Partida Rol por web

Comedor común del psiquiátrico femenino Saint Dominique de Boston, Massachussets.

A veces los médicos y enfermeras consideraban bueno que las internas comieran juntas (siempre bajo vigilancia estricta, por supuesto) y solía ser tranquilo.
A diferencia de los psiquiátricos masculinos, los femeninos solían estar llenos de suicidas, bipolares o depresivas... Salvo casos aislados que eran bastante famosos... Casos como el de la internacionalmente conocida violinista Evangeline Martell, que asesinó al crítico que intentó hundir su carrera.

Las había también con el síndrome de la mujer maltratada, alguna que otra esquizofrénica, siendo la más destacable una tal Caroline Vandemberg, quien no había puesto nada de su parte en su recuperación y se dedicaba a acosar con una grabadora a sus compañeras, narrándolo todo en voz alta, como si estuviese retransmitiendo la historia de su vida.

Otras famosas en el sanatorio eran Christina Reed, Melissa Clarke y Laura Conner-Nolan. Las dos primeras iban juntas a todas partes en cuanto se les daba permiso, parecían un par de amigas de instituto... Nadie diría que Reed, ingresada en el ala de máxima seguridad, parecería tan mansa con una interna esquizofrénica. Laura Conner, por su parte, se decía que era "la más loca" del lugar. Sufría una gravísima esquizofrenia, fácilmente confundible con autismo, a menudo chillando y llorando sin razón alguna. Tenía un novio que la visitaba a muy menudo, llevándole flores y cubriéndola a mimos. Un chico guapo pero de aspecto cansado, melenita castaña y ensortijada, ojos castaños y palabras dulces. Sólo con él Laura decía a veces una palabra coherente, y solía ser "cuidado".

Era la primera vez que la sentaban en el comedor común junto con las demás, todas ellas tenían su pequeño grupo, el más numeroso sin duda era el de Evangeline, quien, venerada por otras internas por su capacidad musical, era la "Reina del loquero".

La comida transcurría tranquila...

Hasta que un grito desgarrador hizo eco en la sala. Un grito que helaba la sangre, agudo como el de un bebé, con el eco del de un animal que estuviera siendo asesinado...

Plena luz del día. Todas las demás seguían comiendo como si nada sucediese mientras las que habíais oído aquel alarido sentíais el vello erizar...

Melissa permanecía cruzada de piernas sobre la silla de cara a la mesa, haciéndose caracolillos con los mechones de pelo mientras comentaba con Reed por qué las plantas de interior eran recomendables para la salud:

- (...) Lo ví una vez en la tele... Uno de esos programas cutres de saluuud y... cosas de esas... Pero la gente pasa - explicaba de forma lánguida, gesticulando con una mano, sin dejar tranquila su melena con la otra. Pero perdió la sonrisa en cuanto escuchó los alaridos, y abrió sus grandes ojos agua sucia asomándose en busca del foco de locura...

Estaba tranquila, había encontrado un rincón oscuro en el que nadie me haría daño, aquí entre los escombros, y por eso sé que esta vez no he sido yo, yo no he gritado, esta vez no, Dave, estoy segura de que hay muchos más, aquí conmigo...
Una alucinación ha abierto los ojos y levanto mi mano hacia ella, ella lo ha oído y lo busca, quiere saber de dónde viene, pero la verdad es que no lo quiere, y tiene que saberlo.
Levanto mi mano hacia ella, Melissa, Melissa... Ellos hablan de ella y de otro...
- Melissa, Allen... No les hagáis caso... No hagáis caso al grito, el grito no está con vosotros, el grito está conmigo, Melissa... Melissa... - balbuceé, abriendo mucho los ojos y girando la mano, que crujió.

- Había oido algo de que lo cactus absorvían las... - Reed seguía la conversación de Melissa con voz casi somnolienta. No es que la botánica fuera algo que le interesara pero esas conversaciones triviales le hacían su vida de interna más amena. Miró hacia donde venía el grito y siguió comiendo sin más. Escuchar gritos en un lugar como aquel era tan común...Aburrido. Levantó una ceja al escuchar hablar a Laura, contestando casi despótica - Pues lo hemos escuchado todos - Sentenció y se llevó el tenedor a la boca.

