Partida Rol por web

Su rebaño se extendía ante él, los rostros alumbrados por la bailante luz de la hoguera. Personas que lo habían perdido todo y, sin él, ovejas descarriadas. El sufrimiento enaltecía a los hombres tanto como los degradaba, lo había visto. Observaba el rostro de Laura, su pelo cobrizo robaba el brillo al fuego. En la noche, el brillo de sus ojos y la dureza de sus facciones le recordaban a las poderosas brujas de antaño. Poseía una belleza pagana, atávica, peligrosa.

Su esposa estaba sentada a su derecha, los hermanos Astrof a su izquierda, sin embargo, Laura estaba varios metros lejos de él, compartiendo el pan con su hija. Fuera de su influencia.

Los recién llegados se habían unido a la mesa y mantenían un silencio incómodo. El reverendo llevaba unos minutos de pie, las conversaciones se habían apagado y lo observaban con impaciencia. Los recién llegados estaban hambrientos, los niños miraban ansiosos las verduras asadas, pero estaban esperando. Esperaban a que él bendijese los alimentos, diese su aprobación. Este era el poder de la fe, el orden, la civilización. Este era el peso que cargaba sobre sus hombros. Se aclaró la garganta. 

- Bendice señor estos alimentos. Bendice las manos de quienes los cultivan y la tierra que los provee. Protégenos de las bestias y los pecados del hombre. Bendice esta comunidad que te es devota y que vive bajo tus preceptos. No nos abandones en esta hora oscura, ya que nosotros no habremos de abandonar nuestra fe y sobre todo, bendice a los invitados a nuestra mesa. Procúrales los medios para sobrevivir.

Amén.

Alberto no era religioso y en realidad le molestaba un poco toda aquella parafernalia, pero sabía respetar a aquel que le ofrecía cobijo y alimento y además, cualquier cosa que sirviera para dar fuerza a la gente para seguir luchando y prosperando para recuperar el mundo del pasado, era cosa buena.

Por respeto bajó la cabeza y cerró los ojos. Mientras el viejo pronunciaba su letanía, él pensó o al menos lo intentó, porque tenía la mente en blanco. Ni siquiera sabía quiénes eran las personas que estaban con él.   

-Tiene todo una pinta estupenda,señor Hillstone. -dijo mirando a su anfitrión.

Acabada la ceremonia cogió con aviedez un trozo de algo que parecía pollo y se lo llevó a la boca. Acababa de llegar y hacía tiempo que no comía una comida de verdad. 

Daniel tenía a su derecha a Samuel, el cual miraba dubitativo al resto de los allí sentados intentando evaluar sus debilidades. A su izquierda estaba Bahula, ya que por su naturales tímida había preferido sentirse resguardada situándose entre Daniel y su hermano.

El resto de los componentes del grupo habían preferido mezclarse con la gente del refugio.Si conseguían hacerse relaciones de amistad entre los grupos serían más fácil sera admitidos en conjunto y no tendrían que abandonar el refugio.

Daniel escuchó las palabras del reverendo y asintió a ellas, cada uno se agarraba a lo que le mantuviese vivo, y allí parecía que les había servido la fe. No sabía si los residentes eran conscientes de todo a lo que tendrían que renunciar si se viesen avocados al exterior como les había sucedido.

En cuanto Roguer terminó y todos respondieron con el consabido Amen. Daniel se levantó:

- Disculpenme, pero aprovechando que todos están reunidos aquí me gustaría dirigirme a la comunidad entera. Tanto yo como mis compañeros agradecemos ser acogidos en el Refugio, somos conscientes de que somos muchos y que aparentemente tendréis que renunciar a comodidades por habernos acogido. Pero os aseguro que no será así, todas y cada uno de nosotros aportará a la comunidad cosas. - Mirando a los crios que revolotean alrededor de Koray con una sonrisa prosiguió- Nos acampaña la ilusión de una mejor vida,- mirando a sus compañeros más cercanos-   y poseemos habilidades útiles que no han de faltar en cualquier comunidad que aspire a mejorar. Sobra decir , por supuesto, que pueden contar con nosotros para ayudar en cuanto se necesite, venimos de otra comunidad que tuvo que afrontar el desastre - Su rostro muestra el pesar de aquellos acontecimientos- hemos sufrido numerosas penas pero todo ello nos han hecho más fuertes.

