Partida Rol por web

"La Carta de Oro" era la parada obligatoria de cualquiera que buscase negocios en Corellia.

Un negocio que servía de punto de encuentro, puesto de intercambio, enlace de placeres y sobre todo de catalizador de los peores vicios de los seres inteligentes: ganar dinero.

Para aquel gremio de mercenarios no era el primer contacto con el casino, ya habían estado en otras ocasiones para "quemar" los beneficios extras y divertirse un poco, sin embargo en esta ocasión el motivo era bien distinto.

Llevaban una racha horrible donde sus encargos o estaban gafados o no eran lo que prometían ser. Para colmo, perdieron a Naiana, una fiel compañera que sabía darlo todo para conseguir nuevos contratos.

El deberle dinero a un alto cargo imperial había forzado el llegar a hacer tratos con gente turbia, contactos de contactos que prometían trabajos con grandes gratificaciones y poca información al respecto.

¿Qué fue lo que salió mal? Algo tan sencillo como un cambio de última hora en aquel que os ofreció el trabajo: le dio la información a otro grupo de mercenarios que llegaron primero ante él ¿Quién les dio el chivatazo?

Ahora eso era lo de menos, puesto que supisteis que aquellos malnacidos se encontraban en La Carta de Oro buscando aún mayor fortuna.

Vuestra primera idea hubiese sido ir allí, pegar un par de tiros y regresar con la información del contrato, pero las leyes en Corellia y más aún bajo la supervisión del Imperio eran otro cantar... si abríais fuego o armabais un escándalo en un lugar como aquel, seguramente seríais exiliados a las minas de especia para trabajar toda vuestra vida... o algo peor.

Fue entonces cuando les visteis... estaban allí: eran Burg y sus secuaces, sentados en una mesa de Sabacc.

Los conocíais porque su fama les precedía... no necesitaban el dinero, no tanto como vosotros, pero ahí estaban, pavoneándose.

—Vaya, vaya, vaya... ¿a quién tenemos aquí? —miró a sus compañeros mientras llevaba los brazos tras su nuca.

—Si se trata de Beker el chapuzas, la marioneta Jay y el despojo de Jhan —comenzó a reírse.

—¿Habéis venido por lo que yo creo? Porque si es así, estáis equivocados si consideráis que podéis venir aquí y armar un escándalo. Este es un lugar de lujo... de buenos modales y refinamiento —comentó intentando parecer alguien de la alta sociedad, cosa que desentonaba totalmente con su forma de vestir desaliñada.

La Twi'lek que estaba a su lado comenzó a reírse a carcajadas.

—¿Has visto sus caras? Huelo la desesperación desde aquí... creo incluso que uno de ellos está a punto de llorar —todos empezaron a reírse, incluso los que andaban ajenos a ese tema. ¿Estabais siendo humillados en público?

—Oh oh, espera jefe. Tengo una idea... tengo una idea brillante —se hizo el silencio.

—¿Y si les dejamos que se sienten aquí y nos apostamos el contrato? Oh... oh sí, sería una manera épica de quitarle ya lo poco que tienen —buscó la aprobación del Davoreano, el cual asintió.

—¿Qué decís? ¿Os unís? Podemos completar la mesa con tres jugadores más... es un todo o nada... si ganáis os lleváis el contrato y si perdéis... nos quedamos vuestra chatarra de nave —explicó la Twi'lekk. Aunque al principio parecía una locura, si habían dicho públicamente aquello es que no estaban dispuestos a hacer una jugarreta en mitad del casino, ya que se arriesgarían a ser detenidos. Podría ser una forma legal de obtener el trabajo pero... ¿y si perdíais? vuestra "chatarra" de nave era todo lo que teníais y no era precisamente una mala nave, se trataba de un carguero YT-1000 precisamente manufacturado en Corellia.

Otro encargo más que se iba al traste. Desde la muerte de Naiana todo había ido a peor. No importaba que fueran un grupo más o menos competente. Sin alguien con los contactos y la habilidad de Naiana para conseguir encargos buenos antes que nadie, les esperaba un destino bastante funesto.

A Beker le habría gustado poder ahogar esas penas con un buen copazo. Un vaso bien grande, lleno hasta el borde de cualquier líquido de alta gradación, por horrible que fuera. Pero prefería conservar los pocos créditos que aún tenía en cosas más vitales.

