Partida Rol por web

El ninja miró rápidamente alrededor, como buscando una vía de escape. Sin embargo, se dio cuenta de que teniendo la pierna como la tenía, incluso una mole como Juzoh lo atraparía con facilidad. Miró al gigante con el terror pintado en los ojos, y fue evidente que estaba pensando con rapidez una mentira que poder responder.

- No... no puedo decir nada -se excusó-. Si lo hago... ¡me matará!

Ni los hermanos ni el anciano sabían a quién se refería ese tipo, pero estaba claro que era el responsable de todo lo que había ocurrido en aquella aldea y de todas las muertes que en ella habían sucedido.

Lee atisbó por la ventana de uno de los edificios, que aún ardía. No pudo ver a nadie dentro, pero había signos de que sus ocupantes habían estado tomando la cena tranquilamente antes de ser atacados. El asalto de los demonios tenía que haber sido realmente súbito...

Como no había nada más de interés, Lee siguió el rastro de las pisadas que se dirigían a un bosquecillo. Cuando se acercaba, pudo oír un gran golpe y un estallido como el de un relámpago, y una voz que gritaba desesperadamente:

- ¡Es... espera! No lo hagas... ¡No puedes matarme!

Corro hacia la voz con toda mi velocidad.

- Yo sí que te aplastaré si no hablas, ¡maldito!

Juzoh dedicó una inquisitiva mirada a su hermana, ya que él estaba cegado por la ira del combate y no pensaba con claridad. Además, él nunca había sido el pensador de la familia.

La amenaza de Juzoh caló hondo. Aquél tipo se sentía ahora muy vulnerable, y no tenía ni idea de que el gigante que tenía enfrente era un comilón con más corazón que cabeza. A sus ojos, era alguien con un garrote de hierro electrificado, que podía destrozarle la cabeza en cuanto se le antojara.

En ese momento, Akari y Juzoh escucharon algo entre los matorrales a su derecha. Estaban a punto de ponerse en guardia cuando vieron aparecer a Lee, corriendo a toda prisa. Aunque los hermanos no se sorprendieron mucho, el anciano que cuidaba de la chica no sabía quién era y se temió que fuera un nuevo bandido.

- ¿Y ahora quién es este? -preguntó alarmado.

Por su parte, el ninja respiraba con dificultad, sin duda presa de los nervios. No quitaba la vista de Juzoh, pero la llegada de Lee le dio una idea.

- ¡Ayúdeme! -le dijo al monje chino-. ¡Este hombre quiere matarme!

Y señaló a Juzoh con un dedo tembloroso.

-Lee!!

Se levanta para llegar junto a él. Ya vuelven a estar juntos y seguro que Lee les ayuda con el tema que tienen entre manos. Señala al tipo de negro.

-Nos ha intentado matar y perseguía a esta buena gente... - señala a la chica y al anciano - La chica tiene la misma enfermedad que mi hermana.

Volteo a ver a todos los presentes, sorprendido. La verdad, que el gigante quisiera matar con saña a alguien no es algo que me extrañara tanto, pero lo que la joven sacerdotisa decía, si era verdad entonces....

Me aviento rápidamente al suelo donde esta el ninja, y ruedo con el efectuando un agarre como el de un mono para inmovilizarlo en el piso, mientras sujeto sus piernas y sus manos.

-No vamos a hacer daño a este hombre, su vida al igual que la de todos es sagrada. Si van a interrogarlo mejor amarrenlo. Yo seguiré buscando gente. En el centro hay un joven muerto, dijo que algo o alguien persigue a la gente por el bosque. Abra que darle un funeral apropiado.

A Juzoh cada vez le caía peor el puñetero monje. Tras estar desaparecido durante el combate con el desconocido, aparece de la nada, coge al tipo que el gigantón tenía inmovilizado y comienza a dar órdenes acerca de atarlo e interrogarlo mientras él se marcha de nuevo. ¿Pero qué diantres se pensaba?

