirones de la cuerda. Si necesitamos que vengáis, serán tres...

Sin más explicaciones, sigo a Ean hacia la niebla, a buscar a mi amiga de la infancia.

Empezáis a tirar de la cuerda, siguiendo las indicaciones de Arven. Por un momento, parece que habés tirado demasiado tiempo, que la cuerda no era tan larga como para que Ean y Arven no hayan encontrado ya a Yldiane, pero seguís recogiéndola.

De repente, la voz del anciano a vuestras espaldas os sobresalta una vez más y os hace daros la vuelta para mirarlo.

- La Capilla... ¡No olvidéis la Capilla! Alberga secretos - dice mientras se balancea hacia delante y atrás, agarrando la piedra grabada que lleva colgada al cuello, como si estuviera en trance.

El guerrero moreno os mira encongiéndose de hombros, dando a entender que no tiene ni idea de qué está hablando. Sin embargo, la cuerda vuelve a llamar vuestra atención, tensándose bruscamente: uno, dos... parece que vuestros compañeros han encontrado a Yldiane... tres.

Avanzáis mientras notáis cómo vuestros compañeros tiran de la cuerda. Poco a poco os adentráis en la niebla y perdéis de vista el campamento. No recordábais que la cuerda con la que se ató Yldiane fuera tan larga, pues os da la impresión de haber caminado ya un buen rato.

De repente una silueta empieza a acercarse a vosotros a trompicones, un poco cada tirón de la cuerda. No parece moverse, así que seguramente Yldiane haya tenido algún problema. Corréis hacia ella hasta que os quedáis petrificados observando su rostro. El rostro de un cadáver.

Las ropas parecen las de vuestra amiga, aunque están andrajosas, como si hubieran transcurrido cientos de años. La piel está prácticamente momificada y no se puede reconocer los rasgos de la varigal, pero aún se pueden observar mechones de pelo rojizos.

Te apoyas en la pared y empiezas a silbar, preocupada por perder una vez más tus recuerdos, pero parece que esta niebla sólo afecta a tu sentido de la orientación.

Al cabo de un momento escuchas unas voces en la lejanía. Guardas silencio y pones todos tus sentidos alerta, tratando de saber quién se acerca antes de revelar tu posición a quien sea que se esté aproximando. Agradeces tu instinto cuando distingues al fin unas voces.

- ¡Te digo que he escuchado algo! - dice un hombre, enfadado.

- ¿Seguro que no son imaginaciones tuyas? Con esta niebla nunca se sabe... ¡Y ya viste lo que le pasó a Thomas! Parece que se volvió loco...

Guardan silencio un momento.

- Vale, echemos un último vistazo para comprobar que está despejado.

Avanzo susurrando maldiciones entre una niebla que no deja traspasar ninguna figura, siquiera mínima. Todo es gris monotonía y una tensión que se va acumulando por instantes. De algún modo hay un olor a muerte alrededor que impregna esa maldita neblina. Me pregunto cómo es olvidarme de mi mismo. Cómo puede ocurrir... si es como sentir una caída y después levantarse ya habiendo perdido nuestra propia naturaleza o acaso es algo más doloroso y extraño, como un impacto, como un vómito que nos expulsa definitivamente de esta concha vacía que es el cuerpo que ocupamos.

Tampoco tengo demasiado tiempo para pensar. Cuando definitivamente la cuerda comienza a terminarse, los tirones de los de detrás hacen su efecto y al fin comienzo a atisbar la figura de la mujer que nos ha traido hasta aquí. Corro, esperando encontrarla en algún apuro, pero por nada del mundo me esperaba encontrar lo que veo. Antaño fue el rostro de nuestra compañera, pero ahora es solo un resto, un despojo mutilado de hueso, cartílago y carne putrefacta. Logro contener las arcadas y me aferro con todas mis fuerzas a mi arco. Tenso la cuerda absurdamente, pues no se puede matar al tiempo que aquí nos ha traicionado de algún modo desconocido. No obstante, de alguna manera, ese acto me hace sentir mejor. Y aunque sea una mentira, me repito una y otra vez

Eso no me pasará a mi, cariño, no a mi.

Me giro para ver a Arven. Su reacción, en cierto modo, me ayuda a desprenderme de mi propio pánico, a asumir la necesidad de seguir adelante pase lo que pase, en esta maldita pesadilla. El dolor de mis articulaciones después de la caída se hace más intenso y vívido. Pero todavía no somos cadáveres y estamos en mitad de esta repugnante nada que nos rodea.

-¿Qué es esto?- Alcanzo a decir al principio -¿QUÉ ES ESTO? -Grito después, casi sin darme cuenta.

Mirando adelante y atrás con rápidos movimientos de cabeza intento enterarme de todo lo que pasa a mi alrededor. Arven dandome indicaciones de lo que va a hacer y adentrándose en la niebla en pos de Ean. El anciano hablando de cosas extrañas sobre una capilla y finalmente el tirón de la cuerda que me hace volver a lo que tenía entremanos.

Al segundo tirón un alivio recorre mi cuerpo... pero la llegada del tercero hace que el sudor frío me vuelva a recorrer la espalda. - ¿Qué hacer? mi gran dilema. Por desgracia esta es otra situación en la que no puedo pensar mucho. - Agarro otro de los papeles de Liam y me lo guardo. Saco el escudo con la mano derecha y con la izquierda agarrado a la cuerda la voy siguiendo mientras me adentro en la niebla. - ¡Qué el Uno nos proteja!

- Cuerda, niebla. Yldiane. Magiencia, niebla, amnesia, van steigher, niebla, amnesia, Yldiane. La capilla. Secretos. Los secretos que esconde la magiencia. Amnesia, la niebla te hace olvidar. van steigher, cuerda, Yldiane, Ean, niebla, amenesia, estas rodeado de amigos, lee sus nombres. Cuerda. Arven? ¡Arven!... Cuerda, cuerda CUERDA CUERDA-

El chico parecía mareado y un poco perdido en sus pensamientos, ninguno de los presentes pudo sacarle de su ensimismamiento, ni siquiera el anciano, aunque ese tipo de oraciones premonitorias hubiesen echo delicias con sus fetiches en cualquier otro momento. Solo el tercer tirón de la cuerda pudo poner un poco de orden a su cadena de pensamientos.

Un fuerte sentimiento se apoderó de su pecho y de su abdomen. El aliento le abandonó por completo y su tez se tornó aún más pálida. Rápidamente termina de cubrirse el cuello y se pone uno de los paños mojados en la cara a modo de bandana. Urvan encabeza la marcha y Liam le sigue de cerca completamente callado y temeroso de lo que se puedan encontrar.

-¿Môr?

Mierda, mierda, mierda... Esas voces no me suenan. Me pego a la pared y me agacho, intentando pasar desapercibida, cubriéndome lo máximo posible. Enfoco la mirada a la niebla, escudriñándola. Puede que no sean enemigos... joder, por qué vendría sola. Con las armas a punto, espero en esa posición hasta que vea algo.

Arven mira el cadáver un momento y da un fuerte tirón a la soga que lo ata. El cuerpo se parte fácilmente, casi convirtiéndose en polvo por el brusco tirón. Con rapidez, se da la vuelta hacia Ean, agarrándole por la solapa de la armadura de cuero.

- ¡Esa no es Yldiane! ¿Me entiendes? ¡No es Yldiane!