Partida Rol por web

El abrazo lo ahogaba, impidiéndole respirar. Por un momento su cabeza se nubló, incapaz de  reaccionar.
 

Aquella no había sido su idea más brillante, puede que hubiera subestimado a sus oponentes, o simplemente la mala suerte se cerniera sobre todos ellos. Sea como fuere, lo cierto es que ahora estaba sangrando, y retrocedió un par de pasos, intentando frenar la hemorragia, aunque sin demasiado éxito. 

Preocupado y Sacamantecas entraron con las armas preparadas, pero no había arma lo suficientemente preparada para lo que vieron a continuación. La cámara estaba ocupada en su centro por una piscina rectangular, y a izquierda y derecha había cogines amontonados. Hermosas mujeres Nyueng Bao y K'Hlatas, con poca ropa, bañaban sus tobillos desnudos sentadas al borde de la piscina, o charlaban entre ellas tumbadas sobre los cojines. Ninguna de esas mujeres era Elefanta, aunque al fondo de la sala había un arco que daba a los dormitorios.

¡KYAAAAAH!

No gritaban de miedo, sino de excitación. Todo el harén se puso en pie y se acercó a la entrada, donde besaron y acariciaron principalmente los bíceps, el cuello y las mejillas de los dos recién llegados a modo de bienvenida. Por detrás, desde el pasillo, Bimbawa estiraba el cuello a izquierda y derecha, tratando de ver si su amiga Elefanta estaba entre aquellas mujeres. Ninguna de ellas era Elefanta, aunque al fondo de la sala había un arco que daba a los dormitorios.

No me habéis abandonado... Arigato-dijo a Matagatos, del que al parecer seguía sin decir correctamente el nombre.

El ástil de la lanza de Kawashi golpeó a uno de los samurais en la sien y paró la espada del otro guerrero Nyueng Bao.

Matagatos se defendió bien, aunque cada esfuerzo implicaba que sus heridas se abrieran.

De los cuatro samurais que se pusieron en pie tras ser derribados por Ponzoña, tres de ellos subieron escaleras arriba para acabar con Preocupado, Sacamantecas y Bimbawa. Otro de ellos se unió al que hostigaba a Sabandija, pero el cuerpo escuálido de comadreja que tenía el K'Hlata era muy escurridizo.

Ponzoña seguía apresado, y el lancero que le estaba rondando hundió su pica en el muslo del Hostigador. La herida manó sangre...

Preocupado era un soldado curtido en decenas de batallas, que había entrenado duramente a diario durante los últimos años y había aprendido distintas tácticas y técnicas para enfrentarse a casi cualquier enemigo. Los soldados de papel lo habían pillado desprevenido, pero un montón de mujeres que lo acorralaba, rodeaba y besaba y abrazaba tampoco eran algo para lo que estuviera preparado. Por un momento se quedó parado, algo avergonzado por la situación, aunque a la vez algo complacido por las atenciones recibidas.
Después recordó a Rastrojo y Caratótem y pensó que le avergonzaría verlo en aquel estado, sucumbiendo a bellas mujeres antes de cumplir con su deber hacia la Compañía Negra y los espíritus.

Tengo que ser fuerte y resistirme, no puedo dejar que estas mujeres me engañen, seguro que es una trampa.

Preocupado intentó sacudirse a las mujeres que lo rodeaban, no quería hacerles daño, pero moviendo los brazos sin parar seguro que ninguna podía acercarse, además el escudo le serviría como protección para avanzar.

-¡Atrás mujeres! Solo venimos a por Elefanta ¿La conocéis? Una mujer K'Hlata, muy alta... ¿Está allí detrás? Sacamantecas, quédate vigilando estas mujeres, yo voy a mirar allí detrás de aquel arco. -Preocupado señaló a Sacamantecas.- Él os vigilará, yo tengo que cumplir una misión, quedaros con él.

Al menos Kawashi parecía agradecido por el sacrificio que estaban realizando, aunque parte de aquellos samurais se les escapó escaleras arriba. Y, para colmo de males, el Hostigador seguía sangrando, a pesar de sus esfuerzos para detener aquella hemorragia. 

Nooooooooooooo.- Sabandija vio pasar con terror a los samurais que subieron pro la escalera pensando en que lo rodearían a él y lo molerían a palos. Sin embargo pasaron de largo buscando atrapar a los que habían ido a por Elefanta.  Sabandija se concentró entonces por taponar la herida que le sangraba profusamente y esquivar los ataques de su contrincante, al que, ahora sí, se le unía otro. La adrenalina y el miedo espoleaban su cuerpo enjuto lanzando ataques a la vez que trataba de cubrirse las espaldas.