No obstante, unas cuantas chicas miraron a Christina con recelo al oir esa respuesta... ¿Ahora Reed oía lo mismo que la zumbada de Conner?
Todo el mundo miró a Kerry. Ella había sido militar, tenía un oído fino además de los sentidos perfectamente aguzados, siempre que había un ruido, ella era la primera en escucharlo.

La pobre chica no pudo soportar la guerra, aún así, y actualmente sufría delirios paranoides...

Señaló a Christina:

- ¿Le sigues el juego a Conner...? - preguntó, en voz algo baja, como si quisiera que Laura no le escuchara - ¿O es que te han introducido su locura...? ¿Porqué dices "todos" en lugar de "todas"...? ¿Eres tú un hombre...? - miró a las demás - ¿Lo sois el resto...?

Una celadora empezaba a fijarse en la mesa, concretamente en Kerry, que parecía agitada...

Clarke no perdía de vista a Conner por el rabillo del ojo, echándose lentamente hacia un lado para evitar entrar en contacto con la esquizofrénica, a cámara lenta. No obstante, aquella mezcla de aburrimiento y curiosidad la incitaban a preguntar. Aún con todo seguía siendo una joven curiosa:

- ¿Quién es Allen...? - la respuesta de Christina también la había desconcertado un poco. Estaba tan perturbada que ya desconocía si el origen de las voces era real o imaginario... Y acabó pestañeando cansinamente para entonces prestar atención al interrogatorio de Kerry. Una mirada general a las chicas, y de nuevo la atención a su plato... - No son hombres... ¿No es obvio...? ¿Cómo iban a serlo?

- Una simple forma de hablar - Dijo con voz fría alzando de nuevo la vista hacia Kerry - Un mero error lingüístico. ¿Acaso es importante? - Suspiró.

- Otro que salvó el mundo, es que eso dice - me toqueteo la costura de la cintura del pijama blanco sin otro objetivo que el de tensar y destensar la gomilla, cabizbaja después de recibir la respuesta de Christina - Hay más hombres que mujeres, y mi David está ahí ¡Ay, mi pobre amor! - me lamento con un par de lágrimas todavía en las pestañas - Y si anda al lado de una frontera triste y pobre, todo irá bien, porque Christina no puede matarle toda la vida... A mi Dave no, no. Porque está el salvador y no le va a dejar, ya lo veréis cuando mi grito sea el vuestro, qué pena - sigo jugando con la gomilla, hablando como una niña que se excusa de haber robado bocatas en la guardería diciendo que tenía hambre... ¡Pobre niña, sus padres no le dan de comer...! - Nos acordaremos suplicando de la vez que tuvimos caritas de muñeca... Y siempre, siempre, siempre de los poemas, sus poemas, ya no está conmigo...

Con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos abiertos como platos... Caroline observaba a todas las integrantes del comedor. De una a una... con un tenedor en una mano; con la grabadora en la otra mano, con el dedo pulsado en el botón REC... y con el plato completamente lleno... iba repasando a sus compañeras con una felicidad incomprendida, completa y totalmente... ni siquiera el espantoso y horrible, además de gran y perverso chillido consiguió que se le borrara aquella sonrisa de satisfacción... quizás macabara, de la cara.

Fue cuando Christina Reed habló en plural masculino, y fue cuando Kerry Gallagher se cuestionó la pregunta de si había hombres allí... Caroline reaccionó, parpadeando.

¿Hombres...? ¿Entre nosotras...? - se balanceó sobre la mesa, su pelo cayó encima del plato, manchándose... aunque a ella no parecía importarle en absoluto; dejó el tenedor encima de la servilleta... y de una a una, fue mirándolas... muy despacio... - Pues claro que hay hombres entre nosotras... una de nosotras... debajo de su bata no esconde lo que todas creemos...

Se separó de la mesa de repente y se hecho a reir como tal loca posesa - ¡JAJAJAJAJAJAJAJAJA! ¡Hombres! ¡CLARO! - gritaba; se levantó, de repente y de golpe... y empezó a moverse, casi arrastrando los pies entre las mesas y las sillas... con una mano enfrente de su boca, y al lado la grabadora - Ahora mismo... Caroline Vandemberg se encuentra siguiendo las pistas del misterioso caso del Comedor Común del Psiquiátrico Femenino Saint Dominique de Boston... una de sus compañeras es un hombre... ¿pero cuál? ... ¿y por qué el sanatorio se llama Saint Dominique de Boston si estamos en Massachussets...?

