Partida Rol por web

Link se detuvo al escuchar un ligero temblor debajo de él. Intentó aguzar el oído por si averiguaba si se trataba de algún terremoto o algún tipo de trampa; enseguida supo que no se trataba de nada parecido. Una mano esquelética surgió de la tierra tratando de agarrarle, mas consiguió apartarse a tiempo.

Conocía a aquellos guerreros esqueletos. Guerreros Stalfos, criaturas con las que luchó en el pasado y con las que en otro momento no tendría problemas para enfrentarse a ellas. Sin embargo, no estaba en las mejores condiciones, y eso lo podrían aprovechar sus enemigos. Vio cómo chocaban sus armas y se preparó para sus acometidas. Los dos se abalanzaron sin contemplaciones sobre él, quien recibió al primero de ellos propinándole un puntapié para derribarle, logrando su propósito. El otro se encaró con él, tratando de herirle con un tajo ascendente, pero Link puso el escudo para bloquearlo e inmediatamente le golpeó con fuerza para que se alejara.

Sus dos enemigos estaban aturdidos pero dispuestos a atacar de nuevo, aunque no sabían que tenía una sorpresa preparada para ellos. Sacó el bumerán mostrándoselo, para que prestaran atención a lo que iba a suceder, a la par que lo lanzaba en su dirección buscando un efecto que descabezara las dos calaveras.

El bumerán hizo una parábola perfecta y en cuestión de segundos, los dos cráneos cayeron al suelo, seguidos del resto de huesos. Guardó el arma suspirando aliviado por haberse aventurado a abrir ese cofre; aunque él ya había utilizado otros en el pasado, este desde luego era único, pues estaba dotado de una magia que lo hacía más poderoso.

Dejó atrás los cadáveres de sus enemigos y continuó su ruta, con la esperanza de encontrar una pista que le condujera a la Trifuerza o a su hija.

Tras super aquel desafío el momento que tanto estabas esperando había llegado ¿por qué lo sabías? era más que evidente:

Frente a ti yacía una gigantesca puerta adornada con motivos escabrosos: criaturas que parecían observarte o pretendían infundir miedo.

Dicha puerta estaba levemente abierta y dejaba pasar una corriente helada que te hacía sospechar que tras ella encontrarías alguno de tus objetivos... la cuestión era ¿a qué precio?

El final estaba cerca...

No tuvo que avanzar mucho más hasta que una puerta de dimensiones descomunales se hallaba ante él. No prestó demasiada atención a las ornamentaciones y relieves de criaturas, que pretendían transmitir temor al aventurero corriente, pero él no era un aventurero cualquiera. Y, desde luego, no se iba a amedrentar justo ahora, cuando estaba tan cerca de su destino.

La corriente de aire helado que llegaba a través del portón, erizó su piel. Suspiró, cansado, volviendo la vista por donde había venido. Le gustaría que Zelda estuviese a su lado, aunque lamentablemente no podía ser. Únicamente deseaba que estuviera sana, pues su intención era acabar de una vez por todas con todos los males que asolaban, una vez más, Hyrule. "No hay vuelta atrás... La salvación de Hyrule depende de mí. No puedo fallar a tantas personas. No puedo fallarle a Zelda. No puedo fallarle a Tetra" –dijo para sus adentros antes de empujar con fuerza la puerta para acceder a su interior.

Abriste la puerta y encontraste un amplio pasillo repleto de antorchas

El ambiente parecía más y más cargado según avanzabas hasta el punto de sentirte casi asfixiado... pero de repente algo escuchaste que te hizo abrir los ojos de par en par ¿un sollozo?

Provenía del final del pasillo, o al menos eso creías. No dudaste en correr en dirección a aquel sonido que parecía tan familiar. 

Finalmente llegaste a una sala circular que apenas tenía iluminación, el sollozo era cada vez más fuerte. Tus pasos retumbaban por los alrededores hasta que una suave voz rompió el ritmo de tus pisadas.

¿Pa... padre? ¿Eres tú?

Dijo la voz entre la oscuridad de la sala.

Las antorchas trazaban el camino a seguir; un camino distinto al resto de los que había recorrido con anterioridad. Sin embargo, a Link le estaba costando respirar en aquella zona y su ritmo decreció por momentos, hasta el punto de que temió perder el conocimiento allí abajo, tan cerca de su destino… “Aguanta, debes ser fuerte. Todos confían en ti…” –se repetía para sacar fuerzas de flaqueza.

De repente, un gimoteo llegó a sus oídos e inmediatamente se reactivó, corriendo con todas sus energías hacia el lugar de donde provenían los lamentos. Apretó los dientes, aguantando el dolor, hasta que acabó en una especie de sala circular, con escasa iluminación. Sacó la vela mágica para iluminar la estancia cuando una delicada voz rompió la quietud de la misma. ¡Tetra! ¡Había logrado encontrar a su hija!

 -¡Hija mía! Ya estoy aquí. Y no voy a dejar que te vuelvan a separar de mí –dijo buscándola con la mirada.

De repente, en una esquina oscura escuchaste unos sollozos que iban en aumento, pero lo más importante es que al iluminar más la sala pudiste reconocer con absoluta claridad a Tetra 

¡Estaba a salvo!

Al escuchar tu voz se giró lentamente... su rostro estaba sucio, repleto de lágrimas.

