Partida Rol por web

-No me hagas trampa...-susurra Alice en el oído de su perra, pero su tono es de broma, de malvada broma pero no esta en disposición de enfadarse cuando vuelve a colocar el antifaz en los ojos de Sey, el cual se había levantado un poco pero hasta ahora Alice no se había dado cuenta. Se rie mientras le sujeta la cara con ambas manos, sigue besándola con ansia hambrienta. 

Luego su mano izquierda, la que no tiene las garras, permanece muy pegada al rostro de Sey, casi agarrándolo, aplastando un poco su cabeza entre las almohadas mientras la derecha marca allá por donde pasa, pero luego se sacude para quitarse los apéndices metálicos, quiere sentir la piel ella misma y deja caer las garras en la cama para acariciar y apresar su carne y sentir el contacto piel con piel...y de paso dar unos azotes en los muslos con la mano abierta.

Ya no puede contenerse...y no va a hacerlo, Alice se incorpora de golpe como para exprimir las últimas gotas de placer antes de derramarse ella por entero...volcarse, vaciarse en un orgasmo muy largo, con un gemido potente. La intensidad es tal que todo su cuerpo se convulsiona por unos largos segundos y, sin haber llegado a terminar, la morena siente flojear sus rodillas y vuelve a "caer" sobre su esclava hundida su cabeza en el hueco entre su hombro y la cara de ella...respira agitadamente, su piel parece vibrar por la tensión contenida...es brutal.

Has hecho lo que querías con ella. La has usado como una muñeca inflable para tu gozo, tus deseos. Un objeto. Sin queja por su parte, sin disgusto. Al contrario, se ha entregado a ti con ganas. De verdad. En este juego sexual a dos. 

El silencio se desplaza lento sobre la cama y sus alrededores, en esa atmósfera con aroma a orgasmo, transpiración, deseo consumado y paz infinita. ¿Se habrá corrido Sey? No te lo preguntabas antes, pero ahora la idea te llega de súbito a la cabeza. No lo parece. Bueno, no lo sabes.

¿Le habrás provocado mucho daño, te habrás descontrolado? Supones que no. No ha detenido la actividad, no la has oído pronunciar las palabras. ¿O estabas tan perdida que ni has sido consciente de ello? No, no... Oyes y notas su corazón bombeando feroz al lado de tu pecho, el tuyo mismo está desquiciado, sin freno, en estampida. Sus besos llegan después, cuando gira lo que puede su cabeza para besarte y lamerte. 

-Estoy contenta. Te he hecho feliz. -susurra a tu oído. Regresas por un segundo a la piel de Alice, y se te escapa un suspiro de alivio.

-¿Merezco un premio? 

Por un momento la Alice dominante desaparece, sustituda por un ente mimoso que estira la mano derecha para liberar la soga que ata a Sey al cabecero de la cama y con una sonrisa gatuna y feliz se deja caer a un lado de ella, aún deshecha por el brutal orgasmo recibido o más bien, auto servido. Incluso parece ronronear contra el brazo de Sey y sus ojos brillan de felicidad y excitación claro.

-Un premio...y los que quieras... perrita...¿qué es lo que quieres ahora...?-pregunta, melosa y suave, la intensidad del orgasmo la ha hecho volver a una especie de fase cero, una Alice sensual y mimosa, pero no sumisa ni dominante...sólo ella misma. Al menos por un rato.

-Que sigas disfrutando de mí. Que sigas usándome para tu placer. Por favor. - Con el antifaz puesto, mientras descansas, ella te rodea de besos tibios y fugaces, aquí y allá, "refrescando" tu piel con su lengua, igual de mimosa que tú.

-Que me des tu amor en forma de dolor.- Al moverse un nuevo tirón en sus pechos, un gemido, una sonrisa torcida de placer. DE casualidad su mano encuentra los dedos de serpiente, y, a tientas, te los pone en tu mano. -Te suplico más. 

Te estás relajando hasta que esas palabras, esos ruegos despiertan a tu otra yo. ¿Vas a seguir con más juegos, o vas a ir a matar? 

Pero antes de que decidas una cosa u otra, hay tiempo para el postre, se endereza, de rodillas sobre la cama, se pone de espaldas a ti y extiende los brazos para que esposes de nuevo las muñecas. Agacha la cabeza.- Perdona por pedirte nada. Tu perra sigue siendo despreciable, no aprende. Merezco el látigo.

