Una serie de eventos desafortunados

El viento infatigable del desierto golpea con fuerza los restos de la Excalibur, produciendo un sonido similar a la lluvia cuando cada grano minúsculo de arena choca el casco. Afuera parece que la tormenta de arena lleva una semana sin apariencias de disminuir.

El reducido grupo de sobrevivientes a bordo de la nave llega a poco más de quince personas, entre ellos el mercenario y su mascota. Gaheris pasó todo este tiempo en su lanzadera klingon intentado reparar la consola de vuelo a fin de poder despegar del planeta infernal.

Sobre los demás tripulantes de la NX es un misterio, pudiendo encontrarse en la cúpula al otro lado del planeta o simplemente no haber sobrevivido al ingreso al planeta. La única lanzadera funcional tampoco apareció y solo una capsula de escape llego junto a la Excalibur con algunos tripulantes.

Ahora todos se reúnen alrededor del fuego en la bahía de carga, donde un barril quema todo lo inútil en pos de combatir la temperatura invernal del exterior.

Poco resta explicar que la energía de reserva es desviada a componentes más importantes que la calefacción.

 Me encuentro trabajando tranquilamente en mi nave, silbando una alegre y despreocupada canción, mientras Dientes de Sable se encontraba a mi lado, tumbado, echándose una siesta. Si conseguía reparar a mi pequenín, podíamos ir a buscar ayuda, mientras los demás esperaban aquí...

Los pitidos y alarmas del puente, unido a las vibraciones y las violentas sacudidas de la Excalibur, hicieron que Cristina perdiera toda noción del tiempo y el espacio, el menudo cuerpo de la capitana se golpeó con varias consolas sin que ella fuera capaz de controlarlo, pero la adrenalina del momento estaba tan elevada que no sentía dolor, lo único que Cristina trató de hacer fue continuar de pie y apoyar en todo lo posible para minimizar la colisión, hasta que finalmente dijo.

-Preparados para el impacto en 5 segundos- anunció con toda la calma que fue capaz, para después aferrarse a su asiento y contener el aliento- 4...3...2...

El impacto fue duro, tanto que salió disparada del sillón del capitán para dar de bruces en el suelo y salir rodando, tras el golpe quedó sin respiración durante unos segundos, tirada en el suelo como si de una muñeca rota se tratara, inmóvil… mientras la nave se deslizaba en la superficie entre sacudidas hasta que finalmente se detuvo.

Mareada, Cristina se incorporó, el rostro de De Alba estaba bañado en su propia sangre, fruto de una herida en la sien. La capitana estaba desorientada, los ojos los tenía abiertos de par en par, tratando de ubicarse murmurando en español algo, en principio inteligible...

Hasta que tras los segundos de desconcierto, la española pareció darse cuenta de lo que había pasado y trató de levantarse, pero al hacerlo un dolor punzante en el tobillo hizo que cayera nuevamente al suelo con un grito de dolor.

- ¡MIERDA PUTA!- maldijo en perfecto castellano y en aquella ocasión legible a la tripulación del puente- JODER- exclamó nuevamente mientras, apoyándose en una consola se levantó sobre la pierna derecha- ¿Cómo están, caballeros?- dijo acercándose a sus hombres preocupada por como habían quedado el primer oficial, el oficial táctico y el timonel.

Tras aquello, los oficiales comenzaron a organizarse, debían saber el estado de la nave y hacer un recuento de los posibles supervivientes y los heridos, la capitana no consintió que se hicieran cargo de sus heridas hasta que no se aseguró que sus hombres fueran atendidos primero. 

Había pasado cerca de una semana... pero parecía que llevaban siglos... Recuperarse fue complicado, no sólo tuvieron que hacer frente a sus propias heridas, sino a las heridas de la Excalibur. Pues el mayor problema radicaba en que no podían salir al exterior sin protección y si dejaba de funcionar los sistemas vitales morirían todos, al menos entre los tripulantes se encontraban los suficientes para comenzar con las reparaciones básicas sin embargo el frío espacial era intenso, tanto que para poder guarecerse eligieron un muelle de carga para encender un fuego y tratar de calentarse, debía arder lo inservible así que comenzaron con material inflamable de los camarotes de la tripulación ya fallecida, dejando los objetos personales para cuando pudieran regresar a casa, dárselo a sus familias.

