Partida Rol por web

Teobalt canalizaba en sus manos mientras veía el rostro de Norman con curiosidad y nerviosismo. Sabía que el viejo hechicero estaba haciéndole daño, sabía que entre sus palmas se debatía más que una presentación de hechizos una lucha de voluntades. Si en algún momento al suya empezaba a flaquear el dolor se haría presente, y quizá esa era la nueva enseñanza del viejo hosco Norman. Si su concentración se desviaba más de lo necesario el daño podría resultar irreparable. Un escalofrío de temor se hizo presente en la espalda del joven aprendiz.

No obstante, mantenerse firme era una prioridad esta vez, y mantenía aquellos pensamientos que hace unos minutos le salvaron la mano de aquellas quemaduras. El flujo, como el agua de un río que aplaca el calor sobre su herida. Debía mantener eso en mente si quería sobrellevar el hechizo dañino de Norman.

- Parece que lo tienes - comenta Norman mientras retira la mano y asiente con aprobación -. Aunque esto solo es el primer vistazo. Puedo prestarte una piedra incandescente para que practiques. Deberías intentar llevarla en la mano en todo momento, al menos hasta que te acostumbres a hacerlo casi inconscientemente. Pero de momento pasemos a otra cosa. Si vas a quedarte conmigo tendrás que conseguir tu propio sustento. Yo no tengo intención de cuidarte.

Con un sonido atronador, una roca con forma de cubo perfecto emerge de la tierra y flota a unos centímetros sobre el suelo dejando una agujero cuadrado. Segundos después, la roca se posa delante de ti suavemente.

- Ahora quiero que intentes levantarla con los brazos - Norman se acerca y sujetando la roca por ambos lados la eleva sin apenas gestos de esfuerzo -. Esto, al igual que lo que has aprendido antes tiene su truco. Pero tu tienes que encontrar el tuyo. El ánima puede ayudar a tu cuerpo cuando necesita más fuerza, escuchar mejor o pensar más deprisa entre otras cosas. Empezaremos por la fuerza porque es la más fácil de dominar, aunque por lo que me has contado, tu atención ya se ha potenciado durante unos momentos en el trayecto hacia aquí. Veamos qué eres capaz de hacer antes de la cena. A practicar.

—Me parece perfecto —Dijo el aprendiz asintiendo con la cabeza a las palabras de Norman. Si las palabras del hechicero eran ciertas, la posibilidad de que pudiera sanar cualquier clase de daño al instante era una certeza. ¡Sería invencible! Aunque parecía que el único daño que no se podía reparar era el que te infligía el paso del tiempo. Teobalt se preguntaba secretamente si eso se debía a que Norman todavía no había hallado un hechizo que lo mantuviese joven, o si llegar a tal punto era simplemente imposible.

Teobalt alzó el mentón desafiante en cuanto vio al gran cubo de tierra y roca acercarse a él. Seguramente pensaba en que la siguiente lección de Norman se trataba de destruirlo de alguna forma. Cuando le escuchó decir que de hecho debía levantar el enorme objeto, sus hombros cayeron y sus brazos de repente se sintieron más débiles. ¿Como iba a levantar él aquel pedrusco? Ciertamente había un truco, una manera, siempre la había y estaba en algún sitio de su mente guardada esperando a ser revelada. Pero no le llegaba nada.

No había otra manera, tendría que usar su fuerza bruta para levantar el cubo. Se arremangó la túnica blanca y se escupió las manos. Frunció el ceño y se preparó para cumplir su tarea.

Pasó unos buenos veinte minutos intentando mover la roca con ayuda de la fuerza de sus brazos. Sin éxito. No podía hallar angulo alguno para poder siquiera levantar unos centímetros. Su rostro estaba rojo por el esfuerzo y su frente estaba perlada por el sudor. ¡Era imposible! Teobalt maldijo a los cielos y se sentó sobre el cubo entre resuellos de cansancio. Cerró los ojos, debía haber otra forma que Norman no le había facilitado saber. Debía encontrarla. Si no podía hacerlo con su cuerpo, lo haría con sus sentidos. ¿Eso había funcionado la última vez, no?