Y tienes claro que te lo está sugiriendo...

Acertada o no, Alice interpreta una cosa totalmente diferente de lo que Sey pedía. Seguramente fuera sus propias ganas solo con ver su espalda y su trasero así de expuesto lo que la llevo al error...pero no se plantea tal cosa.

La morena se incorpora con renovadas energías y palmera con fuerza el trasero de Sey, la nalgada suena llenado el silencio de la habitación pues al final, no han puesto música. Ni falta que hace, ellas ya se valían para dar el concierto.

-Vamos entonces perrita...dame eso...-​​​​​​-dice divertida y lujuriosa, le desabrocha el strap on con rapidez nacida de las ganas y lo saca por las piernas de Sey para luego volver a colocarlo en su cadera. La emoción se mezclaba en este punto con la excitación y unos pocos de nervios que hacía que le temblasen las manos.

Cuando lo tuvo ajustado quedó de rodillas en la cama detrás de Sey, pensando el siguiente movimiento. Su breve momento de lucidez hizo su trabajo y la morena acaricia las nalgas de la chica antes de susurrar.

-No te voy a atar esta vez...me gustaría pero no...no me fío- anuncia mordiéndose el labio inferior con cierto nerviosismo.

Interpretas a tu manera su petición guiada tal vez por las ganas de poseerla. De someterla. Sodomizarla. Así entiendes el sometimiento, la postura y la posición detrás, de dominio. No pensabas follártela por el coño. Le ibas a dar bien por el culo. Que lo disfrutase. Y de paso tú misma. 

No es un hombre. Pero es un comienzo. Si no se niega. Casi tiemblas de nerviosismo cuando ves que no lo hace, que se deja manejar por ti. No hay palabra, no hay negativa. A fin de cuentas, ¿no acaba de decir la perra que quiere dolor y que la uses?

-Espósame- Te sorprende el tono contundente. No es la perrita sumisa. Debajo de la piel maltratada y enrojecida está Lindsey. Nunca se ha ido. Sus manos las tiene a la espalda. A pesar de tus dudas, lo haces, ella parece que sigue controlando.

Entonces se da la vuelta para buscar tu boca -Sin miedos- susurra. Desciende su lengua, culebrea entre tus pechos húmedos, se entretiene en tu vientre y una vez más realiza una felación al dildo, una acción que te pone, hasta que finalmente te da la espalda de nuevo.  

Alice no sabe porqué pero le hace caso. Confía y se deja llevar por esa confianza en que todo saldrá bien...Sey confía en ella o confía en su capacidad de soportarlo o incluso de pararla. Ello hace que Alice se envalentone, ata las muñequeras entre sí con la soga y entonces recibe su beso, que se siente casi como una poción de valor corriendo garganta abajo y la hace sonreir mientras dura, sacando de nuevo a esa fiera dominadora que ansía tenerlo todo bajo control. Sey sabía cómo llamarla...vaya si sabía...Verla así, simulando esa felación con tanta devoción casi la hace sentir como si la masturbase de verdad, eso debía ser lo que llamaban "follar mentes"

La morena coge del pelo a la rubia tras unos largos instantes y decide cuando parar la simulación, la arroja con cierta fuerza hacia delante y le palmea el culo con sensual violencia, apoyándose luego en su cadera para posicionarse adecuadamente. Luego toma un poco del lubricante y se dedica bien a untarse el dildo para luego hacer lo mismo con el ano de Sey estimulándolo con los dedos para dejarlo bien impregnado.

-Vas a gozarlo como nunca en tu vida perra... no voy a parar aunque me supliques, eres una zorra y te voy a follar como te mereces...- espeta con su peor tono dando otra palmada en el culo de "su zorra". Luego posa una mano sobre las esposadas de Sey y utiliza este punto como agarre para empezar a entrar en ella, no muy fuerte pero si contundente y seguido, sin detenerse hasta llegar al final. Pero cuando llega no deja tiempo a que su esclava respire, comienza a mover la cadera atrás y adelante despacio pero fuerte, entrando hasta el fondo en cada embestida.

-Folla a esta perra como nunca antes, folla a tu zorra bien profundo, bien adentro, fóllame muy duro, úsame, golpéame.

La tienes donde querías, tumbada de espaldas, con el toros y la cara sobre la cama, el culo levantado. Sey te recibe con un gemido y luego un ligero jadeo, acompañado de algún gritito cuando tiras a propósito o no de la cadena de los piercings o le sueltas una cachetada violenta.

