Partida Rol por web

"¡Rápido, rápido! ¡Pasad y escondeos donde podáis!" instaba a los campesinos con premura. "¡Servidores de Bahamut!" os da la bienvenida, pero su tono no alberga alegría precisamente. "Siento mucho tener que traeros las malas noticias. El Culto del Dragón está atacando la Fortaleza... ...Y me temo que no está solo."

Un escalofrío recorre vuestra espalda. Sabéis exactamente de quién... o mejor dicho qué criatura está hablando.

FORNUND (VARIOS MINUTOS ANTES):

El ceño fruncido del clérigo se relajó al ver llegar a Fornund, pues significaba que había regresado de la misión de rescate de los refugiados en su templo, y así se lo confirmaron las palabras del enano. "Os lo agradezco de corazón." le dijo el clérigo de Chauntea al paladín de Moradin con una leve inclinación de cabeza, llevándose la mano al corazón. Fueron pocas palabras, pero sentidas.

Sin embargo no solo traía buenas noticias: parecía que el Dragón Azul iba a participar en el ataque. "Cuéntame algo que no sepa ya." protestó Nighthill con la brusquedad que le caracterizaba. Ni siquiera se giró a mirar a Fornund. "Como que traéis un arma secreta para echar a la lagartija de las narices. Mis arqueros solo pueden apuntar en una dirección, y es más fácil acertar a un cultista que a los condenados bichos a los que adoran. Ese dragón azul lleva dando vueltas por la ciudad desde que comenzó el ataque, y lo único que hizo fue derribar la torre de mi mejor y único mago, con él incluido. No era más que un fanfarrón..." el gobernador arrugó su rostro y cerró el puño de su brazo sin cabestrillo con fuerza. "Era un cabrón y me desangraba una fortuna, pero al menos sabía hacer bolas de fuego. Y era un amigo." se giró finalmente a Fornund, su rostro estaba ya cansado, pero guardaba una chispa de ira y determinación. "Vamos a volar la salida secreta cuando tus amigos regresen. No pienso permitir que esos jodidos cultistas nos pillen con el culo al aire y en pompa. Lucharemos, y defenderemos a nuestros hijos y ancianos hasta que la noche termine."

Asiento con gravedad al oír las palabras del sacerdote de Chauntea primero y del propio lord Nighthill después. Escucho todo lo que tiene que decir, y aunque en un principio se me pasa la idea de protestar cuando menciona la idea de echar abajo el pasadizo secreto, recapacito. La fortaleza es nuestra última línea de defensa. Si llega el momento en que necesitemos abandonarla, significará que habremos sido derrotados. Y el Culto del Dragón no hace prisioneros, como bien sabe Keth, así que no tenemos alternativa.

—Estoy de acuerdo con vos —afirmo severamente—. Sin embargo, creo que será mejor concentrar los esfuerzos de los arqueros en el dragón. Los sectarios son más fáciles de combatir en la fortaleza por vuestros soldados. Además, cuando logremos derribar al dragón, será un fuerte golpe para la moral enemiga. No podemos despreciar eso. Lord Nighthill… Venceremos. Expulsaremos a esos malnacidos de estas tierras. Liberaremos Verdosísima.

Espero que mis compañeros lleguen pronto. Por lo que los he visto hacer, nuestras posibilidades de victoria serán mucho mayores con ellos.

-Oh, te refieres al dragón azul que sobrevuela la región, verdad? -le dije al sacerdote que nos daba la bienvenida- Sí, lo hemos visto. Es aterrador. Debemos hallar una forma de derribarlo. En estos momentos nos vendria bien una balista o una catapulta.

Busqué un sitio en las sombras de la habitación y me apoyo contra la pared con la capucha sobre los ojos. Los demás salían al balcón donde se encontraba Fornund hablando con Nighthill.

