Partida Rol por web

Te despiertas, pero sabes que aún estás durmiendo. Te encuentras en un lugar del que no sabrías definir los contornos, ni mucho menos la locación. Miras en alguna parte y ves algo, pero luego, al desviar la mirada, ya olvides lo que has visto. Es un espacio; un lugar; no sabrías poder decir más.

Recuerdas el lugar. Probablemente, lo recuerdas. Pero sólo en tus sueños, porque hay nada en la realidad que posiblemente pudiese relacionarse a este lugar lo suficiente como para hacértelo recordar – a este lugar, y a la escena que se desarrollará en él.

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Nada, en tu vida cotidiana, podría tener la posibilidad de recordarte la persona que está enfrente de ti. Tiene aspecto, tiene cara, tiene personalidad, pero, tal como el lugar, al momento que intentas definirlo, el aspecto de esta persona, ya se desvían tus pensamientos, ya olvides lo que has visto aún viéndolo. Y la persona te hace una simple pregunta:

"¿Tienes un deseo?"

El hombre (¿o la mujer?) que te hace esta pregunta con una voz calmada tiene un rostro que va cambiando con fluidez. Aunque este sueño sea creado por tu propia psiquis profunda, no puedes captar su rostro. Lo ves, ves su rostro, o eso crees, pero a la vez que se parece a todos, también luce completamente diferente a cualquier otra persona.

Repite su pregunta – o tal vez se repite el eco de su pregunta en tu mente.

Flotaba en un limbo de luz blanca y contornos extraños. Estaba entre la vigilia y el sueño, y pese a que su instinto le decía saber donde estaba, su mente no reconocía el lugar. O tal vez lo olvidaba, como cuando olvidas instantaneamente el escenario anterior de un sueño al pasar a otro.

Y, en medio de aquel vacío tranquilo, una persona le habló. ¿Quién era? ¿La conocía? Su mente le decía que así debía ser, pero su instinto no estaba tan seguro. ¿Era quizás una invención entonces, un sin rostro creado por su mente? Fuera quien fuera, fuera lo que fuera, también lo olvidó al instante. Si es que hubo siquiera algo que recordar. Algo más allá de una pregunta, una pregunta muy significativa. Familiar, y al mismo tiempo sorprendente. Sí, una pregunta que nunca se había hecho pero que en el fondo bien que la respuesta. Una pregunta que también acostumbraba, consciente e inconscientemente, a olvidar.

¿Tienes un deseo?

La pregunta no era siquiera cuál era su deseo, sino si tenía siquiera uno. Y en el fondo, Kazuki sabía que la respuesta era negativa. No tenía ningún deseo. Nunca se había molestado en buscarse uno. Para él, la tranquilidad lo era todo en su vida. Un desarrollo correcto de los estudios, tiempo libre que dedicaba a leer, jugar a algo, estudiar... Y con suerte ya acabaría trabajando de oficinista en algún sitio. Iba de la escuela a casa y de casa a la escuela, no estaba en ningún club ni nada de eso. Él llevaba una vida sin problemas, ni altercados.

...¿Era eso todo lo que quería en su vida?

¿Cuál era su deseo?

¿Por qué no tenía siquiera un deseo realmente en su vida?

...Su vida era como una caja de cartón vacía. Sin ambición, sin sueños, sin amigos, sin pareja...

Te das cuenta que la persona sin rostro con rostro, sin voz con voz, que está aquí tal como este espacio al mismo tiempo que se desvanece, te mira, te mira al par que se pierde tu recuerdo de sus ojos, te mira de la misma forma neutra, calmada, en la que te ha hablado, en la que te ha preguntado si tienes un deseo.

Te mira, y tras tus reflexiones te contesta: “Ya veo. No tienes deseo. Es decir, sí lo tienes. Tienes el deseo de no tener deseo. Lo que deseas es lo que tienes: la tranquilidad que es todo en tu vida, un desarrollo correcto de los estudios, tiempo libre que dedicar a leer, jugar a algo, estudiar...” Reproduce tus pensamientos anteriores. “¡Cómo, eres muy interesante! No puedo distinguir a los humanos por sus leves diferencias. No puedo diferenciar a uno de otro, a pesar de estar tan interesado en los de tu clase. Irónico, ¿no crees?” Sin embargo, no hay ni un ápice de cualquier especie de humor, y tampoco de ironía, en su voz. “Pero puedo distinguirte a ti. Te preguntarás cómo es que esto puede ser algo especial, ¡pero es más que suficiente para que atraigas mi interés!”

