Partida Rol por web

Principios del siglo XV.

Asuntos te han llevado a viajar cerca de la frontera con el reino de Granada; tierra peligrosa donde las haya, pues en ella moros y cristianos luchan continuamente por adelantar sus fronteras y hacerse con las fortalezas que custodian los siervos del rey nazarí y del monarca castellano. Además, te han contado que este lugar es especialmente propicio para el pillaje, por lo que te alegras cuando, al caer la noche, divisas a lo lejos un caserío dominado por una imponente fortaleza que se erige en la ladera de la sierra.

Al llegar al pueblo compruebas que sus gentes, a pesar de vivir casi en constante peligro, son amigables y hospitalarias con los forasteros que comparten su fe; no te cuesta demasiado convencer a una familia de campesinos para que te alojen en su establo junto a los bueyes y te ofrezcan algo de comida (aunque en realidad quien les convence es tu tintineante bolsa, pues vive Dios que no hay mejor argumento ni más universal que el del vil metal).

La familia se compone de un matrimonio y cuatro críos pequeños. El padre es Tobías.

Tobías se acercó al establo. Era un hombre de entrada edad, y barba poblada. Pronto mi mujer servirá la comida, señor... -te avisó, y luego regresó a la vivienda-.

Entraste a los pocos minutos en la humilde casita hecha de adobe, que solamente cuenta con una habitación. En un rincón hay un gran jergón de paja donde presumiblemente duerme toda la familia, y apoyada en la pared hay una plancha de madera, la cual, llegado el momento, es transportada por la mujer y dispuesta sobre unos caballetes, haciendo las veces de mesa. Es entonces cuando notas en sus rostros una sombra de miedo y de preocupación. Durante la cena, que consiste en unas insípidas gachas, Tobías te informaba.

Estais en el señorío de Zuheros -dijo-. Nuestro señor es el conde don Pedro, de la casa de Aguilar, que obtuvo hace poco la fortaleza gracias a una merced del rey -la cara de preocupación volvió a sus rostros-.

Las tierras de Granada eran peligrosas, eso era algo de sobra conocido para el joven Tomás. Pero el era un joven pobre, con ganas de prosperar y ganarse un buen porvenir, y también sabía que allí podían aparecer oportunidades que le facilitasen el ganarse la vida. Así que hacia allí se dirigió, con esperanza y ganas de poder prosperar.

Se acercaba ya la noche, cuando afortunadamente pudo encontrar una humilde familia que le permitió pasar la noche en el establo, y comer algo, a cambio de unas monedas. Durante la comida, Tobías parecía preocupado.

-Dígame señor Tobías, hay algo que le preocupe. Algún problema en el pueblo, tal vez yo pueda ayudarle.- Le dijo, para ver si le contaba algo que al parecer les tenía a todos intranquilos.

Tobías y su mujer, Flora, se miraron, compungidos.

Le contaré, Tomás... -dijo Tobías, adelantándose-: los vecinos no hemos visto con buenos ojos la llegada de don Pedro, pues nadie desea convertirse en vasallo de ningún señor cuando antes ha tenido el gozo de no sufrir ese tipo de ataduras. Y no es que antes estuviéramos mucho mejor, pues el concejo de Córdoba, propietario de la villa, bien que nos agobiaba con sus cuantiosas rentas, destinadas a costear una guerra interminable contra Granada que ya duraba más de un siglo. Y todo -seguia diciendo-, sin que ello sirva para asegurar el nuestro bienestar, pues no pocas veces hemos sido víctimas los zuherenses de las terribles cabalgadas de los nazaríes...

Pero... -ahora se animó Flora a hablar-, basta con que la figura de autoridad se concrete en una persona palpable..., para que todas las quejas afluyan en un mismo cauce y puedan concentrarse al unísono en un único culpable. El odio entre el señor y los vasallos ha ido creciendo; don Pedro nos castiga a los campesinos con el pago de fuertes impuestos y la imposición de nuevas responsabilidades... Pero fue hace un par de semanas cuando la cosa se complicó. El hijo de don Pedro fue... asesinado misteriosamente, y desde entonces cualquier queja por parte de sus vasallos es castigada con torturas y encierros en las mazmorras de su castillo. Algunas familias incluso han optado por huir debido al temor, a la vista de lo que está sucediendo... Yo se lo he dicho muchas veces a Tobías: habríamos de escapar de aquí, con los hijos y "lo puesto"...

