Partida Rol por web

Las puertas del castillo se cerraron a vuestras espaldas mientras la brisa acariciaba vuestros rostros mientras vuestros caballos cabalgaban al son de vuestras indicaciones a una velocidad vertiginosa.

A cada kilómetro recorrido, más fuerte era el sentimiento de necesidad de ir más rápido. El pantano no quedaba excesivamente lejos, pero sabíais que habría muchos obstáculos que sortear.

El horizonte seguía tornándose oscuro, quizás la paz había durado demasiado tiempo y ahora tocaba volver a luchar de nuevo por restablecer lo que anteriormente con tanto trabajo había sido obtenido.

La verde pradera iba poco a poco adquiriendo un tono amarillento, como si la vida se fuese a pagando según seguíais avanzando ¿Era una señal de que la corrupción venía de más allá? Incluso llegasteis a pensar si visitar a Baba Yaga traería realmente las respuestas ante la incógnita de donde estaría vuestra hija... ¿pero qué más soluciones había?

Sin embargo había algo que os escamaba, en anteriores ocasiones cuando la Trifuerza desaparecía la tierra se infestaba de monstruos que querían sembrar el caos sin embargo todavía no os habíais topado con ninguna amenaza ¿Y si era que esta vez el mal había adoptado otra forma?¿Y si simplemente saben que no tienen nada que hacer contra ustedes y se esconden?

Zelda tenía que admitir que, a pesar de todo lo ocurrido, dar rienda suelta a su caballo y sentir el viento en la cara era una de las cosas de la vida que más libertad y bienestar le aportaban. No era algo poco frecuente que escapara en el poco tiempo libre que disponía a cabalgar por las llanuras de Hyrule. Conocía cada rincón de esa parte de su reino como la palma de su mano, y siempre se sentía como en casa cuando cabalgaba por las llanuras.

No era así esta vez. Las llanuras no parecían las mismas, lo cual preocupó en grado sumo a la reina ya que la Trifuerza llevaba tan solo horas fuera del castillo y su bendición se desvanecía con presteza de la tierra de Hyrule. A pesar de todo esto, la reina no desfallecería. Si las fuerzas no le alcanzaban tenía a su lado a su héroe, su rey, su marido. Confiaba plenamente en las habilidades de Link y sabía que cada uno complementaba a la perfección los momentos de duda del otro. No creo que quisiera volver al papel de héroe, pero no ha dudado un segundo a la hora de hacerlo. El simple pensamiento le hizo sentirse orgullosa de su esposo.

A pesar de que no se habían cruzado con ningún peligro, el simple color del cielo le hacía ver que la tierra era ya diferente a la noche anterior. Mejor mantener los sentidos agudos, no sabemos cuándo pueden atacar.

Link tenía que admitir que, si monstruos hubieran recorrido las praderas, se habría sentido más tranquilo que ahora con nada que se interponía en su camino. La amenaza, esta vez, quedaba desconocida – no era una amenaza que podía atacar directamente, que podía localizar, que podía, en cierta forma, ganando o perdiendo, manejar. La incógnita de la amenaza le puso algo inquieto.

Sin embargo, seguía cabalgando con decisión. Habían hecho la decisión correcta, ya por el simple hecho de que no habían tenido otra opción.

De repente, el suelo debajo de vuestros pies comenzó a temblar.

Como si de una trampa se tratase, cuatro hoyos emergieron de la tierra liberando varias criaturas que con un grotesco sonido comenzaron a acorralaros.

¡Eran Octoroks!

Aquellas criaturas en el pasado sobrepoblaban Hyrule siendo una amenaza para los ciudadanos, ya casi ni recordabais la última vez que visteis uno amenazando vuestra seguridad.

Por fortuna, no eran enemigos demasiado fuertes... ¡si iban en solitario! Pero cuando se reunían en grupos eran toda una amenaza puesto que al mas mínimo imprevisto comenzaban a escupir piedras tan rápido como proyectiles. ¡Teníais que deshaceros de ellos!

La reina intentó mantener el control de su caballo, que ya habría arrojado al suelo a un jinete menos experto. Zelda recordaba de los compendios que hicieron los exploradores de su ejército que los octoroks no son criaturas inteligentes y que no son capaces de planificar estrategias. El hecho de que hubieran caído en una emboscada así apuntaba a que algo más dirigía a los monstruos. Hemos sido incautos...

Si bien los octoroks no son las criaturas más sabias, su habilidad para lanzar rocas a una velocidad de vértigo los hacía peligrosos, sobre todo el grupo. Zelda sabía que no había forma de resolver esto sin conflicto, así que se armó con su arco y su mano derecha fue hacia el carcaj.

