Partida Rol por web

Vamos. Mentalízate Alan. Respiró hondo y volvió a buscar una posición en la que su cuerpo se acomodara para el descenso. El maldito viento le había derribado ya unas cuantas veces, y hasta ahora había podido recuperarse. Pero no sabía cuánto tiempo iba a poder seguir así.

Venga. Tú puedes. Tus hombres cuentan contigo.

Miró hacia arriba una vez más. El viento y el agua cegaban por completo su visión. Miró hacia abajo y se concentró en la cuerda. Tenía que lograr descender. Poco a poco. Paso a paso.

Pero la fuerza del agua impidió que pudiera moverse, y una nueva ráfaga de viento le hizo soltarse de la cuerda y quedar totalmente descolocado. Si no fuera por las sujeciones de protección, a saberse si seguiría vivo.

- Mierda. - Masculló entre dientes para sí.

La lluvia me golpeaba incesantemente. Mis fuerzas estaban al límite de la resistencia y logré de nuevo no perder la consciencia a base de agitar la cabeza y convencerme a mí misma de que si no lo conseguía, caería si remedio y desde luego, correría muchas posibilidades de morir.

Miré hacia abajo y también hacia la pared vertical. Todo parecía estar contra mía.

Daba la sensación de que solo un milagro podía salvarme.

Mierda, pensó Andrews, si Guerrero se había caído había podía ser difícil ayudarla, pero la cuerda que se había atado y a la que se anclaba al terreno podía ser el punto del que podíamos tirar para recuperarla y ayudarla a subir desde las paredes del lugar. Aún estando inconsciente podría ser subida si se mantenía atada, y con la resistencia de una marine seguro que ayudaba a mantenerse y seguir luchando.

- Bien Evans, tratemos de usar la cuerda para entrar a Guerrero, si sigue atada es la mejor baza. No me atrevo a salir ahí fuera si podemos solucionarlo así.

Los elementos no daban cuartel. La lluvia caía pesadamente y el mayor Whiteface a duras penas conseguía evitar que las gotas entrasen en orejas y ojos; su cara parecía estar surcada por pequeños arroyos de agua, como la superficie de la pendiente, pero la tierra aun no se había convertido en un barrizal que, muy probablemente, dificultaría aun más el descenso.

Pero lo peor de todo era el viento. Mientras aullaba a su alrededor y azotaba las partes holgadas o sueltas del uniforme, no parecían gran cosa. Entonces, llegaba una ráfaga traicionera como la última y el ranger terminaba dando vueltas, colgado de la cuerda, sobre la pendiente. Y le tocaba empezar de nuevo: recolocarse, encontrar asideros e intentar una vez más el camino de vuelta hacia la seguridad de la cámara en lo alto de aquel montículo.

Alan por un momento llegó a sopesar la posibilidad de simplemente, cortar la cuerda. Y a tomar por culo.

Caería a plomo, pero con suerte podría agarrarse a algún saliente y frenar su caída. Quizá el daño no fuera tan grave.

Pero en un segundo desechó esos pensamientos y procuró volver a centrarse. Tenía que conseguir bajar, joder. Los científicos dependían de él. Guerrero podía estar herida y podía depender de él. Tenía que bajar.

Esta vez el viento continuó golpeando, pero él estaba preparado. Aguanto el envite y consiguió descender unos cuantos metros más.

Alrededor de la marine comenzaba a cernirse un peligro aun peor que las fuerzas de la naturaleza desatadas. El cansancio y el dolor amenazaban con anular la consciencia de Guerrero y con cada segundo parecía más difícil luchar contra aquellos dos oponentes. En una situación más calmada, la sargento posiblemente podría descansar y recuperar fuerzas con facilidad; pero la lluvia y el viento, ajenos a la condición de la mujer tau'ri, perturbaban cualquier posibilidad con su azote imparable e incansable.

El cielo permanecía oculto tras la cortina de agua pero la intensidad del aguacero y la velocidad del viento indicaban que la tempestad distaba mucho de amainar. Podrían pasar horas antes de que la fuerza de los elementos disminuyese, pero ése era un tiempo que Vanessa no tenía.

De pronto, la cuerda experimentó un tirón y comenzó a tensarse...

Mientras Fern agarraba la cuerda y comenzaba a tirar, una sombra humanoide apareció entre la lluvia desde arriba y entró en la cámara a duras penas por una de las aberturas. Era Alan, que regresaba totalmente empapado, con chorros de agua goteando por doquier.