No se había dado cuentas de que Borg y los suyos estaban también por allí hasta que los vio acercarse a la mesa. Demasiado tarde como para ausentarse y hacer una visita muy fortuita al baño. Por desgracia, le tocaría aguantar las burlas de ese colorado estúpido.

Las burlas del primero no llegaron a molestarle. Beker sabía que era mil veces mejor técnico que cualquiera de los chupa-cables que pudieran trabajar para él.

En cambio, las palabras de la twi'lek si fueron como un golpe bajo. ¿Se refería a él? ¿De verdad se notaba tanto que aún le afectaba la muerte de su compañera hasta el punto de llorar a escondidas aprovechando el ruido de los motores?

Buscó discretamente, más o menos, alguna superficie lo suficiente pulida como para hacer de espejo. Tal vez el casco de Jhan le sirviera. Con temor de ver que efectivamente parecía que estuviera a punto de romper a llorar.

"¿Chatarra?" Ese insulto a su nave sí le indignó. "Esa chatarra tiene un hipermotor de clase 3. Alcanza más de 700 km/h en vuelo atmosférico y ha sido ensamblada en este mismo planeta. Su nuestra nave es una chatarra, la vuestra es un cubo compactado de basura corroída como mínimo"

Por supuesto, ni una sola de esas palabras salió de su cabeza.

En un principio pensó en negarse rotundamente. Sin embargo, tal vez fuera la forma de salir del atolladero. De conseguir una recompensa decente y asociarse con alguien que fuera al menos la mitad  de bueno y leal que Naiana.

Como era costumbre, Beker no tomó la decisión. Buscó con la mirada la de sus dos compañeros. Lo que decidieran el clon y el mandaloriano le parecería bien. 

Jay estaba demasiado viejo para esas cosas. Demasiados recuerdos, demasiadas luchas, demasiadas muertes. Naiana era la última de una larga lista de pérdidas. Una que empezó con la más dolorosa, Zaressa. ¿De verdad merecía la pena seguir con una vida así? Quizás merecía la pena acabar con todo y llevarse por delante a esa panda de imbéciles.

—¿Refinamiento? ¿Estás de broma? ¿Y cómo te han dejado entrar con esos mugrosos cuernos?

Si, el clon no era el más ingenioso insultando a la gente, pero sabía como golpear. Era lo que había estado haciendo toda su vida, golpear. Entonces llegó la oportunidad, la twi'lek les había abierto la puerta a conseguir el contrato, aunque algo le decía que se trataba de una trampa y al final intentarían jugársela. ¿Su instinto de soldado? ¿O era el de mercenario? Poco importaba.

—¿Jugar a las cartas? No creo que los juegos de manos y los ladrones hagan buena mezcla. Azar dirigido que lo llaman. No es divertido.

¿Acababa de llamar ladrones al grupo de Burg? ¿O se refería a todos? Difícil de saber era, ya me entendéis.

—Deberíamos optar por una competición más imparcial. Si os atrevéis, claro.

La Twi'lek empezó a reírse de forma exagerada.

—¿Atrevernos? —os señaló.

—Sois vosotros los que no os atrevéis... estoy segura que es por estar delante de un público que os va a juzgar... menuda panda de cobardes sin huevos —hizo el ademán de secarse una lágrima.

El davoreano se cruzó de brazos.

—Lo tomáis o lo dejáis. Allá vosotros —os sonrió de forma provocadora.

—Pensé que echaríamos un rato divertido y... bah... mejor me callo lo que pienso —miró a sus compañeros. Poco después comenzó a barajar las cartas.

—Ahora o nunca —teníais que tomar una decisión, por desgracia sabíais que ellos tenían la sartén por el mango ya que el contrato estaba en su poder y les daba libertad para "imponer" unas normas. 

Jay estaba demasiado viejo para esas cosas. Sabía que no les quedaba otra que aceptar la apuesta. Si no lo conseguían, iban a tener que vender la nave igualmente aunque sólo fuera para comer.

—Estaba hablando con tu jefe—despreció el viejo clon a la twi'lek—. Haz lo que mejor sabes hacer, tener la boca cerrada y ser un bonito adorno.

Y como precisamente tenía que aceptar la apuesta, lo mejor que podía hacer era desquitarse con esa panda de mamones. Y si por algún casual perdían, lo arreglaría con una ráfaga de bláster. Si lo perdía todo, se los llevaría también por delante. Total, él era un clon, ya había vivido bastando y su vida no valía tanto. Era curioso que decidiera apostarla en esos momentos a esa partida.

