Partida Rol por web

Sonreí de costado ante lo comentado tras mi respuesta a Julian, para luego subir con cuidado a la chica al carro y quitarle la mordaza, sin dejar de mirarla por si intentaba morderme o algo.

Una vez con la mordaza baja use la misma para limpiarle la comisura de los labios, le iba a preguntar si estaba bien, pero no me correspondía, por lo que solo comencé a caminar hacia mi caballo...

Con la chica subida al carro y los caballos listos, comenzais el viaje hacia Barataria a paso firme y constante.
- Tomaremos el camino real que discurre hacia el oeste. Esta noche llegaremos a la villa de Frencia, allí descansaremos antes de partir rumbo al norte - comenta Alain Tyrrel que cabalga a tu lado, detrás del carro conducido por Jullian, que va abriendo la marcha - el resto del viaje hasta Barataria serán seis días más. Tendremos que pernoctar en el camino, así que esta noche será la última en varios días que podremos disfrutar de una cama cómoda y caliente. 

Escuche a Sir Tyrrel, mirando cada tanto a la chica en el carro:

-"Entonces habrá que aprovecharlo, supongo que nos turnaremos las guardias durante el viaje, aunque por lo que dijo Julian, me preocupa que durante su guardia golpee a la chica o algo. Por otro lado, algo que tengamos que saber del camino, hay algún peligro al que nos podamos enfrentar durante este viaje?"-

Alain se queda pensativo ante tu pregunta y se encoje de hombros - Viajamos por el camino real, que está vigilado constantemente por patrullas de soldados. Quizá la cosa se complique cuando empecemos a adentrarnos en el norte, bestias salvajes o ladrones y salteadores de caminos... o eso serían los peligros habituales de cualquier viajero solitario. No creo que ningún ladrón esté tan loco como para asaltar una carreta protegida por dos hombres bien armados - dice con una sonrisa señalándote a ti y a si mismo - y las bestias salvajes, lobos, osos y demás fauna, huirán al ver acercarse el carro y los caballos - El caballero de la rosa grabada en su coraza te guiña un ojo, su cara serena y su espléndida sonrisa transmiten cordialidad. Puede que vuestro primer encuentro hubiera sido un poco tirante, pero sin duda Alain estaba poniendo todo de su parte para hacer el viaje más ameno.

No podía decirse lo mismo de Jullian. De vez se volvía hacia atrás y os dedicaba una mirada severa, por no decir de los ojos que le ponía a la chica. Si las miradas mataran, la pobre muchacha habría muerto ya cinco veces.

El camino real estaba frecuentado por bastante gente ese día. Granjeros y comerciantes que iban a pie o en montura hacia la ciudad de Fígaro, transportando sus mercancías en carretas, se cruzaban con vosotros. Algunos pasaban de largo, otros saludaban y os deseaban los buenos días con educación y unos pocos se fijaban en la chica. 

Fue después de que os cruzarais con un grupo de tres pordioseros, sucios y con ropas desgastadas, que el hermano Jullian pidió a Ser Alain Tyrrel que se ocupara de ir en vanguardia abriendo la marcha. Los hombres se habían echado a un lado del camino para dejaros paso pero estaban mirando fijamente a la chica y ella les devolvió la mirada. 

- No me fio - había dicho sin más el hermano Jullian Corv - Me siento más seguro si uno de vosotros va delante y el otro cubre la retaguardia.

-"Si, es verdad en eso tienes razón-dije devolviendole la sonrisa- pero de todos modos estemos atentos"-

Al ver los granjeros y las personas que se acercaban a saludarnos, les sonreía y devolvía el saludo con las manos, deseandoles bendiciones a todo el que se acercaba lo suficiente como para tocarle aunque fuera la mano.

Cuándo veía a Julian también lo miraba analizándolo, finalmente cuándo los pordioseros se acercaron y él vino hacia atrás, fue que le hable:

-"Esta bien, no hay problema..."- mire a las personas y les arroje un par de monedas para que se apartaran.

Los pordioseros se tiran corriendo a recoger las monedas que tiras al suelo y los dejáis atrás, peleándose entre ellos.

La chica te mira directamente a los ojos, ahora que Ser Tyrrel se ha puesto en cabeza, eres el único que permanece en la retaguardia. Sus ojos azul celeste, grandes como platos, escudriñan cada palmo de tu cuerpo con un destello de curiosidad y calidez.

- Gracias... paladín - consigue decir finalmente, con un tono de voz suave y grácil, que encaja en perfecta armonía con su belleza - Ha sido muy gentil de tu parte que me quitaras la mordaza - La chica intenta sonreír pero las heridas en las comisuras de la boca le tiran y una de ellas se abre un poco, aflorando unas gotitas de sangre. El hermano Jullian Corv mira de reojo a la chica y emite un sonoro "Ssshhh" para imponer silencio - Me llamo Lysana -dice finalmente la joven susurrando.

Mire al hermano Julian y casi lo reprendo pero no podía decirle nada, por lo que solo la mire y asentí con la cabeza.

