Partida Rol por web

Adia, las flechas no ayudan.  Avienta más agua bendita, o ayúdame a darle una de las pociones en mi mochila a Alfrik. 

Powaqqatsi aventó el penúltimo frasco que le quedaba para darle al esqueleto que se había abalanzado sobre Alfrik y avanzó para colocarse justo encima de Ch'om y defender con su cuerpo de metal al zopilote y al enano para evitar que fueran ultimados. 

Atáquenme a mi esqueletos, ¡a mi!, a ver si tienen los huesos para hacerlo!

El semielfo vio como su compañero caía sangrando en el suelo. Un escalofrío recurrió su espalda mientras pensaba su siguiente acción.

Delante de Ariete y Daisy su hechizo había conseguido derrumbar a los esqueletos, haciendo más fácil golpearles. Eso les daría la oportunidad que necesitaban para deshacerse de dos más de aquellos engendros.

Pero aún quedarían otros dos esqueletos dispuestos a descuartizar al paladín y al loco druida que iba a protegerlo. Finn sacó un trozo de lana de su zurrón de componentes mágicos y se encomendó a los dioses para que su truco funcionase.

Con unas extrañas palabras y gestos, la mandíbula dura debido a la concentración, el semielfo proyecto una imagen de sí mismo armado delante del enano caído. Su doble podía moverse a voluntad de Finn, en una parodia de lo que serían fintas y paradas. Sabía que su ilusión no duraría mucho, si alguno de los esqueletos impactaba contra la imagen, la falta de sonido o de materia acabarían con su truco barato, pero al menos habría comprado algo de tiempo.

Intenté aprovechar el descuido de uno de los esqueletos para reventar su cráneo pero el ser se desplazó con facilidad gracias a la grasa conjurada por el bardo.

Decidí que debía encontrarle un sitio adecuado a esas varitas para evitar que diesen más problemas. Le preguntaré a Q donde puede guardarlas Finn..

Levanté nuevamente el brazo para intentar asestar un golpe... y nuevamente fallé. Aún así no sentí frustración pues cada vez lograba calcular mejor la trayectoria. Pronto escucharía a los huesos romperse.

¿Otro brindis?-preguntó al ver caer a Alfrik-Esto va a ser peor pa vosotros que pa nosotros.

Por las cuencas oculares vacías, Demonfly vió una ausencia preocupante de sesos. A ver si al final ha estado malgastando saliva con bravuconadas que los esqueletos no han sabido apreciar.

A la mierda... ¡TOMA!

Golpe de maza. Pero sin rencor. Esos esqueletos les habían traído valiosas cimitarras, antigüedades de algún naufragio de tiempos remotos, que hasta podrían costear la resurrección del paladín cuando llegasen a tierra... O no. O solo eran unas viejas cimitarras oxidadas. Daisy Sue no sabría tasarlas.

¡Toma y toma!-volvió a golpear, para que esta vez el títere de hueso no se volviese a levantar.

Dos rápidos mazazos de la semiorca terminan con la no vida de otra de las criaturas antes de que esta pueda llegar a levantarse y desenredarse de las algas que atenazan sus piernas. Cerca de ella Ariete falla una y otra vez contra la criatura que tiene frente a él. La misma suerte corren las flechas lanzadas por Adia las cuales pasan donde debiera haber habido carne si se hubiesen tratado de criaturas normales.

Powaqqatsi se lanza en defensa de Ch'om. El ave se convulsiona en el suelo cuando el druida se coloca sobre él y lanza otro vial con agua bendita. Certeramente se estrella justo contra el cráneo pelado del engendro. Rápidamente queda envuelto en una nube de vapor.

Una de las criaturas se gira con sorpresa. Un humano vivo ha aparecido cerca. Lo ha visto antes al fondo de la habitación. Tiene que matarlo. Quiere matarlo y no importa como. Lanza su cimitarra contra él y ve como atraviesa su cuello. El no-muerto experimenta algo parecido al placer y espera ansioso ver el rostro del vivo al desangrarse y unirse a ellos en la muerte. Y sien embargo, el humano sigue allí. El placer se transforma en incomprensión...

Otro de ellos ve acercarse a otro. Parece metálico y viste ropas verdosas. No sabe a ciencia cierta si está vivo o no pero si camina...Golpea de arriba a abajo con su acero pero su golpe se pierde por poco golpeando el suelo allí donde las algas enredan sus piernas. Al menos en esta ocasión logra permanecer en pie no resbalar de nuevo. 