Levantando la copa, se podía notár en sus palabras un puro y sincero agradecimiento: - Gracias , muchas gracias, junto a vosotros podemos tener la oportunidad de sobrevivir a este extraño período que nos enfrentamos la humanidad completa.

Andrea estaba sentada entre su hermano Ralph y su madre Viktoria.
Ella había permanecido todo el tiempo observando a Daniel y a todos sus compaNeros con bastante recelo.

Para su sorpresa, su familia parecia aceptar de buen grado estos nuevos huespedes. Escuchaba hablar dulcemente a su madre Viktoria, en silla de ruedas, hablando con Naoko y Bahula sobre tradiciones de la cultura india. Hasta incluso su tan irascible hermano y contrario a cualquier cara nueva, tenia una sonrisa en la cara mientras observaba a las dos chicas, Rebeca y Helena.

Andrea, tras hacer un breve barrido por la mesa, observaba que como casi siempre, Bradley era el unico en cuya cara se reflejaba la misma sensacion de escepticismo.

Tras las palabras de Daniel, y sin que ni ella misma supiese porqué, se levantó de la mesa y en un tono cortés y educado aunque poco amable le preguntó mirandole directamente a los ojos.
Habéis dicho que podeis aportar cosas a esta comunidad, pero sin nombrar ninguna de ellas. Sin embargo parece ser que vuestras habilidades no os ayudaron mucho en vuestro anterior refugio.
Por tanto, decid pues qué cosas podeis aportarnos y podremos juzgar si merece la pena.

Tras concluir, se sentó incluso sorprendida por sus palabras y agachó la cabeza. Su madre Viktoria mostró una cara completamente enfadada y se pudo ver como reprochaba a su hija algo en voz baja.

Alberto levanta la cabeza al escuchar las palabras de Andrea.

- Por mi parte, me las he sabido apañar yo solo ahí fuera y creo que eso ya es algo. Sé defenderme en medio de la marea de hojas y tengo algunos conocimientos en medicina y biología. He estudiado detenidamente este asunto desde que empezó y he llegado a algunas conclusiones interesantes. Incluso he ideado un suero para combatir la demencia que parece asaltar a la gente, pero de momento sólo he conseguido obtener resultados concluyentes conmigo mismo, pero creo que estoy en el buen camino para conseguir desarrollar un suero que pueda aplicarse a otras personas. 

No se esperaba los malos modos de aquella mujer, parecía que se confirmaba la idea original de encontrar desconfianza, aquello era normal, sería una labor lenta la de conseguir que confiaran en ellos.

Daniel iba a levantarse para tomar de nuevo la palabra cuando otro desconocido toma la palabra antes, por lo que volvió a sentarse hasta que pudiera tomar de nuevo la voz.

Lo comentado por la última persona le dejó impactado, ¿un suero para hacerse inmune a la demencia? Aquello podría ser la cura definitiva, se volvía prioritario lograr quedarse en el refugio.

En cuanto el revuelo motivado por la rebelación cesó retomó la palabra:

- Es cierto, nosotros no podemos aportar algo tan elevado e importante que lo que ha dicho él- Señalando a Alberto- Nosotros aportamos la misma supervivencia pero no concentrada en un individuo, nosotros podemos incrementar la capacidad del refugio en lo respecta a la defensa del exterior, caza, cocina incluso poseemos conocimientos de agricultura, incluido el futuro de la humanidad, o ¿acaso vas a echar a estos niños al mundo de ahí fuera?. - Dejó la pregunta en el aire, para comprobar de que pasta estaban hechos os habitantes de lugar. Tras unos segundos en silencio volvió a decir:

- Somos conscientes que somos un número que incrementa la población del refugio y esto provocará inconvenientes, pero las ventajas de tenernos en el grupo superarán los inconvenientes. Respecto al motivo de nuestra situación actual, podría relataros los motivos por lo que estamos así, pero no creo que sea el momento de rememorar aquello- Se notaba que Daniel no quería hablar de lo sucedido delante de su grupo - Ya lo he comentado con el reverendo Hillstone, pero si alguno quiere saber más sobre los detalles del incendio puede hablar conmigo - señalando a sus compañeros, algunos mostraban caras de dolor ante el mínimo recuerdo de los hechos- o con cualquiera de ellos. No tenemos nada que ocultar.

- ¿Elevado?-Alberto mira a Daniel arqueando una ceja-Creo que lo que hace falta para recuperar el terreno a la marea de hojas son precisamente cosas mundanas. El calor de un abrazo, una comida en buena compañía, recuerdos compartidos, cuentos alrededor de una hoguera. Todo eso podrá ayudarnos a conservar nuestra humanidad y nuestra cultura. Y para eso cuantos más seamos, mejor. Los alimentos y el agua no deberían ser problema. Se trata únicamente de organizarse bien y que cada uno aporte lo que sepa hacer mejor. Sin más.

Cuando Alberto se dirige a Daniel este le mira sorprendido y en un tono menos elevado para no acaparar la conversación de todos, aún así cualquiera que tenga interés puede escuchar la conversación, le dice:

- Perdona, ¿Cual era tu nombre? el mío es Daniel.-Mientras le ofrece la mano- Tienes razón, lo que has descrito es lo que nos definía como sociedad, y cuanto más seamos más posibilidad tenemos de recuperarlo, pero tal vez haya personas que se preocupan por las partes más prosaicas, lo cual tampoco es erróneo, pues para tener lo que tu pides primero hay que satisfacer las necesidades primarias. -Con gesto serio termina diciendo- Siempre es necesario que exista gente encargada de cubrir esas necesidades para que el resto vivan en una sociedad amigable, y cuanta más gente tenga conciencia de ello, mas agradables serán los abrazos y más reconfortantes serán los momentos alrededor de una hoguera.

Daniel sonríe a Alberto, no parece molesto con la corrección de éste, parece que no es la primera vez que enumera las virtudes del orden y de una autoridad que lo mantenga.

Viktoria, la madre de Andrea continúa con su sermon hacia su hija.
Tras las palabras de Alberto, ambas observan su figura. Mientras la cara de Viktoria muestra una sonrisa tremenda por lo bonito de su mensaje, Andrea observa con cierta incredulidad la opinión del joven.

Daniel interviene con muy sensatas palabras y Andrea permanece en silencio. Hasta que Ralph, el hermano abre la boca, tal vez en defensa de su hermana a la que ve salir herida en esta conversación.
Pues yo estoy de acuerdo con mi hermana. Aquí veo muchas bocas que alimentar y creo que tendré que trabajar más aún que antes. Tras estas palabras se escucha un ligero murmullo de desaprobacion entre los presentes, que termina concluyendo en la intervencion de su madre, Viktoria.
Cállate Ralph, la última vez que moviste un dedo para ayudar a alguién, yo podía correr y hacer el pino sobre una mano. Las palabras de la madre son duras y directas, en un tono en que pocas veces la habían visto, y menos con su propio hijo.
Ralph agachó la cabeza tanto o más que su hermana. Momento que aprovechó Viktoria, con toda la atención de la mesa, para intervenir.

