Partida Rol por web

Al acercaros a la capilla, Arven os hace un gesto para que paréis. Cuando para el ruido de vuestras pisadas, podéis escuchar un sonido repetitivo, como si algo de metal estuviera rozando la piedra. Con cuidado para no desvelar vuestra posición, la guerrera desenvaina su espada y embraza el escudo. Una señal a Ean es suficiente para que el arquero se separe algo del grupo y se oculte entre la maleza con una saeta preparada para disparar. Mór se coloca junto a Arven, protegiendo a Liam e Yldianne con su inmensa envergadura.

Esperáis un momento y veis acercarse a un hombre que camina distraido. Lleva una ballesta en su mano, pero lo que más llama vuestra atención es su indumentaria: una cota de mallas cubierta por un emblema en el que se puede ver una espada sobre una estrella de seis puntas: ¡Un Filo del Templo! El brazo armado de la iglesia de Gwindre, que hace décadas fueron los soldados más temidos de ese reino durante la Guerra del Templo. Pero, ¿estará solo o acaso Gwindre se dispone una vez más a invadir Taol-Kaer?

Antes de poder responder esa pregunta, el hombre se encamina hacia vosotros, no dejándoos más opción que salirle al paso.

Extrañado al ver más gente por aquí, sobre todo después de las últimas experiencias, me disponía a darles una voz para preguntar quienes eran cuando me giro y veo una flecha que me apunta. Con cara de asombro bajo los brazos dejando caer la ballesta la cual queda colgando de la correa de cuero ceñida a mis hombros. Y levanto lentamente las manos en gesto amistoso.

- Vaya, os iba a preguntar quienes eráis, pero visto lo visto empezaré por presentarme yo. Soy Urvan, caballero del Filo. Deberíais andar con cuidado, vengo de la atalaya del paso de Dohag. Parece que allí les han atacado unas criaturas horrendas. Alguno habla sobre Feondas.

-No muevas ni una pestaña, amigo. O irás a charlar con Jamian de Teología por la vía rápida.
Le amenazo más bien poéticamente. Una buena amenaza debe contener algún guiño jocoso para destensar la potencialmente letal situación. Al menos así se lo decía su ajado manual de retórica aprendido en las mejores academias militares.

-¿Qué haces tú solo por aquí? ¿Turismo? ¿Buscas Feondas para escribir una Historia natural? ¿Puedo dispararle ya, jefa? -pregunto con falsa exhasperación- "Deberíamos tener cuidado", dice, -digo imitando la voz de Urvan- nosotros nos merendamos a esas cosas, muchacho... (pausa)... por cierto -cambiando de tono súbitamente- describe a esas "criaturas horrendas". ¿O acaso solo viste sus restos? Habla- le espeto.

La noticia me llena todavía más de ansiedad que tengo que cubrir lanzando bravatas. Esto se pone cada vez más raro.

Con las palabras de la chica parecía que me tranquilizaba un poco y me volvía a centrar. Me limpie las lágrimas con la manga. Otra vez me disponía a contestar, cuando la apabullante verborrea del chico rubio me recordó la flecha que apuntaba a mi cabeza. Respiro hondo y me envalentono un poco. - Sinceramente estaría más cómodo y podría responder mejor vuestras preguntas si dejarais de amenazarme con un arco... insisto en que no soy vuestro enemigo. Me estaba resguardando en la capilla de Santa Nyline, y había salido a buscar algo de comida. - Digo con la cara sería mientras levanto el hombro del cual cuelgan inertes mi brazo y la ballesta con la que pensaba cazar algo.

Me doy cuenta de que estoy apuntando a un hombre desarmado que evidentemente no puede ser el responsable de las desapariciones y colosales agujeros que hemos encontrado. Eso me hace sentir particularmente estúpido de modo que bajo el arco y devuelvo la flecha a su aljaba.

-Está bien. Tienes que contarnos esa historia con más detalle.

Digo, no obstante, mi desconfianza no se esfuma ni mucho menos. Lanzo una seca mirada a Arven

No lo perderé de vista.

-Has dicho que alguno hablada de "Feondas". ¿Quién ese "alguno"?- Inquiero con curiosidad.

Mor esta tenso ante la resolucion de los acontecimientos que se suceden. La agresividad ante el desconocido. El relato que este aporta de sangre y terrores incognoscibles y desconocidos. La naturaleza era sabia pero a veces cuando una especie dominaba el mundo y la balanza se inclinaba demasiado, equilibraba el mundo con monstruos.

Urvan habla de un superviviente, igual este puede contar con mas detalle lo acontecido, o esta en un shock que requiere paciencia y empatia para obtener informacion de una fuente tan traumatizada. Sin embargo sus compañeros ya habian preguntado por el.

Os dirigís hacia el edificio y, mientras Urvan afirma que el guerrero al que recogió en la Atalaya ya no puede ser llamado superviviente, señala a unos metros de la Capilla donde podéis ver un pequeño montículo de tierra removida con una tabla clavada en el suelo a modo de lápida. Cualquier detalle sobre el ataque a la Atalaya que hubiera podido dar el guardia que salió con vida, o se lo ha dicho ya al gwendrita que habéis encontrado o se habrá perdido para siempre.

