Partida Rol por web

Tomas al hombre por sorpresa. Pese a su constitución, parece haber quedado bloqueado. Abre un instante los labios, luego vuelve a cerrarlos. Parece que tras un poco más de tiempo se le ocurre un plan sin grietas:

- ¡¡NO NOS GUSTAN LAS BRUJAS!! - grita a pleno pulmón. Todos los que están en los carros se dan cuenta enseguida de que estás despierta. Y probablemente a todo el que no le importara en absoluto también. 

Terminan de sacar el último carro mientras Norman se aproxima al lugar.

- ¿Quien pretende convertirse en mi comida? Intentar echarnos lo entiendo, pero ¡¿DESPERTARME?! - Diavorai aparece en el marco de la puerta convertido en algo totalmente recubierto de pinchos y dientes

Laurie dió un respingo ante la grotesca presentación del hombre que merodeaba por su casa. Cuando Diavorai apareció, envuelto en pinchos y dientes, le susurró mentalmente - tranquilo pequeño, creo que está asustado de nosotros.. el miedo es peor que la ignorancia, y éste tío tiene ambas cosas. Nos va a costar más de lo que pensaba ablandar los corazones de esta gente.

Dirigiéndose hacia el extraño visitante, sin amedrentarse y con un gesto tranquilo le dijo - Y a mi no me gusta que me griten sin antes saber nada de mi, no sabes ni mi nombre, que por cierto, es Laurie, ¿cuál es el tuyo?, ¿te trae algo por aquí? - su mirada se posó en los carros que parecían transportar algo, intentando dilucidar algo de lo que allí pudiese esconderse. Volvió a mirar a aquel hombre, esperando a que dijese algo más coherente que un chillido mientras le miraba con las manos apoyadas sobre sus caderas.

- No pienso decirte mi nombre para que uses tu brujería conmigo - está visiblemente molesto, pero no notas un ápice de miedo. Parece el tipo de persona sencilla que piensa que todo puede solucionarse con una cantidad adecuada de golpes. Tampoco parece una persona capaz de planear su vida más allá de los siguiente diez segundos.

Norman llega donde estáis - Puedes marcharte Vidar, seguro que puedes ayudar en otro sitio.

- ¡Le has dicho mi nombre, ahora podrá hacer brujería! ¡¿Pero en qué estabas pensando?! - vale, ahora si que hay miedo además de enfado en su cara.

- Vidar... - durante un momento se hace el silencio y Norman mantiene su mirada penetrante en tu nuevo y musculoso amigo. Él le mira, luego a ti, y luego vuelve de nuevo a Norman, pero finalmente se marcha resoplando y maldiciendo.

- Bien, mi nombre es Norman. ¿Podrías decirnos qué interés tienes en quedarte con nosotros y cuanto tiempo supondría? ¿Aceptarías alguna cantidad de monedas para hacerlo en otro lugar? - su voz es neutral, y no hay ni rastro de agresividad o rechazo en ella.

Laurie sintió una leve punzada en el pecho, apenas había pasado allí menos de medio día y ya querían que se fuese. El hecho de no ser aceptada no le amedrentaba en lo absoluto aunque si le producía cierta sensación de tristeza. Con los ojos ligeramente brillantes dijo - Lo único que quiero es tener una vida tranquila en un lugar tranquilo donde poder regentar mi tienda, y este me ha parecido un pueblo muy sencillo pero a la vez bonito. Sé que tenéis miedo, pero no debéis temerme, soy una persona normal como vosotros, lo único que nos diferencia es que puedo hacer magia. Y que pueda hacer magia no significa que vaya a utilizarla para hacerle daño a nadie, al contrario, si debiera de usarla sería para ayudar. Mirando a ambos hombres a los ojos hizo una breve pausa para proseguir - Vidar, Norman, solo les pido un voto de confianza hacia mi persona. Puedo llegar a comprender los prejuicios que arrastran contra las personas como yo, pero no lo comparto y, de hecho, les animo a que me den la oportunidad de demostrarles que soy una simple chica que desea una vida sencilla. 

Anduvo varios pasos y se dirigió hacia donde se encontraba Rayo para ver si estaba más tranquilo. Volvió a darse la vuelta y preguntó - Por cierto, ¿sabrían decirme donde se encuentra la tienda de la que voy a hacerme cargo?

- No hay ninguna tienda para ti, tendrás que usar tu casa, como hacemos todos. Aunque aquí nadie quiere nada de lo que puedas vender. Tampoco pasan muchos mercaderes, así que tarde o temprano te marcharás. Intenta no molestar a los vecinos y me encargaré de que ellos no se metan en tus asuntos. Seré honesto, te expulsaría si pudiera, pero el duque pretende conseguir que lo conviertas en brujo, como ha intentado con tantos otros. Ojalá lo hagas y se le atragante toda esa brujería.

- ¿Puedo convertirme en cosas graciosas? ¿Quizá se ría y se le salga el palo que lleva metido en el culo? - Diavorai no tarda en convertirse en un melocotón con bigote y ojos saltones, aunque Norman parece no querer percatarse de ello.

