Partida Rol por web

Escucho a Mòr un segundo mientras me dispongo a avanzar y después de escuchar...

-...Ean, por más que me ilusione la idea de que Yldiane sigue viva, cómo estás tan seguro de que ese no es su cadáver?

me giro y miro al grandullón fijamente.

-Ehhh,Mòr... cómo decirlo...-Me pienso el grado de mordacidad a aplicar- Es Arven quien cree tal cosa, no yo.- Digo al fin, guardándome el veneno para otro momento más oportuno, en un arranque de madurez impropio de mi, por cierto...- En cualquier caso creo que avanzar es la mejor opción. Sea quien sea, no se va a poner a hablar. Y si lo hace, prefiero no estar aquí.

-si vas a seguir diciendo necedades cierra la maldita boca, Ean-dijo con dureza la mujer con la cabeza ligeramente inclinada hacia donde había escuchado algo que no sabía clasificar del todo.-pero si ésa es Yldiane regresad al campamento con el rabo entre las piernas, ¿por qué avanzar si no?-miró hacia la dirección desde la que provenía el ruido-si esa fuese la mensajera su cuerpo no tendría que estar así-escupió a un lado y movió los hombros hacia atrás- por ahí grita alguien... o quizá también sean imaginaciones mías pero aquí no me voy a quedar viéndoos decir estupideces una detrás de otra cuando se necesita apoyo en algún lugar de esta miserable niebla.

Hizo un barrido visual para cruzar miradas con todos los presentes y, sin esperar a nadie, se adentró en la niebla en busca de aquel sonido de pelea.

Lanzas un tajo desesperado mientras te retiras poco a poco, pero aún así alcanzas a uno de ellos que no se retira lo suficientemente rápido. Aúlla de dolor, aunque la herida no parece grave y te mira con odio.

- Sí, vas a salir de aquí, no te precupes... ¡Te vamos a mandar directa al infierno!

Ambos hombres toman una actitud más ofensiva y tratan de flanquearte mientras tú caminas hacia atrás, en lo que esperas es la dirección del campamento, encomendándote a tus dioses para no tropezar con nada en las inestables ruinas que conforman este laberinto.

La escena me crispa los nervios, mi mano se torna rojiza ante la presión sobre la cuerda. La conversación entre Ean y Mòr me saca de mi ensimismamiento. - ¿Yldiane? que coño habrá pasado. - El echo de que mis compañeros ignores mi pregunta me pone aún más nervioso y que la impetuosa guerrera enajenada y convencida de que esa no es nuestra compañera, salga disparada en busca de unos ruidos que para mi entender ni siquiera vienen de esa dirección...

- ¡Arven! ¡Por ahí no es! y en cualquier caso aun no me habéis respondido. ¿La habéis visto morir? Hagamos lo que hagamos no es buena idea que nos separemos y si no me equivoco los ruidos vienen en esa dirección. - Digo mientras levanto el brazo y señalo en la dirección que creo que es la apropiada. Después miro a Ean y le comento. - Creo que si Arven no se tranquiliza quizás tendríamos que sujetarla.

Miro a mis acompañantes, y solo veo locura en sus ojos.  No se puede razonar con ellos.  No dándoles la espalda, con la espada cubriéndome, doy pasos atrás lejándome de ellos, poniendo distancia. La sangre me hierve, aprieto los dientes intentando controlar el ansia de darles una paliza, o de al menos intentarlo.

- ¡MALDITOS BASTARDOS! OS VAIS A ENTERAR - grito con todas mis fuerzas - No sabéis qué habéis hecho...

Liam se queda paralizado, y se lanza sobre el cadaver de Yldiane, que prácticamente se convierte en polvo cuando intenta cogerlo para abrazarse al recuerdo de su antigua amiga. Eso rompe al muchacho por completo, que cae al suelo de rodillas desconsolado. Mòr se agacha junto a él y le pasa un brazo por el hombro, tratando de consolarle en silencio con la empatía que caracteriza al gigantón.

Mientras tanto Arven empieza a caminar hasta que escucha a Urvan. Se vuelve bruscamente y le fulmina con la mirada. Probablemente habría llegado a más, pero un nuevo grito le confirmó que el clérigo tenía razón.

- ¡MALDITOS BASTARDOS! [...] - El final de la frase se vuelve completamente incomprensible.

Incluso Liam consigue distinguir la voz de la joven Varigal pelirroja. ¡Yldiane está viva! Pero entonces, ¿de quién era ese cuerpo que había estado atado a la soga en su lugar?

