Marvin, ahora rebautizado como El Bermejo, abrió sus dorados ojos sobresaltado ante la inesperada elusión de su fatal destino y creyó estar siendo asistido por un ser proveniente de los Altos Cielos, ya que los Bajos Cielos vienen a ser una especie de suburbio, aquello está bastante contaminado con toda la Revolución Industrial que están orquestando los gnomos y, en la práctica, es de muy mala educación llamar de forma velada «marginado» a tu salvador alado, ¿verdad?
—Ugh… ¿Mamá? —inquirió el dracónido, parpadeando varias veces para recuperar su enfoque visual. También el sentido de las proporciones. Porque mira que confundir a un semielfo con una dragona…
Pero allí no estaba un ángel bajado desde los Altos Cielos para asistirle y evitarle su ineludible cita con La Muerte…
—EN EFECTO. AQUÍ ESTOY. EN COMPLETO ÉXTASIS MIENTRAS OBSERVO CÓMO MI AGENDA SALTA POR LOS AIRES. OTRA VEZ.
>>…
>>…
>> ¿PERCIBÍS LA GÉLIDA SOMBRA DE MI SARCASMO?
Estaba el Héroe que el Feywild necesita.
El Capitán Phandalin.
Sin G.
El semielfo parecía aunar en su silueta el cansancio y el hastío del guerrero al que solo le han entregado una pala y le han ordenado batirse contra el desierto, y sin embargo sus ojos brillaban con la resolución del que se siente capaz de luchar contra un huracán…
Y ganar.
Marvin tomó el brazo que le ofrecía el paladín y levantó su pesado y hercúleo corpachón para tomar la odachi que había conquistado al campeón hobgoblin.
—No se equivoque, Capitán —dijo El Rojo lanzando un esputo sanguinolento y comprobando con una floritura el equilibrio de su nueva y temible hoja para pasmo total de los goblins circundantes— Usted, al igual que yo, somos Phandaling. Warrick, deja de lloriquear. Eres un enano, maldita sea. Aún no ha llegado mi momento. Mientras tenga al Capitán cubriéndome el flanco, estos pielesverdes van a tener que jugar mucho más duro para acabar con el Rey de la Pelea…
Hubo un rugido ensordecedor. Algún goblin dejó escapar una traicionera ventosidad. Ya se sabe que los rugidos primitivos draconianos aflojan los esfínteres.
Marvin parecía en forma. Diríase lozano. Hidratado. Robusto como un roble.
—¿Qué te parece un segundo asalto… amigo? —preguntó sonriendo de soslayo a Thárivol.
Warrick desalojó un mosquito que había allanado su retina sin su permiso.
—Jo… Es que son tan épicos juntos… ¡Eh! ¡Soy un enano con sensibilidad artística! ¡Y a mucha honra, paquidérmico tomate astado!
Marvin se giró hacia él, el fuego acudiendo a sus pupilas.
—Vale, vale, me he pasado. No quería tocar el tema de los «cuernos» delante de extraños, pero… ¡Eh, Marvin! ¡Un goblin de tres cabezas!
Realmente eran dos goblins subidos a cuestas de un sufrido tercero con intención de hacer no se sabía muy bien qué.
Solo se podía estar seguro de una cosa...
No tramaban nada bueno.
—¡Loado sea Bahamut! —clamó Marvin en una nada sutil referencia a cierto vípedo insidioso… ¿O se refería al Padre de Dragones? Bah, qué más da. ¡Clamó Marvin, decía!— ¿¡Qué diablos están haciendo estos chalados!?
Y los goblins, ahora una suerte de castillo acrobático y tambaleante, replicaron al unísono tal y como habían ensayado, por supuesto.
—¡¡¡ZHANDER-MEGAZOOOOOORK!!! —rugieron, algunos con dudosa convicción.
—¿¡Tú eztáz zeguro de ezto, Blob!? —preguntó un goblin bastante inquieto razonando que, aunque sobre los hombros de tres goblins uno podía sentirse más seguro ante la posibilidad de recibir una puñalada en la tripa, en caso de una eventual caída se iba a dejar los piñoz. Y la profesión de dentista, cuestión que no resultaba baladí, era harto inusual en la sociedad goblinesca.