La moral de De Alba, estaba muy baja, pero se obligaba a ser fuerte para que sus hombres no terminaran de hundirse, mientras estuvieran vivos debían de seguir luchando... Cristina se acurrucó en un bidón mientras se masajeaba el tobillo, gracias a los cuidados de sus oficiales había mejorado bastante, pero aún le molestaba, especialmente por el frío.

Las horas y los días pasaban y la Excalibur continuaba en el mismo estado deplorable. Las fallas eran absolutas, los avances escasos y la lista de cosas por hacer no hacía más que extenderse minuto a minuto. La cabeza simplemente no me daba para estar en todos los problemas.

Por momentos me asaltaba el desasosiego, recordaba el ataque terrorista de Birikov, sucedido bajo mi mando, y la culpa no hacía más que retorcerme las entrañas. Me paralizaba la idea de haber sido el responsable de aquella tragedia, donde habían sido mis ingenieros los que habían pagado el precio.

En otros instantes me preguntaba porqué simplemente no había tomado la oferta de los E'nar. ¿Quién mierda me había enviado a aquel planeta maldito, árido y muerto? ¿Qué atrofiado sentido de la responsabiliadad me había mantenido atado a la Excalibur? ¿Acaso planeaba intentar redimirme con estos actos?

Lo que parecía confirmarse en el horizonte es que no solamente era el responsable de la muerte de mis hombres tras el atentado de Birikov, sino que sería responsable de las vidas de todos los tripulantes supervivientes de la Excalibur si no lograba hayar una solución que nos sacara de aquel infierno.

Entre tasas de café y suplementos nutricionales, en lo que parecía ser una fría noche solitaria, encerrado en el mediocre silencio de mis propios fracasos, no pude evitar tomar una decisión: organizar mi mierda y ponerme a trabajar.

Los días pasaban lentos, desde la caída en aquel odioso planeta Jankowsky se había dedicado a hacer acopio de armamento y a establecer un perímetro defensivo. Si llegaba información al enemigo, Klingon, Romulano o lo que fuera, de que una nave de la federación se encontraba varada en el planeta no quería que los encontraran indefensos.

Pidió ayuda a Ollander para intentar hacer funcionar los cañones phaser de la nave y, con ayuda de algunos supervivientes, limitó y controlós los accesos a la nave, estableció unos turnos de guardia y instaló algunas trampas rudimentarias que servirían, si funcionaban, para alertarles a tiempo si se acercaban intrusos.

Aunque trataba de manterse ocupado para no dejar que su cabeza empezara a dar vueltas fue incapaz de evitar que su ánimo se tambalease. La imagen de Cristina ensangrentada y desorientada después del terrible aterrizaje no salía de su cabeza. No dejó que nadie la ayudase hasta que las heridas de todos los supervivientes fueron atendidas y estabilizadas algo que Jankowsky comprendió y respetó, aunque lo puso bastante nervioso, sobre todo su lesión en el tobillo.

Lo más incómodo era el frío, utilizaban cualquier material combustible y prescindible, aquella noche notó a Cristina especialmente abatida. Se acercó a ella, había encontrado una manta térmica en bastante buen estado y se la colocó cuidadosamente sobre los hombros, forzó su mejor sonrisa e intentó levantarle el ánimo.

- Mierrda piuta.- Dijo con su desastroso español.- Tuve unos compañeros mejicanos y me enseñaron lo suficiente para saber que no son precisamente palabras amables... me gustan los insultos en español, parecen cargados de mala leche. ¿Qué tal ese tobillo?- Sabía que sería imposible animarla, se sentía culpable de todo aquel desastre, por supuesto no lo era. A aquellas alturas ya todo el mundo imaginaba que para Jankowsky, Cristina era algo más que la capitana, por lo que cada vez parecía disimularlo menos. Bueno, por eso y porque parecía que sus días estaban contados.

Llevaban una semana varados en ese maldito planeta y la situación era la misma. La eterna sonrisa de Aakesh había desaparecido, las bajas eran muchas y la nave parecía que había encontrado su destino final.

Y tal vez nosotros

Se encontraba intentando arreglar por enésima vez los sistemas de comunicaciones, pero no había forma. Se levantó furioso y comenzó a dar patadas al panel metálico que ocultaba los circuitos. A pesar de su enfado, todavía no había perdido los nervios como para destruir todo el complejo de comunicaciones.