Pronto le contaron la causa de sus pesares, que no eran pocos ni sencillos de afrontar. Primero Tobías y luego Flora, le dejaron bien claro, lo mal que estaban las cosas en el pueblo. Aquello eran palabras mayores, la autoridad de un señor no era algo a la que le pudiesen hacer frente campesinos, o un ladronzuelo. Pero el tenía que tratar de ayudar a aquellas pobres gentes.

-Tal vez, si se aclarase la muerte del hijo de Don Pedro, y se encontrase al culpable o culpables, el señor tratase mejor a todos sus vasallos. ¿Hay algo más que puedan decirme acerca de esa misteriosa muerte o asesinato del hijo de Don Pedro?- No tenía gran cosa, pero estaba seguro que si lograba aclarar aquella muerte, mejoraría la vida de aquellas pobres gentes. Tal vez el podría ayudarles, aunque no sabía que peligros podría encontrar si comenzaba a husmear, posiblemente los responsables de la muerte, tratarían de acabar con el. 

No sé sabe nada más, Tomás... -respondió Tobías-, ni tampoco nada se oye nada en las bocas de las gentes, que no queremos los vecinos remover la yesca por lo que le decimos, las reprimendas del amo...

Y tal que así, terminada la cena, te marchas al establo y reflexionas sobre lo que te ha contado Tobías. Tal vez sea una buena oportunidad para ganarte el favor de una persona poderosa e influyente como don Pedro, o de probar suerte e intentar encontrar trabajo ahora que se acercan tiempos difíciles y empiezan a hacer falta manos.

Decides acercarte al día siguiente al castillo y presentarte a don Pedro.

1

Te despiertas temprano a la mañana siguiente, desalojando el establo antes de que comience la jornada laboral. Asciendes por la pendiente que conduce a la fortaleza mientras la contemplas extasiado. Excavada en la roca, dispone de varias torres rectangulares y una central aún más grande que las otras. El portón de entrada se mantiene abierto, puesto que los campesinos acuden temprano al castillo para cocer el pan en los hornos del señor. Un escalofrío te recorre el cuerpo al ver varias horcas cerca de la puerta, una de ellas ocupada por un cuerpo en descomposición que oscila leve mente mecido por el viento.

Un soldado, armado con una lanza y protegido con un peto de cuero, se mantiene erguido a duras penas a un lado de la puerta. No obstante, su cara de aburrimiento se despabila al ver en ti un rostro desconocido. Se yergue cuando le preguntas por su señor don Pedro.

Estará en la torre del homenaje, como siempre -te contestó-. ¿Para qué quieres verle?

No habiendo logrado nada más de aquellas gentes, fue a dormir. Bien temprano se dirigió hacia el castillo, tal vez esa era la oportunidad que estaba buscando. Ante las palabras del soldado, poco podía decir.-Ando en busca de trabajo, pues para poder vivir el pan tengo que ganarme. Y no sé si el Señor podrá darme alguna tarea. Esa es mi intención, la de buscar un trabajo.-

El soldado, entonces, frunce el ceño y te examina de arriba a abajo; pero tras un instante de profundo escrutinio, te franquea el paso, echándose a un lado y dejándote pasar.

Ve a la torre del homenaje y avisa al capitán -te comenta, toscamente-.

Ya tenía un objetivo, pero antes de ir a ver al capitán, decidió hablar un poco más con aquel aburrido soldado. Tal vez podría informarle de como estaban las cosas por el castillo.

-¡Muchas gracias! Eso haré, pero antes podría usted decirme algo de este pueblo. ¿Qué tal están las cosas? ¿Tienen algún problema?- Era un poco aventurado preguntar tanto, pero lo normal en alguien que venía buscando un trabajo.

Habla con el soldado, pasa a la página 58.

58

Tras tu pregunta, aquel soldado asoma a su rostro con una mueca de desconfianza, lo cual no es extraño teniendo en cuenta la creciente tensión que se respira estos días, según te contó Tobías.

Tú mismo lo comprobarás cuando hables con don Pedro -termina diciendo con una sonrisa maliciosa, sin añadir mucho más-.