-Ohhhh...

La posición para ti es cómoda, sujetándola de la soga, se siente bien lo que le haces y tus caderas se acomodan al vaivén. Emponderada, dominante, dueña de tu zorra, de su cuerpo, de su dolor y placer, embistes con calma, con determinación en cada penetración profunda, un poco a lo que te hizo Frisbee. Tus uñas postizas resbalan por la castigada espalda o por las nalgas expuestas. Quieres disfrutarlo, pasarlo bien, con la calma, sin prisas, follártela hasta no poder más, hasta que caiga la tarde y las sombras se alarguen...si tienes paciencia...si aguantas tu creciente excitación.

-Quiero hacerte feliz...umm...así, así, fóllame...-la suave voz parece mantequilla a tus oídos, no sabes si se expresa así para excitarte más, o como parte del juego, o un todo. Pero te pone más cachonda. Te afianzas a la soga y le das, le das, le das lo suyo a esta sucia perra... 

-Cuenta...cuenta perra...a ver si sabes hacer dos cosas...a la vez- le ordena, entre jadeos y subiendo el ritmo de las embestidas, los muelles de la cama la ayudaban con su inercia pero su cadera cimbreaba con violencia. 

Los arañazos se entremezclan con los azotes de la mano portadora de las garras por lo que cada azote implica también un abrazo de los apéndices metálicos, luego volvía arañar, se tomaba su tiempo entre un castigo y otro esperando a que la perrilla listilla perdiera la cuenta y darle una excusa que en realidad no necesitaba para "corregirla" con un tirón de la cadena de los pezones.

-Vuelve a...empezar perra desobediente...

Le das... le das... -diez,  once,  doce,  -el ritmo es alto pero no frenético ni salvaje, te recuerda a aquella vez con Robby, pero de lejos, ue con él todo fue rápido y precipitado. Aquí sabes a lo que vas, a lo que buscas, en libertad. También te enardece saber que Frisbee debía sentir algo semejante. ¿O no? ¿Cómo lo vivió ella? Tienes que preguntárselo, qué emociones, qué siente ella.

-Veinte,  veintidós...-la perra se equivoca y tú tiras de la cadenita. Sey reiniciar la cuenta, sus jadeos se confunden con tus suspiros fuertes cada vez que arremetes contra ella. -uno, dos, tres, cuatro, siete, ocho -otro tirón, más fuerte, más enérgico. Las uñas dibujan líneas rojizas en su piel y en su carne, se clavan a cada palmada violenta que descargas sobre ella.

Casi te gustaría tener una polla para sentirte dentro de ella. Pero, en cierta manera, te parece estarlo, rompiéndole el culo, sometiéndola, a tu placer, a tu capricho, si dices que empieza otra vez, ella comienza, aunque no se haya equivocado, y si tiras de la cadena, lo haces porque sí. Porque puedes y quieres.

Las nalgas de Lindsey van y vienen con tus penetraciones. Comienzas a sudar de nuevo. Te estás poniendo a mil, con el dominio sobre ella, con la visión de su trasero y como entras y sales, con sus gemidos ahogados, con los arañazos y palmadas que sueltas sin que nadie te lo impida.

Y le das, le das, le das profundo y fuerte...

Empieza a dejarse llevar aún más abajo, hundiéndose en un abismo, en un vendaval de dominancia y control que curiosamente tenía y al mismo tiempo iba perdiendo a pasos agigantados. 

Un nuevo tirón de la cadena, sostenido, largo, mantiene la tensión largos segundos para hacer que su perrita gimontee, luego suelta pero da un nuevo azote, fuerte. Los gritos de Sey se mezclan con los jadeos de Alice.

-Eso es...dios como me pones, perra...¿Estás disfrutando? Claro que sí...esto te encanta... joder eres la caña, perra.

No le estabas dando un meneo tan duro como el de Frisbee, pero los tirones y palmetazos que tú no habías sufrido, o gozado, hasta la parte final, son violentos, feroces, salvajes. Presa de esa suprema excitación, inflinges una tortura que, para tu satisfacción, es bien recibida con gemidos y aullidos de auténtico dolor y lujuria. 

-Quince, dieciséis, dieci...veinte, veinti...

Tirón brutal, bofetada que menea su carne al rojo. -Uno, dos, tres...