Se levantó de un brinco y posó sus palmas sobre el cubo de roca. Cerró los ojos y se concentró antes de empezar a tirar con sus brazos, cuyos pequeños músculos se tensaban como cables. En su mente visualizaba el enorme cubo imposible de levantar y frunció el ceño. En sus pensamientos creaba ondas invisibles que empujaban el cubo hacia arriba. Chocando una y otra vez contra la roca, deseando que su peso disminuyera y pudiera levantarla sin contar solo con el esfuerzo de su cuerpo.

Deseaba que funcionara, lo deseaba con todas sus fuerzas. Porque como esto no funcionase se iba a desmayar.

La roca no se movió un ápice, pero definitivamente estaba ocurriendo algo. Durante un momento tus sentidos desaparecen. Poco a poco la luz se atenúa, los sonidos se vuelven silencio y los olores desaparecen.

A diferencia de los demás sentidos, el tacto se convierte en algo distinto. Al principio la sensibilidad de los dedos aumenta y te permite notar con todo detalle la rugosidad donde tus dedos entran en contacto con la piedra, pero no queda ahí. Instantes después eres capaz de sentir la superficie de toda la roca, el tacto de toda su superficie e incluso del interior de la piedra llega a ti aunque tus manos no lo hagan. Empiezas a percatarte de los distintos tipos de roca que la componen y a donde empiezan unas y terminan otras. Incluso notas los huecos huecos en su interior donde percibes la vibración de diminutos insectos viajando por sus pequeños túneles.

Todo un universo en un solo cubo de piedra abruma tu mente, que se desborda en poco tiempo obligándote a retirar las manos.

Teobalt retrocede sorprendido ante la visión que había tenido instantes atrás. Veía con lastima el cubo de tierra mientras que su percepción aumentada se iba disipando poco a poco. Había ocurrido exactamente lo de hace unas horas. Podía sentir hasta la última fibra que conformaba cada centímetro de aquel cubo pero poco había logrado levantar. De hecho, no había levantado nada.

Al menos estaba descubriendo más acerca de sus poderes, aunque estos fueran los que ya sabía que poseía. ¿Sería prudente decírselo a Norman? Claramente la fuerza no era algo que pudiese controlar todavía, pero estaba haciendo avances. Quizá con el tiempo suficiente lograría desentrañar el secreto para levantar aquel montículo.

Se sentó y cruzó sus piernas en el suelo, inspiró profundamente y colocó las palmas sobre el suelo frente a él. Agudizar sus sentidos para elevar el cubo no sería sencillo, de hecho, no tenía claro cuanto tiempo o intentos le tomaría realizar dicha tarea... pero de no intentarlo no terminaría nunca. Empezó a concentrarse como la última vez, que por cierto era más fácil. Ya sabía con que ritmo respirar, vaciar su mente ya era más metódico y rápido. Hallaría la tranquilidad y volvería a hacerse uno con lo que estaba meditando. Ya sea levantar la tierra o transportar su mente a los pequeños detalles que la conformaban; ambos resultados le traerían satisfacción.

Esta vez ocurrió en menos tiempo. El cubo de piedra volvió a envolverlo todo. Toda la realidad era el cubo. Y en cada detalle del cubo se podía profundizar infinitamente en una sensación que recordaba a sumergirse en el agua.

Tras hundirte en lo más profundo y maravillarte al apreciar detalles de los elementos más básicos de los que parecía componerse el mundo pruebas a salir a la superficie, a alejarte y convertirlo todo en más pequeño perdiendo detalle, pero apreciando ahora incluso detalles ajenos a la roca. Sientes el campamento más allá de lo que te permitiría la vista. No tardas en descubrir que contiene cada bolsa, o qué se oculta dentro de la pequeña tienda. Pero algo llama mucho más tu atención. Algo suave, fluido y claro como la niebla, pero a la vez cálido y poderoso. Primero lo encuentras en Norman, pero no tardas en sentirlo a tu alrededor, en la esfera que está repeliendo a los insectos que se acercan, al polvo que trae el viento e incluso algunos aromas. Y por último sientes este mismo poder dentro de ti.

