Partida Rol por web

- Si, el nombre de su especie es Morú. Pero antes de empezar, ¿qué cosas te han ocurrido ya que puedas categorizar como especiales? - Norman te observa fijamente y sigues sin poder comunicarte con Diavorai.

—Hasta ahora no mucho, solamente he desarrollado más mi vínculo con mi propio Moru. Además de eso, parece que he podido llevar a cabo una especie de estado en el que detectar ruídos e imagenes se hace mucho más fácil. Algo así como unos sentidos agudizados... más allá de eso, no he descubierto nada extraño. Nada además de una pequeña piedra que nos seguía y al descubrirla simplemente desapareció con un destello. ¿No sabrá algo al respecto con eso?

Teobalt no terminaba de fiarse de la situación en la que se había metido, aunque no conocía de nada a Norman era claro que le superaba en conocimiento. Le echó un rápido vistazo a la tienda mientras hablaba, como intentando buscar alguna cosa de interés. Era más fácil cuando Diavorai revoloteaba por el lugar y de esta forma él podía ver todo... la extraña esfera negra que lo retenía le causaba preocupación, y no pudo evitar expresarla.

—¿No le importaría liberar a mi familiar? Creo que se le han transmitido suficientes memorias por un día, estamos agotados y nos vendría bien algo de descanso. Disculpe mi falta de agradecimiento, señor Norman, pero no puedo evitar preocuparme por mi Moru.

- Empecemos por el principio. Tu cuerpo ahora contiene una sustancia que llamamos Ánima. Es un regalo de Gaia que te permitirá hacer todo lo que un mago puede hacer cuando tengas la práctica suficiente. En realidad el Ánima no te pertenece a ti, sino que es propio de los Morú, pero tu la controlas. Hay mucho que explicar, pero comenzaremos por lo que ya has conocido. Cuando usas el Ánima sobre una parte del cuerpo, esta se potencia. En el caso de tus sentidos, se agudizan, sobre el cuerpo los músculos se vuelven más fuertes, sientes los daños, pero no duelen y los que recibes sanan poco a poco.

Vuelves a sentir a Diavorai en tu mente y pronto se coloca en el suelo junto a tus pies.

Comienza a cambiar de forma sin parar en cosas diferentes.

- Mira Teobalt, ahora soy una salamandra, y ahora una galleta, y ahora un hacha, y ahora un caballo (pequeñito), y ahora un carro de caballos (también pequeñito), y un felpudo, y ahora un cucharón, y ahora un ...

- Te dije que estaría bien. Con respecto a lo otro que comentabas, ¿se parecía a esto? - con un gesto una olla junto al fuego comienza a brillar con una luz pálida y desaparece. Ahora está en las manos de Norman.

- ¡Espera un momento! - la voz de Diavorai resuena en tu mente - No estoy del todo seguro, pero es posible que la piedra fuera en realidad este anciano... Estoy casi seguro.

Teobalt se sorprendió al ver el gesto del mago, era la primera vez que le veía conjurando pero su sorpresa duró poco al darse cuenta de la naturaleza del hechizo. Norman le había estado siguiendo los pasos desde hace un buen rato y él apenas se daba cuenta. De haberse tratado de otra persona con distintas intenciones, quien sabe que problema estaría enfrentando el joven aprendiz en estos momentos.

Al escuchar a Diavorai hablando una vez más se tranquilizó un poco, le habló mediante sus pensamientos:

—Este hombre sabe bastante, quizá pueda averiguar más sobre mis memorias perdidas con él... y un par de consejos sobre control de la magia de por medio.

Luego volvió a ver a Teobalt, y asintió con la cabeza.

—He de admitir que tuve mis sospechas al principio, señor Norman. Pero ya no tengo dudas en que solo está buscando ayudarme. Tengo un largo camino por delante si quiero aprender a ser un hechicero nato... ahora mismo mis poderes son desconocidos incluso para mí pero sé que están ahí. Esperando. Por favor, le pido su ayuda y tutoría con este asunto... solo tengo una duda... ¿Por qué vive en medio del bosque?