Entráis en la capilla de Santa Nyline. No es un edificio demasiado grande, pero no parece probable que el Templo dedicase muchos recursos a una pequeña capilla en un lugar en el que poca gente profesa su religión. Por lo que podéis deducir, la construcción es unas décadas anterior a la Guerra y probablemente lleve abandonada desde que la disputa religiosa diese lugar al mayor conflicto de la historia de los Tres Reinos.

A pesar de los años, el paso del tiempo parece haber respetado bastante bien el lugar, que aún mantiene alguna de sus vidrieras intactas, mostrando varias estrellas de seis puntas que son el emblema sagrado para la religión.

En la parte más alejada del altar podéis ver una pequeña hoguera en el suelo de piedra que está siendo atendida por un hombre algo mayor que Urvan que se acerca a la treintena. Su ropa consiste en un sencillo hábito con el emblema de su religión bordado en el pecho y mira el fuego con atención.

- ¡Ah, Urvan! Ya has vuelto... ¿Has tenido suerte cazando? Ya te dije que no era... - se interrumpe al ver a todos los demás entrando junto a su compañero. Con un gesto tranquilo en el rostro, se levanta y hace una ligera inclinación. - Discúlpenme, señores. Bienvenidos sean a la humilde casa de nuestro Señor. Aunque en estos tiempos parece que se ha convertido en poco más que un refugio de montaña... Por favor, acérquense al fuego. Seguro que agradecerán el calor de las llamas que todo lo purifican - dice amablemente.

Desconfío completamente de las mosquitas muertas disfrazadas con hábitos, así que de nuevo me pongo en tensión pero esta vez no llego a coger el arco. Quizá es por algún tipo de reducto religioso que queda en algún recóndito lugar dentro de mi mismo, no lo puedo llegar a ver bien. En cualquier caso, no importa. Observo cuidadosamente la capilla, agradeciendo en cierto modo una cierta protección frente al exterior, pero no respondo en absoluto al clérigo. Espero la decisión de acercarnos, aunque sé que es imposible que de buenas a primeras nos instalemos aquí, por muchas ganas que tenga. De modo que sin esperar demasiado, comienzo a recorrer el perímetro de la capilla con precaución.
 

Cojo mi puchero metálico, amorfo de la cantidad de golpes que ha recibido en todo el tiempo que lleva conmigo y lo lleno de agua de una cantimplora para calentar un poco y hacer algo de comer en el nuevo fuego. - ¿Y a vosotros? ¿qué os a traído hasta aquí? - Me fijo en cada miembro del nuevo grupo que me acompaña. - Sois muy variados. - Saco una tela de mi mochila y la desenvuelvo al lado del cazo, mostrado unas pocas verduras. Alguna de ellas ya un poco revenida por el tiempo. - Quizás alguno debería dar una vuelta por los alrededores, hace poco que llegue, y con la labor que he tenido no he podido revisar los alrededores.

-Nadie va a inspeccionar nada ahí fuera ahora que el sol está por terminar de ponerse-dijo Arven con sequedad mientras aseguraba en lo posible la entrada de la Capilla como si fuese bastante obvio aunque en su fuero interno sabía que un trozo de madera no impediría la entrada de las criaturas que habían hecho los túneles de la atalaya. Una vez hubo terminado regresó junto a sus cosas, tiradas en un rincón no muy lejano a la fuente de luz cálida de la lumbre-Teníamos que ir a inspeccionar qué pasaba en la atalaya, lo vimos, nuestro compañero-giró el rostro hacia Liam para que se diese por aludido-sacó sus conclusiones sobre qué había hecho el agujero y ahora estamos aquí. 

Ella no era quien para confiar su conocimiento a Urvan por muy amigable que se mostrase porque los "descubrimientos" o razonamientos de Liam eran cosa del erudito, no suyos así que mientras los demás terminaban de instalarse o de afianzarse en aquel lugar, Arven recorrió La Capilla con aquel recuerdo que no sabía de dónde había salido ni dónde lo había oído pero que le había casi instado a meterse allí dentro en busca de secretos ocultos.

Qué secretos ni qué secretos... Arven, te estás poniendo un poco paranoica... no, bueno sí, pero echo un vistazo y después a vigilar que no pase nada... ¿y qué va a pasar? ¡Yo qué sé! Ahora a lo que estabas, Arven, céntrate.

- Sí, es decir no... Nos entrenan para luchar y los feondas también son enemigos de la luz, así que supongo que sí podríamos enfrentarnos a ellos. Al menos alguien de mayor rango. Yo nunca he visto una de esas criaturas, y no sé si podría hacer algo contra ellas.

Espero a ver si Jaber dice algo, porque él igual tiene más experiencia que yo en estas cosas.

El Vector asiente a su compañero antes de girarse hacia los demás, dedicándoles una sonrisa.

- Este lugar es seguro - les dice con confianza. - Aquí Santa Nyline invocó los poderes del Creador para defender a un grupo de peregrinos de una horda de Feondas, e incluso ahora se puede notar que la Capilla está protegida de las inclemencias del tiempo y los animales salvajes - señala dando una explicación del buen estado del lugar acorde a su fe. - Conocí al Vector que vivió aquí antes de la Guerra y me contó cosas sobre este lugar y sus habitantes.