Partida Rol por web

Asentí un par de veces cuando me preguntó si estaba bien y le hice un gesto que esperara mientras retenía otra arcada a duras penas. No podía vomitar más, no me quedaba nada en el estómago. Ahí iba el helado de la tarde y ya, porque aún no había cenado. Me limpié la boca un poco con el dorso de la mano.

Qué asco vomitar, ¿cómo lo hace Holly casi a diario? Ugh.

-Vamos- dije en voz baja y le seguí hacia la ambulancia.

Estaba tan mareada por la situación que ni me fijé antes en las pintas del tipo, tengo que fruncir el ceño. Menudo rarito, empezaba a pensar que no había nadie normal en aquel pueblo.

Nada más subirte a la ambulancia, Mike te sonrió.

- Ponte el cinturón. - Te dijo mientras arrancaba. - No te van a multar, pero en caso de accidente...

Metió la primera y conectó las sirenas de la ambulancia mientras giraba en la misma calle para encaminarse al hospital.

Se notaba que todo el tráfico estaba en torno al hospital, puesto que casi no os encontrasteis con ningún vehículo más de camino a tu casa. Como siempre ibas bastante despistada y, a pesar de tener que dar un par de vueltas por la zona, llegasteis a tu casa de una pieza. - Bueno princesa. Te recojo mañana por la mañana para ir a ver a Héctor o prefieres ir por tus medios. - Te preguntó mostrándote su mejor sonrisa. - Y no, no intento ligar contigo. Respeto a la chica de mi hermano.

Mantuvo aquella sonrisa esperando tu respuesta dentro del coche, para luego salir y abrirte la puerta. Te tendió la mano para ayudarte a bajar y cerró tras de ti la puerta del copiloto, quedándose apoyado en su coche mientras te observaba caminar hacia la entrada de tu casa. - No te preocupes. Héctor es fuerte. Lo sé... es mi hermano. - Te dijo mientras te alejabas.

Miré a Carlos en el hospital, que parecía decidido a llevarme a casa. No podía negarme, claro. No es que su hermano y yo tuviéramos algo serio, pero viendo lo que caía ahí fuera no quería salir sola. Así que subí al coche y le di la dirección.

Durante el viaje no hablé mucho, me sentía estresada. Crucé mis manos delante de mi regazo y las notaba transpirar. Me dediqué a mirar por la ventana, viendo y confirmando que fuera era todo un caos. Menudo día para que a Héctor le pasara nada también.

-¿Eh?- entré en pánico cuando dijo princesa, mirando un poco alrededor sin saber qué hacer. –Ah… Claro, sí… No, no te preocupes, puedo ir yo.

Pánico, pánico, pánico.

Tomé una bocanada larga de aire antes de colar mis dedos en la apertura de la puerta y accionarla. Acababa de aceptar que era “la chica de su hermano” y no sé si estaba preparada para eso. Necesitaba una copa de vino, o una botella. Pero el maldito es hasta caballeroso y me abre la puerta él mismo, dando la vuelta al coche. Menos mal porque sentía que me temblaban las piernas.

-Lo es…- le contesté con prisa hacia la puerta de mi casa. –Gracias y buenas noches.

Al cruzar el umbral de mi casa, fui directa a la bodega a por una buena botella de vino. Necesitaba desestresarme de todo lo ocurrido. Me subí la copa a mi cuarto y fui a darme una ducha, otra. No me sentía para nada limpia tras haber estado en el hospital y con haber vista tanta sangre saliendo de Héctor. Alguna paranoia en mi cabeza me decía que seguramente tenía alguna mancha sangrienta encima que no había notado.

La ducha fue tranquila pero no se llevó la tensión del día. Dormirme no fue fácil, no podía conciliar el sueño. ¿Seguro que Héctor estaría bien? ¿De qué coño había hablado su hermano? ¿Quién había empezado ese tiroteo? Tenía muchas preguntas en mi cabeza y dormir en mi caso no fue fácil, más bien di vueltas en la cama hasta la mañana siguiente.

Al despertar, dudaste por un momento si lo ocurrido la noche anterior había sido real o simplemente un mal sueño. Pero al levantarte y comprobar que había sangre en el salón y en las ventanas del mismo, te diste cuenta de que había sido todo real. Héctor estaba en el hospital y su hermano te había hablado de cosas extrañas.