No necesitaba admirar el paisaje para saber que el dragón azul estaría cubriendo los cielos con su cuerpo y proyectando una terrible sombra sobre la ciudad. Ahora mismo, una de mis principales prioridades, era intentar salir de allí con vida y a ser posible de una sola pieza.

No olvidaba mi misión allí, pero poco podría hacer si me lanzaba de cabeza a ello. Además, ¿cómo coño se mata un maldito dragón?

Esperaba que la conversación con Nighthill nos trajera algo de luz sobre el asunto, aunque no tenía pinta de poder hacer nada. Tendríamos que resistir el embate de los cultistas en la fortaleza y rechazarlos. También podríamos intentar hacer una incursión y derrocar a sus líderes.

THARKAEL:

Tharkael Hendril había sido el segundo en ser atendido. Acompañó a Keth mientras meditaba sobre el dragón que había visto. ¿Cuales serían sus puntos débiles? ¿Qué manera tendrían de echarlo de allí? Se le ocurrieron un par de cosas e identificó otro par, pero tendría que ordenar sus pensamientos antes de compartirlos con el grupo.

FORNUND:

El Gobernador Nighthill asintió con solemnidad a las palabras del paladín enano, y ordenó a Gaulmond que atendiera cualquier herida que Fornund pudiera tener, y que después hiciera lo mismo con los compañeros elegidos de Bahamut. "Vamos a necesitaros en plena forma, y no sólo por el asunto del Dragón. Si los cabrones Cultistas entran, los recibiremos con las armas más que listas."

Así pues, Fornund descendió las escaleras, encontrándose de frente con Durzo, que acababa de regresar.

DURZO:

//Vale, te has adelantado en el espaciotiempo, pero lo arreglo rápido. Esto es después de la reunión de Fornund con Nighthill, te cruzas con Fornund en el patio de la Fortaleza, no llegando a subir la torre.//

Después de que le atendieran las heridas, ya fuera haciéndoles un gesto a sus compañeros de que se adelantaría dentro de la fortaleza o simplemente ignorándoles y continuando su camino, lo cierto es que Durzo no perdió más tiempo y acompañó a los campesinos al interior de la fortaleza.

Allí, se topó de frente con Fornund, que acababa de descender las escaleras.

KETH:

El sacerdote asintió, mientras atendía las heridas de Keth. "El único, y espero que siga siendo así" contestó. Tan pronto como Keth mencionó la balista y la catapulta, la voz de Escobert el Rojo, el enano que os mostró el pasadizo, resuena en el interior del mismo. "¡Armas de asedio, pues claro!" Parece que el enano tiene muy buen oído. Se acercó a toda prisa y empezó a empujar al semiorco al interior del pasadizo. "¡Ven, acompañame!"

El enano le llevó escaleras arriba y a través de un pasillo a otro almacén, uno en el que guardaban las armas de asedio. Tres balistas y una catapulta. "Estas cosas llevan años sin usarse. Me extrañaría que funcionaran, pero si no lo hacen lo harán. ¡Ayúdame a sacarlas fuera!" 

SAMTHARAS:

"Acólito del Sol..." Gaulmond se dirigió directamente a Samtharas. "Sé que este no es el mejor momento, pero se avecina una batalla difícil y quizás amanezcamos todos sin vida. De clérigo a clérigo..." Gaulmond bajó la cabeza y la ladeó. "No, como una planta marchita al Sol, he de pediros, ¿me prestaréis un minuto de vuestra luz? ...Mi alma carga con las cadenas de la culpa y las vidas de tantos, y temo morir antes de hallar la paz. ¿Me escucharéis?"

Fornund. Veo que has llegado antes que nosotros. ¿Cómo está la situación? Nos hemos topado con un dragón viniendo hacia aquí con los campesinos así que esto no tiene demasiada buena pinta.

Esperaba que Fornund trajera noticias de lo alto de la torre y supiéramos que rumbo tomar en nuestra misión ahora.