Las palabras de Norman eran cada vez más hirientes, a pesar de ello, Laurie no se rendiría e intentaría ser aceptada en aquel lugar. -- De acuerdo, crearé mi tienda aquí mismo. Respecto a lo del Duque, no pienso convertir a nadie en mago. La magia es un arma de doble filo, puede usarse tanto para el bien como para el mal, y no puede quedar en mi conciencia el convertir a alguien que quiera hacer daño con ésta.

Laurie cogió a Diavorei, convertido en melocotón con ojos, haciéndole cosquillas - Eres un pequeño sinverguenza - le dijo con una sonrisa dibujada en su rostro.

- ¡Para para! - Diavorai se retuerce entre risas - Mira como bailo. ¡Yai... Toma... Uhuuu! - El melocotón con bigote gira y se contonea haciendo que te desternilles de risa. A otro melocotón le habría resultado muy sexy. ¿Dónde habrá aprendido eso?

Una casa vacía, pero suficiente dinero para amueblar un par de habitaciones, y aún te quedaría para comida durante unos días. Quizá a la larga te interese tu propio huerto encantado que se cuide solo y crezca más deprisa. Vender artefactos a la gente del pueblo sin conocer sus necesidades podría resultar complicado, así que no estaría mal descubrir un poco sobre ellos primero, ya sea intentando ser encantadora (al margen del poco éxito que hayas tenido hasta ahora) o recurriendo a Diavorai para espiarlos.

Crear algunos artilugios útiles para los mercaderes que lleguen y mostrar a estos clientes demostraciones en público de tus artilugios quizá haga que los aldeanos se empiecen a ver tentados por tus productos, además de que seguramente el crecimiento empezaría a crecer hacia la aldea por tus productos, y eso indirectamente ayudaría a todo el pueblo.

Queda mucho trabajo por delante.

El bailecillo de Diavorai hizo que la joven maga comenzase a reír a carcajadas. Cerrando la puerta tras de sí decidió poner rumbo al pueblo; quería ver cómo vivían por allí, conocer a más personas, enterarse de qué es lo que podría hacerle falta a los ciudadanos del Valle Nil y, por qué no, echar un vistazo a alguna tienda de muebles para comenzar a decorar su vivienda. La idea de crear un pequeño huerto que pudiese proveerle de frutas y verduras era algo que le rondaba la mente, así no tendría que gastar tanto dinero en comida. Por lo que, con la compañía del pequeño búho se dirigió hacia allí.

- Guarda tus espaldas Diavorai, no sabemos de qué pie cogean esta gente, aunque por la actitud de esos dos ya sabemos que quizás todos tengan un palo metido en el culo.

- Todo esto me hace pensar en salchichas clavadas en palitos junto al fuego. ¿Podemos comprar salchichas? Porfaaa - Diavorai te mira con ojos grandes y su barriga ruge. Aunque sabes que él sabe hacerlo incluso sin hambre. 

- Claro que sí, compraremos salchichas para almorzar, ¿te parece bien? - dijo sonriendo mientras avanzaba hacia el pueblo, deseando que el resto de personas no fuese tan huraña.

Paseas por el pueblo y sientes el rechazo de sus habitantes, pero siguen con su trabajo. Es un pueblo pequeño, y parece que todo el mundo tiene más de un trabajo.

Te sorprendes al ver en una casa taller a Vidar junto a otro hombre idéntico a él. Están trabajando juntos con un mueble al parecer. También ves colgadas las herramientas típicas de los leñadores. Parece que ellos mismo se proveen de la madera y la trabajan.

Más adelante parece haber una posada que es a la vez taberna y tienda para los viajeros. A través de la puerta ves a una mujer exótica poniendo cada artículo en su lugar.

Ves a una pareja de niños que cuidan animales mientras sus padres, supones, se dedican a otras tareas fuera del pueblo.

De una de las casas sale humo y se escuchan los sonidos de la forja y un constante martilleo contra metal.

Laurie barajó qué hacer en primer lugar, aunque era evidente, lo que más necesitaba ahora era amueblar su casa. Tanto para vivir ella misma con Diavorai como para formar su tienda. El dinero que le había dado el Rey lo utilizaría para eso y para crear un pequeño huerto en su casa. Además, debía crearle un establo en mejores condiciones a Rayo. Acercándose a los hermanos de forma precavida mostró una sonrisa - Buenos días caballeros, me gustaría amueblar mi casa y hacerle un establo a mi caballo, ¿podrían ayudarme, por favor? Por supuesto, tengo dinero con el que pagarles - sabía que era posible que tuviese un no por respuesta pero debía intentarlo, al menos, comprar los materiales.

Se te acerca uno de los dos, no sabrías decir cuál de ellos es con quien tuviste el encontronazo.

- Creo que lo mejor es que se vaya de la tienda, señora - pese a su aspecto, en su mirada no hay repulsa.

Puedes ver a Vidar al fondo del taller, que se encamina hacia ti a toda velocidad en cuanto te ve

- ¡¡LARGO DE MI TIENDA, BRUJA!! ¡Tu oro aquí no vale nada! - este sí es el de esta mañana.

La verdad es que te resulta divertido ver que los gemelos llevan la misma ropa. Si no fuera tan desagradable, la situación te sacaría una sonrisa.