Partida Rol por web

Milton levantó uno de los pesados armarios intentando no hacer demasiado ruido. No quería darle pistas a los que estuvieran fuera si seguían allí. Lo movió sobre una de sus patas para girarlo lo suficiente como para dejar una de las puertas libres. 

Con el mismo cuidado arrastró la camilla hasta el umbral. Los demás iban pertrechándose para la peligrosa excursión. 

El celador entreabrió ligeramente la puerta para ver si había alguien al otro lado. Los otros estaban expectantes. Pero los dementes se habían ido. Asomando un poco la cabeza, para asegurarse de que no estaban escondidos a un lado de las puertas, Milton lanzó un rápido vistazo.

Había un cadáver boca abajo en medio del pasillo, en dirección a las escaleras y el montacargas, justo antes de la puerta de la sala de autopsias. Un enorme charco de sangre se iba extendiendo bajo él. Desde donde estaba reconoció la ropa de uno de los pacientes del sanatorio. Incluso estando boca abajo reconoció a Tim Marteens porque le faltaba la oreja izquierda. Aquel pobre desgraciado no era especialmente peligroso. Se había arrancado la oreja derecha afirmando que era una reencarnación de Van Gogh. Lo único que lo igualaba al genio de la pintura era que estaba como una cabra. Ni siquiera había acertado en la oreja correcta, ya que se la había arrancado siguiendo la idea del famoso autoretrato del pintor, en el que se había retratado con una venda en la oreja que no era. Ahora al parecido se añadía que ambos estaban muertos.

Milton también alcanzó a ver el montacargas cerrado y las puertas entreabiertas de la sala de operaciones. Al fondo el pasillo doblaba en un recodo que llevaba a las escaleras hacia la planta baja.

Joder, Marteens estaba como una auténtica regadera pero no era un tipo problemático para los celadores. En opinión de Milton, un paciente podía arrancarse todos los dedos a mordiscos mientras a él no le tocara las narices o le entorpeciera su trabajo. Y no pensaba llorar por él.

- Todos atentos. - dijo Milton mientras vigilaba el pasillo desde detrás de su improvisada protección. - La camilla puede usarse para bloquear la puerta al quirófano pero eso deja libre la de las escaleras.

Miró hacia atrás y tragó saliva al ver quiénes habían terminado siendo sus aliados aquella noche de locura. Seguramente podría ser peor pero no tenía la más mínima idea de cómo.

- Landless, proteja a la enfermera. Stalton, mantenga un ojo en la salida a las escaleras.

Y, sin demorar más la situación, comenzó a empujar la mesa camilla hacia el montacargas.

Había llegado el momento de enfrentarnos a los pasillos donde se movían los enfermos mentales con una sed de venganza considerable ¿Era solo por su desbarajustadas cabeza o realmente no lo trataban medio decentemente? Eso le importaba esa mañana, pero ahora, solo quería llegar al despacho del director para llamar a la policía y arreglar el entuerto. 

El señor O´Near retiró con precisión la puerta mientras el estirado Landless carraspeaba por lo bajo, apretando la mano donde sentía el peso del martillo, el tacto de la madera en la piel sudada de la palma. Tensión, era una palabra que se quedaba corta en esos momentos. Miró a la mujer que estaba a su lado, y se obligó a tomar aire preparados para una carrera si fuese necesario. 

Cuando quiera- murmuró el hombre antes de adentrarse en el pasillo tras aquel que encabezaba la marcha sin separarse no mas de un metro de cada uno de sus compañeros. La pobre visión de un cadaver o un cuerpo de algún pobre o no tan pobre desquiciado en mitad del pasillo no le gustó nada, era un problema para pasar con la camilla ya que estaba justo en el medio. En silencio, intentando ser lo menos ruidoso posible revisó los alrededores, incluso echó un pequeño vistazo hacia atrás cuando la puerta se cerraba. 

Stalton miró tímidamente a la enfermera y asintió visiblemente nervioso-. Ss... sí señ... Susan -relacionarse con el sexo femenino siempre le había resultado difícil, las palabras no eran lo suyo. Las herramientas y problemas a resolver... ah, eso era otra cosa.

Enfocándose en lo que le decía O'Near dejó sus impresiones sobre la enfermera para otro momento. Siguió los pasos del celador, rodeando el cadáver del pobre loco que yacía en medio. Su trabajo no lo llevaba a tener contacto con los pacientes, por lo que no lo conocía, pero no por ello dejó de sentir pena. Aquella muerte no había sido tranquila ni exenta de sufrimiento.

-No se ve nadie por aquí -dijo por lo bajo, acercándose al elevador. Quería inspeccionarlo para asegurarse de que estuviera funcionando y que los cables no hubieran sido cortados. Malo sería haber sobrevivido hasta ese momento para terminar falleciendo culpa de la negligencia de no verificar antes la seguridad de aquella caja*.