Cuando me encuentro con Durzo, mis ojos se abren con sorpresa y alivio. Le doy una palmada en el hombro.

—Me alegro de ver que seguís de una pieza, Durzo. —Miro momentáneamente por encima del hombro, ligeramente nervioso—. Me temo que cualquier cosa que pudiera deciros, vos ya lo habéis visto con vuestros propios ojos: el Culto del Dragón viene a la fortaleza de Nighthill. Somos su próximo objetivo, y traen al dragón con ellos. —Suspiro—. Todos los refugiados del pueblo están aquí. Nighthill ha tomado la decisión de derribar el pasaje secreto, de modo que el enemigo no pueda atraparnos entre dos frentes. Defenderemos la fortaleza con nuestro último aliento, por nuestras vidas y por las de ellos. —Apoyo ambas manos en los hombros de mi compañero, transmitiéndole energías con un apretón firme—. Arrancaremos a ese pajarraco azul de los cielos. Ahora, id a ver dónde podéis ayudar. La batalla es inminente.

Me encamino hacia la zona donde se hacinan todos los refugiados de Verdosísima, buscando a mi hijo.

Gaulmond apenas había terminado de sanar mis heridas cuando el enano rojo me llevó a los empujones de vuelta a uno de esos pasadizos que parecían gustarle tanto.

-Ya voy, hombre, no hace falta empujar.

Al llegar lo vi. Tres balistas y una catapulta. Con eso tendría que bastar. Aunque me preocupaba el hecho de que no se habían usado en años.

-Tendremos que probarlas -dije mientras lo ayudaba a sacar las armas afuera- antes de intentar un ataque real. No quiero que ese dragón se ría en nuestra cara.

Una arruga de desvelo se forma en mi frente cuando escucho las sombrías palabras de Gaulmond. No cabe duda de que su tormento ha de ser muy grande si necesita hablar de ello incluso con un dragón sobrevolándonos.

—Por favor, os ruego que os dirijáis a mí como un igual —replico con amabilidad—. Podéis hablar conmigo como haríais con un hermano, estad seguro de ello.

Me aproximo al clérigo, reflexionando que tal vez no desee que sus palabras sean oídas por nadie más.

La gran sombra del dragón cromático lo había desmoralizado, a pesar de ver dragones de diferentes tamaños desde que inicio sus estudios en libros y conocer a algunos de sus ancestros, no pudo evitar experimentar miedo posiblemente a causa de la sensación de desprotección al sentir lejos a su tío como parientes. Sin embargo, fue capaz de llegar a la fortaleza con el resto de los presentes sintiendo ese escalofrío en cada una de sus escamas.

Escucha detenidamente los comentarios de cada uno y al escuchar la solicitud de Keth respecto a la información sobre las balistas considera que es su mejor estrategia para conocer bien la fortaleza. De esa manera estudiar los puntos de donde atacar.

-Yo te acompaño-.

Lo siguió junto al enano hasta ver las imponentes máquinas  y escucha el comentario del bárbaro. Deja asomar una sonrisa entre cansancio y optimismo.

-Confíemos en que funcione. También donde lo ubiquemos nos permitirá tener un panorama claro de donde atacarán-.

Observa al enano y consulta rascándose la nuca.

-¿Cuantos virotes tenemos para atacar al dragón?-.

El muchacho estaba demostrando grandes dotes para la estrategia militar. Algún día podría llegar a dirigir un ejército entero.

-Muy cierto. Debemos discutir como las distribuiremos por la fortaleza y quien va a manipular cada una.