La línea es difusa. La sensación mareante. Nadie dice que te detengas.

-Me...encanta...Dame más...te lo suplico...dame...¿Estás contenta? ¿Me...me das...un premio..? -Tu esclava jadea susurros, ves el hilo de saliva deslizándose por las comisuras de su boca. Se abre más para ti.

Es una puta locura. Y acabas de empezar.

Ya no había vuelta atrás...las últimas líneas que mantenían su conciencia unida a lo que estaba ocurriendo se había evaporado con las últimas suplicas de su perra...y ya no escuchaba nada más, un zumbido se apodera de sus oídos y solo existe una cosa...hacer gritar a esta perra, ponerse ella aún más y más caliente, ya no importaba si Sey alcanzaba o no el orgasmo, no sabía cuando detenerse, el dolor de sus ingles por las embestidas apenas era una lejana molestia. 

Toda contención queda atrás, sus tirones de la cadena cada vez eran más largos y sostenidos, los azotes se mezclan con los arañazos y cada uno de ellos culmina con un rasconazo que parece querer arrancar la piel a tiras. Llegado a esta punto incluso Alice babea, su acelerada respiración la hace soltar algo de saliva de entre sus dientes y las gotas caían sobre la espalda marcada de Sey, que si no había empezado a sangrar ya, pronto lo haría.

¿Y ahora...ahora quien pararía esto?

Regresas. Poco a poco. Sabes que estás despierta. Escuchas una voz suave, lejana, apagada. La reconoces pero no identificas quién es. Sigues en un lugar profundo, te notas como adormilada, lenta de reflejos y respuestas. Te pesan los brazos, las piernas. La cabeza parece flotar en la nada.
Sed. Respiras. Sed. Una sensación muy agradable en el cuerpo va sustituyendo la pesadez angustiosa de tu cuerpo. Mullidos almohadones, el ronroneo de un gato. El recuerdo de un intenso placer.
Y esa voz que te habla sin parar. Con sus pausas, su entonación delicada y grave, sus inflexiones dulces, o átonas, o sutilmente acariciadoras.
Ah. Sí. Ya sabes quién es.
Sey.
Lindsey.
Giras a un lado la cabeza. Está aquí. Te sonríe. Las dos sentadas al borde de la cama, desnudas. Tú le devuelves la sonrisa, a medias.
-Has vuelto de tu viaje. -Sey lee el desconcierto en tu mirada. Te abraza. -Bebe Te pasa una botella pequeña de agua. Bebes con avidez. -Eh. Está bien. Todo bien. Ven, vamos a la ducha. -te coge de la mano y te conduce hacia el baño. 

-¿Vi...viaje?-pregunta aún fuertemente aturdida, entre trago y trago de agua, jadea por la intensidad con la que bebe. Tiene la garganta terriblemente seca ¿Qué ha pasado? ¿Se ha quedado dormida? ¿Había sido...un sueño? No no...¿pero qué...?

Se levanta sin saber muy bien que hace, su cuerpo parece ir un poco en piloto automático y sigue a Sey al baño con su cara de desconcierto aún marcada pero ni siquiera está segura de qué preguntas hacer. En unos pocos pasos llegan al baño y empieza a desgranarse en su mente los recuerdos. Se mira al espejo y su mente relaciona inmediatamente con la última vez que se miró en ese espejo. Entonces todo lo intermedio se rellena solo, inconexo al principio, como cuando lees un capítulo aleatorio de un libro que ya has leido. La mente de Alice comienza a encajar el resto de recuerdos hasta contar la historia completa.

Entonces viene la pregunta, tal vez la única que importa.

-¿E-estás bien...?- pregunta con un temblor en la voz.

Tu reflejo en el espejo sirve de catalizador para recordar todo lo sucedido. El temor actual es sustituido durante unos segundos por la satisfacción de las sensaciones que esos momentos te traen a la memoria, a la piel, a la boca. Has paladeado el dolor, el daño, la humillación que causabas en Sey y lo has disfrutado sobremanera.

-Shhh.-Lindsey te besa suave. Besos de ese tipo que comen los labios como un cucurucho de helado y que no puedes resistirte -Me diste mucho, mucho placer. Me corrí y fue muy muy bueno. -susurra en tu boca. 

Ven. -Te conduce a la ducha. El corazón te da un vuelco cuando aprecias las laceraciones, arañazos, enrojecimientos que presenta su cuerpo. ¿Eso es un poco de sangre? Palideces. El pezón izquierdo tiene un desgarre. Te quieres morir. 