La visión lejana del aprendiz rápidamente cubrió la mayor parte del campamento y los elementos que lo conformaban. Su mente voló lejos del cubo de tierra, explorado hasta su última partícula y se dirigió a detalles más lejanos. Teobalt se removió en su meditación, debía pensar con cuidado y silencio si no quería romper su concentración; estaba emocionado y alegre por lo que estaba logrando y no podía esperar para contarle a Norman lo sucedido.

Norman, el nombre se repitió un par de veces en su subconsciente y fue suficiente como para que su mente se dirigiese a él. Escanear su esencia fue rápido, y pudo vislumbrar lo que podría venir siendo el Ánima del hechicero en su estado puro e intransmutable. Luego voló a su propio ser y descubrió que ahí también se hallaba un depósito de lo que parecía ser el Ánima. Teobalt se preguntaba si dicha energía se hallaba en todos los seres vivos por igual y decidió dirigir su mente a los pequeños animales que se encontrasen en el cubo de tierra; hormigas, gusanos y algún insecto rastrero que ahí se hallase. Tampoco estaría de más investigar a Diavorai más a fondo. Estaba seguro de que la composición de su familiar Moru era de naturaleza mágica en su defecto.

Todo lo que percibes se derrumba como un palacio que se descompusiera en un instante en arena. Y Norman se encuentra frente a ti.

- Eres de los que corre antes de andar.

Te sientes cansado y sin fuerzas, y con un gesto el taburete vuela hasta la mano de Norman que lo coloca y te ayuda a sentarte.

- Eso se llama entrar en comunión y normalmente es la parte más difícil de conseguir por primera vez. Te he interrumpido yo, es de mala educación Ver a otros sin su permiso. Pero vamos a probar otra vez, esta vez tienes mi consentimiento. Enfócate en los músculos de mis brazos, te resultará más fácil hacerlo tu si ves como levanto la roca.

La ropa de viaje de Norman cambia en un instante a una sin mangas mucho más cómoda.

- Cuando estés listo.

Tras un momento de concentración, puedes ver como si sobre la figura de Norman apareciera una figura idéntica pero compuesta únicamente de Ánima. Parece un esqueleto que ocupa el mismo lugar que Norman, y es esta entidad en realidad quien carga con todo el peso. La roca se levanta y los músculos de Norman ni siquiera se tensan. En pocos segundos la roca vuelve a bajar y la figura que se superponía con Norman desaparece volviendo a esa especie de reserva de Ánima sin forma que se encuentra en Norman.

Teobalt no resollaba, su cansancio no era físico si no mental. Norman le había confirmado que aquella hechicería consumía sus energías a un nivel mucho más interior que el muscular. Aunque era la primera vez que Teobalt lograba algo tan avanzado, así que lo entendía.

Esta vez, con el consentimiento del hombre que le estaba enseñando el muchacho se arrodilló y empezó a concentrar sus poderes en la comunión. Al observar como levantaba realmente la roca el muchacho sintió sorpresa y se le aclararon los pensamientos. Desapareció de su estado de comunión, cosa que afecto mucho menos a sus energías que la última vez ya que no había sido arrancado prácticamente de su ensimismamiento. Entonces se acercó al cubo de tierra.

Frunció el ceño y cerró los ojos, empezó a concentrarse en aquella reserva de anima que también debería hallarse en su interior. Hasta donde había aprendido, actuaba mediante los instintos de su usuario más que por su petición... así que no podría evocarla de forma convencional si no esperar que se presentase de una forma más fluída y natual. Simplemente se concentró en los músculos de sus brazos, como intentando comunicarse con la misma reserva de ánima e indicarle mediante el pensamiento que era lo que necesitaba.

Esperaba que fuera suficiente para cumplir las expectativas de Norman.

- Probemos de otra forma, quizá así avances más deprisa.

Con un gesto de la mano, la roca vuela hasta ti, derribándote de forma bastante dolorosa. Recuerdas lo que has practicado y anulas el dolor a la vez que empiezas a curarte, pero entonces, mientras aún estás en el suelo, la roca se apoya sobre ti, cargando parte de su peso. Sin dejarte respirar.