—¡JA! ¡Vamoz a aplaztarloz! ¡Haced kazo al maeztro! ¡Lo vi en una pelíkula!
Célebre epitafio goblin.
La Muerte desplegó su cuchilla portátil.
—AL MENOS EL VIAJE NO HABRÁ SIDO EN VANO…
Suspiró.
Luego, se dejó llevar entre el baile de flechas, espadazos, lanzamientos de hacha, griterío variado, algún que otro esguince de tobillo y atronadores aullidos de dolor mientras recolectaba almas al son de una atemporal melodía...
Euhhh...
Quise decir, una atemporal melodía...
Y cada vez que Thárivol Nailo acababa con la vida de un goblin secundado por sus camaradas, ahí, en el preciso instante del golpe fatal, estaba La Muerte, tan cerca del semielfo, tan atenta de sus movimientos, tan ávida de cosechar su alma, que comenzó a hablar para sí misma, anhelando el funesto desenlace para el paladín mientras la escaramuza llegaba a su clímax.
—BAH, SEGURO QUE NO PUEDES HACERLO CON LOS OJOS CERRADOS.
El Capitán cerró sus ojos y canalizó un potente tajo horizontal para desbaratar la defensa de su goblinesco oponente.
—DEBERÍAS PROBAR A LUCHAR CONTRA TRES A LA VEZ.
Tres goblins rodearon al Capitán dispuestos a navajearle, pero solo uno sobrevivió a la rauda estocada defensiva del semielfo. Marvin se comió al superviviente. Eso afirma Warrick en su crónica.
—QUÉ ABURRIMIENTO. ¿HAS PENSADO EN LUCHAR CON TUS MANOS DESNUDAS? POR DARLE ALGO DE EMOCIÓN, DIGO.
Un goblin se abalanzó -¿O se precipitó desde el Zhander-Megazord?- encima del Capitán y este perdió su arma momentáneamente. Para liberarse de su atacante, le lanzó un castigo divino… con su puño.
—APESTAS.
El Capitán no habría podido negar que estaba bañado en sangre, sudor y lágrimas, estas últimas goblins, sin duda. Denle un respiro a ese hombre. La guerra y la higiene no son buenas compañeras de cama.
—¿¡OTRO 20!? ¿¡ES QUE NADIE VE QUE SUS DADOS ESTÁN TRUCADOS!?
Yo sí, y no me quejo.
—POR FAVOR, ESO HA SIDO SUERTE.
¿Y acaso no está la suerte de parte de los audaces?
—¿¡PERO POR QUÉ NO MUERES, TONY!?
Le llaman Thárivol.
—OH, UN FALLO INEXCUSABLE. ERRARE MORTIS EST.
Buena cosecha, señora.
Capi, último mensaje de fantasía.
Te quedas con Marvin, Warrick, Robín y Alea.
Tras tu mensaje, mando yo un último mensaje de cierre.
Voy con Shugo, C1d y Lyra.
Lazlo se disponía a esparcir los engranajes que componían el interior craneal de nuestro simpático escudero-boinero cuando, oh, drama, un destelle metálico seguido de un anticlimático olor a cerezo trasladó al jefazo goblin la alarmante sensación de que algo iba mal. Para acrecentar a la sensación de suspense, el brazo armado de Lazlo salió volando, trazando un arco parabólico en el aire y cayendo sobre una burbujeante olla de contenido sospechoso. Incluso, fétido.
El cerebro de Lazlo no pareció percatarse de que su enemigo ancestral -que sí, que se habían conocido esa mañana, pero se odiaban hasta tal punto que no existía en el Multiverso una realidad alternativa en la que el goblin y el lebregón tuviesen una respetable relación de vecindad- le acababa de rebanar el brazo. Con un corte muy limpio, por qué no decirlo.