Sarah no pretendía poner nervioso Jeremiah, entonces se dió cuenta que el hombre la miraba de otra manera, a una mujer le resulta fácil leer la mirada de un hombre. Le quitó importancia y, como él hizo, se centró en lo que importaba.

Al asomarse por la puerta pudo ver el cadáver de Tim, lo sintió por el bajando la mirada y, aunque hacía tiempo que no veía un charco de sangre así, intentó que no le afectara demasiado. Dadas las circunstancias debía ser dura, seguramente se encontraran con más cadáveres a lo largo del camino hasta la salida.

En el quirófano podría haber alguien, y si la puerta estaba abierta sería alguien que no temía salir al exterior:

-Esa puerta me da mala espina- Susurró a Milton. - Creo que deberíamos revisar ese quirófano, si sale alguien de ahí y baja alguien de las escaleras estaríamos rodeados.- No sabían hacia donde había ido la turba de dementes pero podrían haberse dispersado.

Milton abría paso con su camilla. Esquivó al defenstrado Tim para mantener su improvisaba barricada móvil delante de la puerta del quirófano mientras Stalton se aproximaba al montacargas sin apenas mirar hacia las escaleras, ya que el mecánico estaba más preocupado por comprobar si el sistema funcionaba. Lanzando un suspiro comprobó que efectivamente todo estaba en orden y operativo, aunque en estos momentos el elevador se encontraba en la segunda planta. Pulsar el botón lo pondría en marcha y lo haría bajar en unos minutos, pero sabía lo ruidoso que era aquel chisme.

Precisamente ruido fue lo que escuchó Sarah al aproximarse a la puerta del quirófano. Tal y como la mujer temía algo pasaba dentro de aquella sala. Se escuchaba el ruido de un chapoteo insistente acompañado del movimiento de unas ruedas metálicas, como si alguien estuviese cortando un trozo de carne encima de una camilla de metal. 

- Si llamamos al montacargas, atraeremos demasiado ruido. - susurró a Stalton al darse cuenta ahora, frente a la vieja maquinaria, de lo ruidosos que eran los motores.

Colocando la camilla frente a la puerta del quirófano, no perdió de vista a sus compañeros.

- Pero podríamos utilizar ese ruido para subir por las escaleras, usando la camilla para molestar si alguien nos sigue.

Miró hacia el techo, pensando en dónde estaba la salida más cercana y añadió.

- Además, se escuchará por todo el Hospital, quizá atraiga a todos los zumbados y alguien más pueda salir de aquí.

-Preferiría subir por el montacarga. Si activamos el ascensor y los dementes se vienen hacia acá, la escalera no será una vía de escape libre por mucho tiempo, mientras que si esperamos a que llegue, después tendremos ventaja para alcanzar la segunda planta -Stalton confiaba más en los mecanismos que en la fuerza humana o su capacidad de reacción. Una buena máquina no lo dejaría tirado jamás.

-No me gusta lo que se oye de aquel quirófano. Antes de irnos deberíamos asegurarnos que esa puerta no se abra al momento de activar el montacargas. Veré si puedo hacer algún chapuceo rápido que nos dé algo de ventaja.

Ver como pasaban por al lado de aquel cuerpo hizo que el supervisor tragase saliva de forma forzosa. El no era un hombre violento, no le gustaba, odiaba la violencia con todas sus fuerzas y aquel charco de sangre le hizo palidecer mientras intentaba evitar pisarlo por todos los medios. 

Pero vendrán por las escaleras si escuchan algo, ¿hay mas de una escalera? - susurró mientras su mirada se posó en la puerta del quirófano.

-Si hay alguien peligroso deberíamos de encerrarlo como dice el señor, pero ¿Y si está atacando a alguien y nos quedamos de brazos cruzados? Vamos a ver señor Stalton- Se acercó un poco agachado sin separarse demasiado del grupo, bajo el amparo del otro hombre. Si tenía ventanitas superiores para asomarse, lo haría. 

Pero ¿cuántos cabemos en ese montacargas?- Sarah, poco acostumbrarla a utilizar tal elevador, desconocía su capacidad, tenían entendido que solo cabría un cuerpo, una persona, eso serían cuatro viajes.

¡Dios! no me imagino lo que está ocurriendo ahí dentro. ¿Crees que podrias atrancar esa puerta? - Sarah adivinó las intenciones del encargado de mantenimiento.- Lo más seguro sería atrancar de alguna manera ese acceso.- La duda razonable del inspector sembró la duda en la enfermera. - Si alguien estuviera en apuros oíriamos gritos de auxilio ¿no?