Cuándo note que algunas gotas de sangre le salían de la comisura de los labios saque un pañuelo blanco, el mío y se lo arroje hecho un bollo a las manos.

-"Ed"- fue lo único que le dije, mientras seguíamos el viaje.

El viaje transcurre sin incidentes hasta que cae la noche y llegáis a Frencia, una pequeña villa amurallada, la última en el camino real antes de que éste se desvíe hacia el sur. Las puertas de la villa aun están abiertas y vigiladas por dos guardias que os dan la bienvenida. 

Tyrrel sigue abriendo la marcha y os encamina hasta la posada, "El Caldero Negro" reza en el cartel pegado a la puerta. Allí dejáis apeado los caballos y el carro, Jullian se encarga de hacer bajar a Lysanna y de llevarla casi a empujones hasta el interior de la posada. Puede que hubiese conocido tiempos mejores, pero hoy en día salta a la vista que la posada no es todo lo confortable que cabría esperar. El salón principal es pequeño, las mesas están apiñadas unas con otras y un conjunto de olores desagradables a madera podrida, orín, sudor y cerveza rancia os abofetea en la cara.

Esa noche tan solo había un cliente, un enano peludo, con barba canosa, larga y rizada y una barriga bien abultada, bebiendo cerveza en un cuerno. Detrás de la barra, el posadero os da las buenas noches. Es un hombre bajito, rechoncho y calvo, que viste un jubón marrón lleno de manchas de grasa por todas partes.

Mire la posada y fruncí los labios para el costado, ciertamente era mejor que dormir a la intemperie, pero me esperaba algo mejor.

De todos modos entre con una sonrisa y salude, tanto al enano como al posadero.

-"Buenas noches, necesitamos habitaciones y comida caliente, tampoco estaría mal algo de cerveza fría"-

Mire a mis compañeros y consulte cuantas habitaciones pedíamos, creía que lo mejor era pedir 2 y rotar cada algunas horas quien vigilaba a Lysana, aunque no me agradaba mucho la idea de que estuviera sola con Julian...

El posadero asiente a la petición de Ed y os invita a tomar asiento mientras os prepara algo que llevaros a la boca. Al rato aparece con una pierna de cordero a la brasa con miel y especias y una generosa guarnición de patatas.

- Vosotros dos os encargaréis de vigilar a la chica - comenta el hermano Jullian - Mañana tengo que estar bien descansado para manejar el carro.

A Tyrrel no parece hacerle mucha gracia la propuesta del clérigo pero no le da más importancia y acepta. - ¿Qué te parece si empiezas tu la guardia, Edvrard? Despiertame cuando me toque... y por la estancia aquí no os preocupéis. La Torre Negra de Barataria corre con los gastos.

Una vez termináis de comer, subís al primer piso por unas escaleras destartaladas que crujen con cada escalón que pisáis. Alain y Jullian se meten en una habitación y tu entras con Lysana en otra habitación contigua. La habitación es pequeña pero no carece de encanto. Tiene una cama, una mesa con dos taburetes, un arcón y un armario. También un ventanal bastante grande desde el que se puede ver buena parte de la villa.

Asentí ante las indicaciones de Alain y aproveche a comer bien, con ganas, me encantaba comer y más cuándo se trataba de una buena comida, era mucho mejor tras una buena pelea, pero no habíamos tenido ningún altercado en el camino.

Guarde un poco de comida en mis bolsillos cuándo nadie me veía y esa misma fue la que puse en la mesa apenas entramos en la habitación, además de un odre de agua.

-"Come"- le dije sin más mientras me acerque a mirar por la ventana la ciudad.

Lysana te mira con desconfianza pero enseguida se tira a la mesa para devorar el trozo de carne que le habías guardado. 
- Gracias, Ed - dice después de comer el último bocado, con la boca y las manos pringadas de grasa - Me llevas ante los verdugos de Barataria y aún así te portas de forma amable conmigo. ¿Puedo preguntar por qué?

La ciudad se ve espléndida esa noche. La luna casi llena arroja su luz plateada sobre los tejados y las mayoría de las casas y edificios tienen alguna luz encendida. Alzándose imponente en una de las calles cercanas está la torre del campanario del templo local.