Las flechas no habían hecho nada, menos incluso que el agua con la que tan lastimosamente había errado. Pero el metálico druida le había recordado que seguían teniendo más de aquellos frascos bendecidos, solo que guardados en la mochila que la dama les había entregado. Viendo como Finn permanecía ocupado con sus hechizos, y Pow abandonaba la retaguardia para unirse a la refriega, se movió veloz, soltando su arco, y empezó a rebuscar en los bolsillos, dando un pequeño grito de triunfo cuando encontró lo que buscaba en el izquierdo. 

Sonrió mientras se levantaba de nuevo y miraba a su alrededor, buscando donde golpear, esta vez sin precipitarse...

Demonfly se secó el sudor de la frente pasando el antebrazo justo bajo el ala del sombrero. Era el cansancio lógico por el esfuerzo físico que suponía moverse con esos dos importantes tajos en la piel manando sangre a borbotones. Por fin tenía un respiro para beber un trago de poción curativa, pero no lo hizo. En la pared opuesta del camarote, Finn estaba pasando apuros esquivando a otro esqueleto. Si iba a atender a Alfrik, el marinero necesitaría que la buena de Daisy Sue le librase de la amenaza para poder trabajar.

¡Ya voy, flaco!

Rodeó a Ariete para ponerse entre los dos forjados, y en el camino vió al otro Finn. Finn uno. Finn dos.

¡¿Qué?! ¿Pero qué mierdas...? ¿Dos flacos?

Entonces recordó sus propias palabras: cuando ocurría algo que no sabías explicar, el responsable suele ser un mago. Aún confusa, trató de golpear a uno de los esqueletos. Falló. Obviamente, la culpa era de Finn, como bien podría corroborar Ariete.

-Q. Al ver a mi hermano en problemas comencé a moverme para protegerlo pero Daisy demostró mayor rapidez y se interpuso en mi camino. Aunque normalmente me limitaba a empujar todo aquello que me estorbase, esa orgánica había demostrado ser una combatiente competente y se había ganado mi respeto. Ella ayudará..

Así fue. Su ataque falló, seguramente a causa de la sorpresa de ver dos Finn cuando debía haber uno, pero concentró la atención del esqueleto en ella y me permitió conectar un golpe al ser.
Astillas óseas y algas saladas volaron siguiendo la trayectoria impuesta por mi maza.

Perlas de sudor empezaron a descender por el rostro del semielfo mientras éste se esforzaba en mantener en activo su encantamiento arcano.

Una sonrisa de placer se dibujaba en su rostro al comprobar que su ilusión no sólo había surtido efecto, sino que no se había desvanecido. Sus compañeros podrían disponer de otro respiro para acabar definitivamente con aquellos no muertos.

- ¡Dejad de quejaros y acabad de una vez! ¡No puedo hacerlo yo todo! - Se queja en respuesta a los comentarios de sus compañeros

¡Finn! ¡Mueve tus ilusiones al centro de la maraña!  ¡Así no sólo se sentirán flanqueadas sino que a lo mejor se adentran más en ella!  A los enmarañados hacerles perder un movimiento, era impedirles que salieran de la enredadera. 

Y tú -le dijo al esqueleto- ¡mira al pajarito!, y con un movimiento de abajo hacia arriba con su cayado lo intentó golpear, sólo para ver cómo su arma contundente se atoraba en las algas que él mismo había convocado.  Por todos los demonios de Khyber, suel-ten-lo, que soy yo atacannndo.   Intentó decirles a las enredadizas rodofitas. 

Finn mantiene su ilusión a pesar de las voces y los gritos. El druida Powaqqatsi le grita que mueva su ilusión al centro de la maraña de algas que ahora se mueve y se retuerce entre huesos astillados que estallan y crujen constantemente. Ariete añade más de estos resto cuando su lucero quiebra de arriba a abajo a otro no-muerto más.  Y, por si esto no fuese suficiente escándalo, la exploradora registra la bolsa de Elaydren que lleva Finn colgada y rebusca en su contenido. Las botellas y los viales tintinean entre ellos. Adia busca y extrae un nuevo vial con agua bendita. Si, no es fácil mantener la concentración en estas circunstancias, pero lo consigue.

Todavía desde el umbral de la puerta el capitán descarga un tajo sobre la cabeza del no muerto. Las vértebras podridas del cuello se cortan y el cráneo, aún mascullando, cae entre las algas "vivas". El resto del cuerpo, para vuestra sorpresa, sigue intentando luchar blandiendo su cimitarra y escudo en todas direcciones. Pero la pérdida de la cabeza le desequilibra lo suficiente como para que unas hebras de algas se lancen contra sus muñecas como si de cuerdas se tratasen y le fuercen hacia abajo. Con desagrado veis como la criatura es hundida contra su voluntad entre las plantas acuáticas que se ciernen sobre él cada vez con más fuerza hasta que los huesos no soportan la presión y se quiebran en una sucesión de rápidos chasquidos.