Te pones a la defensiva y gritas, casi tanto para imprecar a tus atacantes como tratando de llamar la atención de tus compañeros que esperas que estén en las cercanías. Concentrada en tu defensa, consigues evitar sin demasiada dificultad los ataques de los dos mercenarios que tienes frente a ti, esquivando uno de los ataques y desviando el otro con la hoja de tu propia espada.

A pesar de tus movimientos defensivos, el último bloqueo genera una apertura en la posición de tu atacante que podrías aprovechar con una estocada rápida. Te planteas si aprovechar o no tu oportunidad cuando escuchas voces aproximándose. En tu fuero interno esperas que sean tus compañeros, pero sabes que es igualmente probable que hayas atraído a más gente del grupo de tus atacantes.

No era el mejor momento para tocarle las narices a Arven, Liam, Ean e incluso Urvan parecían creer que eso era la mensajera desaparecida y se habían permitido el lujo de poner en duda su juicio para discernir la verdad de la mentira además de su sentido de la orientación (pese a que este último tenía todas las papeletas para ser puesto en duda). Iba a responder algo a Urvan, algo duro sobre el sentimiento de la justicia, la fuerza de su fé frente a la del adepto que parecía titubear incluso para respirar cuando, rompiendo cualquier ambiente que se hubiese abalanzado sobre el pequeño grupo, una maldición bastante clara hizo el efecto de guantazo aleccionador para todos.

Durante un instante se debatió entre comportarse como la situación exigía y dejar clara su postura ante ellos... y decidió hacer ambas.

-No os lo voy a perdonar-dictaminó corrigiendo la dirección yendo en busca de la dueña de esa boca que se llenaba con malas palabras. En las leyendas los caballeros tenían un alma noble que se inclinaba al perdón pero Arven no había andado un camino de rosas para confiar y relacionarse con otros para encontrarse con aquella incredulidad y falta de confianza en ella.

Que la pelirroja siga en pie cuando llegue. Deseó para sus adentros, se sentía culpable por su desaparición puesto que había pensado que la idea de la cuerda era una soberbia estupidez y aquello había terminado así por no decir en voz alta lo que pensaba e impedir aquella imprudencia.

Me estaba preparando para lanzarme a por Arven e inmovilizarla en caso de que fuera necesario cuando un grito me pone sobre aviso. - ¿Yldiane? no puede ser, era... - miro a donde antes estaba el cadaver asombrandome otra vez por la desaparición de este entre las manos de Liam. - No, pero... ¿cómo? solo había una verdad cómo el Soustraine había dicho, así que o el cadáver que acabamos de ver no era Yldiane o ese grito no era de ella, normalmente me fiaria más de mis ojos... pero parece que Arven no opina igual. - Observo como la guerrera sale disparada en pos del grito que parecía que era nuestra compañera. - ¡Arven! estamos todos en el mismo bando. ¿Qué es lo que te hace pensar que ese cadáver no es Yldiane y sin embargo el grito si? - Entiendo que si es lo primero poco podemos hacer por nuestra compañera, pero si es lo segundo... aun se puede hacer algo. - Viendo como Arven sigue directa, me armo poniéndome espada y escudo en ambas manos y me las ingenio para atrapar la cuerda con la mano del escudo. - Todavía no estoy preparado para soltar la cuerda. - Y me encamino detrás de Arven.

Arven podría haberse dedicado a repetir esa prueba de la aplastante lógica sobre el estado putrefacto y reseco del cadáver que se había partido con un simple tirón de la cuerda y se había desmenuzado entre los brazos de Liam al aferrarse a él en su demente desesperación... podría haberlo hecho pero recurrió a una sola palabra que bien podía herir o reconfortar al adepto.

-Fe.

Sí, había sido una contestación digna de una novela y, quizá por imaginar la situación brevemente como tal en el que el caballero era puesto a prueba,se sintió más segura de sí misma y quizá menos enfadada con esa panda de tarugos ciegos y medio sordos.

Pero sólo quizá.

La contundente respuesta de la guerrera hace que el adepto se quede parado durante un momento, pues sabiéndolo o no, las palabras de Arven despiertan en él la ansiedad de una crisis existencial que no recordaba con claridad hasta este momento. Mientras los recuerdos de su antigua vida le asaltan, la vista de Urvan se pierde en el infinito y apoya la punta de su espada en el suelo, prácticamente incapaz de sostenerla durante más tiempo.

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- ¡Ataca, maldita sea! - la voz del sargento resuena en su cabeza. Sin embargo, Urvan sencillamente levantó su escudo una vez más para bloquear el golpe de su oponente.

