Partida Rol por web

Continúo mi carga contra las patas izquierdas del cangrejo intentando asestar un buen golpe con mi alabarda.

¡Rápido Ariete por el otro flanco! - rujo mientras corro.

¡Mantente lejos de las chicas condenado crustáceo o voy a convertirte en una sabrosa sopa! - grito al tiempo que ataco ferozmente al enorme ser intentando rebanarle una o dos patas para que pierda el pie y caiga de costado.

     La magia no funcionaba, y los daños que sus compañeros estaban causando en cuerpo a cuerpo no sería, ni de lejos, suficientes para evitar que aquél bicho degollara a un par de ellos antes de caer. Ella debía darlo todo de si, hacer lo que mil veces había hecho. Volvió a adelantarse un paso, afianzando la posición, y disparó. Dos saetas que volaron por el cielo en rápida sucesión...

     Y como mil veces había hecho, erró. La primera de las flechas rebotó sin fuerza contra el caparazón del cangrejo. La segunda, directamente, ni siquiera llegó a tanto. Maldijo en silencio mientras imprecaba en voz más alta su mala fortuna, asegurándose de que la cuerda de su arco no se hubiera destensado, y gruñó al comprobar que no era así, sino que simplemente no había disparado con la suficiente fuera. 

     _^<<Estúpida, ¿qué clase de cazadora van a pensar todos que eres? – se preguntó a si misma, sin querer pensar demasiado en lo sencillo que sería responder a esa pregunta a esas alturas, viendo los resultados hasta el momento –. Venga, ¡demuestra lo que vales!_^>>.

     Y con esa convicción volvió a llevar la mano hacia la aljaba, dispuesta a no fallar el siguiente tiro. 

Bien, pues, a flanquearlo.  

Powaqqatsi, lanza en mano, se fue en diagonal para colocarse justo del lado opuesto al que llegaría Alfrrik.  Como el arma tenía alcance no estaba inmediatamente pegado al cangrejo aberrante, aunque no dudaba que las pinzas de este alcanzaran hasta donde el druida.  Con este alcance hasta daría oportunidad a Ariete a hacer lo mismo.  El druida esperaría a que llegara el paladín para buscar picar al crustaceo picoso. 

A la vez, mandó a Ch'om a su maniobra de flanqueo.  Volaría encima del cangrejo para venir a atacarlo opuesto a Daisy.  

¡Venga!

¡Alguien que me diga que es, para que eche mi magia de artífice sobre su arma y pueda ser más efectiva contra él!  

Finn decidió que su gente necesitaba más ayuda, así que rodeó al cangrejo para ir hacia donde los elfos y halflings tenían las armas mágicas que había detectado el druida.  Buscó con mirada mágica la del aura más poderosa, la tomaría y se la daría a Ariete o cualquiera de ellos. 

Al llegar buscó y rebuscó entre los cuerpos.

-¿¡Cual, cual puede servir más?!

La electricidad suele ir de perlas contra todo bicho que vive en el agua. ¡Venga vamos chamuscalo que no tenemos todo el día! - grito mientras busco una nueva apertura en la armadura del cangrejo.

¡Es un cranguejo de río, Powaqqatsi! Uno grande y tocapelotas. ¡Espabilar, gente! Nos basta con hacerle suficiente pupa para que se vuelva al bujero y poder ratear las cosas del suelo...

Demonfly dejó que Skully McBones hiciese el trabajo sucio, y de soslayo fue buscando con la mirada por el suelo de cadáveres, babándose mientras pensaba en el botín que iban a conseguir allí.

Puede que la maza de armas de Ariete no tuviese una bonita calavera, ni que cuando Ariete se sentía desanimado la maza le mirase a los ojos y le insuflase fuerzas para seguir adelante. Era una maza normal y corriente de esas que se usan para abrir el marisco en los salones de los nobles. O por lo menos, Ariete se imaginaba los salones de los nobles así.

Así que de entre todas las armas que había en el campo de batalla, incluídas las que Finn buscaba, la de Ariete era sin duda la más apropiada para vencer a eso que Daisy Sue llamó "cangrejo de río tocapelotas".

Daisy golpea con su maza, Scully Mcbones, al cuerpo del crustáceo. Restos de exoesqueleto y de una carne de aspecto líquido y marrón salpican alrededor de la semiorca. Un dolor agudo y penetrante le obliga a mirarse el brazo. Una púa del depravado ser atraviesa su antebrazo de lado a lado.