- No me entiendas mal canijo, esa piedra no era mía. Primera regla, siempre permanecerás en el campamento a menos que te de permiso para lo contrario. Y sobre todo de noche, ¿queda claro? - el tono de Norman había cambiado. Pese a su edad, la autoridad en su voz era la que tendría una montaña si pudieran hablar - Aprenderás lo esencial, practicarás siempre que puedas y harás todas las tareas que te encargue, leerás todo lo que te entregue y no molestarás ni harás ruido. Si te veo ocioso te haré pasar una noche fuera del campamento. Y te garantizo que eso no tiene nada de divertido.

- Que plasta. ¿Y si nos vamos? Podríamos seguir el camino a ver hasta donde llega. Yo te protegeré de todo, ahora puedo convertirme en serpientes y en lechugas. El otro familiar me ha dicho que una de ellas era muy peligrosa. Aunque no me acuerdo de cuál - Diavorai da vueltas a tus pies cambiando de forma sin parar.

Teobalt comprendía que si anhelaba descubrir su verdadero potencial tendría que someterse al régimen del hosco Norman. Quizá podría soportar por un tiempo las ordenes del viejo mago, pero también iba a tener que acondicionar a Diavorai para su estadía. Con un pensamiento, le pidió a su familiar que se estuviese quieto y muy cerca. Asintió con la cabeza a Norman y dejó caer sus hombros.

—Estoy a su servicio, señor Norman. Deseo aprender todo lo que sea posible, y abandonar el campamento no es una idea que considere ahora mismo. ¿Cuando empezaremos la primera leccion?

- Empezaremos ahora mismo. Ayúdame a levantarme. - Norman te extiende la mano, y en cuanto se la estrechas para tirar de él sientes como si hubieras agarrado una sartén ardiendo. Retiras la mano con un grito y la miras. Una quemadura te marca la palma ahora. Pero no ves en la cara de Norman nada más que un rostro serio.

- Lo primero que tendrás que aprender es a curarte a ti mismo. En algún momento durante tus estudios inevitablemente te provocarás daños a ti mismo. Podemos curar a otros, pero no a otros que tengan Ánima. Si te ocurre algo tendrás que mantener la mente fría y concentrarte en restaurar tu estado. Esto es especialmente importante si los daños son graves y de mantenerte calmado depende tu vida - Norman saca setas de una bolsa y las echa hace flotar cerca del fuego -. En el dominio del Ánima no hay palabras ni gestos como aparecerán en los cuentos e historias que oirás sobre nosotros. Concéntrate en tu herida e intenta que sane. Usar el ánima es algo instintivo. Intenta odiar el dolor, o intentar que duela menos. La técnica de cada uno es distinta. Cuando tu mano se cure continuaremos con lo siguiente.

Teobalt se aferraba la mano con fuerza, sus ojos se humedecieron y no pudo evitar reprimir un grito de dolor. La sacudía con desesperación y veía como se enrojecía por las quemaduras. Maldijo por lo bajo y se preguntaba que problema debía tener Norman en la cabeza para considerar esto una primera lección. Sorbió a través de sus dientes intentando controlar el dolor, pero su mano ardía con intensidad.

—¡Señor Norman usted está loco...! ¡Por todos los cielos, mi mano!

El muchacho intentó hacer caso a las ordenes del viejo hechicero, ralentizaba su respiración intentando calmar su pulso y miraba fijamente su mano roja como un tómate. No sabía que hacer para despertar sus poderes, hasta el momento solo habían ocurrido de manera esporádica. Solo intentaba seguir las indicaciones del mago. Se concentraba en el dolor, y en su mente intentaba buscar maneras de contrarrestarlo, como quien arroja agua a una llama para aplacarla.