Lo único bueno era que las potabilizadoras de la nave habían vuelto a funcionar, al menos así podrían filtrar el agua que encontrasen e incluso otros líquidos para obtener el preciado elemento. Pero no habían conseguido mucho más.

Se acercó a la bahía de carga, la cual se había convertido en su improvisado hogar junto con el resto de la tripulación. La capitán se encontraba allí, junto a uno de los bidones que les daba calor. Acababa de registrar una entrada en su diario personal.

-Capitán

Se colocó cerca de ella y extendió las manos para entrar en calor

-Las comunicaciones siguen sin funcionar, eso o soy muy torpe para conseguirlo. Esperemos que Ollander pueda echarle un vistazo por fin.

Guardó silencio

-Tendremos que comenzar a racionar las provisiones si no encontramos pronto algo que comer. Tal vez en la cúpula haya alguna cosa. Si conseguimos hacer funcionar los sensores tal vez podamos encontrar su posición e ir a ver que hay.

Guardó de nuevo silencio

-Sería irónico que haya una nave que nos permita volver a casa, ¿se lo imagina? aquí intentando poner en marcha la Excalibur y tenemos un medio de transporte ahí mismo.

Sonrió por unos segundos, pareció por un momento que volví a ser él, pero su sonrisa desapareció enseguida

-No, no habrá ninguna nave...seguro

Y de nuevo guardó silencio

Otro maldito día más en el paraíso

- ¡Capitana, el timón no responde, perdemos altura! - chilló Johnny mientras trataba de hacerse con el control de la nave - Motores fuera de fase, no logro recalibrar los inyectores del flujo de plasma. He logrado un ángulo óptimo para la entrada en la atmósfera, pero no se cuanto tiempo podré mantenerlo... espero que el suficiente.

En esos momentos casi lamentaba no haber aceptado el ofrecimiento de los En\'ar, ahora estaban ante una muerte casi segura, si no sobrevivían al impacto del aterrizaje de la nave, tal vez morirían en ese planeta si nadie los rescatase.

Cita:

Cinco segundos no son nada, pero a Johnny se le hicieron eternos, y aun así no consiguió agarrarse bien a nada y no pudo evitar salir disparado de su asiento de piloto, aunque con tan sólo algunas magulladuras en su cuerpo.

Al fin la Excalibur había tomado tierra, y afortunadamente no se desintegró ni en el descenso ni cuando se posó de forma abrupta y violenta en el suelo de Babel. Los siguientes días fueron una lucha constante por la supervivencia, intentando mantener la esperanza entre la tripulación e intentar arreglar una nave con la ayuda de las manos desnudas y algunos componentes maltrechos. Una odisea titánica pero que nadie puso en duda, ya que todos querían sobrevivir y regresar a sus hogares.

Y así fueron pasando los días, recuperando cualquier cosa que sirviera de alimento, cualquier cosa que sirviera para arreglar los sistemas más vitales de la nave y cualquier cosa que sirviera para arder para mantenerse calientes.

Johnny esperó todo lo que pudo, pero al final tuvo que empezar a quemar las guitarras que tenia en su camarote...

Mierrda piuta.- Dijo con su desastroso español.- Tuve unos compañeros mejicanos y me enseñaron lo suficiente para saber que no son precisamente palabras amables... me gustan los insultos en español, parecen cargados de mala leche. ¿Qué tal ese tobillo?

Cristina no solía amedentrarse por nada, era la típica persona que parecía no temer a nada, lo mismo le daba enfrentarse a unos klingon cabreados que a unos romulanos... pero en cuestión de sentimientos era una cobarde absoluta, le daba miedo abrir su corazón y especialmente siendo la capitana de la Excalibur, por eso y a pesar de lo que le atrajo Jan desde el principio, trató de mantenerse alejada en todo momento... pero su corazón había decidido desbocarse y dadas las circunstancias no tenía sentido negarlo, él le gustaba, su mirada la delataba cuando lo miraba por eso al escuchar sus palabras y sentarse a su lado... sonrió.

Era una sonrisa cansada, pues su cuerpo estaba sometido a mucho estrés y aún le dolía el tobillo, además de una serie de contusiones menores, pero el mayor cansancio le venía del alma, su mente, su mayor enemigo... no hacía más que repetirle en double sound round todos los acontecimientos de la misión, podría haberlo hecho mejor... aquella situación era culpa suya y como capitán, tenía que sacar a sus hombres de aquel infierno... ¿pero como?

