Partida Rol por web

—Una topera...

Ese pensamiento se quedó clavado en el jovenzuelo —¿Que tipo de animal podría haber hecho semejante agujero—

Su cabeza daba vueltas mientras su estómago le empujaba a asomarce por el agujero. Sin pensarlo dos veces enterro sus manos en la tierra y torpemente empezó el ascenso. Mientras tanto repasaba en su mente los tipos de animales subterraneos intentando hacerse una idea de que podría haber sido eso.

—Los Talpidos sin duda son la primera opción a pensar. Pero por supuesto no recuerdo uno tan grande como para preparar este montículo. Si fué una criatura su tamaño debería ser consider... derable— Cesaba mientras se acercaba casi arastrándose a la cima de la topera. Mientras tanto intentaba quedarse con cualquier pista que delatase el verdadero culpable. Marcas, residuos. Cualquier cosa.

—Tampoco es descabellado pensar que esto sea causa de un humano. No será la primera vez que un erudito se fija en la naturaleza para crear lo que podría ser una máquina de guerra— dijo mientras se asomaba al pozo oscuro, lamentando no haber llevado consigo una fuente de luz extra —¡Eh! ¡Môr! ¿Puedes lanzarme una antorcha encendida? ¡No olvidalo! ¡Mejor apagada y ya la enciendo yo!—

—¡Y si algo salió de aquí ¿Donde están sus huellas?!-

Me acerco al montículo con aprensión. Espero que esto no sea de un animal de verdad... pienso con desasosiego. No obstante, no pierdo de vista el resto de la atalaya, puesto que en cualquier momento espero la aparición de algo, de algo que pudiera explicar lo que ha ocurrido aquí. Entre las sombras me parece ver una sombra y estoy a punto de soltar el arco en aquella dirección. No obstante, en el último segundo, mientras tiembla la flecha y tenso el arco, me doy cuenta de que no estoy mirando nada más que una pared manchada. Con una sonrisa, relajo el arco y agradezco no haber disparado una flecha como un estúpido. Calma, Ean, Calma, me digo.

Después de escuchar a Arven, mientras Liam habla, comento por debajo:

-Espera, te acompaño. Mejor que nadie se aleje demasiado ni se mueva solo. No sabemos qué ha pasado aquí.

Mientras avanzo, escucho a Liam. Tiene razón respecto a las huellas, maldita sea. Esto es muy raro.

Arven se da la vuelta para dirigirse a la torre que está bajo la atalaya. Ean se aproxima para acompañarla y, mientras camina, se da cuenta de la respuesta a la duda que ha planteado Liam: cualquier huella de una criatura que pueda haber salido de ese montículo de tierra estará ahora completamente cubierta por la copiosa nevada que lleva cayendo desde ayer por la noche.

El piso inferior de la torre de vigilancia no alberga un almacén, tal y como esperaba la guerrera, sino el dormitorio del comandante de la guarnición. Es una habitación austera, sin demasiada decoración, pero la cama parece cómoda y tiene un pequeño escritorio bien dotado de pergaminos, tinta y velas. Unas escaleras parecen subir al siguiente piso de la torre, al que probablemente también se pueda acceder desde la escalera de mano exterior y, aún más arriba estaría la almenara.

Os acercáis al ¡escritorio y véis que el comandante había escrito una carta, aunque aún no había llegado a sellarla.

En el exterior, Mòr e Yldianne se unen a Liam para investigar el extraño montículo de tierra. Ayudado por el equipo de la varigal y de la fuerza del joven ionnthen, Liam empieza a descender por lo que parece un túnel de tierra. A penas ha conseguido llegar a la parte inferior cuando se da cuenta de que está completamente colapsado. Las paredes del túnel no estaban suficientemente prensadas y, desde luego, no se habían molestado en apuntalarlas, así que la tierra se ha desprendido, impidiendo el acceso sin utensilios de excavación.