-"Porque ellos serán los que te juzguen y a mi no me has hecho nada directamente, no tengo porque tratarte mal, solo cumplo con mi deber- me acerque a ella y me senté enfrente- aún tienes el pañuelo que te aventé no? Límpiate la boca y las manos...como venía diciendo, esa es la razón además no te me haces una bruja, aunque se que las apariencias engañan"-

Una sonrisa dulce asoma en sus labios y parece complacida con la respuesta que escucha. La chica se ruboriza cuando le indicas que está manchada, se saca el pañuelo de la manga y se limpia tímidamente, girando la cabeza e intentando evitar tu mirada. - ¿Sabes una cosa, Ed? Yo no pedí nacer así. Esos magos de Barataria demonizaron a los de nuestra estirpe hace años, nos condujeron al borde la extinción y nos persiguieron hasta los confines de Tesalia. Utilizaron a las iglesias y nos acusaron de firmar pactos de sangre con demonios, pactos que se transmitirían de padres a hijos mediante la sangre. Nos acusaron de practicar las malas artes, la nigromancia, la invocación de seres del inframundo, la capacidad de alterar la mente y los sentidos de los demás... cuando la misma academia de la Torre Negra de Barataria estuvo enseñando esas mismas artes durante cientos de años. - Lysana hace una pausa para beber un sorbo de agua del odre que le habías dejado y se limpia las gotas de agua con la manga - La única verdad, es que ellos estaban celosos, verdes de envidia, al ver que los "brujos", como nos habían llamado, eran capaces de dominar las artes arcanas mejor que los magos corrientes que empleaban años de aprendizaje y práctica. Mejor incluso que los elfos... - Lysana abre las palmas de sus manos y te las enseña, extendiéndolas para que puedas observarlas mejor - Dime Ed, ¿qué ves ante ti?

La mire durante un instante y apoyando el codo en la mesa me rasque la barbilla, pensativo:

-"Entonces estas diciendo que nunca hiciste nada contra nadie, jamás manipulaste a un hombre o lo volviste loco? Nunca usaste tus dones para lastimar a alguna persona? Si su poder no proviene del demonio, entonces de donde proviene?"- pregunte curioso y sin dejar de mirarla, sabía que la intimidaba y eso me daría una respuesta sincera.

-"Y en cuanto a lo que veo, veo a una chica lastimada y sucia con las manos atadas, resignada al destino que le espera..."-

- Tu eres alto, fuerte, tienes unos músculos bastante desarrollados - dice Lysana mientras mira tus brazos - Si alguien intentara dañarte, estoy segura que te defenderías con el poder de tus músculos. Yo tengo otros métodos, lo admito. Pero jamás he herido ni dañado a nadie adrede. Los hombres del carcelero intentaban aprovecharse... tuve que defenderme. Y aún así... - sus ojos vidriosos se desvían hacia la ventana y trata de ahogar un sollozo, mientras todo su cuerpo se estremece - ¿Acaso puedo hacer otra cosa que no sea resignarme a mi destino? - pregunta con la voz temblorosa, rota de dolor.

Al ver como aparto la mirada y su voz se quebró no pude evitar levantarme y ponerme junto a ella, me arrodille y tomé su mano. Ni yo entendía el porque estaba haciendo eso.

-"Aún así que?- pregunte buscando sus ojos- acaso te hicieron algo esos hombres? De ser así deberán pagar, ningún crimen quedará impune! Pero si tu no cometiste ningún crimen, entonces tu juicio tiene que ser justo...- temí de la respuesta a la pregunta que iba a hacer, pero algo me impulsaba a hacerlo- dime pequeña a que Dios adoras?"-

- ¡Cuan nobles son vuestros ideales, Ed! Pero la verdad es que muchos crímenes se quedan sin castigo. Los dioses no son piadosos, ni ofrecen misericordia. Apolo, Hades, Afrodita o Nereida. Todos son iguales... sus siervos son los que marcan la diferencia - Lysana junta toda la fuerza de voluntad que puede y consigue mirarte a la cara, temblorosa ante tu reacción, pero con resolución en su mirada - No creo en ningún dios

La respuesta me sorprendió y me quede pensativo, sin embargo suspiré y seguí hablando:

-"Si no crees en ningún dios, de donde provienen tus poderes? Los humanos podemos hacer cosas increíbles si, pero solo con la ayuda de los dioses liberamos nuestro verdadero potencial, si tus poderes no son demoníacos, entonces han de ser divinos, porque negarte a esa creencia? Y por cierto...aún no has respondido a mi otra pregunta, que te hicieron esos hombres?"-

- Si crees que podemos librar todo nuestro potencial gracias a esos dioses a los que tanto adoras, no seré yo quien te haga opinar lo contrario. Al fin y al cabo fuiste adoctrinado para pensar de esa manera. ¡Pero ni por asomo se te ocurra meter a todos los practicantes de magia en el mismo saco! El colegio de Barataria entero se tiraría sobre tu yugular si llegases a insinuar por un solo momento que sus artes arcanas provienen de los demonios - La mirada de Lysana se torna fría como un témpano de hielo y sus palabras tan afiladas y cortantes como una espada - Mis poderes no son divinos, pero tampoco he echo tratos demoníacos. Algunos nacemos con el don de la magia y la gente nos desprecian, nos temen y nos tienen envidia por ello... en cuanto a los hombres de las mazmorras... - Lysana vuelve a mirar hacia otro lado y notas como toma aire y trata de reunir fuerzas para pronunciar las palabras - Según ellos... me hicieron una mujer... - se gira otra vez para mirarte a la cara. Observas como se lleva las manos a sus partes y su cara se descompone en una mueca de impotencia, rabia y frustración.