- Gracias- agradeció arropándose en la manta-Insultas muy bien en español... Eduard- acababa de dirigirse a él en su nombre de pila... a la mierda lo que pensaran, necesitaba tenerlo a su lado- aunque habría que mejorar la pronunciación de las erres... "Mierda puta" la r se acentúa pero no demasiado- le guiñó un ojo al tiempo que dirigió una mano sobre la suya, casi temblorosa, el temor a ser rechazada era algo habitual en ella, por eso cada vez que se dirigía o tenía un acercamiento con Jan lo hacía como si estuviera pidiendo permiso, de manera tímida para poder echar marcha atrás al menor indicio de incomodidad por parte de él- Los insultos en español son una liberación, suelo utilizarlos porque me quedo muy agusto... creo que hasta liberan estrés... te puedo enseñar una buena lista- se ofreció manteniendo la sonrisa pero con mirada triste, estaba muy cansada y aunque trataba de ir bien peinada y lucir de la mejor manera el uniforme, tenía el rostro demacrado- el tobillo me sigue doliendo, pero sobreviviré... esto es una minucia para mí- bromeó para aparentar entereza, la presencia del oficial táctico siempre le venía bien.

- Capitán

Se colocó cerca de ella y extendió las manos para entrar en calor

-Las comunicaciones siguen sin funcionar, eso o soy muy torpe para conseguirlo. Esperemos que Ollander pueda echarle un vistazo por fin.

Guardó silencio

-Tendremos que comenzar a racionar las provisiones si no encontramos pronto algo que comer. Tal vez en la cúpula haya alguna cosa. Si conseguimos hacer funcionar los sensores tal vez podamos encontrar su posición e ir a ver que hay.

Guardó de nuevo silencio

-Sería irónico que haya una nave que nos permita volver a casa, ¿se lo imagina? aquí intentando poner en marcha la Excalibur y tenemos un medio de transporte ahí mismo.

Sonrió por unos segundos, pareció por un momento que volví a ser él, pero su sonrisa desapareció enseguida

-No, no habrá ninguna nave...seguro

Al situarse Muk a su lado, Cristina permaneció tal y como estaba, sólo que pareció erguirse un poco, la palabra capitán referida a su persona hizo que se pusiera seria, tenía que centrarse y las palabras de Muk hicieron que su mente volviera a reactivarse.

- Número uno... yo también llevo varios días dándole vueltas a la cúpula, no se si encontraríamos un medio de transporte allí... pero quizás podamos encontrar algún elemento de comunicación con el exterior... o en todo caso algo que nos resulte de utilidad con la Excalibur, el mayor problema radica en localizarlo y calcular la distancia para organizar un equipo de reconocimiento... En todo caso debemos darle prioridad a la reparación de los controles y los escaners- asintió a la propuesta del hindú- ¿Y el señor Ollander?- inquirió haciendo un amago de incorporarse con una pequeña mueca de dolor por el tobillo, con el frío el dolor se acentuaba más

Aakesh se fijó en el tobillo de la capitán y en su mueca de dolor

-No se mueva, iré yo a buscarlo. Ha de cuidarse ese tobillo y la verdad, no me apetece tener que llevarla a cuestas

Sonrió y le guiñó un ojo. En algunos momentos parecía volver a ser el de siempre, aunque brevemente.

-De paso le diré que examine las piezas de la otra lanzadera, por si es posible volverla a montar. Nos sería de utilidad para explorar los alrededores o ir a la cúpula.

Aakesh se encontraba cansado, hacía días que no dormía bien, y eso se reflejaba en su rostro.

-Luego intentaré dormir un poco capitán, en cuanto hable con Ollander volveré a mi magnífica cama mullida, si no me necesita más.

Cristina enarcó una ceja cuando Muk le dijo que se hacía cargo, en realidad prefería siempre hacer las cosas ella misma, eso de la damisela en apuros le daba... Hablando mal y pronto... Un tanto de por culo, pero comprendió la postura de su primer oficial, quería ayudarla haciendo su trabajo y ella, estaba claro que necesitaba recuperarse, el motivo de la tardanza era la ausencia de personal médico, pero confiaba en estar lista en un par de días como mucho, así pues le devolvió la sonrisa y volvió a recostarse.