- ¡Por todos...!- exclama Akyos con horror.

El no-muerto que queda ante vosotros es ajeno a lo que sucede a su espalda y entre sus pies. No comprende como tras una nueva estocada aquel humano al que desea con toda su no-vida matar, eviscerar, decapitar, desmembrar, cegar, empalar...sigue aún de pie.

En el pasillo y entorno a su capitán varios marineros se agolpan y miran con espanto el interior de lo que hasta hacía unos minutos, era vuestro tranquilo dormitorio.

¡Capitán!-dijo despreocupadamente, como si Akyos acabase de llegar-¿Qué noticias nos trae del resto del barco? ¡¿Hay más cosas de estas a las que darle matarile?!

Demonfly golpeó al último esqueleto, y guardó la maza bajo su cinto. Había estado cerca, pero cuando una se mete a cazarrecompensas los contratiempos nunca se pueden ver con la suficiente distancia. Desde luego, la tripulación que debería de haberles protegido no había hecho bien su trabajo si los esqueletos habían llegado hasta las entrañas del Exhaustless... Pero quizás lo más interesante sería saber si los esqueletos habían asaltado a otros pasajeros, o habían venido buscando solo exclusivamente a los esbirros de la dama Cannith, como dirigidos por alguien.

¡Venga! Cojamos al nano entre varios y lo tiramos por la borda pa darle entierro marítimo-soltó, dando ya a Alfrik por muerto.

Con un gesto de manos abiertas, Powaqqatsi hizo descansar a las algas, agradeciéndoles su ayuda:   

Y así, a mi, me corresponde  ayudar a los seres del mar, dijo en su pensamiento, en aquel lenguaje secreto, sabiendo que esta ayuda mutua era el pacto que por eras habían hecho con la naturaleza los druidas. 

Se agachó al inmediato a darle el toque de curación que necesitaba Ch'om para recuperar la conciencia y luego administrarle una de las botellas de curar sus heridas para que estuviera como nuevo. 

Se volteó después hacia el enano e hizo las mismas acciones curativas, rápido, antes de que Daisy dispusiera que fuera para los pecesitos.

 Listo, tan nuevo como un enano de 200 años puede estar. 

Antes de que tuviera tiempo de lanzar la botella contra los esqueletos, sus compañeros, y el capitán -al que logró ver por detrás de toda la matanza- habían acabado el trabajo. Las tornas habían cambiado rápidamente, y era una suerte, pues no sabía si hubieran aguantado un par de ataques más de aquellos seres, al menos, no todos. 

Sin embargo todo había pasado y el druida fue rápido dando sus bendiciones a los caídos, apoyándose después en varias de aquellas pociones que les habían entregado también. Lo cierto es que acababan de empezar el viaje y ya habían estado a punto de perder a dos compañeros, si contaba al ave como tal, algo que no decía nada bueno de lo que les esperaba aún. De lo que si estaba segura, eso era claro, es que no tenía pensado volver a montar en barco una temporada después de que llegaran a su destino.

Así, mientras los demás se curaban, preguntaban, y hacían sus cosas, ella se sentó en la cama, observando su arco tirado en el suelo, y resopló sin demasiadas ganas de otra pelea con aquellas cosas, pero sabiendo que, con su suerte, habría más de ellos, seguro que suficientes para pasar el resto de la noche ocupados. 

Adía, dijo diligente el druida una vez que la elfa recuperó el aliento.  ¿Crees que pudieras ver de donde salieron aquestos esqueletos?  

Encontrar pistas les ayudaría a resolver el misterio de quién, además del SeñordelosFilos los estaba persiguiendo. 

¡Shrrruack! -graznó el zopilote una vez que estuvo recuperado y perchado sobre el hombro del druida, masticando con un gusto sobrado la médula de uno de esos esqueletos hechos sushi por sus compañeros.

Suspiró cuando Powa le habló, consciente de que el trabajo no había acabado. Se levantó pesadamente, fue hasta su arco, y lo recogió para colgárselo a la espalda, sabiendo que, hubiera enemigos o no, tampoco le iba a ser muy útil. En ese momento se dio cuenta de que aún tenía la botellas de agua bendita en la mano, y optó por guardársela por si acaso hacía falta de nuevo; la mayoría podían defenderse contra aquellos bichos de alguna manera, pero ella no. 

Antes de salir, por supuesto, también se terminó de enganchar la armadura, que anteriormente había molestado a todos sus movimientos, y cogió su mochila, solo por si acaso. Después se acercó a la puerta e hizo un gesto al capitán y el resto de los tripulantes para que la dejaran paso, y empezó a buscar en el duro suelo de madera algún rastro sobre como habían entrado los esqueletos, aunque ya se hacía una idea.