Sin embargo, al volver a la superficie, el joven escolar tiene una idea mucho más afinada de qué ha creado ese agujero. El primer instinto de llamarlo topera era erróneo, pues Liam está seguro de que no ha sido creado por ningún mamífero. Un gusano de tierra no habría levantado tanto el acceso final al patio de armas de la pequeña fortaleza, así que, apoyado por las marcas que ha visto en la tierra, Liam está bastante convencido de que tiene que haber sido algún tipo de ciempiés o similar. Pero el tamaño que tendría que tener semejante criatura para excavar ese túnel es completamente descomunal; mucho mayor que cualquier especie de la que nunca haya oído hablar.

-Pues... no parece un almacén-reconoció por lo bajo caminando sin prisa para no dejar atrás a Ean en su misión autoimpuesta de registrarlo todo. Tenía una extraña sensación de pesadez en la tripa, una forma en la que los nervios le decían que nada de aquello estaba bien. Si algo había salido de esa topera no había marcas por la nieve que ya había caído y tampoco las tenía todas consigo de que lo que fuese hubiese vuelto a meterse en el agujero.

-¿Hm?-tomó un papel que parecía escrito por alguien diestro en el uso de la palabra, ningún pobre desdichado condenado a trabajar allí tendría una letra tan elaborada así que la visión de que el cuarto pertenecía a alguien de la cadena de mando se vio más que confirmada en la mente de la guerrera mientras leía casi con angustia las palabras del comandante.

-Ean-se volvió hacia su compañero con el rostro ensombrecido por la preocupación, le extendió la carta con un escalofrío para que él mismo pudiese leer su contenido-¿Qué demonios significa todo esto?-murmuró acortando la distancia entre ambos-¿feondas y toperas gigantes? -apretó los labios y sacudió la cabeza-¿un laboratorio de magiencia abandonado como... como guarida? No pueden haberse evaporado todos, vamos a buscar los barracones tiene que haber algo más que esto.

El joven trepa por el agujero con la ayuda de la varigal y el grandullón de Môr.

—Uffff! Dejadme un momento... que... recup... recupere el aliento— El esfuerzo físico al que no estaba acostumbrado ha perlado de sudor su frente y la tierra le ha dejado marcada las ropas y la cara.

—Estoy convencido de que esto ha sido producido por un miríapodo. Aunque claro, esto es una locura, ya que no recuerdo que se tenga registros de uno de estas dimensiones—

Mientras desciende por el montículo no puede evitar repasar la idea de que aquello sea producido por un artrópodo.

—Los miriápodos familia de los artrópodos con algunos parecidos a los insectos y muchas mas diferencias. La cutícula presenta diferentes grados de esclerotización y calcificación, y es más o menos impermeable, pero carece de la capa cérea típica de los insectos, por lo que quedan más o menos expuestos a la desecación, cosa que evitan refugiándose en lugares húmedos y frescos. La cabeza lleva las antenas, en la base de las cuales se abren los poros de los órganos de Tömösvary, órganos sensoriales de función desconocida. En la cabeza, en la cabeza...

De repente algo se clava en su cabeza, como si un pensamiento ligero se le hubiese escapado por un solo segundo. Intentando recuperar su hilo de pensamiento observó detenidamente la nieve.

—Quizá podamos encontrar algunas huellas de la criatura debajo de la nieve. O alguna pista de los movimientos que se generaron aquí cuando se formó el montículo.

Y empezó a retirar la nieve alrededor del montículo en busca de pistas mas claras de lo que ocurrió en aquel patio.

Arven y Ean se dirigen a uno de los edificios donde suponen que estarán los barracones. La puerta está abierta y las ventanas dejan pasar la suficiente luz como para iluminar la estancia. El lugar parece una sala común y, por lo que se puede ver, ha sido abandonada a toda prisa no hace demasiado. La chimenea aún humea y en ella hay un caldero en el que se estaban preparando unas gachas, aunque han pasado mucho tiempo al calor de la lumbre y ahora están completamente arruinadas.

En la mesa hay platos distribuidos para unas diez o doce personas, y un par de ellos tienen parte de la comida aún en ellos. Una de las sillas que usaba uno de los dos comensales está tirada en el suelo, como si quien estuviera sentado en ella se hubiera levantado bruscamente, derribándola en el proceso. La cuchara de ese sitio parece haber saltado por los aires desparramando su contenido. En el otro asiento que debía estar ocupado hay un vaso volcado, que ha empapado la mesa de un vino muy ligero, probablemente aguado.

