Partida Rol por web

Soldados santos

En Caedus

Cargando editor
19/04/2010, 16:57
Director

Cada Inquisidor terminó de comer y beber y se fue a sus respectivas habitaciones a empacar las cosas que necesitarían. Las armaduras habían sido abrillantadas por los servidores eclesiásticos, las armas afiladas a conciencia. Llevaban todo lo necesario para viajar y sobrevivir a la misión: raciones de viaje, ropa de abrigo, salvoconductos... y el crucifijo, claro.

Tomaron un barco que los llevó desde El Dominio al continente, y después, tras unos cuantos días de viaje a caballo a través de Argos, tomaron otro que los llevó a Kanon. Su llegada causó una gran conmoción en aquellos que los veían. Mientras pasaban por aldeas y caminos, no eran pocos los que caían frente a ellos arrodillados, murmurando plegarias o pidiendo que los bendijeran.

Cargando editor
19/04/2010, 17:36
Marina

La atmósfera cordial se fue al garete cuando entró Wylfred. Marina se levantó rápidamente. No le había visto nunca, que recordara, pero supo enseguida quién era. Hizo una respetuosa inclinación de cabeza e intercambió una mirada con Naomi. Poco después volvió a inclinar la cabeza, pero para ocultar el rubor que le produjeron las partes más obscenas del discurso de Wylfred.

No era lo que se había esperado, desde luego. Salió escandalizada del comedor, mascullando algo que era a un tiempo un saludo y una disculpa.

Viajar deprisa no le importaba. Claro, al final del día caía rendida, pero eso sólo le hacía sentirse agradecida por tener dónde descansar. Y le gustaba encontrarse con gente. Ser testigo del respeto que inspiraban era un poco abrumador, pero le proporcionaba una satisfacción que no reconocería ni en su lecho de muerte.

Así que sonreía y pedía direcciones, aunque la mayoría del tiempo no hablaba demasiado. Y por las noches rezaba y esperaba que llegaran pronto. Estaba lista para luchar, y esperaba que aquella vez las cosas fueran diferentes. Ella estaba dispuesta.

Cargando editor
20/04/2010, 00:19
Jared

Preparó la ropa necesaria para el viaje y para un posible percance, su armadura y sus armas y nada más. No viajaba con anda más que lo necesario.

En el camino hacía gestos con la cabeza a modo de saludo de vez en cuando, pero nada más. La Inquisición no tenía el aspecto de una organización benévola y atenta que se preocupe por sus vidas. Ellos eran los malos, al fin y al cabo. Los malos dentro de los buenos... o de lo que Jared consideraba 'los buenos'. Su objetivo era luchar para llegar a un mundo mejor. Y él, un monstruo que mataba por llegar a ese mundo no se merecía estar en él.

Pero era el precio que había tenido que pagar al nacer. Era su destino. Ese pensamiento fue necesario para mantener ocupado al guerrero durante un par de días.

Cargando editor
21/04/2010, 05:17
Wylfred

Wylfred se limitaba a pasar por los pueblos con gesto hosco, moviendo la mano ocasionalmente, más para demostrar que oía a la gente que por deseo de corresponder a sus aclamaciones. Esto era algo que ya había vivido antes, bastantes veces de hecho. No le habían faltado honores en su vida, y no tenía tan mala memoria como para no recordar el orgullo que había sentido en sus días de inquisidor novel cuando pasaba por un pueblo que acababa de liberar. También recordaba otra cosa de su epoca de juventud: que, como todos los jóvenes, era bastante gilipollas.

Verse a si mismos como liberadores y como héroes era algo que apartaba la mente de la verdadera naturaleza de lo que hacían. Vamos, que el recordase los bardos nunca cantaban sobre las hazañas heroicas de bravos caballeros que quemaban a bebés en sus cunas hasta que quedaban reducidos a carbón porque resulta que habían nacido de una cópula antinatural. Que también habían quemado. Era dulce pensar así, pero el problema de lo dulce es que uno se acostumbraba a ello y después no le gustaba el sabor de la realidad, que en este trabajo sabía más bien tirando a mierda.

Entonces uno empezaba a atiborrarse de la adoración de las masas, o del miedo, o del poder, o de lo que a cada cual le hiciese tilín, y uno empezaba a ver las cosas distintas. Empezaba a creerse un héroe. Epezaba a creerse que veía con más claridad.Que estaba bien matar gente. No que fuese necesario, no. Que estaba bien. Y al final, uno acababa muy cerca de la línea que separa al inquisidor del chalado hijo de puta al que persigue, y eso si no la pasa.