Diavorai está preocupado a tu lado observándote, pero no puede hacer nada más allá de darte ánimos. Tras algo más de una hora consigues que el dolor desaparezca y puedes ver como tu piel comienza a restaurarse. En cuanto te sorprendes se detiene, y el dolor vuelve. De manera que intentas recordar qué sentías y tenías en mente cuando tu mano ha empezado a sanar.

Teobalt dirigía en diversas ocaciones la atención a su Moru, Diavorai estaba ansioso y revoloteaba a su alrededor mientras que en su mente le mandaba voces de ánimo y no paraba de preguntarle como estaba haciendo lo que hacía. Por su parte, el joven aprendiz se concentraba absolutamente en hallar la forma de detener el dolor de su mano. El abrasivo dolor de la quemadura era contrarrestado con pensamientos metódicos acerca del helor de una brisa matinal, las aguas de un río fluyendo sobre las rocas, y la lluvia nocturna. La quemadura poco a poco iba perdiendo color, y aunque la marca todavía continuaba en su sitio, el tono rosado intenso de la herida había empezado a cambiar al de su piel originalmente.

El joven aprendiz observaba el progreso de su sanación con un orgulloso asombro, no se esperaba que las cosas ocurriesen tan rápido y fácil, desconocía totalmente si todos los que compartían sus dones lograban dominarlos con tal facilidad. Luego comparaba lo que él sabía y lo que sabía Norman. Ciertamente le faltaba mucho por aprender y no solo en cuanto a hechicería se refiere, si no a astucia natural. Pensar en aquello interrumpió la concentración del joven y las punzadas de dolor invadieron otra vez la palma de su mano, aunque esta vez en menor medida.

Volvió a contrarrestar el dolor con pensamientos acerca de la fluidez del agua que corre sobre su mano, intentando de un modo u otro disipar la quemadura.

Teobalt miró su mano, le dio un par de sacudidas y se la tocó con el dedo índice. Una expresión de sorpresa afloró en su rostro al darse cuenta de que el dolor se había marchado. El aprendiz no pudo evitar sonreír y se apresuró a mostrarle la mano a Norman. Más por el hecho de haber logrado sanar su mano que de haber hecho desaparecer el dolor.

—Está hecho, señor Norman. Tal vez he batido un récord o algo por el estilo, no fue fácil, he de decir... pero si que ha sido rápido.

- Excelente. Ahora vas a aprender a acallar el dolor mientras lo sufres. En esta ocasión dame la mano y concentrate en curarte aunque no te pase nada. Cuando empiece a quemar tu mano deberías notarlo, pero sin sentir ningún dolor. Te va a hacer alta para lo que viene después. - Norman te extiende la mano.

- No se la des, está como una cabra. Es una expresión que me ha enseñado el familiar de Norman y significa que está loco - Diavorai está frente a ti transformado en un gato y bufando a Norman.

Teobalt se quedó extrañado ante el nuevo desafío de Norman. No dudaba en lo que decía Diavorai acerca de las curiosas enseñanzas del mago, pero hasta ahora habían surtido efecto así que era un riesgo que valía la pena correr. El aprendiz frunció el ceño y miró al viejo hechicero, asintió con la cabeza y tragó saliva. Le acercó una vacilante mano húmeda por el sudor y apretó la mandíbula esperando a que el mago le empezase a inflingir algún daño otra vez.

Recordó lo que había hecho para menguar el dolor de su quemadura, y empezó a concentrarse y canalizar una sanación prolongada en la palma de su mano. La otra se aferraba firmemente a su muñeca. Miró a Norman una vez más.

—Estoy listo.

Norman te da la mano de nuevo, y durante un momento le miras a sus ojos ancianos, pero no parece ocurrir nada. No tarda mucho en llegar el olor a carne quemada a tu nariz - No te desconcentres, chico - comienzas a ver salir un humillo de tus manos. Intentas mantener la imagen del agua en tu cabeza.