El sonido que oían daba pie a diferentes interpretaciones pero Sarah no contemplaba posibilidad de ayudar a nadie en ninguna de ellas. La única salida que veía Sarah era por las escaleras.

-Estoy contigo, Milton, debemos subir pero tenemos que pensar un plan B por si bajan. Debemos estar preparados para refugiarnos en el único lugar seguro que conocemos, la sala de autopsias.

Stalton y Landless se aproximaron a la puerta del quirófano cautelosamente. Efectivamente tenía un par de ventanillas redondas por las que se podía ver el interior y que usaba el personal para saber como iba el trabajo y no interrumpirlo durante una intervención delicada. 

A través de aquella ventanilla Landless vio que la sala estaba sumida en una semipenumbra. Había un foco de luz colgado del techo que iluminaba la zona central en la que se vislumbraba una aparatosa cama fija de operaciones con varios soportes de instrumental a su alrededor. En ella un tipo enorme, vestido con una ensangrentada bata blanca de residente, estaba realizando una parodia de operación. Sobre la cama de operaciones un hombre yacía abierto en canal mientras aquel loco se dedicaba a desgarrar su cuerpo haciendo que la sangre saltase en todas las direcciones. Era una visión atroz y empeoraba al ver el rostro concentrado del demente, que lucía una amplia sonrisa, de la que se notaba que disfrutaba cada momento. Mientras clavaba el instrumental no dejaba de murmurar algo, como si hablase con alguien más que estuviese oculto entre las sombras. Pese a lo terrible de la escena Landless se mantuvo impávido, conservando una sangre fría que le sorprendió a él mismo¹.

Ajeno a todo eso Stalton examinó la puerta del quirófano. Gracias a dios contaba con un cierre de seguridad para evitar robos de material y pese a no tener las llaves no le costaría mucho dejarla cerrada con ayuda de sus herramientas². Además las puertas eran de metal, con lo que confiaba que podría mantener dentro a quien quiera que hiciera ese ruido. 

Milton pensó en la pregunta de Landless. ¿Había más de una escalera? Recordaba haber escuchado al viejo Ernest, antes de retirarse, que antiguamente había una escalera auxiliar en uno de los almacenes que estaban al fondo, a sus espaldas. Se decía que la habían sellado hacía años y, de hecho, nunca nadie del nuevo personal lo había comprobado. ¿Estaría realmente allí? ¿se podrían abrir paso de alguna manera?

Sarah se percató que desde que se habían encerrado en la sala de autopsias todo el manicomio estaba en silencio. Antes de eso los gritos de las víctimas y los aullidos de los locos reverberaban en todas las paredes pero ahora... ahora todo era silencio.

Lo que vio, no se lo esperaba ni en mil años. El observar a semejante hombre del cual tomó un par de detalles para comentárselo quizás mas tarde al celador o la enfermera. Lejos de tener pánico ante las manchas bermellón que el lunático estaba dejando en las paredes, las ropas y en todo lo que estaba cerca, lejos de querer vomitar ante las tripas abiertas y humeantes como quien dice de aquel que estaba en la camilla, lejos de todo eso, solo parpadeó un par de veces antes de reaccionar. 

Cierre la puerta...sin hacer ruido- el estirado hombre le murmuró casi al oído a Stalton desapareciendo del rango de visión de la ventanilla- hay un loco dentro...haciendo una operación, le aconsejo que no mire- le dijo con toda la tranquilidad del mundo con voz baja. 

Si salía de allí vivito y coleando, iría a ver a un amigo, por si había acabado el mismo un poco loco por aquello. 

- Los viejos celadores comentaban que antaño había una segunda escalera en el otro extremo. - acompaño sus susurros con un gesto de la barbilla señaló al otro lado del pasillo. - Pero desde que hicieron las reformas exigidas por el gobierno, se supone que quedó tapada...

Por un momento, tuvo la sensación de que el pasillo comenzaba a alargarse más allá de lo físicamente posible, teniendo que sujetarse a la camilla para contener la sensación de vértigo.

- Pero no tengo intención de ponerme a picar paredes ahora mismo, caballero. Así que decidan de una vez, ¿ascensor o escaleras?

Stalton no prestaba atención al inspector. Su cabeza estaba centrada en la cerradura que tenía que bloquear. Maldición! se dijo. Tendría que haber traído el juego de ganzúas de cerrajero que utilizaba cuando ponía a punto una celda antes de ser reasignada a otro loco, pero se suponía que la segunda planta quedaba fuera del plan de mantenimiento de aquel día. Por no transportar herramientas de más, no podría hacer un trabajo delicado como era su costumbre.