—Total, que entonces sólo aceptáis según vuestras condiciones—dijo Jay alzando un poco la voz y que aquellso que estuvieran cerca lo oyeran—. El gran Burg sólo tiene cojones para apostar algo según sus términos. No es capaz de jugarse el tipo como un hombre. Está bien hijo, está bien. Este anciano tendrá que ser hombre por ti y por mí.

El clon no era un gran jugador, pero confiaba en sus compañeros para conseguir un buen resultado. No les quedaba otra.

Fue Jay el que tomó las riendas, aceptando la propuesta con un gran alarde de agallas. Ridiculizando de paso a Burg. Beker sentía cierta envida del valor de sus dos compañeros. Desearía tener la mitad de esa iniciativa.

Hacía algún tiempo que no jugaba. Desde las Guerras Clon. En aquel entonces, Beker tenía la costumbre de pasar las horas muertas echando algunas manos con algunos de sus compañeros. Tampoco es que tuvieran nada mejor que hacer. Sin embargo, siempre habían sido partidas deportivas, jugándose poco más que unos pocos créditos. Nada tan impoetante como un trabajo que tal vez fuera clave en sus vidas.

Sin embargo, no le gustaba tener que jugar bajo las condiciones de otro. La partida sería claramente desigual. Estaba más o menos preparado para el desafío. Pero si Jay conseguía mejorar la situación, mejor que mejor.

En aquella mesa había también un humano, hacía lo posible por pasar desapercibido pero era evidente que por su actitud analítica que también formaba parte del grupo de Burg.

—Entonces creo que todo lo que tenía que decirse se ha dicho... hagan juego —y tras decir aquello pidió al "crupier" robótico que se repartieran las cartas.

En cuestión de minutos estabais los seis sentados en aquella mesa redonda. Teníais la atención de casi todo el casino mientras las miradas se entrecruzaban bajo un silencio sepulcral.

El Sabacc era un juego sencillo donde había que mezclar azar y buen hacer, estaba claro que a ojos de un desconocedor en la materia podía parecer un juego de niños pero si se había popularizado tanto en toda la galaxia era precisamente porque encerraba una complejidad solo digna de los jugadores más expertos.

Según las reglas estándar se jugarían tres rondas, el grupo que obtuviese mayor puntuación sería el ganador y se quedaría la "justa" recompensa.

¡Era ahora o nunca!

la fortuna llevaba tiempo si sonreírles y hay una atmósfera de derrotismo que pesa como una crucero espacial sobre sus hombros.  Perder una compañera y el único encargo que parecía bueno en tiempo por una jugarreta fue lo que terminó de desbordar la situación.

Estaban allí, en La Carta de Oro por que se supone que es el único sitio donde quizá se les presenta una oportunidad y antes de lo que esperaban parece que se presenta. Esos tres miserables están ahí burlándose y pavoneándose de ellos, confiados y ebrios de victoria. 

No le hace mucha gracia jugarse todo lo que tienen a una mano, menos aún sentirse impulsado por la desesperación pero menos, mucho menos aún caer en las provocaciones de esos tres mal nacidos cuando puede ser algún tipo de trampa. O quizá no, quizá el orgullo y la satisfacción le está volviendo impulsivos, aprovechar que el enemigo tiene la guardia baja siempre había sido una de sus máximas, hoy no sería distinto.

-La gloria no es para los prudentes- Dijo a su equipo antes de tomar asiento.

Si perdían la nave siempre podían robar o requisar otra, los encargos son más difíciles de robar. 

El crupier robótico hizo el reparto, aún no había tocado la mano y mucho menos mirado que cartas tenían. Se quedó mirándolas y pensando en que tenia un mal presentimiento, de que esto seguía siendo parte de otro engaño.

-Quiero otra mano, aún no las he tocado y la partida aún no ha empezado así que según las reglas tengo derecho a que vuelvan a repartir.- No podía intimidar al crupier que era un robot pero si al resto de jugadores. -¿O es que alguien aquí no va a respetar las reglas del juego?- Evocando las consecuencias que podría tener eso dentro del local y la furia de un mandaloriano ya de por si molesto. 

El grupo optó por jugársela en la partida. Beker se aseguró de colocarse entre sus dos compañeros. Si ganaban y sus adversarios tenían mal perder, no quería tenerlos a su lado. En pelea, Beker era tan peligroso como un porg.