El pinchazo en el muslo fue un revulsivo para el Hiena que se revolvió contra la presa. Sujeto como estaba, derribar hacia atrás a su enmigo en una posición estática y que lo liberara parecía misión imposible. Así que Ponzoña plantó bien ambos pies y giró sobre sí mismo arrastrando a su apresador en el giro. Sentía que caían hacia atrás. Con suerte, caerían encima de quien lo había herido.

- ¡Sí, claro! Por supuesto. - Respondió Sacamantecas casi sin mirar a Preocupado y con una sonrisa de oreja a oreja que se ensanchaba a cada segundo. 

- Tú ve a ver si Elefanta está por allí y yo me quedo vigilándolas hasta que regreses. - Dijo al K'Hlata. - Pero asegúrate de que no está allí... que me han dicho que estos Nyueng Bao son muy dados a los pasadizos secretos minuciosamente escondidos... - Comentó procurando aparentar seriedad.

- Si no ves a Elefanta en un primer vistazo golpea despacito cada cinco centímetros en la pared y en el suelo hasta que encuentres algo que suene hueco. Seguro que hay un pasadizo detrás. - Advirtió.

Tras esas palabras se dedicó a prodigar besos y caricias entre las mujeres que le rodeaban, dejándose hacer a placer y arrastrando a algunas con él hacia la zona de los cojines.

Apenas podía creer su suerte. Por fin una misión en la que iba a disfrutar de lo lindo.

Preocupado se volvió durante unos instantes para mirar a Sacamantecas. Se había equivocado con aquel tipo, no solo sabía colaborar y seguir órdenes sino que también tenía grandes ideas.

-Buena idea, eso haré gracias. Me preocupa dejarte solo con tantas mujeres. ¿Podrás con ellas? Bimbawa, ayuda a Sacamantecas, que ninguna salga de la habitación a avisar a los guardias.

Dicho esto se quedó algo más tranquilo y siguió hacia la habitación que debía ser registrada. Lo haría siguiendo los consejos de Sacamantecas, había que ser minuciosos, no quería que Elefanta se quedara encerrada en algún pasadizo escondido.

En ese instante, la prostituta Elefanta asomó por el arco que daba a las habitaciones...

¡Cuidado!-advirtió.

Demasiado tarde. Dos de las mujeres que estaban galanteando con Sacamantecas deslizaron unos punzones largos como cuchillos desde la manga de sus yukatas. El Oscuro logró esquivar el ataque de una, pero la otra hundió su traicionera arma en el costado del Rufián.

¡Aaaaaaah!

El resto de chicas que rodeaban a Sacamantecas echaron a correr asustadas, y Bimbawa fue insuficiente barrera para evitar que saliesen al pasillo y se dirigiesen a las escaleras que bajaban a la puerta principal. Las dos asesinas se reagruparon.

¡Chumino!-llamó una.

¡Metoko!-llamó la otra.

¡Hi!-exclamaron al unísono.

Dieron un espectacular y acrobático salto hacia atrás, para tomar distancia, y cogieron carrerilla para volver a atacar a Sacamantecas. Preocupado se había salvado gracias a tener un corazón puro y una mente libre de suciedad y perversión, pero podía ayudar a Sacamantecas si quería.

Si hay alguien afortunado en el largo y ancho mundo, sin duda era Sabandija.

¡Aaaaaah!

Un grupo de mujeres K'Hlata y Nyueng Bao, ligeras de ropa, aparecieron en lo alto de las escaleras y empezaron a bajar en tropel, arrastrando a los tres samuráis que subían las escaleras... y a los dos que se enfrentaban a Sabandija... y, empezando a correr hacia la salida, también a los dos que se enfrentaban a Kawashi... y a los dos que se enfrentaban a Matagatos... y pisotearon al Nyueng Bao de la armadura negra, que al caer hacia atrás había soltado el agarre sobre Ponzoña. El lancero, más escuálido, trató de interponer la lanza trasversalmente para frenar el paso, pero fue izado por las chicas de la cabecera de esa marea de estrógenos, y terminó siendo transportado colgado del ástil.

Ponzoña, en el suelo, avanzó arrastrándose entre los pies de la estampida. Sabandija se echó a un lado a tiempo (así era de afortunado). Matagatos, debilitado por las heridas, fue empujado al suelo por una de las chicas mientras se abría paso. Pero Kawashi... Kawashi sufrió el mismo destino que los samurais y fue arrastrado hacia la puerta.

No preocupar por mí... Yo estar en la gloria...-dijo, con las mejillas sonrojadas y una sonrisa de oreja a oreja, diciendo adiós con la mano, mientras era aplastado por un montón de tetas.