- Gracias Muk... - se sorprendió a sí misma llamándole por su nombre de pila, en señal... Aunque en principio involuntaria, de aprecio-Váyase pronto a la cama, sí... Las horas extras no pienso pagarlas- bromeó para después mirar a Johnny ¿Estaba quemando sus guitarras? El rostro de la capitana volvió a oscurecerse... El timonel estaba quemando sus objetos más preciados... Sus hombres no merecían ese destino, se maldijo a sí misma por su debilidad.

La sonrisa de la capitana alegró a Jankowsky, depués de varios días de desánimo el verse capaz de sacarle una sonrisa a Cristina le daba razones para seguir luchando. Cuando ella le tocó con su mano él no dudó en responder con un suave apretón, las manos de Cristina estaban frías y quiso darle calor con las suyas mientras ella hablaba. Se perdió de nuevo, como otras veces, en sus ojos sin ser capaz de prestar demasiada atención a lo que decía sobre su idioma. Lo del tobillo si le preocupó, tenía que recuperarse pronto, Jankowsky temía un posible ataque y la capitana debía ser capaz de correr.

Muk los puso al día sobre los víveres, el tiempo se les agotaba.

-Creo que deberíamos enviar un SOS a la flota. Ollander debería trabajar en ello como máxima prioridad. Aunque estoy de acuerdo en que es muy posible que delatemos nuestra posición al enemigo.

Morir de hambre o en un ataque enemigo o en un fallo en los sistemas de soporte vital... La verdad es que tenían bastantes formas entre las que elegir. Aún así, ni por un instante se arrepintió de no haber seguido a los E´nar, Jankowsky había visto eso como otra manera de morir. No, su sitio era este, al lado de su capitana, al lado de Cristina y luchando.

Johnny estaba sentado en el suelo. Entre sus brazos agarraba una vieja guitarra. Sólo es un trozo de madera se repetía una y otra vez. Una vieja guitarra que había pertenecido a su padre. No quería recordar cómo le enseñó a tocar con ella, ni recordar cuando se la regaló. Fue cuando lo destinaron a la Excalibur, ese día su padre se sintió tan orgulloso que se la regaló como premio.

Acarició las cuerdas por última vez, y su cuerpo de madera. Repasó cada veta de la madera, repasó cada recuerdo que tenía alrededor de ese instrumento. La condenada tendría cientos de años pero sonaba de maravilla, nunca desafinaba.

Sólo es un trozo de madera volvió a repetirse mientras la dejaba caer dentro del bidón del fuego. Y nosotros tenemos que sobrevivir...

Cristina se relajó ante el contacto de Jan, la calidez del tacto del oficial táctico contrastaba con la frialdad del tacto de la capitana que agradeció el gesto acariciando la mano de Eduard y dejando que le proporcionara calor. Fue como si la energía y el ánimo perdido fuera poco a poco resurgiendo con aquel simple gesto.

-Creo que deberíamos enviar un SOS a la flota. Ollander debería trabajar en ello como máxima prioridad. Aunque estoy de acuerdo en que es muy posible que delatemos nuestra posición al enemigo.

- Cierto- contestó a la propuesta de Jan- pero es un riesgo que debemos correr... tampoco tenemos muchas más opciones y no somos los suficientes ni contamos con los medios para conseguir reparar la Excalibur- morir luchando podría ser mejor que hacerlo por inanición.

Entonces la española miró nuevamente a Lightman

- ¿No es esa su guitarra favorita?- le dijo a Jan- Señor Lightman... no lo haga- le dijo- es mejor que nos retiremos a dormir, guarde la guitarra, no es necesario que la sacrifique en el fuego puede que la eche de menos cuando vuelva a organizar un concierto... porque pienso sacarlos a todos de aquí- los ojos de Cristina reflejaron determinación... aunque ni ella misma sabía como iba a poder hacerlo.