El anciano sacerdote que cuidaba de la muchacha no entendía muy bien lo que pasaba, aunque claramente se le veía relajado al haber sido reducido su atacante. Ahora sin duda podrían enterarse de qué era lo que había causado la destrucción del pueblo, ya que nada aquella noche parecía haber ocurrido de forma arbitraria.

- La llegada de este hombre no te salvará -dijo, poniéndose de pie y dirigiéndose al ninja-. Ya has sido derrotado, y estás a merced de este joven. Habla, o por sagrada que sea tu vida, no será un pecado librar al mundo de un asesino como tú.

El enmascarado lo miró ceñudo, pero la presencia de Juzoh seguía siendo determinante... y también la de su garrote, que aunque empezaba a perder sus propiedades eléctricas, no había perdido un ápice de su dureza y peso. Lógicamente, para alguien acostumbrado al subterfugio y el asesinato, era muy difícil darse cuenta de que aquél sacerdote y Juzoh jamás habrían matado a nadie. Bajó la vista y comenzó a hablar a regañadientes.

- Me contrataron... -dijo pesadamente-. A mí y a muchos como yo se nos llamó hace tiempo a una mansión al oeste de Edo. Allí, un extraño hombre vestido a la manera occidental nos pagó una gran suma de dinero a cambio de que estuviéramos esta noche en diversas aldeas de por aquí. Nos dijo que enviaría a unos... sirvientes, a atacar esas aldeas. Cuando los habitantes huyeran despavoridos, nosotros debíamos asesinarlos y extraer toda su sangre para llevársela a él, a su mansión.

Se detuvo para tomar aliento, y luego volvió a mirar a todos sin perder su expresión hostil.

- Es todo lo que sé. No sé para qué quiere la sangre, ni cómo puede dominar a esos demonios de fuego -concluyó poniéndose cada vez más nervioso-. ¡Ya os lo he contado todo, ahora soltadme para que pueda huir, o me encontrará y me matará!

Vuelvo a rodar en el piso para poner al tipo pecho a tierra y sacarle el aire de los pulmones.

-Sujetenlo, yo iré a buscar al resto de la aldea

En cuando alguien lo sujete corro hacía donde vi las pisadas y sigo un nuevo rastro.

Ella no podría ni en sueños sujetar a ese hombre así que espera que sea su hermano quien lo haga. Ahora ya no hay motivos para preocuparse, de momento, ya que está inmovilizado y tiene la pierna inutilizada.

-Esperaremos aquí, entonces...

Le preocupa el hecho que haya alguien tan malvado detrás de eso como para atacar a pueblos con demonios de fuego... suerte que han legado ellos antes que algo peor pasara. Se gira hacia el anciano y la chica.

-Deberíamos llevarla cuanto antes a terreno sagrado...

Coloca la mano sobre la frente de la chica.

El anciano sopesó las palabras de Akari y negó con la cabeza.

- No te preocupes, pequeña -dijo-. Ya he estabilizado su alma. Estará bien... al menos de momento. Pero me preocupa lo que ha dicho ese indeseable. Sin duda hay alguien muy poderoso detrás de esto. Sin embargo...

Pareció ocurrírsele algo de repente y su rostro se iluminó.

- ¡Claro! ¡Ya lo entiendo! -se golpeó la palma de la mano con el puño mientras se levantaba-. Sangre... han venido a buscar sangre. ¡La sangre es la llave de la Puerta del Infierno!

Ni Akari, ni Lee, ni Juzoh tenían ni idea de qué estaba hablando aquél hombre anciano. Sin embargo, este se volvió para señalar a la joven onmyoji y por primera vez su rostro arrugado sonrió.

- Aún podemos salvar a esta joven... y también a tu hermana.

- No entiendo nada, anciano - dijo Juzoh, rascándose el mentón sentado junto a la pareja, cerca de Akari - ¿Podrías explicárnoslo? ¿Cómo alguien puede querer abrir las puertas del Infierno?

Al gigantón todo aquello le resultaba demasiado confuso, y estaba cansado. ¿Cuánto tiempo hacía que no dormía, o comía algo? Echaba de menos un lugar fresco bajo un árbol donde dormitar, pero el viaje no le permitía esos lujos. Cómo echaba de menos su hogar...