- A veces estas cosas salen solas cuando lo necesitas.

Diavorai intenta acercarse a ti, pero una barrera invisible le impide acercarse.

La roca había volado directo contra el pecho de Teobalt, cosa que lo tumbó de espaldas. Lo empezaba a aplastar con su peso y el aprendiz, desesperado, pataleaba y golpeaba intentando librarse de su pesada prisión. El aire se le escapaba por la boca y los ojos se le habían puesto llorosos. Un gemido de dolor salió despedido de su boca cuando se dio cuenta del predicamento en el que se encontraba.

¡Iba a matarlo! ¡¿Cuando lo necesitaba?! ¡Esto no es para nada una sesión de aprendizaje! ¿En qué clase de lío se había metido el muchacho sin siquiera saberlo.

—¡Se... señor Norman! ¡Es muy pesada, creo que esto...! ¡NO CREO QUE SEA LA FORMA ADECUADA DE ENSEÑAR!

El muchacho perdía aire con cada palabra que decía, y sentía el peso de la roca empujando sus costillas hacia adentro un milímetro a la vez. Esto no estaba dando resultados; pequeños puntos negros se aparecían en la visión de Teobalt. Quien hacia lo posible por aprovechar el poco aire que podía reunir en sus maltratados pulmones.

Intentó relajarse, tembloroso, e imitar el ejemplo que le había dado Norman. Si podía hallar la forma de mover su reserva de ánima a los brazos estaba seguro de que podría utilizarla para empujar aquel peso lejos de él. ¡Por todos los cielos, deseaba deshacerse de ella!

Haría todo lo posible por dirigir su concentración a los brazos y poder evocar aquel par de brazos que pudiesen empujar o destruir el cubo. O moriría en el proceso.

Te estás quedando sin aire cuando de un empujón sale lanzada hacia los cielos. En ese momento te empiezas a sentir diferente. No te sientes débil físicamente, sino de una forma distinta. Te das cuenta ahora de lo que has perdido porque te falta, aunque antes no te habías percatado. Puede ser porque desde que despertaste siempre ha estado ahí y te parecía algo normal.

Te percatas en seguida de que no puedes curarte.

Oyes como la roca ha caído a varios metros del campamento.

La mente de Teobalt había viajado a un sitio diferente esta vez. No muy lejos, pero no se sentía familiar en lo absoluto. Era como si en vez de transportar su visión a lo que le rodeaba con su Comunión se había llevado algo más significante. Miró sus manos etéreas y se dio cuenta de que la roca no se hallaba en ningún lado, cuando escuchó el estruendo a lo lejos supo que había funcionado la conjuración. ¡Lo había logrado! Solo esperaba no haber aplastado nada importante con su éxito.

Pasó unos segundos estático y perdido mientras que pensaba que hacer para volver a su cuerpo. Quizá con una simple voz de comando bastaría, así que se concentró y dejó caer sobre su cuerpo físico que se hallaba en el suelo tendido, todavía maltratado por el aplastamiento que le había estado causando la roca. Mientras caía como pluma hacia si mismo, se preguntaba que clase de horrores había enfrentado Norman en sus años de aprendizaje. Claramente estaba reflejando lo que había experimentado en esos tiempos de antaño, con un maestro igual o quizá peor de lo que era él. Aunque no podía decir que sus resultados eran incuestionables, estaba seguro de que sus métodos podían arreglarse de alguna forma menos brutal y cruel.

Se lo inquiriría en cuanto volviera a sí mismo, no podía esperar a que el día terminara y pudiera por fin recostarse en una cama y dormir una semana.

- Muy bien, ya casi lo tienes. - Dice Norman, que ha avanzado hasta quedar de pie junto a ti y te observa tumbado sin ofrecerte su ayuda -. Quédate ahí y descansa. Lo que has hecho se llama Explosión de Ánima. El ánima es como los músculos, normalmente no se agotará nunca, siempre podrás sostener varios hechizos a la vez. Pero en este caso es distinto. Has hecho un sobreesfuerzo y te has quedado sin Ánima. Te recuperarás en unas horas. Quédate tumbado, y cuando la recuperes podrás curarte. Gran trabajo.

