Partida Rol por web

Daisy comienza a sujetarse y a amarrarse su cuero tachonado mientras agudiza su oído. Seguramente sean esas ratas que todo barco tiene las responsables de ese extraño rascar que sigue produciéndose. Alfrik sigue dormido a juzgar por los terribles ronquidos asmáticos que produce.

Sin embargo el resto habéis dejado de escuchar ese ruido. Parece que todo está en calma ahora. tal vez sea cierto y no haya sido nada...

"Bump"

"¿Qué ha sido eso?" Todos excepto Daisy habéis escuchado ese ruido sordo viniendo de cubierta. Como si descargasen algo sobre cubierta. 

¡Mierda! Había parado el rascar, pero ahora parecía ocurrir algo incluso peor. Se lo había tomado con calma hasta ese momento, pero cuando el golpe proveniente de cubierta sonó, empezó a darse más prisa, cogiendo su armadura y empezando a ponérsela rápidamente. 

Cuando acabó, terminó de armarse, tomó su mochila -pues se había acostumbrado a no arriesgarse a perder sus cosas- y salió corriendo fuera de los camarotes, mientras preparaba una flecha en su arco. Fuera lo que fuera, no le iba a pillar desprevenida.

Bien por los orgánicos y sus rituales reproductivos. -pensó el druida al levantarse y ver la escena entre los elfos.  Así se puebla el mundo.  Una de las formas.  La form. -Para ellos era, sería, diferente.

Al oír a Daisy le llamó la atención y se incorporó de la hamaca.  Me encantaría ver a esas ratas blancas. -le dijo.  La ecología de la fauna de acompañamiento era otro tema que le fascinaba.  ¿No serán delfines queriendo entrar? 

Al ver a Aida salir tan rápido pensó que Finn le había propuesto salir y mostraba la urgencia propia de un asunto así. ¿Pero las armas?  

Puso el oído a la madera donde estaba el anterior rasguñeo.  Si había algo ahí antes, lo habría ahora. Que el ruido en la cubierta lo investigaran los elfos. Él averiguaría lo de las ratas. 

Pegas tu cabeza al casco. Escuchas el golpeteo de las olas contra en casco de madera. Has estado toda el día maravillándote con la terrible fuerza del mar embravecido. Las olas golpeaban furiosamente el galeón y lo subían y bajaban como si de una cáscara de nuez se tratase. En el fondo te alegra ver que toda el ingenio de los vivos no puede nada contra el poder desbocado de la naturaleza.

Por la noche el mar se ha calmado. Las olas han estado golpeando mansamente la madera embreada del Exhaustless. Pero no oyes nada sobre ese rascar que Adia te ha dicho. Sin embargo, si que oyes gente el cubierta, al menos más de cinco o seis personas que caminan. ¿ A estas horas de la noche? 

Demonfly se levantó de la cama tras la ceremonial costumbre de volverse a poner las botas y su cuero tachonado. Parece que se iba de caza menor con Powaqqatsi.

Yo nací en una granja, así que no sepo cómo suenan los delfines. Lo que sí hay en el campo son ardillas grandes como ratas, y a mí me ha sonao a ardilla. Como no hay ardillas en el mar, han de ser ratas, Powaqqatsi. Yo a duras penas lo oigo, así que no puede ser algo tan grande como un delfín... O es algo tamaño rata, o se me han vuelto a taponar los oídos.

Primero hay que pedir permiso al Capitán: su barco, sus ratas. Ya luego bajaremos a cazarlas... Porque, ¿no vas a ponerte a hacer el druida, verdad? Son pa comer, no pa hacer de mascotas. No las cojas cariño ni las andes a poner nombres.

Cuando salió al pasillo, empezó a aporrear la puerta del capitán, que mira tú por dónde les quedaba justo en frente.

¡PUM, PUM, PUM, PUM...!

¿Capi Akyos? Capi, ¿está ahí?

¡PUM, PUM, PUM, PUM...!

Son para comer, si Daisy.  Lo de depredador-presa si lo entendemos los druidas.

El actuar raro de los elfos les llamó la atención.  ¿Para que requerirán cuero tachonado en sus amoríos?  