Seguía caminando, arrastrando los pies... mirando a sus compañeras con unos ojos abiertos como platos... casi parecía que le iban a salir de órbita; y hablando en susurros a la grabadora, con una voz suficientemente alta cómo para que todas las presentes la escucharan... y con una enorme sonrisa que le llegaba de oreja a oreja...

- Esconde cuchillos, cuchillos y collares - digo después de Caroline, cogiéndome el pelo corto por detrás de la nuca y meciéndome - como un resplandor blanco en su cabeza joven, como un pentagrama silencioso y emborronado de tinta, una aguja vacía y una escultura que se mueve, un cachorro alienígena ¿Puedes oirme, Salvador? No te llamo a ti, Allen, no ¡No toquéis a mi hombre, aunque sea joven, aunque sea guapo! - cierro los ojos ¡que no lo toquen! - La luz de aquí es como la luz de luna, que no existe, que solo es un reflejo ¡Por favor! ¡Ayuda! ¡No quiero gritar más! ¡No os acerquéis a mi si no me traéis una raíz de árbol o al de los ojos de luna! - la verborrea sigue pero se convierte en un balbuceo que ni yo comprendo.

Mel se giró a Christina, con un ojo mas abierto que otro, turbada:

- ¿Ya has matado a Dave? - negó, desaprovando aquello y llevándose el tenedor a la boca. El chico de Conner le parecía una monada... - Muy mal. Muy-mal...

Vandemberg. La única ingresada con peligro de desgarrarse las comisuras de la boca y provocarse a sí misma la sonrisa del joker. Alguna que otra vez había conseguido sacarle una carcajada a la joven adolescente con sus deslumbrantes ideas, y ésta era una de aquellas veces en las que Melissa se detenía a prestarle atención, siempre con su acreditada pesadez.

Cita:

- Porque es la capit... Neh... - negó. Era divertido presenciar semejante espectáculo como para cortar el rollo. Levantó la mirada a Christina con aquel par de ojos abiertos y una leve sonrisa pintada en sus jóvenes labios, ladeando la cabeza - Si hay un tío aquí, no creo que dure mucho... ¿Crees que hay uno que se hace pasar por mujer? - preguntó mientras se peinaba el pelo con la mano... Pero se giró a Conner, dejando la vista perdida mientras la muchacha se desahogaba... - La luz... La luz no llega a este lugar... - musitó para sí misma, templada... - Nunca nadie la ha visto, porque nos tapan los ojos al nacer...

No toquéis a Allen... ¿quién es Allen? ¿...David y Dave? Caroline Vandemberg va caminando por la sala... sin pestañear mientras mira a todas las enfermas mentales que hay en el comedor... oh... Laura... - en este momento, Caroline se agacha enfrente de Laura con la grabadora en mano y con su casi tétrica sonrisa en su rostro - ¿No eres tú la que tiene un novio muy guapo y apuesto? Tú... Laura Conner... ¿acaso le has puesto los cuernos con algun Allen, David o Dave...? ¿Acaso él te los ha puesto a ti...?

Ladea un poco la cabeza, sin dejar de mirar a la rubia con los ojos completamente abiertos - Yo podría darte consejos para que él no te ponga los cuernos... oh, sí... podrías coger un cuchillo y... ¡ZAS! ... haciendo el movimiento con la mano, Caroline se levanta y mira a todas las mujeres de la sala... las señala, con la mano que no contiene la grabadora y vuelve a mirarlas... no deja de sonreir... yo sé quién es el hombre... sí... sé quién es el hombre que se disfraza de mujer para vernos desnudas en nuestras habitaciones... sí... el juez disfrazado... ¿quizás...?

Vuelve a caminar, arrastrando los pies, colocando ambas manos detrás de la espalda... hasta que de repente, se inclina a la mesa dónde están comiendo Christina y Melissa, poniendo ahora las manos encima de dicha mesa y mirándolas, con los ojos extremadamente abiertos - ¿Será una de vosotras el juez...? ¿o tendría que decir vosotros...? Caroline Vandemberg se vuelve a separar de la mesa de dichas sospechosas... o sospechosos... y se dirige de nuevo a su sitio... sintiendo que está cada vez más cerca de la verdad que concierne esta sala de comedor...