Al fondo de la sala, hay una puerta abierta de par en par y desde vuestra posición se puede ver que comunica esta estancia con los barracones de la guardia. Sólo podéis ver un par de camas, que desde vuestra posición juraríais que están deshechas.

Os dirigís hacia esa puerta y entráis en un dormitorio comunal, donde debe descansar aproximadamente la mitad de los hombres de la guarnición, si los cálculos de Arven son correctos. Por cómo están dispuestas las camas y por los pertrechos que hay alrededor, deducís que los soldados se levantaron rápidamente y salieron al exterior con a penas tiempo suficiente como para coger sus armas. A estas alturas parece evidente que el lugar ha sido atacado y que quien quiera que preparase esa emboscada nocturna llegó por el túnel excavado en medio del patio de armas.

Yldiane ayuda a Liam a retirar parte de la nieve. Es un trabajo pesado que lleva algo de tiempo, sobre todo porque el montículo de tierra no permite tirar la nieve hacia ese lado. A pesar de todo, al cabo de un rato consiguen despejar un poco el terreno.

La mancha roja que se puede ver sobre la tierra es inconfundible para cualquiera que la vea: sangre. Ayudados por Mòr, despejan un poco más alrededor, hasta encontrar una placa de acero completamente doblada sobre sí misma. El ionnthén recuerda sus años de aprendiz de herrero con Nar y no tarda en identificar el recubrimiento de un escudo, pero el hecho de que esté tan deformado da idea de la inmensa fuerza que se ha tenido que producir para doblarlo de semejante manera.

Los dos hombres siguen cavando un rato y, bajo la nieve, encuentran una espada rota y algunos restos de metal que no consiguen identificar. Yldiane se separa un momento y mira a su alrededor.

- No hay cuerpos - dice finalmente. - La nieve es uniforme en todo el patio... No hay ningún cuerpo aquí.

Por los rastros de sangre que habéis encontrado, parece evidente que ha habido un combate y, casi seguramente, con al menos una baja. Pero la varigal está en lo cierto; no hay ningún cadáver expuesto. Si la guarnición ha abandonado el puesto, los guardias parecen haberse llevado a sus muertos... y a los de los atacantes. Si no es así, quienquiera que excavase ese túnel se ha molestado también en llevarse los cuerpos de los guardias.

-Hay restos de batalla, incluso una espada rota. -Dice sosteniendo los restos de la misma- y sangre. No tiene sentido que no haya ningun cuerpo. Casi parece como si una hueste de criaturas hubieran asaltado la fortaleza y se hubieran llevado a los soldados para comerselos en su guarida, como tantos animales hacen.

La vision del recubrimiento del escudo, torturada por una fuerza magnifica, perturba al joven grandullon.

-Pero ese escudo...muy fuerte tienen que haberle dado. No se me ocurre, asi en frio, que ser es capaz de golpear con semejante potencia.

El joven rascó su barbilla mientras exhalaba grandes cantidades de vapor debido al esfuerzo realizado. Caminaba recuperando el resuello hacia la torre donde Arven e Ean se habían adentrado minutos atrás.

—En las diferentes especies de los miriápodos conocidas no puedo catalogar ninguna que experimente un comportamiento social de colaboración. Algunas son territoriales pero la mayoría simplemente se toleran unos a otros. Claro que pensar que estoy en lo cierto y que esto ha sido un animal de tal calibre resulta cuan menos atrevido. Si realmente existe ¿Quién sabe que tipo de comportamiento puede presentar una criatura como estas?

Divagaba como siempre, mientras seguía recortando el camino hacia la torre. La varigal hasta ahora no se había mostrado especialmente receptiva ante su dialéctica, por lo que intentaba dirigir su discurso a Môr.