—Hmmmm… —Lazlo, pensativo, obvió que sus secuaces -por cierto, una palabra muy divertida en goblin- le abandonaban de modo rastrero ante el pronóstico de enfrentarse a un conejo armado con una katana, un autómata con razonables motivos para sentir rencor hacia sus verdosas personitas y, matiz interesante, una presencia homicida e imperceptible.
—¿Zabez? Eztáz empezando a kabrearme mucho… Glu-glu-glu…
Lazlo ingirió un vial que guardaba en un compartimento secreto alojado en alguna parte de su cinturón de argucias y villanías, objeto mágico que usted no encontrará en ningún bazar del aventurero, no, señor.
[Dedicada a mi lebregón]
De repente, Lazlo parecía diferente. La euforia de estar empuñando a la legendaria Kubasimaru pareció palidecer ante la remota, remotísima posibilidad de que el goblin estuviera… ¿Cómo decirlo? ¿Creciendo? Sí. Eso.
—VIENEZ AKÍ, A MI KAZA, EL DÍA DE LA BO… ÑEH, EN MITAD DE UNA EZTRATAGEMA BRILLANTE Y MAGIZTRAL PARA BIRLAR UNA FUENTE DE GLAMUR A LA APEZTOZA ALDEA DE PHANDALING. MATAZ A MI MADRE, A LA QUE IBA A KARGARME YO MIZMO. MATAZ A MIZ CHIKOZ, A LOS QUE YA ME ENCARGABA YO DE PATEAR CON ALEGRÍA Y PROFUZIÓN. Y VIENEZ A KITARME MI BOTÍN… Y MI BRAZO —Guau. Menudo eco había cobrado la voz de esa musculada cosa antes conocida como Lazlo— VALE, KONEJO… ENZÉÑAME DE KÉ PAZTA EZTÁZ ‘ECHO.
>> LUCHEMOZ EN LAZ ZOMBRAZ…
Para horror de los presentes, el brazo cercenado de Big Lazlo estaba creciendo a velocidad pasmosa. Un nuevo brazo. Más fornido. Mucho más fuerte. El condenado goblin, ahora una auténtica mole de músculos de más de tres metros de altura, golpeó el suelo con terrible fuerza, reventando tablas y excavando a gran velocidad para precipitarse bajo el Fin del Mundo.
Allá abajo, la vista solo alcanzaba a vislumbrar una insondable oscuridad.
Allá abajo, además de Big Lazlo, había más de una docena de motivos para apresurarse tras los pasos del infame jefe goblin mutante.
Y una de esas razones se llamaba Tammy.
¿O era Missy?
Una interferencia espaciotemporal surcó el Feywild.
Shugo, C1d y Lyra pueden, si lo desean, despedirse con un último mensaje. Lo cierto es que el de Shugo es testimonial. Sé que va a honrar su código de honor y salir tras su némesis. La cuestión es... ¿Alguno saldrá a ver cómo ha culminado la reyerta entre el Capi y los gobos?
No he considerado ya productivo hacer tiradas por Lazlo por si detectaba a Lyra. Prefiero dejar a la shadar kai gozar de su estatus de asesina holística.
Mi sincera enhorabuena, Shugo. Has logrado desenvainar a Kubasimaru cumpliendo los tres requisitos solo con tu roleo, sin tiradas que valgan. Ahí es nada. Fuerza fue el último que cumpliste cuando el lebregón decidió conquistar a su peor enemigo: su orgullo. Habilidad cuando luchó contra los gobos shinobis en solitario y con razonable éxito. Y finalmente, Astucia cuando pretendiste reventar la Goblineta y, al torcerse tus planes, intentaste usar la maldición de la espada en tu beneficio para desarmar a Lazlo. Luego apareció Akechi, pero eso es otra historia y no desmerece tu argucia.
Merecido premio para un PJ que ha jugado hasta ahora con un claro hándicap y fiel a su personalidad y a sus defectos.
Tras vuestros mensajes, haré seguro uno de cierre con Kubasimaru. Si encuentro necesario u oportuno añadir algo más, así lo haré.