Mientras Daisy despertaba al capitán, el druida tomó su lanza.  Es buena forma de cazar como garza a las ratas. Y seguro la rata blanca ha de saber un poco a vainilla, o a coco. 

Buscó una puerta directa de su camarote a la bodega.  Si no, habría que salir a cubierta para luego bajar.  

Powaqqatsi escucha la extraña narración de Daisy. El resto escucháis la extraña conversación entre ambos sin entender muy bien de que están hablando sobre delfines, ratas y granjas.

Adia y Daisy empiezan  a abrocharse la armadura...El ruido parece haber cesado. Todo parce estar tranquilo ahora.

Es normal que Daisy no sepa nada sobre delfines. En las granjas no hay delfines piensas, mientras escuchas claramente como alguien se mueve en el pasillo que hay al otro lado de la puerta...

- Espero que no sean delfines intentando entrar en el barco... El mar tiene criaturas que no creo que te gustaria conocer ni a ti Pow... - Comenta el semielfo pertrechándose cansado.- Al menos con la tormenta no creo que ningún loco pueda prender fuego al barco... - Comenta optimista.

- Más vale que esos ruidos sean algo importante, sino el capitán va a acabar tirándonos por la borda. Dejo al capitán a tus encantos Daisy, yo iré a esconderme en el último sitio que una persona con sentido común iria... A cubierta- Finaliza ajustándose el equipo.

Hay alguien en el pasillo al otro lado de la puerta. ¡Vamos Daisy!

Espeeeera, Powaqqatsi. Déjame que me recoloque bien las ispinilleras, que se me han salío del sitio.

A Demonfly no le ponía nerviosa la nueva información proporcionada por el forjado. Con el ruido que se había armado en las bodegas, era normal que hubiese más pasajeros que quisiesen cazar a las ratas. La semiorca no tenía miedo a un poco de competencia. Seguramente habría suficientes ratas en el barco como para que todos pudiesen golpear a alguna. Daisy Sue no sabía en ese momento hasta qué punto era esa frase metafórica, ni cómo de grandes eran esas "ratas" con las que se tendría que pegar tortazos.

Las conversaciones entre la semiorca y el forjado la sacaban de quicio, eran tan surrealistas que la hacían replantearse si no habrían sufrido algún golpe, o en caso del constructo algún fallo de fabricación. El problema es que se estaba liando con la armadura, teniendo prisa por ir a la cubierta a ver que había ocurrido, y cada vez estaba más de los nervios porque había dejado de escuchar los ruidos. Fuera lo que fuera, iba a acabar por desaparecer antes de poder verlo, y eso no era nada bueno. 

En parte se sentía un poco paranoica, pero por supuesto la intervención de Finn no ayudó. Si había algo enorme y destructivo ahí fuera, no quería estar en su camarote cuando el navío se fuera a pique. 

Continuáis colocando vuestras armaduras lo más apresuradamente que podéis. Las correas, cinchas y placas van encajando en sus hebillas. Mientras otros recogen parte de su equipo. Powaqqatsi sigue escuchando el ruido al otro lado de la puerta. Ruido como de gente. Ruido como de gente acercándose.

Tan sólo él se da cuenta que de repente el ruido cesa. Pero cuando va a advertir al resto de sus compañeros la puerta se rompe violentamente como si alguien enfadado  hubiese querido abrirla con demasiada fuerza. No tenéis tiempo para mucho más...

  Entran violentamente. Cimitarras oxidadas alzándose antes de descargar sus mortales golpes.  Un siseo y un terrible olor a podredumbre les acompaña. Los huesos blanquecinos por la sal están en parte aún recubiertos de restos de carne , músculo y tendones podridos. De sus extremidades cuelgan jirones de  ropa deshecha y restos de algas...

ahh, esqueletos.  El buitre de Powaqqatsi era experto en atacar estos seres no-muertos.  Es más, lo hacía aunque no se lo ordenara, a raíz de puro antojo o hambrita.  Lo de los jirones de carne es su mayor gusto.  

Powaqqatsi estaba como en esos pensamientos olvidándose de reaccionar el mismo, se vió lento.  Aun así aprovecharía los restos de las algas que aún colgaban de estos seres para activarlas y enredarlos. Así ganaría tiempo para que se acabaran de vestir los demás.  Al fin que cada costilla es una agarradera.   ¡Algas venid! 