Te muestra una caja, quizá una caja común y corriente, quizá algo muy diferente, es como este espacio, es como este lugar, no tiene solidez, no en tu mente, pero suscite en ti el concepto de una caja – te la muestra, y más aún, te la entrega. No sabrías decir si está entre tus manos, pero sientes que él te la ha concedido; al par con lo que significa.

“Esta 'caja' te concederá cualquier deseo. No me preocupa qué deseo sea. No te detendré aunque tu deseo destruya a la humanidad. Simplemente estoy interesado en lo que tú y los de tu clase desean. Si tu deseo es que todo siga adelante, que no haya deseo de tu parte que cambie cualquier cosa, pues, adelante.” Te dedica nuevamente una mirada profunda, luego sigue en el mismo tono estéril y tranquilo (o al menos así lo suena para ti): “¿Aún tienes una pregunta a la que podría responder? Sí no, repite tu deseo, por favor.”

Aquel sueño se hacía cada vez más y más raro. ¿Estaba soñando con una especie de entidad superior, o era simplemente una manifestación de su subsconciente? ¿Era la caja que le había entregado una especie de metáfora de su vida vacía, que aún podía llenar con cosas? Aquella era la explicación más lógica (la de su mente) pero, una vez más, su instinto le decía que aquello era otra cosa. Y lo que parecía esa cosa era aún más aterrador: un dios. Una especie de divinidad alienígena cambiante que le había elegido como alguien 'especial'. ¿A él? ¡Pero si era un mindundi cualquiera! ¡La persona más común y mundana que podrías encontrar!

"¡N-no! Espera... Sí que quiero cambiar algo..." ¿por qué salían estas palabras de su boca? ¿Era por el miedo a desperdiciar una oportunidad caída del cielo? Usar esta especie de caja de Pandora para que todo siguiera igual sería un gran desperdicio... ¿Pero era solo por el poder que le prometía? ¿O no era acaso él mismo quien siempre, en el fondo, había deseado algo más, pero sin saber qué? "M-mi deseo es... ¿e-encontrar un deseo? ¡Encontrar un deseo y cumplirlo!"

Te parece que una lleve sonrisa – ¿filosófica? ¿divertida? ¿burlona? ¿malévola? - toca este rostro a la vez visto y no visto. Es el primer signo de una expresión más allá de la cara neutral que aparentemente hasta el momento te había mirado, escudriñado. La voz que te pregunta, sin embargo, no deja plasmar nada más de esto: “¿Estás seguro de lo que dices? Confirma tu deseo, por favor, y di si puede ser cualquier deseo – pues así te entiendo.”

Algo en sus “por favor” suena falso; como si pidiera al tiempo que exigiera – como si los dos fueran lo mismo. 

"¡Nnghh!" Una leve sonrisa asomó por el rostro de la criatura sin rostro. ¡Se estaba riendo! Se estaba riendo de él, y de su falta de ambiciones, de su aburrida y solitaria vida, y de su estúpido deseo. Le preguntó si estaba seguro, y le pidió (o más bien exigió) que se lo confirmara. Que declarara ahí y ahora que ese era su deseo. ¡Su estúpido e irrisorio deseo de encontrar un deseo, cualesquiera que fuera! Kazuki apretó el puño y en un arrebato de enfado y reafirmación espetó: "¡Lo confirmo! ¡Mi deseo es encontrar mi deseo, cualquiera que sea! ¡Y cumplirlo!"

Teniendo la caja – ¿en tus manos? posiblemente, pero, de todas formas, teniéndola – formulas tu deseo de encontrar un deseo, cualquiera que sea, y cumplirlo. La persona frente a ti – o en tú alrededor, o en cualquier parte, pero en este mismo espacio donde estáis – acoge tus palabras sin mostrar más reacción, tal como un observador estudia su sujeto de observación.

Evidentemente, es una persona desprendiendo una atmósfera desagradable, y desagradable suena su explicación siguiente: “No te confundas, no es ninguna clase de poder que te hubiera regalado. En realidad los humanos tienen la habilidad de conceder deseos sólo con tener una clara imagen de ellos, para empezar. Yo sólo soy capaz de dar un pequeño empujón a ese poder.”

Ya sus últimas palabras sólo te llegan como en un eco lejano, pues los contornos de tu entorno se borran de completo, el espacio se desvanece, si jamás había sido allí, y… despiertas.