Partida Rol por web

—Por supuesto, señorita Reedha. _*buuuup* Estableceré el protocolo de bloqueo inmediatamente —contestó el androide tecleando los comandos necesarios en la consola principal.

—Todo listo. ^*biiip* Deduzco que desean que les acompañe.

Avanzó hasta la rampa, siendo el último en abandonar la nave y cerrando la misma activando el protocolo de bloqueo que acababa de introducir.

Los siths, el droide y su invitada salieron de la nave. Aunque Dess'iree se quedó al lado de la misma tal y como había comentado. El resto salió de la zona de aterrizaje y se asomaron para ver la entrada al poblado, cerrada obviamente. Y en lo alto pudieron ver a cuatro ¿soldados? con unas armaduras rojas y negras que estaban apuntando a donde estaban, aunque no llegaron a disparar.

Marchaos. No queremos saber nada de vosotros.

La voz no era humana, aunque hablaba básico.

La mano de Reedha se apoyó automáticamente en el sable de luz para poder encenderlo y defenderse de cualquier disparo, pero se abstuvo de hacerlo en un primer momento, siguiendo el consejo que ella misma le había dado a Karak.

— No hemos venido a causar problemas. Sólo estamos buscando a alguien y nos iremos en cuanto le encontremos — dijo mientras hacía un gesto circular con los dedos de su otra mano, invocando a la fuerza para dar un tono más persuasivo a sus palabras e intentar calmar los ánimos de los seres uniformados.

Ante las palabras de Reedha, uno de ellos bajó el arma y gritó algo a abajo que ninguno entendió. Parecía obvio que estaba preguntando. No obstante, el grito de respuesta no parecía muy alentador. Sobretodo cuando el tipo volvió a apuntaros.

No lo repetiremos. Si no os marcháis, abriremos fuego.

L4 intervino desde la seguridad de encontrarse detrás de Reedha, pues confiaba en que conseguiría desviar todos los disparos en caso que abrieran fuego.

—Grupo Mercenario Reckoners, contrato de exclusividad con el Imperio Sith, código de contrato GMR-6599-X ^*biiiiiiip* Somos representantes del Imperio Sith al que servís. Depongan las armas y déjennos hablar con la comandante Laynia.

En un volumen más bajo, advierto a Reedha y Karak.

—Señoritos, llevan las armaduras y simbología de los Reckoners, pero su porte y actitud me hace pensar que no son los soldados de élite por los que se hacen pasar, y que las han obtenido de alguna forma poco ortodoxa. _*buuup* Puede que nos dejen pasar para emboscarnos si piensan que no sospechamos, o puede que abran fuego en cualquier momento...

Karak había estado en silencio, observando y acompañando al resto más que otra cosa. Asintió a las palabras de Reedha. Tratarían de ir por las buenas primero. Mantenía sus manos ocultas dentro de su túnica de sith, sujetando su sable de luz... pero sin intención de atacar el primero.

— Ya habéis oído al droide. No nos marcharemos sin hablar con la comandante —

Reedha tenía ya el sable de luz en la mano, y observó un momento a Karak para ver si su compañero estaba ya lanzándose al ataque. Pero ante las palabras del droide dudó un momento antes de encenderlo y se contentó con dejarlo en su mano, perfectamente a la vista y de forma que con un sencillo gesto pudiera defenderse de cualquier disparo. Su gesto acompañaba el comentario de L4 sobre su pertenencia al Imperio Sith, pero dejaba claro que esperaba una respuesta de los tipos que tenía frente a ella y que no tenían mucha intención de darse la vuelta.

Los tipos se quedaron mirando los unos a los otros cuando L4 habló. Al tener los cascos era dificil saber qué podían estar pensando ya que no se les veía la cara, pero casi se les podía notar la incertidumbre. Incluso volvió a mirar para abajo uno de ellos preguntando algo que no escucharon. Cuando terminó se encogió de hombros y dejó que sus rifles hablaran por ellos.

Que no es que dijeran mucho la verdad. Cualquier parecido con unos soldados profesionales que pudieran tener desapareció al disparar.

L4 observó cómo abrían fuego y fallaban miserablemente todos los disparos, que no se acercaron siquiera a impactar.

—Depongan las armas o abriré fuego. Tienen un segundo. ^{*biiiiiiiiip*} *PIUU!*

Del pecho del androide surgió un bláster oculto que disparó inmediatamente transcurrido el segundo de rigor, o quizá había sido hasta menos tiempo.