Tiró el hechizo de tal forma que todos los esqueletos quedaran atrapados en este.   Y a la vez cambió la lanza por el bastón quebrahuesos.

Daisy. Pues tenías razón en el color.  Estos si son muy blancos. 

Eeeamh... claro, Powaqqatsi. Siempre tengo razón con los ruidos. Mi oído nunca falla.

Demonfly cogió su maza de armas y la coló bajo el sombrero de la suerte, que se había tenido que quitar para meter la cabeza por el peto de la armadura. Rodó por el suelo con las protecciones aleteando y con las cinchas sin ajustar, y elevó la maza hacia el aire. La inercia hizo que el sombrero siguiese la trayectoria hacia arriba. Demonfly descargó el golpe con ambos brazos, mientras el sombrero flotaba en su descenso... hasta su cabeza.

¡Cachis! ¡No le he dao! Claro, como tenía mi sombrero de la suerte fuera de su sitio al atacar...

El golpe que hizo astillas la puerta la sobresaltó y la hizo dejar la armadura para mirar hacia el grupo de esqueletos que acababa de entrar por la puerta, aún húmedos y cubiertos por ropa y algas. Sin duda eso es lo que había escuchado antes, un abordaje de aquellos no-muertos; una vez más, se maldijo por no haber elegido el otro método de viaje, pues ahora lo más probable es que acabara en el fondo del mar uniéndose a aquella tripulación eterna. 

Por suerte, se dio cuenta de que tenía algo en su mochila para casos como aquellos, así que dejó la coraza sin terminar de colocar, tirándola a un lado con facilidad ya que no estaba ni a medio atar, y se dio la vuelta buscando en su mochila el frasco de agua bendita que había solía llevar para casos como esos. No creía que fuera suficiente para tantos, pero al menos algo haría.

- ¿Esqueletos? ¿En serio? ¡Dónde están mis sirenas! - Exclama amargado el semielfo.- ¡No me puede matar un vulgar saco de huesos! - Continúa quejambroso mientras repasa el sinfín de trucos que tenía disponibles... Lamentablemente su repertorio nunca había pensado en criaturas no muertas.

- ¡Ariete, Alfrik, Daisy, aguantad el frente! ¡Tiradles agua bendita! ¡Nada de fuego! - Comenta nervioso.- Ayudaremos desde detrás...- Finaliza casi murmurando, sabiendo lo malas que eran sus palabras.

Desechando la idea de terminar de ponerse la armadura, miró a su alrededeor. Había tenido tiempo de calzarse los pantalones y ajustarse el cinto, pero el arco aún estaba lejos de su alcance. 

Concentrándose, primero miró la pared que tenía a sus espaldas, para luego murmurar unas palabras en un idioma que sus compañeros no entendieron, mientras que parecía haber perdido la razón moviendo la cabeza mecánicamente y apretujando un trozo de lana sin cardar entre sus manos.

Su idea era crear una imagen que fuera el reflejo de la pared que tenían detrás justo delante del semielfo, dejando ocultos de los "ojos" de los esqueletos a forjado, elfa y semielfo. 

Daisy reacciona rápidamente extrayendo su maza ,rodeando a Ariete y golpeando a uno de los engendros. Su maza choca contra un brazo de puro hueso absolutamente recubierto de mejillones y otros moluscos. Los restos salpican a la mayoría de los que estáis en la habitación pero no parece haberse resentido lo más mínimo.

Los esqueletos atacan a varios de vosotros con una brutalidad total. En pocos segundos varios de vosotros estáis malheridos debido a los golpes violentos y crueles de los no-muertos. Adia lo ve todo desde el fondo del camarote y , nerviosa, consigue extraer  su botella de agua bendita. 

Adia consigue extraer su botella de agua bendita mientras Finn consigue alejarse de uno de ellos. Al alejarse se da cuenta que una cimitarra oxidada se retira de su estómago. Su propia sangre cae al suelo manchado con decenas de gotas sus botas. Extrae su varita y, olvidando el dolor, lanza un conjuro. De repente tres de los no muertos caen al suelo, sus pies resbalando entre pegotes de grasa que sobre el suelo de madera se ha convertido en una superficie extremadamente deslizante.