Eso iba a doler, pero no a él, se refería al dolor o sufrimiento que la mirada del lebregón prometía a Lazlo. Que miedo, que miedo. Y parecía que tendrían el honor de ver su espada, aquella que se había estado guardando todo el rato. Honor para C1d, para los verdosos sería seguramente una noticia desagradable. No se podía negar, la cosa se estaba poniendo muy épica, y lo decía como lector casual de novelas de variada índole. Menos cosas de terror, que luego su modo de descanso no funciona óptimamente. Qué cosas.
Cuando se dio cuenta el brazo de Lazlo volaba junto a su arma, en lo siguiente que se fijó fue en el lebregón y su posición actual. Eso había sido rápido y precioso. Era admirable. A todo esto, C1d pudo notar que ya no estaba sometido por los verdositos, empezaron a huir al ver aquel corte. Parecía que al final ni matarlo hacía falta para que salieran corriendo. Con solo dañarlo ya se acobardaron. Después eran unos seres cobardes, oportunistas y sin honor de ningún tipo.
- Las fechorías de tu grupito se acaban hoy -dijo mientras se levantaba, pero sin el poder que querría tener en su voz. Se había temido lo peor cuando lo atraparon, la verdad aun estaba algo cuajado. Ahora, ¿Para qué diablos sería esa posición?, precavido, no confundir con asustado, C1d retrocedió unos pasos. Por su crecimiento de tamaño a lo largo del tiempo él consideraba que había sido una buena decisión.
Diablos. Lazlo parecía haber consumido lo mismo que alimentarse los músculos de aquel extraño pato en la aldea. - ¿También le caerá un rayo en algún momento? -se preguntó en alto mientras inclinaba la cabeza. Como fuera, inspirado en cierto videojuego con preferencia geométrica, Lazlo descendió a las oscuras profundidades. Y ante la posibilidad de que el resto de las aldeanas estuvieran en peligro sintió la necesidad de perseguirlo.
- ¿Vamos? -pregunto al shinobi- Oh, y muchas gracias, Sr. Shugo, antes estaba realmente en un aprieto, ¡AH! -grito emocionado a la par que se acercó a él- Y ese último corte, fue impresionante, Fuaaa -trato de imitar lo sucedido con sonidos y todo. Dicho esto, algo pareció volver a su mente mientras sus ojos se agrandaban ante la realización de que se estaba olvidando de algo importante… la Yaya- Oh, ¿cómo se encuentra? -preguntó mientras corría a ayudarla como pudiera.
El joven C1d cuenta con 18 Vida.
Shugo, C1d y Lyra pueden, si lo desean, despedirse con un último mensaje. Lo cierto es que el de Shugo es testimonial. Sé que va a honrar su código de honor y salir tras su némesis. La cuestión es... ¿Alguno saldrá a ver cómo ha culminado la reyerta entre el Capi y los gobos?
Entiendo que el final del capítulo es ya o prácticamente por las palabras.
En principio C1d acompañaría a quien fuese a por Lazlo, a no ser que la Yaya de Phandaling necesite su asistencia incondicional.
Shugo-san cercenó el brazo de Lazlo magistralmente. El tajo fue rápido, preciso y bien dirigido, cortando tanto aire como carne limpiamente. Uno de esos cortes que tardan unos segundos en hacerse efectivos y sangrar. ¿La única pega? El lebregón debería haber apuntado a la cabeza.
Su técnica podría ser magistral, pero a su letalidad aún le quedaba un largo camino por delante.
Y es que Lazlo aprovechó que Shugotomi no había acabado con su vida en un instante para utilizar un último y sucio truco. Un as, en el cinturón en su caso, en forma de una poción que lo volvió grande y musculoso como aquel pato de la aldea, a la par que le regeneraba el brazo.
Sin duda tal transformación debía de tener un precio que el narizón pagaría caro. Consecuencias que no viviría para afrontar.
LAZLO, en mayúsculas a partir de ese momento, bajó hasta el sótano por la vía rápida. Sin duda, tanto Shugo como C1d le seguirían por el hueco. Dos contra uno parecería una pelea ventajosa ¿No? Lyra recordaba aquella advertencia del lebregón, sobre que una criatura custodiaba a las aldeanas.