Había un pequeño sortilegio que no había enseñado a nadie, ni siquiera a su marido, y que nunca había probado más allá de los muñecos de paja con los que practicaba en un patio del castillo (por supuesto, cuando estaba sola y no la requerían sus deberes como monarca). La reina tomó no una sino dos flechas a la vez y las cargó en su arco mientras se concentraba en apuntar a la vez a los ojos de dos de las criaturas. Si esto funciona acabaremos de un golpe con dos de los enemigos. Diosas, guiad mi mano. La reina soltó la cuerda del arco que se liberó con un silbido.

Apenas habiendo salido del castillo ya tuvieron que enfrentarse a las primeras criaturas presentando una amenaza.

Link vio, de reojo, que Zelda ya intentó dar prueba de una pericia en el combate que no había visto antes, y esperaba que el ataque le saldría bien.

Cogido de imprevisto por los octoroks saliendo de la tierra, Link recayó de inmediato sobre su arma de predilección, la espada. Se inclinó sobre la montadura y a la derecha y a la izquierda hizo silbar la espada para tocar a los octoroks en cuyo medio cabalgó con su caballo intrépido.  

Con su plegaria a las diosas aun en los labios de la reina la cuerda del arco silbó y las flechas zumbaron al viento. Ambos proyectiles volaron certeros, el primero entre los ojos de uno de los octoroks y el segundo clavándose en el costado de otra de las bestias. Ninguna de los dos monstruos se movieron tras recibir el impacto. Zelda no tenía tiempo para celebrar o relajarse, pues aprestó su arco en caso de que los octoroks contraatacaran.

Se produjo el mismo fenómeno de siempre cuando Link se hallaba en medio de un combate: perdió el sentido de sí mismo y su conciencia se volcó en su cuerpo, su brazo, su arma: fue todo arma él mismo, todo ataque, la concentración absoluta del embuste cierto contra los monstruos.

Su espada silbó en el aire con una atroz melodía acera, tocando fatalmente los octoroks. Repartió sus golpes a la derecha y a la izquierda inclinándose sobre el caballo hasta casi tocar con la punta de la lama el suelo.

Cuando se alzó de nuevo para volverse y repartir con el caballo para otro ataque montado, vio que ya no quedaba ningún octorok más.

Respiró hondamente y el oleaje de adrenalina reflujo de inmediato. Volvió en sí mismo, buscando primero con los ojos a Zelda. Su corazón dio un brinco de alegría al hallarla indemne. La sonrió para animarla.

“Continuemos sobre nuestro camino”, le dijo con tono reconfortante, aunque sabía demasiado bien que su mujer era tan fuerte que no necesitaba palabras alentadoras tras un combate parecido que, en resumidas cuentas, no contaba por más que un pequeño contratiempo.

Con el enemigo derrotado, los héroes de Hyrule prosiguieron su camino.

Los fieles corceles siguieron avanzando a gran velocidad mientras evitabais como otros enemigos emergían del subsuelo. Sabíais que no podíais permitiros entreteneros luchando con enemigos menores que lo único que lograban era haceros perder el tiempo.

A medida que avanzabais la oscuridad del cielo iba tornándose más y más profunda. Los relámpagos casi sacudían la tierra y el aire comenzaba a hacerse hasta más pesado.

No sabíais donde estaba el foco de toda aquella corrupción, lo que sí estaba claro es que estaba aprovechando la ausencia de la Trifuerza para hacerse más y más notoria.

Mientras seguíais avanzando y la oscuridad ya rodeó por completo vuestras cabezas, un suceso inesperado pero compresible os alertó. Se trataba de gritos, gritos de auxilio y socorro. 

Mirasteis a vuestro alrededor intentado encontrar el foco de aquella petición involuntaria. Vuestros sentidos os dirigieron directamente a una cortina de humo que se escondía vagamente detrás de unas colinas. La cuestión era que aquella dirección era totalmente opuesta al rumbo que debíais tomar. Eso os llevó a pensar que había que tomar una decisión ¿Ignorar a aquellos que necesitaban ayuda para no poner en más riesgo la vida de vuestra hija?¿O hacer una excepción a pesar de las consecuencias?

Tras el encontronazo con los octoroks Zelda quedó conmovida por cómo Link siempre se preocupaba por el bienestar de la reina antes que del suyo propio. Sin duda se trataba de un hombre y un rey gentil, y esa era una de las cualidades que según Zelda y su padre necesitaba un monarca que fuera a dejar su impronta en la historia.

Avanzando a través de las llanuras decidieron evitar los encuentros con más enemigos menores que no harían más que retrasar su avance. Estaba claro que el tiempo era un elemento vital en esta empresa, tanto si querían salvar a su hija como si pretendían recuperar la Trifuerza, y el avance de la oscuridad era raudo. En cierto momento gritos de auxilio los hicieron detenerse. La reina no alcanzaba a ver a través del humo el origen de las llamadas de socorro, pero su mente comenzó a medir posibilidades. Tras unos instantes que se le hicieron eternos alzó la voz para dirigirse a Link:

- Creo que no debemos distraernos. Mucha más gente estará en peligro si nos retrasamos en nuestro camino, y aunque nos debemos al reino me temo que será mucho peor si nos paramos ahora. - Diosas, haced que no me equivoque en mi juicio.