El fin de semana no podría haber empezado peor. Encima, la mujer de la limpieza no trabajaba fines de semana, salvo que se la avisase antes y pagase el doble, por lo que, o bien encontrabas a alguien que no hiciese demasiadas preguntas para limpiar aquello o te tocaría a ti misma limpiar la sangre de Héctor. Pensaste en llamarle, o a su hermano. Y en ese momento te acordaste: su móvil. ¿Realmente lo había perdido o fue una excusa? Y ¿que le atacó en el bosque?

Más y más preguntas comenzaron a formularse en tu cabeza, las cuales ni el mejor de los vinos podría contestar jamás.

Descansé tan bien la noche que casi pensé que había tenido una mala pesadilla, hasta que encontré aquella mancha enorme sanguinolenta en la entrada de casa. Tuve que reprimir una arcada al verlo y olerlo, era peor que lo que bajaba entre las piernas mensualmente y eso no era poco. Me recorrió un escalofrío y acabé suspirando. Entendí  que me tocaba recoger aquello a mí.

Fui por un cubo con agua fría y lo primero que pille en el cuarto de la chacha –donde se guardan las cosas de limpiar, ese lugar desconocido- que tenga pinta de cosa para fregar suelos. Con eso me dediqué a recoger la mancha, o más bien el charquito. Mis caras de asco eran peores que aquella vez que Holly se emborrachó y se lió con aquel pringado tan feo de primero. Ugh, otro escalofrío me recorrió la espalda.

Mejor limpiar esto, quedaría feo encima llamar a Carlos para que limpie esto…

¿Eso es un gruño? IUGH.

¿Dónde narices tendría el móvil Héctor? ¿Se le caería en el bosque?

¿Y de qué mierda hablaba Carlos de “creencias”? No parece muy cristiano para ser latino. Aunque los latinos son muy de ir a la iglesia y tatuarse cruces…

UGH, ¿por qué no me puse guantes para esto?

Tras un par de horas atareada en eso, acabé dando aquello por finalizado. Me estiré y miré si me daba tiempo a dar una vuelta por el bosque a buscar el móvil. Si Héctor había llegado hasta mi casa, no habría hecho mucho camino. Seguramente en la parte más cercana a mi casa vería algo, si es que se le cayó el móvil. Eso decidí y eso hice, salí a dar una vuelta andando por la parte del bosque más cercana a mi casa.

Limpiaste como pudiste todo aquel desastre, usando para ello varios cubos de agua y derrochando casi un bote entero de limpia-hogar para el suelo y sufriendo mientras peleabas contra la sangre seca y el exceso de espuma que generaste al decidir que, para quitar aquel olor, era mejor "ponerle más jabón al agua". Aunque después de tu hazaña, pensaste por un momento que las mujeres de la limpieza eran unas heroínas, aquello se esfumó de tu mente al recordar que el teléfono de Héctor estaba perdido.

Tu intuición te hizo salir a buscarlo al bosque, buscando por el camino que debió tomar Hector para llegar a tu casa. La verdad es que no te resultó demasiado complicado comenzar a seguirlo, puesto que las gotas de sangre aún eran visibles sobre la verde hierba que unía tu casa con el bosque. Una vez te adentraste en él, creíste que perderías su rastro enseguida, pero Hector no debió correr demasiado o quizás sangraba mucho, puesto que continuabas encontrando gotas de sangre que te iban adentrando cada vez más en la espesura del bosque.

Por fin, aquella locura parecía que llegaba a su fin. Desde el ventanal junto a la puerta, viste como el coche patrulla se marchaba, seguramente a cumplir el resto de recados del sheriff.

La casa estaba vacía, casi como era de esperar. Aunque esta vez la soledad te molestaba, quizás por el miedo de los horrores vistos en las últimas horas y por todo lo que habías descubierto en ese tiempo. Pero al menos estabas en casa, de una sola pieza y sin que la policía te fichase.

Ahora solo te quedaba esperar a ver que ocurría con la plantación, saber quien era la víctima, aunque tu ya tenías tus sospechas y sobre todo saber como estaba Héctor, del cual no sabías nada desde su ingreso ayer en el hospital.