Llegó un momento en el que se formó un tapón en la puerta, con más chicas intentando salir de las que podían hacerlo. De un lado, en el exterior, quedaron los Nyueng Bao. Del otro, en el interior de Palacio, quedaron Sabandija y dos maltrechos Ponzoña y Matagatos. Y un muro de chicas separando ambos grupos.

Ponzoña gateó como un cachorro en medio del bosque de piernas y del embriagador perfume que como una niebla lo rodeaba. Reconocía aquel olor, pues era el de Kahdesa, cuando desnuda entre sus brazos, retozaba alegre, lo montaba y llevaba su sexo a... Sacudió la cabeza, eliminando aquella imagen que empezaba a despertar entre sus piernas una creciente e incómoda pulsación. Tuvo a bien recoger del suelo un velo de gasa, caído de alguna de aquellas valquirias del amor, y vendó su pierna con firmeza. Imbuida la tela con el don de la femineidad, su hemorragia pareció cortarse en el acto, quizá porque la sangre bombeaba hacia otro lado.

-¿Habéis visto a Elefanta entre ellas? -preguntó. Arrastrado por el suelo no había tenido tiempo a distinguir rostro alguno, aunque sí alguna sonrisa vertical-. ¿Y Preocupado y Sacamantecas? ¿Son ellos los causantes de esta estampida?

- ¿Pero qué demoni...? - Comenzó a preguntar Sacamantecas en voz alta. Cuando vio a la puta Elefanta salir de las alcobas, sus ojos se dirigieron a las mujeres que tenía cerca. Pero fue demasiado tarde.

- ¡Malditas fulanas! ¡Putas bastardas! - Bramó llevándose una mano al costado. - Yo os enseñaré... - Gruñó mientras se llevaba una mano a la herida.

Volvió a mirarse la mano que ahora estaba ensangrentada. No estaba consiguiendo detener la hemorragia.

Notó los ojos vidriosos y en su mente se vio azotando a esas putas por haber osado tratar de matarlo. Maldita suerte la suya... Aun así, trató de aguantar el dolor y se preparó para echarse a un lado por si volvían a atacarle.

La sorpresa de Preocupado fue doble. Por un lado vio a Elefanta, el origen de toda aquella misión. Se detuvo ante la sorpresa y porque al fin y al cabo seguía creyendo que estaba poseída por alguna especie de espíritu maligno. Siempre había pensado que cuando la encontraran Rastrojo iría con ellos y sabría lo que había que hacer, pero sin el chamán estaba preocupado y sin saber muy bien si acercarse o no. Por supuesto que todo esto pasó muy rápido por su cabeza, lo suficiente para que volviera a preocuparse cuando la prostituta gritó una advertencia. Preocupado entonces vio cumplidos sus temores de que aquello era una trampa y miró a su alrededor, pero no vio ningún guardia escondido, después miró hacia atrás y solo vio al grupo de mujeres revoloteando alrededor de Sacamantecas. Entonces se escuchó un grito y vio como las mujeres comenzaban a correr en estampida sin que ni el rufián ni Bimbawa pudieran impedirlo, lo cual le preocupaba porque les había dejado allí para eso.

¿Es que voy a tener que hacerlo yo todo?

Y al despejarse el grupo de mujeres vio que dos de ellas encaraban a Sacamantecas e iban armadas, una al menos había conseguido herir al rufián. Seguramente eran guardias camufladas o mujeres con muy mal carácter.

¿Chumino? ¿Metoko? Los nombres le resultaban familiares, pero no era momento de entretenerse en esas cosas, mujeres o no debían morir si oponían resistencia, ahora que habían recuperado a Elefanta no podían perder tiempo y su experiencia en la Compañía Negra le había enseñado que una mujer podía ser tan peligrosa como cualquier hombre. Mujeres... Siempre traen problemas...

-¡Quédate ahí Elefanta!

Con decisión avanzó con su lanza y su escudo hacia ellas con intención de defender a Sacamantecas, pero las preocupaciones eran muchas y Preocupado volvió a demostrar que esa misión no era para él, de nuevo falló uno de sus ataques.

Es verdad que había K´Hlatas entre aquellas mujeres que corrían en estampida como las cebras en la sabana, pero Sabandija no había visto a la gran elefanta entre ellas. Había tenido mucha suerte por librarse de sus dos contendientes pero ahora tenían prisa y no podía ni detenerse a contestas a Ponzoña. Raudo como el viento comenzó a subir las escaleras en busca de Preocupado y Sacamantecas. No tardaría mucho en deshacerse el embotellamiento provocado por las mujeres perfumadas y ligeras de ropa.