-Prepárese don... Puedo cerrarla pero no será prolijo. Sostenga la puerta mientras trabajo, no vaya a ser que los que estén adentro quieran salir -él no había visto la escena macabra, más el ruido que provenía del interior le hacía sospechar que no estaba pasando nada bueno.

Tomó un poco de alambre y el destornillador más pequeño y se puso a trabajar, sin poder evitar hacer ruido.

-Será mejor que llames al montacargas O'Near. Ya sea que lo usemos o no, tapará el ruido que estoy haciendo ahora y nos dará una vía de escape, llegado el caso.

Milton colocó la camilla contra la puerta de las escaleras y se acercó al montacargas, esperando la señal de Stalton para activar la ruidosa maquinaria.

Sarah no quería ni imaginarse lo que el inspector estaba viendo en el quirófano.  

Había mucho silencio, de hecho era como si los pacientes hubieran desaparecido, ya no se oían gritos ni ninguna otra cosa salvo lo que fuera que estuviera haciendo el loco que observaba Landless.

-Hay demasiado silencio, no es normal ¿a dónde habrán ido todos?- Dejó la pregunta en el aire y ayudó a Milton con la camilla. Sarah no recordaba la escalera de la que hablaba el celador pero aunque la hubiera ¿cómo podrían llegar a ella?- Entonces ¿usaremos el montacargas?- La enfermera albergaba serias dudas sobre la seguridad de usar el elevador, corrían el riesgo de toparse con una marabunta de trastornados nada mas abrir las puertas para salir y eso si llegaban a subir con él.

Tras atravesar la camilla en la base de las escaleras Milton se aproximó al montacargas. Por su parte Stalton intentó cerrar la puerta intentando no hacer demasiado ruido pero careciendo de las herramientas necesarias el proceso fue más ruidoso de lo que esperaba. Dando por perdida la parte de subterfugio el celador apretó el botón de bajada del montacargas. Efectivamente la maquinaria era ruidosa y gemía quejándose por el movimiento de los engranajes. 

Pero por encima del ruido se escuchó un aullido triunfal en el interior del quirófano:

- ¡Lo he logrado! ¡Lo he vuelto a montar! ¡TENÍAS RAZÓN! ¿Quién es ahora el loco? - vociferaba alguien dentro de la sala - ¿Lo estás viendo? ¡Se muev... eh... ah... AHHHHHH... ¡NOOOOOO! ¡ATRÁS! ¡ATR...! 

La última palabra fue interrumpida por un gorgoteo ahogado a la que siguió un ruido extraño, como cuando si una estructura de madera se astillase debido a la presión.

La maquinaria del montacargas seguía trabajando con una angustiosa falta de velocidad.

Sarah se encontraba en la zona baja de la escalera, situando todavía la camilla, cuando todo eso sucedía. En ese momento levantó la vista hacia lo alto pensando en que el ruido podría atraer a cualquier peligro. Le sorprendió entonces ver en el descansillo de la oscuridad, oculto en la semipenumbra, a un hombre alto que no iba con ropa de interno o de residente. Era un individuo calvo, barbilampiño, vestido con una gabardina negra que lo cubría hasta los pies. Pero sin duda lo más llamativo eran las miles de grapas que cubrían toda su cabeza, incluyendo el rostro, cerrando incluso sus ojos y su boca. El individuo sonrió provocando una mueca terrible, sin duda dolorosa, antes de fundirse como una sombra en la oscuridad y desaparecer. 

Milton alternaba la mirada entre el montacargas y la puerta del quirófano. Pero por algún motivo giró su vista hacia el pasillo. Efectivamente tenía la sensación de que el pasillo se alargaba más y más en la oscuridad. Y entonces vio a una sombra extraña al fondo. Se trataba de un hombre alto vestido con una gabardina negra. Era alto, pálido y totalmente lampiño. Su rostro estaba atravesado por una infinidad de afileres. Miró fijamente a Milton antes de llevarse un dedo a los labios, como para rogarle que guardara un secreto, y fundirse en las sombras del final del pasillo. ¿Qué demonios era aquello? 

A Milton se le notaba al tensión en el cuerpo mientras esperaba a que el montacargas se pusiera en marcha.

La mandibula apretada, el cuerpo casi en una posición defensiva y la mirada moviéndose a un ritmo endiablado, del quirófano a las escaleras, de las escaleras a sus compañeros, de sus compañeros al fondo del pasillo...

- Pe... per... pero... - comenzó a tartamudear mientras un tembloroso dedo señalaba al fondo del pasillo y daba un paso hacia atrás, para acabar con la espalda pegada hacia la puerta cerrada del montacargas.

¡Hay un puto zumbado escondido allí! - exclamó entonces, sin preocuparse ya de mantener el tono de voz bajo, y se lanzó contra la camilla, para cambiar su posición y bloquear el pasillo por el que habían venido.