Dos contra dos. Y dado el desempeño que había mostrado C1d... Este podría ser más obstáculo que una ayuda. Lyra seguiría como hasta ese momento; como una imperceptible entidad que cubriría las espaldas de sus compañeros.
Así, bajó hasta el sótano tal y como lo haría alguien con un mínimo de sentido común: Por las escaleras. Nada de saltar y jugársela a que una inesperada y traicionera prueba de destreza acrobática le causase más estragos a su indumentaria.
Con una mano todavía sosteniendo la funda y la otra extendida empuñando la hoja desnuda de Kubasimaru, Shugo mantuvo la postura durante un minuto entero tras haber cercenado la extremidad del goblinoide. Su respiración estaba agitada, su corazón acelerado, sus ojos fuertemente cerrados y su pulso, de normal impecable, hacía tintinear la empuñadura. El lebregón estaba temblando.
Abrió los ojos cuando C1d se aproximó. Se le veía aliviado de ver que su compañero se encontraba lo suficientemente bien. Una sonrisa intentó asomar, pero al hacerlo le sobrevino un tosido y la sangre comenzó a gotear por su mentón. Su mirada se desvió por un segundo hacia la katana que temblaba en su mano. Había conseguido desenvainar su filo, pero aún distaba mucho de poder dominarlo. Se volvió hacia el autómata mientras bajaba su arma con un rápido gesto y ajustaba la vaina a su cinto.
—Me alegra comprobar que hace falta más que un duro mazazo en la cabeza para silenciar al gran Shitsudi-san —dijo haciendo velada referencia a la histriónica personalidad de su compañero—. Pero en realidad... apuntaba a la cabeza.
Aprovechando que su compañero se volteaba para velar por el bienestar de la anciana, Shugo clavó la punta de su espada en el suelo y se apoyó sobre el pomo, intentando recuperar el aliento.
—Para ser la primera estocada no ha estado mal —susurró a Kubasimaru con su rostro pegado a ella—. ¿Qué te parece si intentamos mejorarla?
El lebregón se enderezó y se aproximó hacia el borde del agujero que LAZLO había excavado con sus manos desnudas. Oscuridad. "Luchemos en las sombras" había dicho el ahora gigantesco pielverde. Pero él era Kage To Hitotshu. Uno con las Sombras. Estaba llevando la lucha a su terreno. Su enemigo había crecido en altura y envergadura, pero ahora que la Espada Maldita del Clan del Pie estaba en sus manos aquello era sólo un simple ejercicio de ostentación. Con aquella hoja en sus manos sentía que podía abrirle el vientre al mismo Okami si se lo propusiese.
—Vamos, Shitsudi-san. Creo que obaasan puede valerse por sí misma —y vaya que sí—. Seguro que puede hacer buen uso del arma aún pegada al brazo.
Las dos rendijas rojizas que hacían las veces de ojos buscaron en las sombras algo que le indicara que aún había tiempo, que LAZLO no había cumplido su promesa de descargar su frustración sobre aquellas pobres mujeres, que TammyMissy se encontraba a salvo. Ahora era el conejo blanco el que debía saltar hacia un agujero siguiendo los pasos de la pequeña niña. Aún no era tarde.
Extendió su brazo y con él la espada. Sobre su acero oscuro juraría antes de enfrentarse a su enemigo y golpear con ella. Esta vez como debe ser. Esta vez cortaría el cuello de su enemigo.
—Mi nombre es Shugotomi Nokimura, shinobi extraordinario y futuro líder del excelentísimo Clan del Pie. Y no descansaré hasta ver a Lazlo recibir su merecido.
Una nueva interferencia espaciotemporal surcó el Feywild.
—Nos vemos en el infierno.
Y saltó.
El Capitán Phandalin, el Forastero. Anteriormente la gente que le quería le llamaba Thárivol Nailo, o Thar. No estaba seguro de que fueran capaces de reconocerle ahora si llegaban a verle.