Una estampida anuncia la llegada de Ariete. Sin mayor preocupación el gigante de adamantita avanza por el campo de batalla. Sus enormes pies apartan a golpes los cuerpos cadavéricos de los caídos, ya sean estos medianos, elfos o humanos de la última guerra. Su lucero del alba contribuye a la lluvia de restos corporales del crustáceo gigante. Una de las pinzas atrapa a Ariete por la cabeza y ejerce una presión brutal hasta el punto de que parte de su cabeza queda abollada.

Powaqqatsi lanza a Ch'om contra el monstruo al mismo tiempo que se mueve rápidamente para llegar al otro lado de la criatura. Su intención es combinarse con Alfrik para conseguir , entre los dos, matar a esa criatura de pesadilla. Pero el movimiento pasa junto a las patas del ser. Y este se revuelve golpeando a izquierda y derecha con sus extremidades. Uno de esos movimientos alcanza al druida con tal fuerza que las afiladas protuberancias de la criatura se clavan violentamente en el cuello de Powaqqatsi. El golpe es tan violento que el druida falla su propio intento de dañar a la criatura con su lanza.

La misma suerte corre Ch'om cuando su vuelo le aproxima al crustáceo gigante. Uno de los movimientos alcanza al ave hiriéndola gravemente. Su estado vuelve a ser tan lamentable que su intento de picarle resulta completamente inútil. 

La bestia se mueve sirviéndose de sus seis patas articuladas e intenta asestar dos nuevos golpes a Daisy. Pero la semiorca, intuyendo la dirección de los golpes, consigue esquivar ambos. 

Adia dispara dos flechas en rápida sucesión pero ambas se pierden por encima de la criatura justo en el momento en el que Alfrik arremete contra las partes bajas del crustáceo. Esquivando sus patas ( ya que debido a su altura podría ser un peligro quedar bajo las patas de este ser) golpea el vientre del monstruo. Un chorro de carne marrón y líquido oscuro y viscoso caen sobre el enano cubriéndolo de esta pestilente mezcla. Pero de la misma forma que le sucedió a Daisy uno de las protuberancias afiladas del exoesqueleto cortan sus nudillos hasta el hueso.

Mientras tanto Finn recorre el campo encontrando algo. En una de los cuerpos hay un vial que reza: " Vial de fuego ácido".

Ariete dudó. Una cosa que apreciaba, que apreciaba de veras, era el acabado cromado de su chasis. El forjado no quería acabar como Alfrik, Daisy Sue o Skully, todo pringado de jugo de cangrejo. Además, esos orgánicos son muy viscerales. Te rocían con sus entrañas y, sin saberlo, estás bañado en sus feromonas de apareamiento. Y entonces entras en un círculo vicioso en el que matando a un cangrejo, otro viene a darte por culo. Y así continuamente, hasta que te toca un cangrejo menopáusico que lo intenta y lo intenta, pero ya no tiene edad. Así que cuando muere, ya no atrae a más cangrejos.

Por otro lado... Era ariete. Su modo de tratar con los problemas era golpeándolos.

¡CRACK!-produjo el resquebrajamiento del exoesqueleto por la maza de Ariete.

Y siempre funcionaba.

La granja en la que se crió era un sitio muy sucio. Había una ciénaga, no de esas pobladas por hombres lagarto, sino una artificial, una creada por un pequeño reguero con el que los granjeros de la zona inundaron una depresión del terreno, para que los niños fuesen a nadar los veranos calurosos. La proporción agua verdín era mala. Incluso la proporción agua barro era mala. Peor incluso que en las cochiqueras.

Que la pulpa del cangrejo le ensuciase no tendría importancia, sino fuese porque llevaba encima una gabardina fabulosa a la que tenía mucho cariño.

A la mierda con tó. Nadie me ensusia mi gabirdina roja. ¡TOMA, CUNSTRÁCEO!

Los deseos de Daisy y de Ariete no se cumplen. Sus golpes les bañan en nuevos restos orgánicos. El viscoso material ya les cubre completamente colgando en forma de un moco marrón de sus rostros, hombros y brazos. Con cada sacudida de este crustáceo aberrante, con cada intento de golpearos con sus pinzas, nuevos borbotones de esa substancia os salpica la cara y se introduce por vuestras bocas y narices. 

Nunca hubieses podido imaginar que matar a algo tan grande fuese tan terriblemente desagradable.