Miraba las cartas que le habían tocado, todavía sin darles la vuelta, reconcomido por los nervios por si era una mala mano. Al cabo de unos pocos, pero largos segundos, las levantó solamente por un lado, sin llegar a cogerlas. Al verlas deseó tener un casco como el de Jhan para poder disimular mejor. Hizo lo que pudo por mantener la compostura.

Seguro de la mano que le había tocado, Beker permaneció en silencio dejando que la ronda continuase.

Jay estaba demasiado viejo para esas cosas. Ni cuando era un soldado clon al servicio de la República había tenido interés en los juegos de carta ni ahora lo tenía. Había aceptado la oferta porque la otra opción era liarse a tiros con esa panda de malnacidos. Y bueno, tenía intención de hacerlo si las cosas se torcían.

No era un buen jugador, aunque que lo mejor que podía hacer era poner su mejor cara de palo y dejar que la partida avanzase. Quizás incluso tenía algo de suerte.

Bajo coacción e intentando dejar claro que no había ningún tipo de truco por parte de los mercenarios de la banda rival, el crupier robótico repartió de nuevo sus cartas a los presentes.

La Twi'lek, tras comprobar que su nueva mano era aún pero que la inicial, le enseñó los dientes a su rival mandaloriano, chasqueó posteriormente la lengua y miró a sus compañeros.

—Bah, solo ha sido suerte. Por pura estadística seguro que terminamos ganando, tenemos mucha más experiencia en este tipo de cosas... —se centró de nuevo en sus cartas.

No se sabía si era por fruto del azar o por una mentalidad eficazmente ágil, que provocó que la jugada de Beker desbancase por completo la mano que tenían sus rivales.

Los mercenarios se miraron con disgusto, habían sido vencidos en las primeras rondas de la partida delante de un público que dejaba caer alguna que otra risa.

—Oh venga ya... —dijo el humano mientras lanzaba sus cartas.

—¿Y si nos olvidamos de todo este asunto, nos seguimos quedando el contrato y prometemos no daros más la brasa? Nosotros también necesitamos el dinero ¿sabéis? Venga, un pacto entre "iguales" —parecía que su plan B era intentar "negociar" inútilmente.

El devaroniano se levantó mosqueado y se enfrentó a sus compañeros.

—Vámonos de aquí, no pienso hacer el ridículo ni suplicar por una mierda de contrato... total, no lo van a poder cumplir —y sacando a la luz un genio arrollador, arrastró a sus compañeros fuera de la mesa.

Aunque su mano era mala logró salir airoso tras hacer caso a su instinto y pedir cambio, dentro de su casco respiró aliviado de que le saliese bien la jugada. Estaba mas tenso ahora que si estuviese peleando cuerpo a cuerpo con esos tres a la vez, los juegos de cartas no son su terreno. 

No hizo ningún gesto mas allá de mirar de Xi´an por su comentario y luego ignorarla para ver como se desarrollaba la partida, el ya había hecho su parte del trabajo.

La suerte parece que nos sonríe con las dos siguientes manos y nos quedamos el contrato entre comentarios de derrota, el mandaloriano se recuesta sobre su asiento algo mas tranquilo pero sin perder de vista que en un arrebato alguien saque un arma o cometa una estupidez. 

-Buena partida, ha sido un placer. -Suena desde dentro del casco de forma honesta, sin apenas mal ganar. 

Un poco mas tarde, cuando el otro trio se ha marchado felicita a Beker por tan tremenda mano con un golpecito en el hombro y un asentimiento.

-Quizá debamos escuchar el holograma en un lugar con menos público. Y tampoco descuidarnos de que esos tres sean un molestia en cuanto salgamos del establecimiento, vayamos a la nave antes de que a esta le pase algo. 

Jay estaba demasiado viejo para esas cosas. Acostumbrado a una vida llena de derrotas y victorias poco triunfales, ese golpe de buena suerte se sintió... extraño. Por un momento casi recordó a Zaressa hablar de la Fuerza. Ni siquiera había tenido que jugar una partida de cartas que sin duda habría acabado en derrota.

Por un momento se temió lo peor, pensó que acabaría a tiros contra Burg y sus matones. Pero decidieron pirarse. En eso sí que iban a tener las de perder.

—Bien jugado compañeros. Ahora vámonos, pero no a la nave... larguémonos del planeta.

Lo mejor que podían hacer era quitarse de en medio hasta saber el contenido del contrato.