Miré un poco de reojo al sheriff cuando me dice que debo ir con ellos hasta que encuentren el lugar. Ver de nuevo aquel cuerpo destripado sobre la piedra no es algo que realmente deseara. Hice una mueca de asco cuando me encontré de nuevo en el claro, agradeciendo que el sheriff se pusiera delante al llegar. No le iba a agradecer con palabras aquel gesto, no era tampoco una fangirl de la poli.

Seguro que tiene un club de fans en el pueblo, de maduritas que lo llaman para que baje sus gatos del árbol.

-Ya, ya, que no se filtre nada- dije y borré las fotos delante de él antes de marcharme de nuevo a casa. Esta vez por suerte con ayuda, porque estaba tan perdida que no podía volver a casa de nuevo. Aquel bosque era jodidamente igual por todas partes.

Nada más entrar en casa me sentí sola, por primera vez en mucho tiempo. Un sitio tan grande y que estuviera sola y desprotegida no era lo que me apetecía ahora mismo, más después de ver el cadáver de una joven en el puto bosque.

Cogí mis cosas y salí de nuevo, cerrando todo bien. Iba a ver cómo estaba Héctor, quizás de paso le contaría que no había encontrado su móvil y que debería olvidarse de su plantación, así como literal.

Llegaste a casa sin demasiados contratiempos y si con muchas cosas en la cabeza. La visita a Hector en el hospital no había sido como esperabas y lo que viste y oíste allí te dio mucho en que pensar. Sobre todo a que clase de pueblo te habían obligado ir tus padres. Estabas convencida de que L.A. era mucho más seguro que aquel ahora-no-tan-aburrido-pero-si-más-aterrador-pueblo.

La casa estaba en calma, igual que tu móvil. No habías vuelto a tener noticias de Holly, en cambio si que te llegó aquel mensaje con una foto similar, por no decir que la misma que habías sacado tu, de la joven que encontraste muerta en el bosque. El texto te recordó parte de las palabras de Carlos y no sabías si te estabas volviendo loca tu o si era todo el pueblo quien lo hacía. Pero si que tenías claro que allí estaban pasando cosas muy raras. 

Traté de que Carlos no me acercara a mi casa, ya no porque no supiera dónde vivía sino porque era todo un poco incómodo. Pero en realidad sentía cierto miedo de caminar por ahí sola, así que cedí sin decir ni sí ni no. Subí al coche y mantuve el silencio mirando por la ventana.

-Gracias- le susurré antes de bajar y entrar por la puerta de mi casa. Miré el mensaje que parecía mi foto y subí para mi cuarto. Iba a hacer los deberes y quizás pasar el día tranquila en casa para variar. No porque no quisiera salir sino porque parecía que cada vez que ponía un pie fuera alguna mierda llegaba.

No es cierto, cuando pasó lo de Héctor la mierda llamó a tu puerta, Violet…

Me descalcé y desactivé la alarma de casa para volver a ponerla. No sabía cómo sentirme respecto a todo pero bien no. Subí a mi cuarto con las zapatillas en la mano dispuesta al menos a hacer mis deberes y avanzar un poco para el colegio, no era lo que más me apeteciera pero al menos tendría la mente ocupada.

Carlos no te dijo nada cuando subiste al coche, de hecho hasta respetó tu silencio y te dejó en casa sin decir nada. - Cuídate. - Te dijo a modo de despedida, antes de que salieses corriendo al interior de tu casa. Esperó a que estuvieras dentro para irse con el coche, dando la vuelta allí mismo.

Comenzaste a hacer los deberes, o al menos a intentar hacerlos pensando que eso te ayudaría a olvidar. Pero cada ada vez que te centrabas un poco en ellos, te venía la visión de lo que encontraste en el bosque o la de Héctor y sus heridas, así como cuando llegó a tu casa. Aunque poco a poco, lograbas ir apartando aquellas imágenes de tu cabeza y centrarte en aquellos deberes, lo cierto era que te estaba costando una eternidad hacerlo.

Al llegar al libro de historia y abrirlo, te encontraste con las tradiciones y rituales indias de aquellas tierras, previas a la llegada del hombre blanco, lo que te hizo recordar por un momento todo aquello sobre la "piedra ritual" y volver a tener aquella espantosa imagen en tu cabeza.