Eso, también lo había visto.

Un Inquisidor está mejor haciendo lo que debe y pensando en ello lo menos posible. Si hay que distraer la mente con algo, que sea con la fe. Abel Cristo y sus doctrinas podían ser más áridas y amargas que el amor de Sus Hijos, pero tenían la ventaja sustancial de que la Palabra de Cristo era la verdad y la vida, y no un veneno debajo de una capa de miel. Y el pueblo estaba mejor en sus casas venerando a su Dios y ofreciendo su amor y sus loas a Él, que no a su espadas. Pero claro, intenta decirles eso cuando te ven cabalgar entre ellos. Por lo menos parecía que su grupo tenía bastante seso para encima no alentarles, y no pasearse entre ellos como si fuesen una celeridad de Gabriel en un baile de gala. Gracias al Buen Cristo por ello.

Al menos aún había gente en el mundo que sabía donde deberían estar sus devociones.

Cargando editor
21/04/2010, 09:36
Naomi

De todos ellos quien menos tenía que preparar era Naomi. Ni armaduras que abrillantar, ni armas que poner a punto, así que no tardó en recoger sus pertenencias y salir de allí para enfrentarse a lo que fuera.

Entereza no le faltaba a la mujer para afrontar la situación, pero la alegría con la que se habían reencontrado se había esfumado por completo con Wylfred, y ahora todo transcurría en un pesaroso silencio. Eran Inquisidores y les habían preparado mentalmente para encarar a la muerte por el bien de la humanidad. Pero eso no quería decir que no sintieran el miedo o la angustia de caer en el combate. Al menos Naomi podía sentirlo a cada paso que avanzaba, pero era plenamente consciente de que era su deber, había nacido para ello, y si caía en la batalla sería un honor haber luchado junto a sus compañeros por un bien mayor.

Y sumida en aquellos pensamientos había conseguido que los días pasaran mas rápido, obviando la hosquedad de Wylfred y Jared.

Cargando editor
21/04/2010, 14:35
Miguel

Miguel, al llegar a su habitación, se atavió con su armadura completa, con su yelmo, su Legislador en forma de escudo a la espalda, con el gran martillo de guerra, y el martillo de guerra de una mano colgando del cinturón. Preparó su equipaje, con todo lo que creía necesario para el viaje, y cuando salió para encontrarse con los demás, pudieron ver que Miguel se había convertido en un baluarte, una fortificación humana más cercana a una muralla que a un hombre.

Aunque Miguel era acotado en palabras, y casi siempre andaba en silencio, el viaje lo pasó charlando con Elijah, eminentemente, aunque Marina y Naomi también le caían muy bien. Jared estaba tan metido en sus pensamientos, que lo obvió un poco, y el anciano Wylfred... Bueno, tenía la sensación de que si le dirigía la palabra, terminaría por insultarle o algo, así que no se acercó, y sólo intercambió las palabras necesarias.

Estaba contento de realizar la misión. Se sentía importante, por tener esta misión de Cristo sobre sus espaldas. Estaba feliz, y aunque aún se sentía un extraño entre todos, hizo lo posible por integrarse. Al fin y al cabo, eran sus compañeros, y morirían los unos por los otros.

Cargando editor
21/04/2010, 20:46
Elijah

El viaje fue largo y agotador, pero Elijah supo soportarlo bien gracias a que ya tenía cayo. La experiencia le había dado la buena idea de llevarse un libro, y, como soporta bien los viajes en barco  gracias a un remedio casero, no tuvo ningún problema a la hora de leer con el vaivén de las olas.

Durante el trayecto tuvo tiempo de sobra para echar un vistazo a las heridas de Naomi e intercaló la interesante lectura con paseos por la cubierta y con charlas de sobremesa con sus compañeros de viaje, principalmente con Marina,  Naomi, Miguel y Jared, que aunque el humor de este último le siguiera resultando extraño, hacía tiempo que se había acostumbrado. Con Wylfred, sin embargo, no cruzó más palabras que las estrictamente necesarias, sobretodo para pedir consejo sobre el combate, pues aunque admiraba su vida y las grandes hazañas que se multiplicaban a sus espaldas, le resultaba un hombre agrio y el brillo sarcástico de su mirada le inquietaba.

Se podría decir que lo único que rompió la monotonía del viaje fue cuando descubrió que el ruido de chatarra que cada vez se hacía más fuerte, era Miguel acercándose embutido en su recargada armadura.