El anciano quedó pensativo ante la última pregunta de Juzoh. Aquél detalle era cierto... ¿quién podría estar tan loco como para intentar una cosa así? El que lo hiciera sin duda sabía que se arriesgaba a destruir a toda la Humanidad liberando a los espíritus del otro lado...

- No tengo ni idea de por qué alguien querría hacer algo así -dijo-. Pero es la única explicación que se me ocurre para lo que está sucediendo, y los hechos encajan. Quizá deberíamos preguntarle más cosas a él... -terminó, mirando ceñudo al ninja.

Lee se alejó rápidamente a la carrera del lugar, buscando nuevos rastros que poder seguir. Los encontró con rapidez, pero había varios y debía decidir cuál seguiría.

Como había visto antes, uno de los rastros era de una carreta, y luego había otros dos. El primero iba al norte, pisadas humanas y demoníacas. El segundo se dirigía al oeste y eran muchas pisadas humanas, seguramente un grupo de aldeanos que había huido y habían tenido la suerte de que ningún demonio les viera o les prestara atención.

Niega con la cabeza ante la sugerencia del anciano.

-Nada más podemos extraer de este asesino enmascarado. El temor lo ha hecho hablar y no hay nada como un hombre que teme por su vida para saber la verdad en sus palabras.

Mira hacia el cielo, observando las estrellas, parcialmente escondidas por el resplandor del fuego que han dejado atrás. Un simple ninja no puede saber nada más de un asunto como ese... es sólo un peón.

-Debemos llegar hasta la puerta del infierno... pero antes...

Se levanta y se acerca al ninja y a su hermano.

-Sellaré tu voz y tus recuerdos, como una maldición de los dioses por tus crímenes pasados y trabajarás honradamente para saldar tu deuda con la sangre derramada. Sólo así conseguirás llegar hasta el cielo.

Saca un papel rectangular con un conjuro de sellación, abre la camisa que viste el ninja, aunque tenga que rasgarla y coloca el sello sobre su corazón, imbuyendo el trozo de papel con su poder sagrado. Quizá no funcione, pero la mente hace mucho en esas cosas y ella ha demostrado que su poder funciona. 

Juzoh se encogió de hombros y dejó hacer a su hermana. Estaba cansado, hambriento y le apetecía dormir un poco, pero aquel lugar no era en absoluto apacible. ¿Encontrarían de camino a Fuji alguna posada o una casa que les permitiera pasar la noche? Porque estaba seguro de que los viajeros se habrían marchado sin ellos... desagradecidos.

Mientras su hermana se aseguraba de que ese asaltante iba por el buen camino a partir de ese momento, Juzoh rebuscó en su mochila algo de pan y algún tomate que estuviera comestible para echarse a la boca.

Al ver de nuevo las huellas, corro a toda velocidad tras la gente de la carreta.

El hechizo de Akari envolvió al ninja con una luz nacarada durante unos instantes. Aunque se había resistido un poco, en cuanto finalizó el hombre cayó inconsciente, con una expresión de paz en el rostro. El anciano se acercó sorprendido.

- Tienes unos poderes inusuales, jovencita -dijo inclinándose-. Estoy seguro de que tu padre está muy orgulloso de ti. Y también de tu fuerza, muchacho -terminó, dirigiéndose a Juzoh.

Regresó a paso tranquilo junto a la chica enferma, y la tomó en sus brazos. Después se volvió una vez más hacia los hermanos.

- La Puerta del Infierno... está cerca de aquí, a un día de camino al oeste de Edo. No tendrá pérdida para vosotros -dijo enigmáticamente-. Aunque tal vez os sorprendáis cuando la veáis... Pero si es cierto que el destino del mundo pende de un hilo, será allí donde halléis la respuesta.

Se inclinó una vez más y se volvió para regresar al pueblo en ruinas.

- Os deseo mucha suerte. Venid a vernos cuando tengáis éxito -dijo, antes de darles definitivamente la espalda.