- ¿Padre?¡Padre! - gritó mientras dejó caer algo en el suelo. Al principìo no te diste cuenta de qué era, pero su asombro llegó cuando identificaste el objeto que tu hija había dejado caer para abalanzarse a tus brazos... ¿era la... Trifuerza?¿Qué hacía con ella?

- Lo siento, lo siento, lo siento... debes perdonarme padre... yo solo... yo solo quería ser como tu y como madre... yo no quería... no quería... no debí escaparme... -

Link pestañeó incrédulo varias veces para aceptar que de verdad tenía a su hija delante. La pobre mostraba  un aspecto lamentable, algo lógico, por otra parte. Cuando Tetra le abrazó fuertemente, él correspondió al abrazo, además de acariciar con suavidad su cabeza. Sin embargo, se fijó en que había dejado caer algo cuando venía hacia él, un objeto que nunca imaginaría ver allí con ella. ¡La Trifuerza! ¿Cómo era posible que la tuviera bajo su poder? No hicieron falta demasiados interrogantes en su mente, pues confesó de inmediato que se había escapado; y contemplando lo que sucedía, uno podía intuir que se la había llevado consigo.

-¡Te das cuenta del peligro al que te has expuesto! –exclamó frunciendo el ceño, como muestra de su enfado-. Tetra, ¿por qué? ¿No ves que tanto tu madre como yo estamos orgullosos de ti tal y cómo eres? ¿Y que algún día serás tan importante y fuerte como lo hemos sido nosotros? Esta indisciplina será castigada, no te quepa duda. Pero ahora, debemos salir de aquí. Coge la Trifuerza y salgamos, tu madre está herida en una de las galerías. Necesita nuestra ayuda –apostilló apremiándola a moverse rápido del lugar.

Aunque estaba fastidiado por el devenir de los acontecimientos, en el fondo de su corazón no culpaba a su hija por el temerario acto que había realizado. Él, en otro tiempo, también hubiese sido capaz de cometer más de una imprudencia de semejante índole. Ahora era distinto, ya que no sólo arriesgaba su vida, sino la de su familia, amigos y demás habitantes de Hyrule. “Todo ha cambiado. Todos hemos cambiado...”

Zelda apareció por la entrada con un caminar lento y pausado mirando el suelo y apoyándose en la pared, mientras que con la otra mano presionaba el hombro herido que aún conservaba el vendaje que le hizo Link. Estaba muy pálida y parecía estar muy débil, pero podía caminar.
Levantó la mirada y sonrió levemente al ver a su hija sana y salva. Desvió la mirada a Link y vio que llevaba la trifuerza en sus manos.
- Lo lograste, sabía que eras capaz de hacerlo. - Dijo con un hilo de voz. - Tetra, cariño, ven que te abrace.
Sonriente se apoyó en el marco de la entrada esperando que acudiera su hija y le evitara caminar los pocos metros que las separaban, demasiado débil para mostrar todo el entusiasmo que debería.

Tetra, tras abrazar con fuerzas entre lágrimas a su padre, no dudó en abrir la boca de par en par al contemplar a su madre en cuerpo presente.

- ¡Madre! ¡También estás aquí! - sin dudarlo corrió como alma que lleva el diablo al regazo de su progenitora. Se abrazó a ella con tantas fuerzas que podría incluso herirla.

- No lo volveré a hacer... se lo he dicho a padre... estoy muy arrepentida... aceptaré todo lo que me digáis... tan solo quiero volver a casa... tenía miedo pero ahora que estáis aquí... ahora irá todo mejor -

Link percibió una presencia detrás de él e inmediatamente llevó una mano a la empuñadura de la espada, pero alivió el gesto cuando descubrió de quién se trataba. Zelda, pese a estar malherida, se había personado allí, ella sola y sin ningún tipo de ayuda. “¿Cómo es posible? Con la sangre que ha perdido no deberían quedarle fuerzas… Está claro que yo no soy el único que es capaz de soportar de esa manera el dolor...”

-No tendrías que haberte movido de donde estabas... -susurró acercándose a ella, tendiéndole la Trifuerza-. Sujétala tú entre tus manos, te dará energía para el resto del camino. Es hora de terminar este viaje –concluyó abrazándola con cuidado, pues se la veía ostensiblemente  frágil.

Al notar la trifuerza en sus manos una amplia sonrisa se dibujó en su cara. - Sí que me dará energía. - Sin embargo rechazó el abrazo retrocediendo un par de pasos, el contacto con la trifuerza había cambiado su comportamiento y fue empeorando por segundos.

Movió el brazo herido con total soltura y cogió del cuello a Tetra levantándola en peso, para lanzarla un par de metros hacia atrás sin demasiado esfuerzo. La niña cayó de espaldas, pero no parecía haberse herido de gravedad. Inmediatamente sacó su arco y apuntó a Link, mientras retrocedía unos pasos hacia su hija, el arma mágica respondió a su dueña y una flecha de luz comenzó a brillar entre sus manos. - Pobre ingenuo. - Era la voz de Zelda pero en un tono cínico que nunca emplearía. - No creía que fueras a entregarme la trifuerza tan rápido, esperaba tener que actuar un poco mas como tu encantadora esposa.

Llegó a la altura de su hija antes de que esta pudiera volver a levantarse y le apoyó el pie en el pecho para inmovilizarla. Despacio fue bajando el arco, dejando de apuntar a Link para apuntar a su propia hija. - Deshazte de tu espada y escudo, déjalos caer. por el contrario, le mataré aquí mismo.