Uno de los soldados que estaban asomados cayó fulminado por el disparo de L4. Los demás no tuvieron tiempo de reaccionar o de ponerse a cubierto, no esperaban que los intrusos pudieran atacarles a distancia. Eso era un problema.

Mientras Reedha y Karak no habían encendido su sable de luz todavía, pero lo tenían en la mano listos para hacerlo en cuanto tuvieran ocasión.

Los disparos hicieron saltar la tierra alrededor de los dos sith y el droide. Su tiempo de reacción fue el esperado para una máquina, al igual que su precisión. Karak suspiró, sacó su blaster y lo encendió. Aunque fue la otra mano la que levantó. 

— Se acabó el combate. Somos de fiar, abrid la puerta y conducirnos hasta vuestro líder —

Era más de pelear que de usar la fuerza, pero si querían pillar a esos jedi debían darse toda la prisa posible. Y seguramente dentro hubiera más enemigos... Veríamos que tal siguiendo el camino de Reedha, de usar la cabeza.

Los disparos hicieron saltar la tierra alrededor de los dos sith y el droide. Su tiempo de reacción fue el esperado para una máquina, al igual que su precisión. Karak sacó su blaster y trató no solo de detener los posibles disparos que iban hacia él, sino además redirigirlos hacia los que estaban disparando.

Tan solo saltaron algunas astilla de la madera cercana, que quedó marcada con una fea marca negra que esperaba sirviera de aviso del enorme problema en el que se estaban metiendo...

En cuanto vio el primer disparo, Reedha encendió el sable, sólo una de las dos hojas, recriminándose no haberlo hecho mucho antes. Avanzó hacia la puerta manteniendo el haz rojo frente a ella para protegerse de una nueva ráfaga y levantó su otra mano hacia uno de los supuestos soldados.

En un gesto brusco, la cerró en un puño y la atrajo hacia ella, lanzando al ser por encima de la barandilla atrayéndolo hacia ella. Podía haberlo estampado directamente contra el suelo, pero en vez de eso lo mantuvo en el aire, al alcance de su sable, interponiéndolo entre los otros atacantes y ella, pero aún atenga por si le volvían a disparar (incluso el mismo tipo al que tenía flotando, si no había dejado caer su arma).

— Ahora se acabaron los juegos. Soltad esos juguetitos inútiles, abrid esa puerta y no acabaremos con todo el pueblo...

El tipo salió despedido gracias a los poderes de Reedha, chillando de pavor y soltando el arma. Los otros dos que estaban allí salieron por patas desapareciendo de la vista de los siths.

La armadura de el "soldado" le quedaba de lo más desastrosa. Que no era de su talla era lo de menos que se podía decir. Algunas piezas se le caían al suelo ya que no estaban bien sujetas, y podía verse una piel entre azul y verde cuarteada, casi escamosa.

Karak suspiró primero y sonrío después.

— Por las malas entonces... —

Comenzó a agujerear el muro de madera mientras Reedha jugaba con uno de los guaridas. 

Karak se acercó a la puerta y con facilidad creó un agujero por donde podrían pasar facilmente al otro lado. Cuando lo quitó pudo ver que dentro del poblado había más "soldados".
En total podíais ver a unos diez tipos armados y apuntando a la puerta. Pero toda profesionalidad acababa en lo de armados. Estaban todos juntos, sin parapetarse o resguardarse para nada. La mayoría de ellos muy nerviosos por cómo se movían los rifles blaster.
También podían verse algunos sin armaduras con pistolas blaster. Otros seis más. No reconociais la raza, debía de ser autoctona. No pasaban del metro y medio los más altos, y se veían bastante escualidos.

L4 se asomó por el boquete que había abierto Karak en la empalizada y observó el recibimiento que les esperaba dentro.

—¿Curso de acción, señoritos? No parecen dispuestos a negociar... todavía —dijo el androide de forma ominosa.

«Eso también vale», pensó Reedha al ver a Karak abriendo un agujero en la puerta.

El tipo al que tenía agarrado flotó un par de metros por delante de ella hasta que llegó hasta el hueco y entonces lo dejó caer. Se acercó a él, con el sable extendido, mirando al grupo de seres que esperaban al otro lado de la empalizada.

— Como decía, no hemos venido aquí a mataros. Soltad esos juguetes y mandad a alguien a hablar con nosotros. Alguien dispuesto a darnos la información que necesitamos, claro... — añadió con una sonrisa no del todo amistosa.