El hombre se acercó al campo de pruebas y le pidió la espada de entrenamiento al chico con el que Urvan estaba luchando. Mirando casi con lástima a su compañero, le cedió el arma al sargento antes de retirarse. Sin mediar palabra, el hombre lanzó un tajo al hombro derecho de Urvan, que no fue lo suficientemente rápido como para bloquearlo. El dolor bajó por todo el brazo y estuvo a punto de dejar caer la espada, pero pese a todo consiguió levantarla a tiempo para desviar una nueva estocada del sargento en el último minuto.

- ¡No os entrenamos para defenderos, sino para que podáis acabar con los enemigos del Uno! - gritaba el soldado mientras arremetía una vez más contra Urvan. Bloqueó un nuevo golpe con el escudo y se apartó de un tercero, pero el cuarto le alcanzó la cadera y estuvo a punto de caer al suelo. Si el filo de la espada de entrenamiento no hubiera estado romo, seguramente habría atravesado la cota de malla sin ninguna dificultad.

- ¡ATACA! - gritó una vez más el sargento obligándole a levantarse a toda prisa. El débil golpe de Urvan fue desviado sin dificultad por el entrenador. - ¡Con convicción, maldita sea! - le increpó una vez más. - ¡Dejad que vuestra fe guíe la espada! ¡Sustraine estará con vosotros y no con vuestros enemigos!

- Pero... - se atrevió a contestar Urvan - ¿no sería mejor convertir a nuestra fé a aquellos que no creen en ella?

- ¿¡Qué eres, un Vector o un Filo!? - respondió el sargento a punto de perder la paciencia. - ¡Si les atacamos es porque no han querido convertirse y entonces, ¡más les valdrá pasar toda la eternidad en el Limbo!

Urvan frunció el ceño ante un razonamiento que no compartía. - ¿Acaso el Uno no es misericordioso? ¿Por qué acabar con aquellos que no abrazan su fe en vez de darles otra oportunidad para convertirse?

El sargento frunció el ceño, hastiado de una conversación que ya habían tenido más veces. Sin dar más explicación se lanzó una vez más al ataque contra su díscolo discípulo. De repente, el mundo se volvió completamente negro cuando el filo de la espada de entrenamiento golpeó con violencia el yelmo de Urvan.

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Paralizado por un instante, ves cómo Arven se empieza a alejar en pos de la voz de Yldiane.

La contundente respuesta de la guerrera hace que el adepto se pare en seco, apoyando la punta de la espada en el suelo como si hubiera recibido un golpe físico. Arven continúa avanzando, seguida de cerca por Ean y un poco más alejado, Liam. Mòr, haciendo gala de una empatía muy superior a la habitual, se para un momento junto a Urvan, esperando un momento a que se recupere.

Cuando la vista del joven gwindrita se vuelve a centrar, sus compañeros han empezado a alejarse y Arven está ya oculta entre la niebla. Instado por Mòr, se lanzan a la carrera antes de perder de vista al resto del grupo.

Los pesados pasos de alguien corriendo con una armadura sobresaltan a los dos mercenarios que atacan a Yldiane. Sin a penas tiempo para mirarse, deciden casi simultáneamente retirarse a la carrera antes de enfrentarse a la chica y a los nuevos enemigos que se acercan a ella.

Arven aparece en primer lugar, lanzando un grito de balla para desafiar a los dos cobardes que se escapan. Ean la sigue de cerca y no tarda en levantar su arco, dudando por un momento de si gastar una de sus escasas flechas en un enemigo que se retira entre la niebla. Liam llega unos segundos después, seguido de cerca por Mòr y Urvan, que parece haber visto un fantasma.

Los cinco recién llegados miran a la Varigal, que empuña una espada en la mano derecha y el carath en su izquierda. Sin embargo en su mirada hay cierta desconfianza, como si dudasen de si se trata realmente de su compañera.

-¡DETENEOS!-apenas había alcanzado a distinguir las figuras que atacaban a la guía pelirroja el grito brotó de su garganta. En lo que duró la decisión de los atacantes la guerrera fijó la mirada en Yldiane... o en la supuesta Yldiane, después de lo que había pasado no podía asegurar con sólo un vistazo que en esa ocasión fuese ella.

¡Persígueles!