Tener la casa con la alarma conectada te daba tranquilidad, pero lo que tu memoria te mostraba una y otra vez, te asustaba cada vez más. Básicamente, porque no lo podías controlar.

 Al no poder concentrarme pensé que lo mejor era pedir una pizza por teléfono y acompañarla de un vino o dos. Así que busqué en google algún local del pueblo que pudiera enviarme una pizza y la pedí con extra de queso. Luego fui a servirme un vino de la bodega paterna.

Menuda locura eso de la “piedra ritual”, suena a patraña o a cuentos de niños y eso. La piedra ritual donde mataban gente, uhhh, no te acerques, que miedo. No se lo cree nadie. Hasta los libros que leo tienen más credibilidad. Es bastante más posible que me llegue una puta lechuza para el colegio de Harry Potter que esa piedra se usara para ninguna mierda… Seguro…

Me perdí en mis pensamientos mientras me echaba un buen vino y lo saboreaba. Un tinto con sus toques de madera propios de la barrica en la que había pasado seis meses. Vino con carácter pero agradable al gusto y que hacía que mi boca salivara. Qué mejor que saber disfrutar de un buen vino.

Pues disfrutar de los buenos vinos ajenos que papá colecciona y cata raramente…

Tu sabías donde hacerle daño a tu padre sin que él mismo lo supiera y su bodega era tu mejor arma. Además, sabías que todas aquellas botellas, serían algún día tuya. ¿Qué más daba si empezabas a disfrutar de la herencia ya? Tras elegir con cuidado que vino querías degustar en aquella ocasión, te serviste una generosa copa. No tanto por disfrutarla más, sino porque también sabías que la necesitabas.

Sus aromas enseguida llegaron a tu olfato, el cual tenías bastante entrenado con aquellas visitas clandestinas al lugar más sagrado de la casa. Eso no te impidió humedecerte los labios con aquel sabroso elixir y sentir aquella variedad de sabores en tu boca, mientras que tus ojos permanecían cerrados... disfrutando de aquellas sensaciones en su plenitud. Eso hizo que tu sentido del oído estuviese más agudizado también y escuchases como el vidrio de una botella de vino, rodaba por el suelo de la bodega. Al abrir los ojos, viste que una botella vacía se detenía a pocos centímetros de tus pies.

Era una botella sin tanto valor como las demás... y es que 85$ no era demasiado para lo que aquella bodega llegaba a esconder entre sus botellas. Pero eso no fue lo único que te sorprendió... el sonido de un móvil, que provenía del mismo lugar que la botella, te llamó la atención. La melodía la conocías perfectamente, era la que Héctor tenía puesta como tono predeterminado en su teléfono. En cuanto comenzó a sonar, escuchaste lo que jurarías que fue un balido y el móvil se deslizó con fuerza por el suelo, deteniéndose a tus pies.

En la pantalla del mismo pudiste ver que ponía "Hermano" y salía la foto de Carlos, el hermano de Héctor en la pantalla. Hasta donde tu sabías, ambos eran únicos hermanos... así que debía ser el móvil de Héctor, pero... ¿Quién estaba contigo en tu bodega?

Cerré los ojos y olí la copa servida antes de degustarla. Las notas a madera francesa eran evidentes. O lo eran si llevabas leyendo sobre vinos y catándolos el tiempo que llevaba yo. Internet era una fuente de sabiduría de vinos con solo meter la etiqueta y la fecha de embotellado. Luego con el tiempo ibas apreciando similitudes. Seguramente no era la mejor conocedora de vinos, pero podría serlo. Para eso tenía que beber los suficientes.

Me quedé helada cuando aquella botella vacía rodó hacia mí. Miré al suelo y luego hacia el lugar del que había venido. El móvil me hizo fruncir el ceño.

Ah, mira, el móvil de Héctor…

Fue mi primer pensamiento tranquilo, hasta darme cuenta que ese móvil no había podido llegar ahí de casualidad, ni la botella vaciarse sola. Esa desde luego no me la había bebido yo. Solté todo con movimientos suaves y cogí la botella a modo de arma con mi derecha y el móvil con la izquierda. Salí de la bodega reculando despacio e traté de usar el móvil de Héctor para llamar al 911. Iban a acabar grabándose a fuego dónde vivía a ese paso.