Fornund regresó a al almacén reacondicionado en el que Linan Swift y su marido cuidaban de Randrick y de sus hijos. Por un momento Fornund se sobresaltó al no encontrar a ninguno de ellos allí, no por desconfianza sino por sorpresa. Sólo estaba allí Cuthbert, el marido de Linan, quien le hizo señas a Fornund de que guardara silencio, y cojeando le guió hacia una salita interior resguardada, donde los niños dormían. "Queda poco para el amanecer y ninguno podía aguantar más el cansancio." susurró. "Con suerte el sonido de la batalla que está por venir no les despertará, y también con suerte para cuando despierten su madre no habrá caído en combate." el hombre esbozó una sonrisa cansada, pero sincera. "Cuento contigo y tus compañeros, maese enano. Todos contamos con vosotros. Sé que ya habéis hecho mucho, pero tenemos que volver a pedíros que nos protejáis."

El enano mandó a Keth y a los otros soldados a empujar las balistas y la catapulta afuera mientras que con Tharkael rebuscaban las municiones. Keth reconoció a los compañeros que le ayudaron a sacar las armas de asedio al patio. Se trataban de Erkhel, Jamin y Jumen, aquellos soldados que habían salvado de los dracos apenas llegar a Verdosísima y con los que también habían hablado él y Samtharas antes de que el grupo marchase a la catedral.

El semiorco y estos soldados se reencontraron también con Durzo al salir de la cueva. Erkhel señaló cada uno de los lados de la Fortaleza, cuyos muros formaban una especie de cuadrado. "Podríamos poner una en cada lado de la fortaleza, contando también la catapulta... o quizás dos balistas a un lado para asegurarnos de que al menos un proyectil golpea al Dragón... Sin contar con los arqueros que Lord Nighthill ha colocado ya a banda izquierda y derecha... ¿Qué opináis?"

Todo el grupo de maleantes cultistas estaba frente a las puertas, y quedaba claro que por las puertas intentarían entrar. No eran tantos como para ser considerados un ejército realmente, pero sí los suficientes como para poner en peligro a la población refugiada si no eran retenidos. "Quizá una de las balistas deberíamos ponerla en la proa..." dijo Jamin, ganándose una mirada confusa de Jumen. "¿Proa? ¿Te refieres a las puertas de la muralla? Podrían destrozarla o enviar el dragón a romperla... ¿Y dónde pondremos la catapulta?"

"¡No se llaman virotes, se les llama dardos y jabalinas!" respondió el enano, inmediatamente a Tharkael, poniendo sobre sus manos y las de otros soldados un montón de proyectiles para que los sacaran fuera. Deberían haber suficientes para toda la batalla. Desde dentro el almacén de las armas de asedio también podía oírse la conversación de afuera. ¿Quizás al dracónido se le ocurriría algo?   

SAMTHARAS:

"Dicen que en los peores momentos es cuando florece lo mejor de nosotros mismos..." empezó a decir Gaulmund, mientras llevaba a Samtharas al otro lado de la orilla, lo suficientemente cerca para que pudieran volver a la fortaleza rápidamente, pero también como para tener la privacidad que necesitaba. "...Y temo que mi alma es una flor corrupta y podrida... Yo..." bajó la cabeza avergonzado de sí mismo. "Fui el primero en salir corriendo de la catedral, incluso a sabiendas de que era más que probable que la gente buscase refugio allí y..." apretó los dientes, y le tembló la voz. "...Y también... también he sido cómplice de tortura... No culpo a Nighthill por haber permitido que ocurriese... Y si me lo volviera a pedir, lo haría otra vez. Hay... hay demasiadas vidas en juego..."

"Pero... sin embargo os veo a vosotros, te veo a ti, hermano de Lathander... veo vuestra luz radiante y no puedo evitar sentir... no, saber que en realidad, podría haber cogido otro camino y sin embargo cogí el más fácil... Una y otra vez... Me siento hipócrita, falso y egoista. Siento que soy una vergüenza para Chautea y los demás dioses del bien... Temo morir aquí sin encontrar la paz. Temo que siquiera la merezca."

El plan de Erkel sonaba bien.

-Mmm... sí... me parece bien poner dos balistas a cada lado. Y yo ademas colocaría la catapulta del lado donde ataque el dragón, si es que lo vemos venir. Quiero darle con todo.