El paladín trataba de recobrar el aliento. Su respiración era entrecortada. Estaba cubierto de sangre de goblin, sí, y mucha. Pero se mezclaba con la propia porque tenía varios cortes de mal aspecto, particularmente el que le propinó Magoichi con esa larga espada suya. Maldito hobgoblin, pensó. Aunque enseguida una torva sonrisa borró ese pensamiento. Magoichi era historia. Sus goblins eran historia. Porque el semielfo y el dracónido habían pasado entre ellos como un par de guadañas en plena y frenética siega. Y la cosecha había sido cuantiosa.
Parecía que La Muerte fuera junto a ellos, recogiendo el sangriento botín. Qué extraña sensación había tenido durante la lucha.
- Teníais que haber salido corriendo. Os lo advertí. Insensatos pieles verdes.- dijo para nadie en concreto y esperando solo el silencio como respuesta.
Observó el campo de batalla con ojos cansados, pero consciente de la victoria y lo que significaba. Ahora Phandaling viviría más tranquila. Una terrible amenaza había resultado aniquilada. Hizo un gesto de triunfo con la espada levantada y miró atrás, a la señorita Evermoon y Robín, que les habían dado eficaz cobertura con sus arcos. Asintió en un gesto de agradecimiento mientras respiraba hondo.
- Desplegaos alrededor del edificio. Que no salga nadie que no sea amigo - pidió a los dos arqueros. Dirigiendo su mirada a Marvin y Warrick, encaminó sus pasos al interior de la taberna-fortaleza. - Debemos asegurarnos de que las mujeres raptadas están bien.
Lo cierto es que los sonidos que salían (o que no salían, más bien) indicaban que seguramente la incursión de Shugo, C1d y Lyra había alcanzado sus objetivos. El semielfo intuía que la shadar kai había cumplido lo prometido con creces. Fue murmurando para sí mientras avanzaba.
- Me parece que voy a estar en deuda doblemente con esa intrigante elfa... - no es que le pareciera mal en realidad y una leve sonrisa se dibujó en sus labios. Si todo había sido para bien, el paladín sabía que iba a valer la pena.
El señor Wolf tenía una urticante sensación en el píloro.
Esos aventureros le caían profundamente mal. Sus dados le caían mal. En particular los del Capitán Phandalin. Esos daditos emitían un hedor a multiclase con unos cuantos niveles de pícaro, subclase timador de casino. ¡Infiernos! ¡Hasta los PNJ's le caían mal! ¡Todos formando un destacamento para derribar a sus taimados goblins!
Lo cierto es que no esperaba demasiado de sus bichitos verdes de ojos rojos y estrambóticas técnicas de Drunk Fu. Ya venía intuyendo la debacle de esos canijos cuando se desató la escaramuza. Individualmente considerados eran oponentes cobardes y debiluchos. Tenías que juntar a un buen montón de esos mastuerzos para poder permitirte soñar con la muerte de uno de esos insidiosos aventureros por apuñalamiento masivo en el duodeno. Y a decir verdad, el narigudo líder de esos pielesverdes era un traicionero espécimen demasiado ambicioso como para aunarlos a todos bajo un estandarte común.
No obstante, el pequeño Lazlo se había revelado como un tipejo con cierta iniciativa personal y un más que evidente desprecio por las instrucciones de los productos farmacéuticos... Y eso le gustaba al señor Wolf. Para triunfar en esta vida como villano decimonónico y moderno solo puedes despreciar la más elemental de las reglas. Las normas constriñen. La rebeldía libera.
Y luego estaba esa peculiar relación de destrucción mutua asegurada que su pequeño proyecto de antagonista verdoso mantenía con Nokimura Shugotomi. Quizás el goblin fuese capaz de darle una sorpresa en el futuro...
Sonó el teléfono.
—Wolf.
Al otro lado del teléfono creyó escuchar una cucharilla rozando el borde de una taza.
—Seleccione el nivel de violencia deseado.
No era algo habitual, pero el señor Wolf dio un pequeño respingo. Seamos claros: era un mefistofélico bastardo, pero nadie está libre de sorprenderse cuando te llama a tu línea privada un tipo con un acento tan marcadamente british en un mundo de fantasía medieval-feérico con súbitos cambios espaciotemporales.