—Lamentablemente mi querido Môr entre las características de los miríapodos si que podemos encontrar una respuesta al enigma del escudo doblado. Son criaturas muy fuertes, para su tamaño claro.— Sonrió por un momento, con un hilo de sonrisa nerviosa. La sola idea de encontrarse con una criatura de tal calibre le provocaba zozobra y expectación.

—Utilizan sus mandíbulas principalmente para inyectar su veneno y subyugar a sus presas. Pero en muchas ocasiones la fuerza que ejercen puede llegar a partir la presa en dos...—

Algo en su interior le apremio. De repente se sintió vacío, hueco. Sentía la necesidad de correr y asegurarse de que la guerrera se encontraba bien. Necesitaba saber que la chica de tez dura y cabellos dorados no corría ningún peligro. Apresuro el paso y buscó a los guerreros del clan Mac Lyr con el corazón en un puño.

—¿Arven?—

Termino de leer la carta con una gélida sensación que recorre mi espalda. Vuelvo a mirar la estancia, con los objetos precipitadamente repartidos por la sala en una imagen evidente de agitación. Casi puedo escuchar a los guardias dándose órdenes a diestro y siniestro en un caótico desorden que no lograron controlar. Salieron hacia el exterior y se enfrentaron a lo que quiera que saliese por ahí. Lo que fuera fue suficiente para terminar con todos y llevarse los cuerpos. Ese detalle resultaba especialmente estremecedor.

-Si lo que quiera que vino se llevó los cuerpos lo hizo por alguna razón. Solo se me ocurren dos ahora -digo con un suspiro angustiado-: o bien para esconder la naturaleza del enemigo, o bien para utilizar esos cuerpos con algún propósito... vivos o muertos.

Pronuncio las últimas palabras horrorizado.

-Debemos ser realistas. Por el contenido de la nota y la situación que nos hemos encontrado -preferiría no seguir hablando, pero en cierto modo al hablar objetivaba su miedo y lo hacía menos real- diría que algo llegó desde ese laboratorio y acabó con la tropa. En principio podemos pensar en un único "miriápodo".

Dejo de tensar el arco, a tenor de lo ocurrido una flecha parece tan inútil como un alfiler contra una coraza.

-Esto... ¿y si volvemos a informar? -Pregunto. A todas luces parece que esta situación nos viene grande.

Contrariada por el desorden de los barracones y lo perturbadoramente reciente que parecía su abandono, Arven se disponía a salir de nuevo al patio siguiendo los pasos de Ean. Había estado tan concentrada en encontrar una sola pista de lo que podían haber dejado atrás los habitantes de la atalaya que el intercambio de conclusiones y explicaciones sólo había formado un murmullo de fondo al que no prestó atención hasta que prácticamente se dio de bruces contra el erudito.

-¿Estás bien?-sin darse cuenta seguía hablando con voz suave, una parte instintiva de ella le instaba a no perturbar en la medida de lo posible el sepulcral silencio del lugar-dentro... dentro no hay nada que nos sirva-miró por encima del hombro de Liam hacia Ean y entrecerró los ojos intentando averiguar si su compañero intentaba deshacerse del muerto que les había caído o realmente pretendía informar.

-Informar de qué-apoyó una mano en el hombro de Liam y le llevó hacia el patio junto a ella ahorrándole la visión del reciente abandono del lugar y le extendió la misma nota que había dejado a Ean leer para que se la pasase a Yldiane y a Mòr-si están vivos el tiempo que perdamos en ir y volver puede ser su muerte-aunque por otro lado deberían de conocer que estos agujeros que ya se han visto en otros lados son peligrosos para cualquiera que esté cerca...

Se mordió el labio al tiempo que fruncía el ceño.

-Yldiane. Tú conoces el terreno y sola irás más rápido que vigilando por dónde llevar a los demás sin que se despeñen por el camino-miró a su antigua amiga-¿podrás llevar el mensaje?-Como mensajera, la pelirroja ya estaría más curtida en darse prisa y conseguir la atención necesaria-Yo me quedo-miró el agujero y la cantidad de nieve que habían ido agitando en busca de lo que pudiese haber-entrar por ahí me parece una locura pero...si siguen vivos no se les puede dejar a su suerte.