Las llamadas de socorro parecieron desgarrar los tímpanos de Link, precisamente porque sabía que de aquí en adelante habría llamadas a las que no podría acudir, y esta sería una de ellas. Aunque quería salvar los que estaban en peligro, Zelda tenía razón : si no acabaran pronto con su misión, habría muchos más que necesitarían ayuda – él y Zelda debían absolutamente evitar toda clase de retraso.

En el tiempo que habrían salvado a los que gritaron ahora, ya otros llamarían por su socorro. Así perderían todo su tiempo salvando a la gente mientras que en realidad no harían nada más que perderlos aún más, porque no se atacarían a la fuente del mal.

« Estoy de acuerdo. Aunque me duele », el rostro apenado de Link reflejó con mucho más claridad su dolor que su voz controlada, « tenemos que seguir sin dilatación nuestro camino. No sólo lo debemos a nuestra hija, pero también y más aún a todos los habitantes de nuestro reino. Adelante, pues. »

Dejasteis atrás la columna de humo para no perder tiempo y continuar con el rumbo fijo; llegasteis hasta la costa, donde el inmenso mar os separaba de continuar el paso por el pantano.

Era evidente que a nado era imposible cruzar aquella masa de agua, sin embargo no todo estaba perdido puesto que un poco de pericia solventaría cualquier contratiempo. Con maña y tiempo, podríais elaborar una pequeña balsa que os ayudase a cruzar las bastas aguas hasta el otro lado. A fin de cuentas tan solo eran 2 kilómetros que con buen hacer serían superados.

„Hay que construir una balsa“, señaló Link lo evidente ante el contratiempo que tenían literalmente delante de ellos.  

Se puso de inmediato a buscar troncos en las agrupaciones de árboles, de verdad pequeños bosques, que crecían cerca de la costa.

Esto, de hecho, fue el trabajo más difícil y más largo : encontrar troncos que, aunque naturalmente de tamaño desiguales, eran sin embargo bastante iguales para permitir la construcción. « Nos bastará con cinco », comentó, y de hecho habría sido hasta imposible hallar aún más.

Luego trasladó los troncos a una zona de trabajo cerca de la orilla que era lo suficientemente profunda para que los troncos podían flotar. Ya entre los árboles también había cogido 6 palos de 10cm de diámetro que eran más largos que los troncos unidos de lado a lado. A un extremo de los troncos, puso un palo bajo los troncos en cruz con un palo que coincidía encima. Repitió el proceso con los palos sobrantes separados por igual en el extremo opuesto de la balsa.

Luego ató juntos los extremos que sobresalían de los palos en cada extremo para sujetar los troncos con fuerza. Por supuesto, un aventurero nunca salió sin una cuerda a sus exploraciones.

Cuando había terminado, se enjugó la frente, pero estaba contento con el trabajo cumplido. Confiaba en que la balsa iba a sostener su peso a través de los dos kilómetros. Además, el mar parecía tranquilo.

« Sólo nos faltan unos remos », se volvió hacia Zelda. « Hacer un mástil serviría a poca cosa, como no tenemos una vela. Pero además, una vela no nos daría mucho más control más allá del que los remos nos pueden dar. »

El contratiempo era algo inesperado para Zelda. Había esperado tener que combatir contra fuerzas oscuras, pero no contra la propia naturaleza. Los instintos de supervivencia del rey de Hyrule se pusieron a funcionar y Link comenzó a recoger los materiales que necesitarían para una balsa. La reina estaba como pez fuera del agua y le avergonzaba un poco admitirlo, pero intentó lo mejor posible asistir a su esposo, renovando su admiración por su compañero. Es sin lugar a dudas este ingenio rápido y no la espada lo que lo convirtió en el héroe que es para su pueblo.

Finalmente, siguiendo instrucciones de Link, Zelda buscó dos troncos de tamaño medio durante un rato, los reunió frente a su improvisada balsa y los talló un poco para que adquirieran forma de remos con los que impulsarse por la corriente.

- Espero que esto sea suficiente...

Tras dedicar tiempo, mucho esfuerzo y bastante pericia; los reyes fueron capaces de construir una balsa que podía soportar tanto su peso como ser viable a la hora de funcionar en el agua.

Ahora tan solo se necesitaba arrastrarla al ancho mar y comenzar a remar rumbo al pantano. No debería ser un trayecto demasiado largo pero estaba claro que sin la ayuda del transporte hubiese sido prácticamente imposible.