En un alarde de sinceridad diabólica, el señor Wolf replicó:
—Salpicante.
Thárivol agarró el pomo de la puerta del Fin del Mundo, frase que, como concepto metafísico, era muy interesante, sin duda.
No llegó a abrirla, pues el Fin del Mundo fue directo hacia él con un paraguas.
Y era un paraguas muy afilado.
Una cucharilla de postre impactó a Robín de los Bosques en el entrecejo, nublando sus ojos de halcón al tiempo que una afilada hoja oculta en la punta de un zapato de alta costura se hundía en el vientre de Alea Evermoon. La cuchilla debía ir untada con algún veneno prohibido por los más terribles destiladores de ponzoñas porque Alea empezó a contorsionarse como si estuviese poseída por una espada forjada por el odio de un duérgar.
*Visiones de glitch*
La sombra engalanada desplegó el paraguas que portaba como una prolongación de su brazo y descargó una estocada a Robín que regó el éter con un surco carmesí. Esto solo fue posible porque la punta del paraguas terminaba en una delgada y puntiaguda asta. Oh, diablos... ¡Ese tipo tenía un paraguas-estoque! ¡El dispositivo de lucha climático definitivo!
Warrick, que por algún motivo ahora hablaba de una forma extraordinariamente lenta y grave ante lo vertiginoso de los acontecimientos, gritó a Thár:
—CUUUUUUUUUUUIIIIIIIIIIIIIIDAAAAAAAAAAAAAAAADOOOOOOOOOOOOOOOO-CAAAAAAAAAPIIIIIII*
Era un slow motion yell de manual, que hay que explicaros todo.
El asesino hizo una acrobática pirueta apoyando su mano enguantada sobre la hierba para eludir un espadazo de Marvin, El Bermejo, desplegó el paraguas para bloquear un espectacular tajo giratorio del dracónido y, ante la evidente confusión que supone enfrentarse con un tipo que abre de sopetón una misteriosa tela extensible de su estoque, Marvin no pudo ver venir la taza de té hirviendo con la que su escurridizo adversario le roció sobre sus ojos.
Qué jugada más sucia. Y a un tiempo, distinguida. Elegante.
Warrick canalizó sus últimas reservas arcanas para lanzar un melódico pero discordante susurro al misterioso rubiales, pero este empleó el pecho de Marvin como trampolín, sorteando el embate acústico -que lo recibió el sufrido Marvin- y situándose tras el cronista oficial del Capitán Phandalin, al que golpeó con el canto de su mano en el cuello. Resonó un curioso *TCHUD* y Warrick cayó a plomo como un títere sin hilos, quedando inerte entre los cadáveres goblins.
El tipo cerró el paraguas y dedicó una mirada inolvidable a Thárivol Nailo.
Su ojo izquierdo era la mismísima Noche de los Tiempos.
Su ojo derecho era de un vidrioso y celeste azul, centelleante como un daga a la luz de la luna.
—El Capitán Phandalin, supongo. Soy el señor Teapot. Se pronuncia Tea-a-Pot. Vengo a regalarle un viaje al Infierno.
Desenfundó un objeto metálico y desconocido del interior de su gabardina. Algunos siglos más tarde, Faêrun denominaría a ese objeto águila del desierto.
—Cortesía de un amigo común: El Señor Wolf.
Apuntó al corazón.
—Por cierto, es solo de ida. Sin retorno. Thycis te aguarda allí.
*Perturbadoras visiones de glitch*
Mr. Teapot sonrió ante el desconcierto que generaron sus palabras.
¿Podría tratarse del asesino holístico original...?
Apretó el gatillo.
Sonó ¡BLAM!
Teapot consultó su carísimo reloj de bolsillo.
—Ahora, si me disculpa, tengo una sangrienta cita con un Stark. Esos condenados no van a matarse solos, ¿sabe? Ha sido un placer. Farewell, Captain Outlander.
*Gliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiitch*
Fundido a negro.