Aquel soldado no quería hablar, y a Tomás no le extraño, debían estar soportando mucha tensión, y el tan solo era un extraño, un forastero que acaba de llegar. Así que se despidió y entro en el castillo. Pero antes de ir a la torre del homenaje a buscar al capitán de la guardia, decidió darse una vuelta por el patio de armas, para ver el ambiente que había en aquella fortaleza. El número de soldados, y de sirvientes, y quien sabe si escuchar alguna cosa de interés. 

Pasa a 76.

76

Tras dejar al soldado atrás, el patio de armas se abre en torno a la imponente torre del homenaje. Alrededor del patio, adosados a los muros del castillo, se erigen pequeños edificios destinados a las caballerizas, bodegas y almacenes. Hay además una pequeña herrería y una cocina justo al lado de un gran edificio que debe ser el salón donde el señor organiza sus banquetes. En otra zona del castillo, algo alejado de los demás edificios hay un gran poste de madera clavado en el suelo con restos de sangre reseca. Por último, puedes ver, al otro lado, una pequeña capilla y un pozo, y cerca de las cocinas un gran horno.

Observas a algunos criados que se afanan en sus tareas, cuidando de los caballos, transportando leña al horno y ordenando los almacenes.

Algunas gentes se veían ocupadas en sus labores aquella mañana en la fortaleza, así que Tomás se acerco hasta uno de ellos, para ver si podía contarle que tal estaban las cosas en aquel pequeño pueblo. Ya que nada excepto lo poco que le habían contado los campesinos sabía. No quería demorarse mucho, para no llamar la atención, pero trato de hablar con alguno de los siervos para tratar de obtener algo de información.

-¡Buenos días! Me llamó Tomás y acabo de llegar en busca de trabajo. ¿Qué tal les van las cosas por aquí?-

Intenta hablar con algún villano, pasa a la página 47. 

Ya dentro de la fortaleza, hablaste con un campesino que iba con una mula, la cual tiraba de un carro con hogazas de pan. Salía ya del castillo, pues había llegado para hornear las dichas hogazas. Ante tus buenos días y tu presentación, te miró de abajo a arriba, y siguió andando, sin decir nada. Comprobaste que las gentes de Zuheros (aunque no todas), eran reacias a hablar, y menos con alguien que vieran a primeras. No obstante, fijas tu atención en dos de los criados: un mozo que limpia sillas y arreos de monta en las cuadras y una muchacha que acaba de salir de la torre del homenaje y se dirige a la cocina. ¿Te hablarían, alguno de los dos?

No parecía que nadie de allí quisiera hablar con el, y en parte era normal, era un extranjero y las cosas no parecían ir bien. Pero no por eso dejaría de intentarlo. Se dirigió hacia un mozo que estaba limpiando sillas.

-¡Buenos días tenga usted! Mi nombre es Tomás y acabo de llegar, que podría usted decirme de este lugar.- Tal vez alguien que pasaba allí muchas horas aburrido, quisiera aprovechar para hablar un rato.

Hablar con el chico, pasa a la 8. 

8

Saludas al mozo mientras te diriges hacia él. Éste te devuelve el saludo, y viendo que deseas preguntarle algo, deja lo que está haciendo y se levanta.

Está vos en Zuheros -te dijo-, y más ciertamente en el castillo de don Pedro de Aguilar -el nombre lo dijo en bajito, que no era nunca menester y ni común el nombrar a los nobles así, a la ligera-. Pero poco más te dijo acerca de las cuestiones del pueblo, si es que hubiera alguna (y tú recordabas lo de la muerte del hijo de don Pedro).

Viendo que el muchacho no era de grandes palabras, le dices que quieres entrar al servicio del señor del castillo, pero que antes te gustaría saber la opinión que le merece como criado suyo. El semblante del mozo cambia repentinamente. Se niega a contarte nada, evidentemente por miedo.

Aquel mozo no parecía tener ninguna gana de hablar, o al meno no hacerlo a cambo de nada. Tomás era pobre, y no le sobraban sus pocas monedas. Aun así, saco 5 maravedíes y se los mostró al joven. -Tal vez estas monedas, te puedan ayudar a recordar alguna cosa de interés. Soy pobre y vengo en busca de trabajo, así que no es mucho lo que te puedo ofrecer.- 

Falla, pasa a la 72.