La criatura está gravemente herida.Podéis verlo. Pero ya habéis perdido toda esperanza de que se retire del combate para curar sus terribles lesiones. Parece  una de esas criaturas con poca capacidad de razonar hasta el punto que dudáis que esté sintiendo el más mínimo dolor.

Los horrendo ojos del monstruo se fijan, desde arriba, en el enano Alfrik que se encuentra casi bajo las patas del crustáceo. En sus enormes y casi humanos ojos sólo podéis discernir una clara voluntad; matar al paladín. 

Powaqqatsi levantó su cimitarra y cargó contra el cangrejo, buscando  flanquearlo con Ariete.  Sin embargo su golpe sólo resbaló sobre la superficie quitinosa del crustáceo.  Mal dado el golpe, toda la fuerza se disipó sobre el caparacho viscosciento.

El pobre de Ch'om tampoco pudo hacer mella sobre el marisco gigantesco a pesar de lanzar tremendo picotazo.  Se estaba poniendo difícil el momento para el paladín. 

¡Alfrik, espabila! ¡Sal de ahí, nano!

Lo malo de los enanos es que no son buenos esquivando. Contra gigantes sí. Contra gigantes esquivan de putísima madre. Pero les pones un cangrejo delante, y no saben luchar. Skully McBones tampoco creía que el paladín fuese a apartarse a tiempo, por eso se centró en acabar con su enemigo. Por Alfrik. Por poderse limpiar cuanto antes de toda la mugre cangrejil. Y qué coño, para no ser ella la siguiente en acabar con los huesos rotos.

¡Por la mierda de vaca, apunta mejor, maldita flacucha calva!-le reprendió Daisy Sue al fallar.

Las cámaras oculares enfocaron un punto bajo el esqueleto, allí dónde la mandíbula se protegía con otro juego de piezas de concha más endebles. Si lograba propinar un golpe de abajo a arriba, rompiéndole la mandíbula, llegaría hasta lo más parecido a una unidad de computación que tendrían estas criaturas. Pero Ariete estaba mal ubicado. Dió un paso lateral hacia su izqui... der... izq... hacia el oeste, flanqueando con Powaqqatsi.

No estaba preocupado por el enano. Llevaba unas protecciones metálicas dignas de los modelos más avanzados de forjados. Eso debería de ser suficiente. Era lógico que la armadura resistiese. El problema seguía siendo acabar con el cangrejo, y puso todos sus circuitos a resolverlo.

Fssss...

Se estaba sobrecalentando. No estaba diseñado para los trabajos de precisión. Ariete podía encargarse de empujar y embestir, tareas que no necesitaban de demasiada concentración. Como pudo, dió el golpe final...

Powaqqatsi, siendo consciente de la grave situación del enano, suelta la lanza para poder acercarse lo máximo al monstruo. Espera que su cimitarra sea un arma más apropiada para penetrar en la carcasa del crustáceo. Armado de valor intenta acercarse a uno de los flancos de la criatura. El cangrejo parece ver su movimiento y rota su cuerpo violentamente hacia la derecha. Golpea con su pinza derecha alcanzando al druida justo en la cara. Powaqqatsi cae de espaldas con varias de las espinosas púas clavadas en el rostro. Tras un breve instante en el que parece que va a levantarse sufre un espasmo y queda, definitivamente, tendido boca arriba. Su ave no puede hacer nada por ayudarle.

La maloliente bestia hace regresar su cuerpo colocando sus mortíferos brazos sobre Alfrik. Como quien aporrea el suelo enfadado el crustáceo descarga dos golpes en rápida sucesión. Uno de ellos falla impactando sobre un cadáver que estaba tendido en el suelo. El desgraciado cuerpo queda desecho en una nube de color rojo y negro. El segundo golpe sacude la cabeza del enano de lleno. Su yelmo se deforma y las púas siembran la cara del enano de perforaciones. El gran peso del brazo del cangrejo casi le provoca la fractura de varias vertebras y de varios dientes. Su rostro se baña en sangre al caer esta en cascada...

Pero sigue en pie. Estoico. Digno. Y muy enfadado.

Maldito cangrejo ¿Por qué no te mueres de una vez? - vocifero mientras me desplazo al flanco izquierdo de la bestia, manteniéndola flanqueada entre Ariete y yo.

Una vez en mi nueva posición, lanzo un violento golpe con mi alabarda.....(esperando resultado)