Los ojos me ardían mientras terminaba de realizar algunos cálculos en el DataPad. Lo que una vez había sido un camarote perfectamente ordenado y pulcro era ahora una cueva oscura, caótica y lúgubre. Con algo de suerte la habitación había sobrevivido al impacto. Algunos paneles del techo habían volado, la iluminación fallaba con regularidad, haciendo tintinear el lugar como si se tratara de un psiquiátrico abandonado como en las películas, la puerta magnética estaba rota y tenía que ser apartada a la fuerza, el espejo del baño estaba partido en mil pedazos. Dentro, el sitio era un caos, cosas por doquier: ropa, herramientas, notas hechas a mano, circuitos y cables, incluso algunas bandejas sucias con restos de alimentos se acumulaban en una esquina.

Allí, arrojado sobre el escritorio, con una improvisada lámpara iluminando mis documentos y con una DataPad rajada, me encontraba yo, rodeado del caos más absoluto, tanto fuera como dentro de mi cabeza. Mis ojos obsesionados no paraban de rebuscar entre los resultados que los cálculos arrojaban, simplemente no encontraba el error, no lo encontraba.

La tensión se acumulaba y la ansiedad se disparaba por mi cuerpo. Sin percatarme me arrancaba cabellos de mi ya crecida barba mientras murmuraba por lo bajo las ecuaciones de flujo en el generador central. La idea de que fuera materialmente imposible reparar la Excalibur en aquella situación me estaba llevando al borde del abismo.

Solté un grito desgarrador, arrojé la silla con violencia y a continuación la veterana DataPad explotó en pedazos contra la pared. Me desplomé en el suelo, tomándome de la cabeza. Volví a treparme al escritorio como un reptil y barrí todas las notas y documentos, los manuales y planos, incluso la lámpara, que pereció en un suspiro. Me giré en dirección a la pared contigua, cegado por la cólera y solté una andanada de puñetazos contra el panel metálico, hasta manchar de rojo la superficie.

Otro grito de frustración.

Lavé mis heridas en el baño. Mi respiración continuaba acelerada y agitada pero comenzaba a normalizarse. Solo pensaba en una cosa: seguía sin encontrar el error.

Al oir el ruido que produjo Ollander Jankowsky se puso de pie dejando atrás a la capitana. Antes de ir hacia donde estaba él se acercó a Johny:

-Hijo, si quemas esa guitarra yo mismo te echo con ella al fuego. Estoy seguro de que nos dará mas calor si la tocas un poco. Que sea algo alegre si puede ser.- Le guiño un ojo al piloto y se dirigió a la capitana.- Disculpa, voy junto el ingeniero.-

Se acercó a Ollander y lo encontró bastante abatido.

-Ollander, eres un buen ingeniero, si ese problema es irresoluble no ganarás nada rompiendo tus nudillos contra la consola.- Creo que es mejor que te acerques a la hoguera a veces, si vemos los problemas desde lejos aparece una nueva perspectiva. Además queríamos comentarte algo, ¿sería posible enviar un SOS a la flota?, encriptado o oculto de alguna manera para evitar delatar nuestra posición.

La situación estaba siendo complicada para todos pero no debía dejar que ninguno se rindiera a la desesperación y el desaliento. Esperó que Ollander lo acompañara y regresó de nuevo a la hoguera.

Aakesh buscó a Ollander, y tras encontrarlo se dirigió hacia él.

-Buenas Ollander -observó su mano- ¿se encuentra bien?. Le buscaba porque, bueno, tenemos una lanzadera desmontada en el hangar y es posible que si se consigue ensamblar de nuevo podamos usarla para buscar a más supervivientes o encontrar recursos. ¿Podría echarle un vistazo?. Si necesita ayuda cuente conmigo.

Se iba a dirigir hacia su improvisado catre cuando escuchó las palabras de la capitán y de Jankoswky, asintiendo

-Lightman, por una vez haga caso de lo que le dicen

Se acercó y sacó la guitarra del bidón, intentando apagar las llamas que hubiese tenido como pudo

-Además, tenemos pendiente tocar para la tripulación, y me debe una por el puñetazo en la otra dimensión, así que como se le ocurra intentar quemar esta guitarra otra vez, seré yo quien le de un mamporro, y créame, esta vez no tendrá tanta suerte como para devolverme el golpe.

Aakesh se quedó pensativo unos segundos observando la guitarra. Se la entregó a Lightman y alejó del hangar por el pasillo dirigiéndose hacia su cabina. En ocasiones lo hacía para estar solo y meditar un poco. La atmósfera allí estaba helada y la respiración se hacía visible delante de sus ojos. Se sentó en su escritorio y abrió el cajón. Miró su contenido durante unos segundos, tras los cuales sacó un pad y volvió al hangar.