Me hago un ovillo al tener a mi lado a Caroline, ¡cómo me gustan sus libros! Pero no tanto como los de él. La respiración de ella a mi lado quema y me retuerzo para no sentirla, pasando una mano encima de la cabeza como un gato que se asea las orejas.
- Mi ma-marido - le corrijo enseñándole la alianza de boda moviendo los dedos de la mano que tenía cerrada sobre el puño - Mi marido Dave... Infiel... Con el oro, infiel... A él mismo - lo mas parecido a una conversación que estoy teniendo desde que estoy enterrada. La miro, ella no sabe nada de mi David y de lo que yo le amo, todo lo que yo quiero es que sea feliz, nunca le clavaría un cuchillo. Además, se equivoca, Christina Reed y Melissa Clarke no son él - Nachjbar. Es Nachjbar - se está equivocando muy mucho.

Evangeline comía en silencio. Ella no estaba loca y esto era una casa de locos. Mira a su alrededor. Sus miradas, sus miradas perdidas, sus palabras iconexas... Podría ser música.. Un cúmulo de sonidos que se elevaban creando nuevos timbres. Sus palabras insignificantes que a su vez contenían significados profundos... Bah, ahora no.

¿Y este alboroto ahora? ¿Es que aquí no se puede comer tranquilamente?

Evangeline abre la boca sin siquiera levantar la mirada.

Kerry parecía cada vez más irritada con las voces que daba Caroline, de un lado para otro, mientras una enfermera la cogía suavemente del hombro y le pedía que por favor se sentase.

Un círculo de silencio sumiso se hizo alrededor de Evangeline, por parte de sus compañeras... Una enfermera se acercó entonces a Laura para asegurarse de que había tomado sus pastillas... Y entonces, a la vez que Evangeline terminaba de beber un poco de agua y volvía a mirar su plato, descubrió que su ración, al igual que las de Melissa, Christina, Laura y Caroline ya no estaban. En su lugar había, simplemente, un puñado de tierra, limpia y húmeda.

- ¿¡Qué cojones...!? - Kerry se levantó de súbito mirando el plato de Christina, sentada frente a ella. Nadie se había dado cuenta de cuándo había cambiado el contenido del plato, pero las internas empezaron a escupir lo que masticaban temiendo haber comido tierra, algunas gritaron que tenían gusanos en el estómago, otras que un árbol estaba empezando a crecer en su vientre, que lo sentían, otras metían las manos, con curiosidad, en la tierra de los platos... El caos estaba a punto de estallar y las enfermeras y celadoras se replegaron hacia las puertas, quizás para proceder a tomar medidas drásticas...

La estancia empezaba a llenarse de lamentaciones, gritos histéricos, sonidos de platos cayendo... Era fácil que cundiera el pánico, aunque fuera a pesar de un sencillo elemento si éste había aparecido súbitamente...

El altavoz pedía calma, pero algo se alzaba por encima... De nuevo aquel grito horrible, muy por encima del resto de voces...

Lo oías... Ésta vez estaban entre ellas mientras corrían de un lado para otro... Venía de distintos enclaves...

- Llámale... - voces que cruzaban suspiro con grito, interrumpiéndose unas a otras...

- ¡Mi cuerpo sigue sangrando! - desde el fondo de la habitación...

- Sangre... sangre... Mi respiración... - parecía que corría alrededor...

- Sigo esperando... - un lamento, venía desde detrás...

- ¡¡MELISSA!! - se fusionaba con aquel grito incansable...

Los ojos abiertos de par en par y la boca abierta completamente, dio unos pasos hacia atrás. No, ella no había comido nada, y veía a las demás escupir lo que habían comido... la tierra que se les había puesto en la boca de repente... los gusanos que decían tener en los estómagos... ¡los árboles!