Liam entró de sopetón en la torre casí llevándose por delante a su compañera. Sus ojos abiertos como platos repasaron los ojos de la guerrera y se mostraron sorprendidos al percibir el brillo de vida en ellos. El nudo que llevaba en el estomago se desató de golpe y una alegría inusitada le inundó, a la vez fué consciente de lo que estaba haciendo y una punzada de verguenza le atenazó la garganta. Nunca había sido bueno conteniendo sus emociones y en aquel momento eso no había cambiado. La expresión complemente desencajada del erudito no pareció reaccionar a las palabras de Arven.

En aquel momento y por primera vez desde que empezaron el viaje Liam se fijó de verdad en el rostro de la guerrera. Cada esquina, cada arruga en sus cansados ojos y los hilos dorados de su cabellera que moteaban aquí y allí la blancura de su rostro. Allí en la atalaya inundado de emociones se encontró por primera vez atraído por una mujer.

Su cuerpo cobró un estado completamentre rigido en el momento en el que ella deslizó un brazo en su hombro y le ayudó a llegar de nuevo al patio. En sus manos sostenía el papel que le había ofrecido, pero no había podido siquiera mirarlo. Solo miraba enfrente y caminaba dejandose llevar. Cuando estuvieron en el patio la guerrera le dejó a su aire y Liam poco a poco recobró la sensatez y el sentido común. Rojo como un tomate, aunque esperaba que el frío invernal camuflase su verguenza, se acercó a Môr mnientras leía la nota.

—¡Glup!...

El otro varigal se adelanta unos pasos y coge la carta del capitán de la guardia.

- Yo llevaré el mensaje hasta Varn - sugiere. Después de todo, es él quien mejor conoce la zona. - Vosotros investigad algo más por aquí, pero tened cuidado - añade mirando con desconfianza el escudo doblado.

Mira un momento a Arven, negando con la cabeza. - No vas a poder ir por ese túnel, se habrá derrumbado impidiendo el paso - recuerda. - Pero tal vez podáis encontrar el otro extremo en el exterior - dice señalando hacia el otro lado del camino, en dirección a la aldea de Varn.

Se vuelve hacia Yldiane un momento.

- Nos veremos en la aldea. No debería resultarte complicado llegar hasta allí siguiendo el camino. Si se os hace tarde - añade levantando la cabeza para estimar la posición del sol, aunque con el cielo completamente cubierto de nubes no es fácil hacerlo - hay una pequeña capilla a un lado del camino. Pasad allí la noche, esta zona no es segura después de la puesta de sol.

Se dirije a la puerta de salida en el lado opuesto del patio por el que habéis entrado. De repente se para extrañado y se vuelve hacia vosotros.

- Esta puerta está abierta - informa. - Tal vez algún superviviente haya salido por aquí... Lo dejo en vuestras manos - añade antes de irse definitivamente.

Cojo el mensaje del comandante que me da Arven.

- No te preocupes, llegará a su destino - aseguro. - Pero no vas a poder seguir ese túnel... Liam lo intentó antes y está completamente derrumbado. No es seguro, pero tal vez podamos encontrar el otro extremo a ese lado de la muralla - dice señalando el camino que lleva hacia la aldea, pues el túnel parecía ir en esa dirección.

Avanzo hacia la puerta de la muralla en el lado opuesto al patio con respecto a donde hemos entrado. Cuando llego a la puerta me paro de repente al darme cuenta de un detalle.

- Está abierta... - digo a mis compañeros. - Alguien ha retirado la tranca desde el interior y ha salido por aquí - informo. Abro la puerta de nuevo y miro alrededor. - No hay huellas, así que debieron irse antes de que empezase a nevar.

Si ha habido algún superviviente no parece tan urgente llevar el mensaje a la aldea, porque sin duda se habrán dirigido hacia allí y, si hay que investigar los alrededores, ya sea buscando huellas o el otro extremo del túnel, sin duda es buena idea contar con una varigal para ayudar.