No tenía tiempo para discutir sobre la veracidad de lo que veían sus ojos, lo único verdaderamente real era que aquellos hombres estaban huyendo y con ellos la posibilidad de encontrar algo más de información sobre qué ocurría y cómo salir de ahí (o al menos esperaba que contasen con esa información). Apretó la mandíbula como si con aquel gesto pudiese recuperar el aliento perdido en la carrera hasta el lugar y se emprendió una persecución sujetando la espada dispuesta a detener, sin importar el coste en su salud, a los rufianes que huían como si la tierra les quemase bajo los pies.

Mor parece que tiene que cargar con el resto del grupo, aun no estaba seguro del ambiente en el que se movia, ni de la logica de sus acciones. La maldita niebla enturbiaba su mente y dificultaba sus pensamientos. No recordaba por que se habia conformado el grupo y, fuera de la conversacion que habian tenido en la hogera, tampoco tenia claro cual era su objetivo.

Ante ellos se encontraba Yldiane, o eso parecia, fisicamente parecia ella, su vocabulario y forma de hablar tambien iban de la mano de la idea de que realmente fuera ella. Pero entonces lo que habian visto antes que era? Un aviso? un presagio? O quiza lo que se encontraba en frente de ellos era un ser capaz de imitar la forma de sus presas y habia matado a la verdadera Yldiane para ocupar su puesto en el mundo?

Liam y Urvan se encontraban especialmente afectados, por lo que Mor, a esperas que la situacion se resolviera, se interpuso entre la supuesta Yldiane y ellos.

Arven corre tras los dos hombres que atacaban a Yldiane, pero le llevaban demasiada ventaja a la guerrera como para poder alcanzarles. Cuando ve que no podrá darles alcance rápidamente, la chica decide darse la vuelta antes de perder de vista a sus compañeros, pues a estas alturas ya está claro que no es conveniente separarse en esta niebla.

Mientras la mujer vuelve hacia el grupo espada en mano, todos permanecen callados, ligeramente incómodos, sin estar seguros de si lo que están viendo es real o una nueva ilusión generada por el maldito laberinto. Tan solo Mòr parece reaccionar, colocándose ante la varigal como si protegiese a Liam y Urvan de cualquier reacción que la chica pelirroja pudiera tener, pero sin decir absolutamente nada.

- Joder, ¡gracias! Pensé que no lo contaba... - digo acercándome al grupo. Tomo aire, respiro hondo y miro a mis compañeros. Pero qué... Los miro con extrañeza. ¿Qué les pasa? Bueno, ahora no me puedo entretener en eso- He encontrado el muro, si lo seguimos podremos salir de aquí. ¿Estáis todos?

No me acerco más, su actitud hace que no me sienta del todo cómoda envainando la espada. Espero a que se empiecen a mover para enseñarles el camino.

Demasiadas emociones en muy poco tiempo, mi estado de shock se desvanece un poco cuando otro evento vuelve a ponerme igual, salgo, entro, salgo, entro... la fe de la guerrera y su seguridad me hacen rememorar cosas, recuerdos que me hacen dudar de mis vestiduras, aunque reafirmen mis pensamientos y mi fe... la parte de que tuviese razón con Yldiane me encoje el corazón, pensando en los grandes poderes que hay en el mundo y pensar sobre que manos están, lo único que me puede hacer no volverme loco ante este pensamiento es mi convicción de que un poder mayor es controlado por el Uno y esto nos puede salvar.

Aunque Mòr se ponga entre medias puedo alzar la voz de forma contundente. - Yldiane... ¿eres tu? ¡Cuéntanos! ¿Qué ha pasado? - Uno misericordioso y bondadoso, abre mis sentidos para poder saber si las palabras que salgan de su voca son dignas de mi confianza. Guíame a mi y a mis compañeros para poder llegar a un sitio sano y salvo y así poder seguir tus pasos y si no, por lo menos dame la fuerza para ayudar a mis compañeros a salir de esta... aunque yo no lo consiga.

-Demasiado- La adrenalina de aquel momento, el miedo y la sorpresa. La sensación de perdida de una amiga. Todo ello había dejado completamente en blanco la mente del muchacho y comprimía su pecho dejándole con un pequeño hilo de respiración. ¡Pero Yldiane hablaba del muro! ¡El muro! Solo tenían que seguir el muro para encontrar el camino de salida. Como saliendo de un sueño, Liam se adelantó hasta la peliroja pálido y con los ojos desorbitados. Mirándola a los ojos levantó sus manos lentamente y las alargo hacia ella cogiéndola por sus brazos. Cuando sintió el tacto de la chica exhaló profundamente aliviado y la trajo consigo abrazándola fuertemente. Hiperventilando algunas lagrimas vinieron a su rostro al mismo tiempo que reía sin control. -Me alegro mucho de verte con vida.-