Ahora sí, Caroline Vandemberg, se había sorprendido de verdad. Siguió mirando a todas aquellas locas de una a una... mientras una sonrisa afloraba en su rostro. Por un momento, solo un momento, Caroline Vandemberg se había quedado estupefacta... sin saber qué hacer y cómo reaccionar, sin saber cómo seguir la narración. Pero ahora ya lo sabía. Sabía qué debía hacer para alimentar aquel relato... aquella magnífica idea que se le había puesto en cabeza... ahora, incluso el Juez había dejado de ser importante... había pasado a un segundo plano. No podía dejar escapar aquel momento... no permitiría que el caos sucumbiera, así debía permanecer... para que sus sentidos y su grabadora, un casi anexo a ella... fueran las testigos.

Cogió una de las sillas del comedor y se puso encima de ella, con ambos brazos extendidos y con la grabadora en una mano... Caroline habló, más seria que nunca.

¡AMIGAS! ¡INTERNAS DEL PSIQUIÁTRICO FEMENINO SAINT DOMINIQUE DE BOSTON! ¡Os debo informar que habéis hecho enfadar a la Madre Tierra! ¡A GAIA! ¡Y por ello debéis huir y esconderos! ¡Esconderos muy lejos! ¡Tirar todas las rejas del manicomio que os encierra y... ESCAPAAAAAAAAR!

Caroline bajó de la silla... la sonrisa volvía a estar en todo lo ancho de su cara, otra vez aquella sonrisa casi macabra y un tanto orgullosa. Pues ella no había comido nada. Su estómago estaba a salvo, y eso era lo importante.

Clarke sólo había podido responder a las conjeturas de la periodista con una ancha sonrisa y una débil risilla acentuándola...

Pero al volver a centrarse en su plato, la voz de la militar lograba alertarla al tiempo que sujetaba de nuevo el tenedor.

...TIERRA

De inmediato, se apartó de la mesa propulsándose hacia atrás con ambas manos, pegando un traspié con la premura del gesto, a punto de haberse comido el suelo... E inconscientemente se llevó también la mano a la garganta, tosiendo repetidamente hacia un lado con temor de haberse tragado aquello...

- ¡¡Coooff!! ¡¡coooofff...!! ¡...Haaaaah! - cogió aire, jadeando con los ojos muy abiertos, encorvada y pálida. Derrepente alzó la cabeza y comenzó a desviar los ojos hacia diversos puntos de la habitación. Al principio parecía perseguir a las internar que se removían de un lugar a otro, presas del pánico, pero no... Quien se fijara observaría que perseguía la nada de forma frenética, sujetándose la cabeza con ambas manos:

- Nnnnngggghh... - Se quejó, tapándose los oídos a conciencia, apretando los dientes con la expresión desesperada... - ¡¡¡...AAAAAAAAAAAAAAHHHH!!! ¡¡¡DEJADME!!! ¡¡¡DEJADME EN PAZ!!! - chillaba mientras se retorcía y negaba fuera de sí, sujetándose con fuerza la cabeza con los ojos cerrados... Suplicante... - ¡Déjadme en paz...! ¿...A qué esperas? ¡¡...CALLAOS!! - derribó una de las sillas en un ataque de ira - Por favor... - susurraba...

Christina no pudo evitar escupir, casi en una arcada, el contenido de su boca. Estaba muerta de asco, pálida y notando peligrosas contracciones en su estómago que le alertaban de que posiblemente acabaría vomitando. Los gritos de Melissa hicieron que se giraran hacia ella. Mel era la única capaz de inspirarle... algo en ese lugar. Acarició levemente la cabeza de la adolescente - Vamos...tanquilízate...Es solo tierra...No les hagas caso...- Conocía las crisis de Melissa...Unas cuantas pastillas mágicas y estaría como nueva...

Una cancioncilla que canta la vieja una y otra vez, pero yo lo hago con mi voz joven, con mi voz joven y ¡Oh, qué triste voz, te echo de menos, mi amor! la tarareo mientras una de mis manos pulsa el teclado que es la mesa ¡Oh, que triste melodía! Me echo un puñado de tierra a la boca, la mastico y trago. ¿Esto? Esto no es nada. ¿Gaia? ¿Sera eso de verdad? No se puede escapar. La tierra se ha tragado el cielo y las legiones no nos dejarán escapar.
- Pobrecitos soldados...
Empiezo a llorar mientras mastico y tarareo. Me dan tanta pena, tengo tanta hambre que me comería el movimiento que se vuelve loco a mi alrededor, ¡pobres, oh, pobres!