Al mirar la pantalla te diste cuenta de la cantidad de llamadas y mensajes que había recibido el móvil en ese tiempo, así como que su nivel de batería era muy bajo. Un escaso 5%. Aún así, debías intentarlo. Enseguida descolgaron en el otro lado. Una voz de mujer, que parecía estar mascando chicle, atendió tu llamada.

- 911, ¿cuál es la urgencia? - Te preguntó con voz monótona, esperando una ridícula respuesta por tu parte, como que no encuentras a tu gato en casa o que te han desaparecido las pastillas para la memoria.

En ese momento escuchaste un nuevo balido, seguido de un claro *hip* y viste asomar lo que te parecía la pata de una oveja o una cabra por debajo de uno de los estantes de las botellas. Una pata que coceó un par de veces y que viste claramente como volvía a desaparecer...

Al móvil le quedaba poco así que grité mi dirección tan rápido como pude.

-¡Alguien ha entrado en mi casa y está en mi bodega!- añadí a prisas y salí rápido para cerrar la puerta detrás de mí. Aun así en mi correr, o más recular, vi una pata peluda que hizo que se me helara la sangre.

Apoyé la espalda contra la puerta para mantenerla cerrada y traté de sacar algo racional de aquello. Traté de mantener calmada mi respiración cuando en realidad sentía que el corazón se me iba a salir del pecho del susto.

¿Qué coño era eso? ¿Una cabra en la bodega? ¿Se estaba bebiendo el vino?

Busqué con mi mano en mis pantalones mi móvil. Si Carlos me había dado su móvil le mandé un mensaje, por que supiera del móvil de Héctor. Luego seguí conteniendo la puerta contra a saber qué, pues no comprendía como un animal salvaje había entrado en mi casa.

- No se preocupe. La ayuda está en camino. Si no puede salir, enciérrese en una habitación y no se enfrente a la amenaza. Si la salida la tiene próxima, acuda a casa de algún vecino. Sea como sea, no se exponga, señorita. - Dijo la voz femenina, tratando de mantener su calma y la tuya.

Del otro lado de la puerta, no oías nada. Nadie se molestó en correr a golpear la puerta detrás tuyo. El móvil de Héctor pitó, indicando que la batería se agotaba al tiempo que la voz de la mujer aún se escuchaba del otro lado dándote más indicaciones. Viste como tu mensaje le llegaba a Carlos, aunque este no lo viese aún. El móvil de Héctor volvió a pitar y dejaste de escuchar la voz de aquella mujer en el momento que el móvil se apagó al quedarse sin batería.

Sabías que tenías al sheriff y a parte de la policía de Hill Valley cerca, puesto que estaban en la entrada del bosque cerca de tu casa. Lo que no sabías si vendrían directos de allí o si sería otra patrulla la encargada de ir a tu casa. En ese momento, sentiste otro balido venir de la bodega y más silencio.

Miré el móvil apagarse con cierta frustración pero no moví mi espalda de la puerta. Mi respiración antes agitada, comenzaba a moderarse al ver que nada venía a golpear la puerta. Me quedé unos segundos quieta haciendo fuerza para que nadie la abriera, aunque acabé por pegar la oreja a ver qué había en el interior.

¿Eso ha sido un puto “bee”?

Comencé a pensar que me estaba volviendo loca. No podía haber una maldita cabra en la bodega de mis padres, había cerrado la puerta. Peor, no podía haber una cabra borracha bebiéndose el vino de mis padres, solo me lo bebía yo. Esperé a que viniera la policía, porque si era una maldita cabra no me iba a enfrentar sola igual, era un animal salvaje.

Las sirenas del coche patrulla no tardaron en escucharse, al tiempo que el silencio al otro lado de la puerta, se te antojaba más grande y siniestro. Fuese lo que fuese lo que había allí escondido, dejó de hacer ruido mientras que las sirenas aullaban cada vez más cercanas. Pronto sentiste como estas se detenían cuando las oías realmente a tu lado. Segundos después, alguien llamaba a la puerta. Primero al timbre. Luego golpearon con fuerza el armazón de madera... Llegaste a escuchar una voz que decía claramente:

- ¡Policía!

Mientras, a tu espalda, el silencio seguía siendo sepulcral.

- ¡Policía! ¡Abran! - Escuchaste por segunda vez. Su tono era más impaciente que el primer aviso.