Al cabo de un rato volvió con un pad, se estiró sobre su catre y lo encendió. Lo estuvo manejando hasta que el sueño le venció.

Se sentó en su escritorio y en un momento dado abrió el cajón. Allí estaba el pad de Erika, lo estuvo contemplando durante unos segundos.

Sigue mi legado

Desde que se estrellaron allí no había tenido ocasión de pensar mucho en lo que quería decir, pero el recuerdo de sus palabras habían venido de golpe.

¿Tal vez me quieres decir algo desde tu inmortalidad recién estrenada Erika?

"Todo lo que debes saber se encuentra allí, la clave es la fecha en la que nos conocimos y nos hicimos amigos. "

¿Que quiso decir con eso?

Cogió el pad y regresó al hangar.

Aquella misma noche, la figura de Jankowsky apareció en el umbral de la puerta rota de mi camarote. Venía con palabras amables y comprensivas que en este momento necesitaba pero que no apreciaba debido a mi estado general.

-Ollander, eres un buen ingeniero, si ese problema es irresoluble no ganarás nada rompiendo tus nudillos contra la consola.- Creo que es mejor que te acerques a la hoguera a veces, si vemos los problemas desde lejos aparece una nueva perspectiva. Además queríamos comentarte algo, ¿sería posible enviar un SOS a la flota?, encriptado o oculto de alguna manera para evitar delatar nuestra posición.

Sin levantar la vista de mis notas, y en un tono monocorde y sombrío, respondí: 

-Gracias... -murmuré, como perdido en mis pensamientos- ¿Un... SOS? -comencé a decir, una vez escuché la pregunta de Jan. Me volteé en su dirección, echándole una mirada perdida. Alzé la vista a la nada, como meditando y repasando la idea, y solté una buena carcajada- Simplemente, no.

Acto seguido retorné a mi posición original, perdido entre notas, tomándome la cabeza, obsesionado con problemas imposibles. En el futuro repasaría aquellos días oscuros, donde el Ollander pulcro, responsable y organizado se había quebrado, para dar lugar a aquella patética figura obsesionada, explosiva y salvaje, pero igualmente determinada en solucionar los grandes problemas de la nave.

Al cabo de un rato, el Primer Oficial se apersonó en su habitación, trayendo consigo nuevas prioridades.

-Buenas Ollander -observó su mano- ¿se encuentra bien?. Le buscaba porque, bueno, tenemos una lanzadera desmontada en el hangar y es posible que si se consigue ensamblar de nuevo podamos usarla para buscar a más supervivientes o encontrar recursos. ¿Podría echarle un vistazo?. Si necesita ayuda cuente conmigo.

Al escuchar sus palabras, de nuevo sin levantar los ojos del escritorio, simplemente reí, esta vez, y levanté una mano en señal de que me había enterado de lo que tenía para decirme. 

-¿Echarle un vistazo? Pfff... -me dije en voz alta, como los locos- ¿Una lanzadera? ¿Pero será posible? ¿Será posible? ¡Pfff! ¡Increible! ¿En qué situación se creen que estamos? ¿Sin gasolina en medio de la ruta? ¡Ja!

Acto seguido me puse de pie como un rayo.

-¡Es eso! ¡Es eso! -exclamé, eufórico.

Abandoné mi camarote en dirección al generador central de la nave a toda la velocidad que me lo permitían mis piernas.

Aakesh se había quedado pensativo tras leer el pad. Su cara era una mezcla entre asombro y sorpresa, pero los gritos de Ollander le sacaron de sus pensamientos. Se puso en pie y se dirigió hacia él.

-Señor Ollander, calmese, perder los nervios no nos servirá de nada. Soy muy consciente de que en situación nos encontramos y por eso necesitamos esa lanzadera.

Guardó silencio

-Descanse, vaya a su catre, trate de dormir un poco, lea, lo que le apetezca, pero mire de relajarse. Así no nos sirve de nada.

Se dirigió hacia la capitán y de nuevo se sentó junto a ella. Tras cruzar unas palabras se levantó y se fue de nuevo a su catre. Cogió el pad y desapareció unos instantes para volver tras unos minutos y acostarse de nuevo. Un ligero ronquido hizo ver a los presentes que, por fin, el primer oficial dormía.