Les pido disculpas. El tono de la mujer se torna nuevamente muy dulce y afable. Entiendan que estamos todos un poco nerviosos en estos duros momentos y desgraciadamente no estamos acostumbrados a recibir a nuevos hermanos como se merecen. No les tenga en cuenta a estos dos hijos mios, que son tan tercos y brutos como el tronco que atraviesa la mansión, luego son más dulces que el algodón con el que trabajamos. Me gustaría levantarme y brindar por ustedes, pero desgraciadamente no puedo. Dice con una gran sonrisa, mientras toca las abrazaderas de la silla de ruedas. Pero permitanme darle la mayor bienvenida a nuestra familia y que por mucho tiempo sea.
Y a usted Alberto, le deseamos el mayor de los exitos en su investigacion y esperemos que sea la futura salvacion de nuestra sociedad. Concluye levantando su vaso de agua lo que le permiten sus viejos pero agiles brazos.

Disimuladamente fulmina con la mirada a sus dos hijos, los cuales cogen sus respectivos vasos para alzarlos y secundarla, aunque no con tanta conviccion

----Alberto, encantado. No me entienda mal, por supuesto que lo primero son atender las necesidades básicas. Mi único interés con mis palabras era precisamente, el de reconocer el valor que un grupo como el suyo puede tener para cualquier comunidad. Parece que se conocen los unos a los otros, que llevan tiempo trabajando juntos y que sí, como no, habrán compartido grandes momentos. El individualismo es malo en los tiempos que corren.

"...Pues yo estoy de acuerdo con mi hermana. Aquí veo muchas bocas que alimentar y creo que tendré que trabajar más aún que antes".

Alberto sonrió ante las palabras de Ralph, se levantó y se acercó hacia él rebuscando en una riñonera, hasta que sacó un pequeño objeto brillante que llevaba un largo hilo enganchado. Estiró el hilo de forma que el objeto quedó colgando de él y se agachó para ponerse a la altura del hombre y que lo viese bien. Era un anzuelo tosco, de manufactura casera, pero parecía efectivo. 

-Hola...Ralph ¿verdad?. Seguro que sabes lo que es esto. Un anzuelo. Lo he hecho yo mismo y la seda está hecha de tripa. Con esto puedes pescar. Yo puedo enseñarte. Puedo enseñarte qué cebo usar, cómo colocarlo, dónde lanzar...Y también puedo enseñarte a hacer trampas para atrapar animales y, con permiso de tus mayores, te puedo enseñar incluso a seguir rastros de animales y a cazar ¿Te das cuenta?. Juntos somos más fuertes. Nos podemos beneficiar unos de los otros si cada uno aporta algo.

Alberto hablaba dirigiéndose al hombre con tono tranquilo, cercano y conciliador, pero sabía que todos los presentes le escucharían. Esperaba que su mensaje calase en ellos como sabía que calaría en el muchacho.

Escuchó las explicaciones de Alberto, "Aquel tipo parecía un tipo razonable e inteligente". Murmuró:

- No todos fueron buenos momentos, pero agradezco tus palabras. Si te las has apañado tu solo, sabes de lo que hablas..

El ex-sheriff observa como los comentarios lanzados terminan por afectar a alguno de los huraños del complejo, preocupado por el caracter de su compañero Samuel, así que disimuladamente comienza a acercarse a él para controlar su más que previsible ataque de ira, interpretando sus gestos faciales, observa como está apunto de saltar sobre el chico, afortunadamente la otra chica intervino mandandole callar.

La madre de aquellos dos esperpénticos hermanos interrumpió la discusión y amablemente respondió a Daniel dándole la bienvenida, en el mismo momento que dió a entender el motivo por el que no se levantaba, Daniel se levantó y acercándose con una sonrisa le ofreció la mano:

- Que las barreras no impidan poder saludar a la gente de una manera educada.

Volvió al lado de Samuel mientras escuchaba la intervención de Alberto con Ralph, definitivamente aquel tipo también estaba intentando ganarse a la gente para convencerles de que le dejaran quedarse, aunque lo tenía más sencillo, solitario, con una supuesta posible cura para la locura...