-¿Que Liam intentó...?-se interrumpió para mirar al erudito debatiéndose entre el horror ante tal estupidez y la admiración por la muestra de coraje. Quizá fuese por ello por lo que Liam tenía cierto aspecto raro cuando dio con él al salir de los barracones.-cielos-concluyó sacudiendo levemente la cabeza, aliviada de que el muchacho se hubiese topado con un muro de tierra derrumbada pero las palabras de Yldiane no eran nada alentadoras aunque sí su compromiso activo con el deber que les había llevado hasta allí.

-Qué haríamos sin ti, Yldiane-felicitó la guerrera a la varigal acompañando sus palabras de una sonrisa cálida que no terminaba de ser del todo feliz. La guerrera se enderezó y se ajustó la coleta en la que llevaba el pelo recogido con un gesto resuelto.

-A la aldea pues.

Había sido una ingenua al pensar que la pausa que proporcionaba el haberse refugiado en la capilla les resultaría refrescante y les permitiría un descanso reparador.

¿Dónde he oído yo eso?

Se pellizcó el puente de la nariz y cerró los ojos intentando hacer memoria pero no asociaba ningún rostro a aquel recuerdo. Caminó por el abandonado lugar hasta la puerta y comprobó que no cediese ante la ventisca.

-Vamos a registrar el lugar-anunció al grupo mientras regresaba a su lado-no es que haya algo mejor que hacer, ¿no?-se encogió de hombros-estad atentos a cualquier cosa que pueda parecer fuera de lugar.

Fuera de lugar en una capilla abandonada que ha sido usada por vete tú a saber con a saber qué intenciones... qué bien te explicas, Arven, qué locuacidad la tuya,se riñó en su fuero interno con un resoplido de disgusto antes de empezar ella misma con el registro del lugar.

El muchacho se mantuvo en retaguardia con Môr durante gran parte del camino, evitando en la medida de lo posible cruzar de nuevo con Arven. Aquella premonición en el interior de sus tripas le mantuvo durante un buen rato acongojado. No sabiendo muy bien de donde podría haber venido.

Pero pronto estuvo mas preocupado por el cansancio que el camino estaba imprimiendo en él. Sin experiencia en el mundo la caminata en la nieve se estaba cobrando su peaje. Los músculos recogidos el frio en sus orejas y nariz habían borrado todo rastro de congoja o vergüenza. En aquel momento solo quería llegar a alguna parte. Donde fuese.

Y entonces Yldiane comentó algo de la capilla. La Varigal había planteado algo que tenía mucho sentido ahí, Liam dudaba de poder seguir caminando mucho más y aún peor en la oscuridad. Intentaba ordenar sus pensamientos para inquirir algo cuando una frase, como un recuerdo critico se apoderó de su pensamiento. Mirando alrededor como queriendo encontrar respuestas empezó a musitar, como aveces había hecho por el camino cuando veía algo que le llamaba poderosamente la atención.

—Remmmdda nala copiya. Gurd ecetos...

Lo repetía una y otra vez, como un mantra, mientras el resto oteaba el horizonte sopesando sus posibilidades. El murmullo se hizo pesado en el aliento de Liam hasta que la frase fue completamente clara en su memoria. Entonces se calló súbitamente y miró a los demás que por un momento, como previendo que el erudito iba a hablar le prestaron atención. Liam dijo en con hilo de voz

—No olvidéis la Capilla... Oculta secretos...

La sensación que aquella frase provocó en el muchacho era difícil de describir. Se sentía como un recuerdo lejano. Pero a la vez equivocado. Era como si hubiese recordado algo prohibido, algo que no estaba permitido. Algo que no había salido del lugar de los recuerdos.

Algunos sostuvieron la mirada del joven erudito por un momento pero este enseguida se recluyó en su capa como queriendo taparse del frio. Aunque quizá quería cubrirse de algo mucho mas trascendental que el propio frio. En el fondo se sentía descubierto ante una fuerza cósmica que trascendía lo que cualquiera de los que allí estaban presentes podrían imaginar. Todos se sintieron incómodos con esa frase.

Unos segundos después Liam tomo la dirección contraria de Arven y dijo casi para si mismo.

—Arven tiene razón. Será mejor registrar el lugar. Y pasar la noche aquí allí.