A punto de resbalar. A pesar de sostenerme con fuerza, en cuanto intenté continuar el descenso tuve que volver a hacer acopio de fuerzas para no caer. A pesar de todo, sentía como a mi alrededor el mundo se desmoronaba. Me dolían tanto los brazos y las piernas, que empecé a sopesar que quizás caer no fuese tan grave como yo creía. Después de todo, si moría, lo haría como una maldita heroína pero si sobrevivía, al menos mi cuerpo podría descansar, porque a cada minuto que transcurría todo era más complicado.

Conseguí descender un pequeño tramo, pero no tardé en darme cuenta de que no iba a lograrlo.

No tuve que soltarme ni tampoco caerme, porque sentí que mi cabeza daba vueltas y que al fin, era vencida por el agotamiento y la convicción de que todo llegaba a su fin, cuando el cuerpo ya no podía dar más de sí.

Todo se volvió negro y de repente fue como si la lluvia dejase de caer y el viento, se hubiese detenido, al igual que el tiempo, para mí.

- Voy - dijo el lingüista uniéndose a Andrews a tirar de la cuerda justo cuando Alan entraba en la estancia -. Whiteface, ayúdanos - dijo mientras se juntaba al científico y agarraba la cuerda y daba un tirón a la vez que Fern.

Alan logró poner los pies en el suelo... por fin. Le había costado un esfuerzo sobrehumano superar el viento y la lluvia. Aquella combinación había sido temible durante la escalada, pero ahora ya estaba en tierra, y "a salvo". 

El aviso de Evans le hizo reaccionar con rapidez. De esa cuerda solo podía estar colgando Guerrero, así que se lanzó a toda velocidad para sujetar la cuerda e impedir que su compañera cayera más.

- A mi señal tirad... - Avisó a ambos científicos. Sujetó con todas sus fuerzas y gritó a la par que tiraba: - ¡TIRAD! -

Durante un minuto largo, en la estancia sólo se escuchaba el ruido de la lluvia y el viento fuera, las ordenes de Alan, los gruñidos de esfuerzo de los tau'ri y el roce de la cuerda. La maroma estaba húmeda y, en ocasiones, se resbalaba entre los dedos acompañada por alguna corta imprecación, pero los tres hombres seguían tirando de la cuerda. Ésta ofrecía resistencia de forma continuada, por lo que era muy probable que Guerrero estuviera aún sujeta a ella. El cómo o por qué eran un misterio.

Por fin, con un último tirón, un cuerpo apareció en la abertura. Sus compañeros ayudaron a meter a la marine por la estrecha abertura. Durante toda la operación, Guerrero permanecía extrañamente quieta, sin hacer nada por ayudar en los esfuerzos de Aldo y Fern por pasarla por la abertura. La marine estaba completamente empapada y chorreaba agua por todas partes, incluso cuando consiguieron meterla dentro y la dejaron sobre el suelo. Resultaba difícil decir cuál de los dos militares presentaba peor aspecto, con las ropas mojadas pegándose al cuerpo y las botas emitiendo ruidos húmedos cuando se movían.

Por suerte, una rápida inspección reveló que Guerrero todavía respiraba. Estaba dormida, tal vez inconsciente, y presentaba hematomas y contusiones en algunas partes del cuerpo, sobre todo los brazos y las piernas en su zona exterior.

Guerrero estaba como inconsciente en el suelo Aldo se acercó para colocarla de cúbito por si necesitaba expulsar algo por la boca, pero se percató de que todavía respiraba, bien podría haberse quedado inconsciente.

La colocó boca arriba y le dio un par de palmaditas en la cara.

- ¿Vanessa? ¿Guerrero? - preguntó.

Si no volvía en si tendría que prepararse para intentar despertarla de alguna forma más médica. Comprobó los golpes que la marine presentaba en sus extremidades y comprobó si sufría heridas externas.

- Si no despierta, tendremos que llevarla así - dijo el lingüista - ¿Guerrero, me oyes? - volvió a insistir.

- Mierda, mierda, mierda... - Se maldijo Alan. - No tenemos mudas de ropa, ni mantas aquí... No puede quedarse con esa ropa o sufrirá hipotermia en menos de lo que pensamos. -

Whiteface miró alrededor pero no parecía que hubiera nada que pudiera servirles.

- ¿Qué pasó con la antena, pudieron colocarla? - Preguntó mientras volvía a observar a Guerrero, con cara preocupada.

Cuando se habían dado cuenta de la situación, fueron a tratar de ayudar a entrar a los militares. Con esfuerzo lo estaban consiguiendo, era algo duro para los científicos mover todo el peso que tenían al otro lado de la cuerda, por suerte whiteface que había entrado segundos antes ayudaba enormemente.