Un estruendoso crujido interrumpió la conversación en torno al fuego. El sonido como de huesos fracturándose resonó en la noche y enmudeció a los presentes. ¿Se habría roto las ramas de un árbol en las lindes cercanas al campamento? Pocos segundos después otro crujido semejante siguió al primero. Bradley se levantó como movido por un resorte, empuñó el cuchillo de caza que utilizaba para comer y se dirigió como una centella hacia la fuente del ruido.

Alberto se levantó de un salto y echando mano a su rifle, comenzó a correr hacia el ruido, para ver de qué se trataba.

Andrea se levantó rapidamente, igual que su hermano.
Mientras Ralph esperaba una reacción de su hermana, ella simplemente se acercó a su madre.
No te preocupes, voy a mirar que ocurre. Observó a Laura, a la espera de una orden puesto que ella era la jefa. Sin embargo su paciencia se esfumó al ver a Bradley y al nuevo chico salir corriendo. Ralph, quédate aquí con mamá, voy a ver que ocurre. Dijo mientras echaba una mirada de inseguridad hacia Daniel y Samuel y salía corriendo en la misma dirección que sus dos compaNeros
 

Escuchando los ruidos y la reacción de los que un momento antes estaban hablando, decidió participar en la partida de investigación. Hizó un gesto a Samuel y en ese momento los dos salieron hacia el origen de los ruidos, dirigiéndose a los comensales.

- Nosotros vamos en apoyo..., nunca sobran ojos por la noche.

Mientras iban para allí Daniel liberó el seguro del revolver, a la vez que Samuel cargaba el fusil automático que nunca dejaba atrás.

Bradley les hizo un gesto para que no hiciesen ruido y señaló el origen del ruido.
Fuera de los límites del campamento, casi imperceptible entre las lindes del bosque se alzaba una figura esbelta, humanoide de unos tres metros de altura. Su piel era tan negra como la goma de los neumáticos y les observaba desde la oscuridad. De la piel lisa de su cráneo sobresalían dos impresionantes astas de venado del mismo color que su piel.

- No se está moviendo. Creo que ha roto las ramas a posta para llamar nuestra atención. - Susurró Bradley con la voz rota por el terror.

-Es...increíble. 

Alberto Iglesias no daba crédito a lo que veía. Sus palabras sonaban torpes, como si le costase expulsarlas fuera. No había visto nada así en la vida ni lo hubiera creído posible si se lo hubieran contado. ¿Y esas astas?. La teoría de la evolución no explicaba porqué aquel especímen humanoide habría provocado que una "¿raza?" de seres humanos se hubiese desarrollado por su cuenta dando lugar a aquellos apéndices, a priori inútiles para un ser humano.

Aún obnubilado por aquella fantasmagórica visión, levantó la mano despacio en gesto amistoso.

-¿H...hablas mi idioma?-dijo, primer en inglés y luego en español-.

Daniel y Samuel llegaron al puesto unos segundos más tarde que el resto, y se quedaron sorprendidos al ver lo que había ahí enfrente, con un gesto Daniel indicó a Samuel que le cubriese y se dirigió al aquel extraño ser que se aparecía.

Confiaba plenamente en la puntería de su compañero, por lo que si había que volarle esa cabeza con cuernos, sabía que Samuel no le fallaría. Convencido de lo que había que hacer, se dispuso a poner en riesgo su vida por aquella gente que le había acogido:

- Buenas noches, ¿entiendes lo que te digo?. ¿Que es lo que quieres?

La criatura giró la cabeza hacia ellos en silencio. Una asquerosa mueca que recordaba a una sonrisa torció sus labios mostrando unos dientes agudos y cubiertos de sangre. Con un vigoroso movimiento del brazo les arrojó algo por encima de las vallas, desde su posición a unos diez metros. Un bulto negro, del tamaño de una una pelota de balonmano surcó el aire nocturno y cayó cerca de ellos con un ruido sordo. Era una cabeza humana. El cuello mostraba una terrible herida, la carne había sido desgarrada. Rodó hasta los pies de Andrea, mostrando un rostro de hombre contorsionado por el terror y la agonía.