Pero ella no parece cabreada ni alterada. Te transmite seguridad, en cierta forma es similar al comportamiento de Michelle. Te enjabona y te trata con mimo. - Tuve un orgasmo muy bestia. No era la idea, pero llegó. Tú seguías detrás, completamente poseída por la lujuria de mi sometimiento. El sexo anal no es que me mole, me deja indiferente al contrario que a ti. Me produce cierto dolor. Pero el que yo quiero es el otro tan rico que me inflingías. Sabía que era lo que deseabas y que teníamos que probarlo al límite. ¿Vas recordando?

Sí. te llegan las imágenes. Los dedos de serpiente agarrados y hundiéndose en el hombro de ella. El hipnótico frenesí de su trasero saltando a cada una de tus febriles embestidas. El placer de cada tremenda palmada en sus nalgas. El descontrol, el brutal orgasmo que te llegó y la desconexión con el mundo que sobrevino. Pero recordabas que no podías detenerte, que tus caderas y tus brazos y todo tu cuerpo no te pertenecía y continuabas follándotela como si no hubiese un mañana...

El agua tibia y la ayuda para enjabonarse le sienta bien, aún nota toda la musculatura tensa y su mirada pasa por el cuerpo de Sey...se estremece y se fija en el pezón, con ese desgarro tan feo. Los breves flashbacks la golpean y se lleva las manos a la cara con un poco de agua para intentar sofocarlos. Se centra en lo que le habla Sey, ella dice que está bien, que le gustó.. los besos le sientan bien, su libido está agotada y durmiente pero lo cálidos abrazos de labios tienen un poder de darle calma.

-Pero...¿Como me paraste?- pregunta sin poder evitarlo-Recuerdo que perdí el control...que ya no era yo misma...pero te gustaba y no pensé...no pensé en parar de ninguna manera. ¿Y luego? ¿Me desmayé o algo?

-Insistí con la palabra de seguridad, café. A la tercera alguna parte de tu mente reaccionó y te detuviste. Luego...no estabas aquí, me obedecías y me desataste. Aunque eras incapaz de articular nada más allá de monosilabos.  

Sey os enjuaga a las dos. - Comenzaste a lamerme la cara, el torso, los pechos -aquí tuerce la boca -que menudo desastre. Pero no te preocupes, que tienen cura. No es la primera vez -tuerce más la boca, como lamentándose de su propia poca cabeza y a la vez esceso de masoquismo- El vientre, la espalda, me olfateaste el sexo, y me volviste a lamer la cara. 

Te pasa una toalla. Coge el maletín, toma un frasco cilíndrico con una crema. Se unta los pezones con ella -Te encontrabas en una especie de subspace primitivo y animal. Luego te quedaste calmadita mientras te hablaba. No han sido más de diez minutos, ni eso. Con las horas, quizá lo recuerdes. *

Se sienta en la cama. Te paso el bote -Anda, ven, pon crema en todas tus "caricias". Hay otro frasco en el botiquin, jaja. 

Alice se muestra estupefacta por lo que Sey le cuenta pero a medida que lo va describiendo los recuerdos aparecen en su cabeza, más o menos en orden, aunque quedaban algunas lagunas. Tal vez no fueran importantes, cuando pasara el tiempo iría recordando más y más...aunque no sabía si quería. Ahora tenía en mente cuando Sey gritaba la palabra de seguridad...como ella misma no reaccionaba las primeras veces, la oía pero era de lejos...y no fue hasta la tercera vez que surtió efecto. Por dios...que mal...

Suspira y ayuda a Sey a secarse y luego lo hace ella misma, su gesto es alicaído y preocupado, los intentos de quitar hierro al asunto por parte de Lindsey, aunque bienintencionados, parecían no animar a Alice.

Se sentía...una puta mierda, un animal descontrolado...como esos niños del patio con los que nadie quiere jugar porque pegan demasiado fuerte. Sentía que se merecía quedarse sola en el patio, tal vez debía relegar su parte dominante lejos, y dejarse hacer por parte de gente que si controlase...era muy serio, podría haber hecho mucho daño a Lindsey.

Toma el bote forzando una sonrisa y, con mucho cuidado empieza a poner crema en las heridas, los golpes y los arañazos que la chica tenía en todas partes.

-Creo que...no debería volver a hacer esto...