Entraron a la soldado que no reaccionaba a las palabras y los gestos de todos. Enseguida Evans avanzó para comprobar el estado del cuerpo que extendía un charco de agua por el suelo. Parecía inconsciente, no eran buenas noticias, tendrían que volver pero más lentos y con más peligro.

- La antena está colocada y en funcionamiento, otra cosa es que sea suficiente la señal. Llevémosla de regreso al interior de la nave, esperemos que el camino de vuelta esté despejado.

Los gritos, pero sobre todo las sacudidas, del lingüista devolvieron a la marine al mundo de los despiertos. Pero no fue lo único que volvió. El despertar de Guerrero fue una vuelta al dolor, entumecido por la inconsciencia, causado por los golpes recibidos durante la caída. Todo su cuerpo parecía haber recibido una tunda de palos o haber impactado con un camión a baja velocidad.

La ropa empapada comenzaba a hacer acusar a ambos militares el fresco de aquella estancia abierta al exterior, sobre todo a la sargento Guerrero, quien todavía yacía en el suelo. Fuera, el aullido del viento y el rumor sordo del aguacero actuaban como recordatorio de la "pequeña" prueba por la que habían pasado y no daban prueba de amainar. Parecía que la tempestad había alcanzado su apogeo y la naturaleza aun descargaría su furia durante un rato.

Aldo dejó escapar un suspiro hondo, se echó hacia atrás y exhaló aire hacia arriba, Guerrero había despertado.

- ¡Menos mal! - dijo - ¿Te puedes levantar? Debemos volver cuanto antes, si seguís aquí vais a pillar una pulmonía de cuidado.

Comenzó a quitarse la chaqueta del uniforme y se lo puso encima.

- Por lo menos tiene mi calor, ayudará, pero hay que intentar moverse - le comentó a la marine.

Alan observó a Guerrero, no parecía en muy buenas condiciones. Se agachó y pasó uno de los brazos de la marine por detrás de su cabeza para ayudarla a incorporarse.

- Yo la ayudo. - Dijo mientras ambos se incorporaban, aunque fuera por levantarla casi a pulso si era necesario. Pese a las inclemencias del tiempo sufridas cuando estaba fuera, se sentía con fuerzas para cargar con la Sargento. Si ella no se veía capaz de aguantarse en pie, el propio Whiteface la llevaría en brazos. Pero no dejarían a nadie atrás.

- Evans, Andrews... abran camino y evitemos cualquier posible encuentro o conflicto con los bichos. Lleven algún arma a mano, por si acaso. - Ordenó.

Me levanté, o más bien, me levantaron, pero estaba demasiado dolorida como para hacer fuerza. Todo me daba vueltas, así que sin poder evitarlo, las nauseas me superaron, haciendo que echara el escaso contenido que aún me quedaba en el estómago. Después, miré a mi alrededor, sin ser capaz de identificar rostro alguno, y noté como mi cuerpo se desplomaba y algo, o alguien, intentaba sostenerme.

Cerré los ojos y volví a abrirlos, viendo entonces al mayor a mi lado.

-Se-ñor. Estoy... lista para... el ser... vicio.

Volver a los tuneles en el camino descendente de vuelta no fue fácil. Caminar agazapado o encorvado al tiempo que sostenía a una persona tambaleante, cuyas piernas a veces fallaban al abandonarle momentáneamente las fuerzas, o que se desequilibraba y amenazaba con arrastrar a ambos al suelo pasó factura al avance del ranger. Extremar las precauciones sólo ralentizó más la marcha, y tener a dos civiles con una instrucción militar básica como vanguardia ya la estaba haciendo más lenta de lo preferible.

En un momento dado, cuando el túnel se abría, a pocos pasos de distancia, a una de las estancias circulares, una ráfaga de viento procedente de la cámara superior bajó silbando y provocó un estrecimiento de frío en ambos militares. Como si hubiera sido un presagio, Aldo y Fern captaron al tiempo ruidos que provenían del espacio amplio más adelante. En el ascenso, aquella cámara que habían atravesado estaba vacía. Sin embargo, ahora podían oir el ruido rítmico de patitas delgadas pero duras contra el suelo. Y por la cadencia, daba la impresión de que los artrópodos estaban bastante agitados en comparación con los que se encontraron moviendo los extraños sacos blanquecinos.

Solo duró un momento. Tras haber dejado claro que estaba todavía en pie y que podía hacer lo que necesitaran, me desvanecí por completo, sin saber cómo, dejándome arrastrar, llevar o tirar al suelo, porque las fuerzas me habían abandonado y ya no podía hacer mucho más, aparte de perderme en mí misma.