- Te dije que debíamos irnos... - Diavorai se escurre bajo tu nuca y sientes como crece y se transforma en algo blando y mullido que te sostiene la cabeza -. ¿Así estás mejor? Luego te puedo traer una ardilla o un ratón para que recuperes fuerzas. Que hambre...

—Como los músculos... claro... gracias señor Norman...

Teobalt se había llevado el brazo a la cabeza, cubriéndose los ojos con la muñeca mientras que jadeaba y transpiraba como quien hubiese escalado una montaña en unos minutos. No podía evitar sentirse orgulloso, sin embargo. Había aprendido y logrado más en un tiempo que hasta el viejo mago reconocía como record. Quizás realmente tendría talento en esta empresa... por su bien debía tenerlo, pensó.

De pronto su familiar vino a ayudarle, convirtiéndose en algo blando que el joven aprendiz no tuvo tiempo o energías para diferenciar. Sonrió ante sus comentarios, la verdad estaba tan inmiscuido en las enseñanzas de Norman que poco tiempo había tenido para pensar en sí mismo; su estomago rugió para confirmarlo y la verdad a una ardilla en palo no le haría malos ojos en aquellos momentos.

—¿Cómo te fue a ti con el familiar del señor Norman? Apuesto esa ardilla a que no has sufrido tanto como yo últimamente... No estoy desechando la idea de partir cuando sea justo, pero por ahora estamos a salvo y no parece ser tan malo... es decir, al menos no estamos solos en el bosque y yo estoy aprendiendo más sobre mí mismo y mis poderes.

El muchacho bostezó, sus ojos empezaban a sentirse más cansados y una suave brisa le había movido el cabello... de repente el suelo se sentía tan cómodo como una nube.

—Solo esperemos que esto dure poco... —Fue lo último que dijo, antes de entrar al reino de los sueños.

Entras en los sueños propio de los que no tienen recuerdos. Los sonidos del entorno que te rodea se convierte en formas confusas que te rodean. Pese a todo, el sueño es tranquilo y reparador hasta que se ve interrumpido.

Diavorai se ha apartado de golpe del lugar que ocupaba como almohada y tu cabeza golpea el suelo haciéndote despertar con un dolor breve pero intenso en la nuca.

- ¡Al fin despiertas! - la voz de Norman junto al fuego te despierta un poco. Está junto al fuego bajo una noche estrellada. Sobre una hoguera sin leña hay un caldero del que te llega un olor suave a sopa caliente - Aléjate de tu nueva amiga, ¿quieres?

Un gruñido resuena detrás de ti. Diavorai, en la forma de lo que parece algún tipo de perro amenaza a una distancia importante a unas figuras que os observan inmóviles desde los árboles.

- No se qué son, pero no son personas. - una de las figuras parece una niña.

El seductor aroma de comida caliente hizo que los sentidos de Teobalt volvieran a su cuerpo. Aunque no se esperaba que fuera en forma de un punzante dolor de cabeza... ¿Se había golpeado? A regañadientes, el aprendiz se levantó y desperezó tras haber sentido que durmió durante semanas. La verdad era que todo aquel asunto del descubrimiento de sus poderes le había salido caro en cuanto a energías se refería. Se preguntaba si Norman había pasado por todo eso para dominar con naturalidad su hechicería... también se preguntaba si el viejo hechicero era capaz de demostrar cansancio en lo absoluto.

Se acercó a Norman y cuando este le hizo mención a su "amiga" un enarcamiento de ceja se apareció en su expresión.

—¿De qué está hablando, señor Norman...? —Dijo, mientras oteaba el entorno... ¿Podría tratarse acaso de que había otra persona en el campamento además de ellos?

Cuando sus ojos chocaron con los de las figuras, un repentino escalofrío recorrió la espalda del joven mago. ¿Quienes eran aquellas personas? Era la primera vez que veía a alguien además de Norman y aquella amable mujer... No se esperaba que se vieran tan escalofriantes. Por puro instinto, se acercó más a su maestro y le ordenó a Diavorai que se mantuviera cerca y preparado para cualquier cosa.