Partida Rol por web

Se disculpaba con la joven, cuando por el rabillo del ojo vio aparecer a las cuatro figuras armadas. -Lo siento, Ruby. Creo que este no es momento para bromas.- Dijo apremiándola para que se moviese.

Escuchó las palabras de Inx y el Gnomo. -Ya nos han visto. No esperéis que seamos bien recibidos si salimos por donde mismo hemos venido. ¡Acabemos con esas abominaciones de la naturaleza!

Turno 13.

De repente, todo se vuelve un poco confuso. Ruby, haciendo jocosos y escandalosos comentarios al explorador que se encuentra sobre ella, termina por levantarse. Una vez en pie, Inx intenta convencerla de quedarse a combatir, pero la joven, (que no ha posteado rectificando su primera aportación), se desase como una gata y sale corriendo por el túnel que lleva hasta los acantilados, acompañada por Shiara, que tampoco se lo piensa mucho.

Inx y Cowell están dispuestos a huir si huye todo el grupo, pero eso no sucede: el explorador decide quedarse, levantándose del suelo y sacando la cuerda y el garfio, (acción de movimiento). Mientras la pieza de metal da vueltas en el aire ganando fuerza, el clérigo enano coge su símbolo sagrado con una mano, y tras realizar unos complejos signos con la otra y recitar una litúrgica letanía apunta a un esqueleto y descarga una impresionante lengua de llama que ilumina durante un momento la cueva, con una puntería magistral. Colándose a través del agujero, la flamígera descarga envuelve a uno de los esqueletos, que se agita y se revuelve durante un momento hasta que las llamas desaparecen, y solo quedan sus viejos huesos ennegrecidos y humeantes. Aún así, la criatura apunta con su arco.

Mientras tanto, el garfio de Devan ya ha cogido el impulso suficiente. Con una fuerte sacudida, el explorador lo lanza contra el agujero. Desgraciadamente no consigue encestar, y el garfio choca contra el techo y cae al suelo con un sonido metálico, levantando algo de agua, y casi alcanzando al gnomo Mélkavic, que está chillando extraños consejos mientras corretea de un lado a otro agitando los brazos.

En ese momento, los esqueléticos tiradores que hay sobre el grupo comienzan a lanzar flechas. La primera de ellas se estrella entre la juntura de la hombrera y el casco de Cowell, y se hunde dolorosamente en su hombro, (4 daños). Otra flecha rebota en el escudo del dracónico paladín, una tercera se clava en un erizo de mar junto al que pasa el gnomo Mélkavic correteando, y la última roza la pantorrilla del explorador, (3 daños).

Es el turno del dracónido, que ante todos vosotro abre sus fauces, y lanza un terrible rayo contra el agujero, que en su mayoría rebota en luminosos arcos voltáicos de color azulado en los relieves del techo. Sin embargo, algo de la descarga pasa por el agujero y baña a algunos de los esqueletos en una dolorosa luz relampagueante.

Os dais cuenta de que los monstruos están bastante bien protegidos, asomando solo la cabeza y las puntas de sus arcos desde la abertura, y disfrutan de una posición muy defensiva. Sin embargo habéis conseguido herirlos. ¿Seguiréis luchando?. ¿Abandonaréis el intento?.

Mientras tanto, Shiara y Ruby corren por el túnel hacia el acantilado, y la halfling comenta como de pasada; "Oye... tú no te darás cuenta porque llevas botas, pero... aquí está empezando a entrar agua, ¿sabes?". Con un vistazo, la gitana observa que, en efecto, un reguero de un palmo de agua salada comienza a descender desde la boca de la cueva.

¿Qué haréis ahora?. ¡Es vuestro turno, y vuestra decisión!.

- Amigos, deberíamos enfocar este combate desde donde no tengamos esta desventaja. Lo hemos intentado, pero creo que vamos a gastar nuestros recursos y armas aquí mientras ellos están parapetados allí arriba. Además, no me gusta la idea de dejar en manos de lo que pueda haber salido de la torre o del cementerio, o de los orcos si vuelven, a la enigmática halfling y a la pícara gitana!

Inx sostiene el escudo sobre su cabeza, mirando por el borde para ir enfocando a las flechas, al tiempo que habla.

- Salid de la cueva, yo salgo detrás de vosotros!

-Quizá tengas razón, estamos en amplia inferioridad. Aunque bien cubiertos, creo que podría acertarles perfectamente desde aquí. Pero vosotros careceis de armas de largo alcance. -Vocifero mientras recogía el gancho y se aquejaba del rasguño de la pantorrilla. -Además, la principal interesada se ha marchado. ¡Salgamos antes de lamentarlo!

¿Atolondrado gnomo? Oh, me siento ofendido. Has herido mis sentimientos, Inx... ¡¿EH?! Espera, esper, sper, spspspspssss... ¡Tiempo muerto!

Mélkavic chasqueó sus dedos y la imagen de un tapón de corcho gigante se creó sobre sus cabezas tapando el agujero desde el que los esqueletos disparaban sus flechas.

¿Estás diciendo que desandemos todo el camino y volvamos con las chicas? ¿Sabes lo malo que es para mis huesos haber hecho esta caminata? Me duelen horrores. ¡He bajado por una cuerda, por los empastes de oro de Garl! ¿Y ahora me váis a obligar a subir todo aquel precipicio? Pffff... qué pereza...

Dejó caer los hombros, pues solo de pensarlo los brazos le pesaban el doble. Era mucho más cómodo subir el tramo que les separaba del agujero que toda la cuerda que estaba atada al risco. Chasqueó los dedos y deshizo el tapón de corcho, y empezó a arrastrar sus pasos por el agua, cabizbajo. Entonces sonó una voz...

Deteneos, esqueletos míos. No disparéis ni una flecha más.

Los esqueletos giraron la cabeza sin ver a Salazar en ningún rincón de la sala.

Estos aventureros han despertado mi interés y ahora son mis invitados,

en especial ese atractivo e ingenioso gnomo. Dejad que echen su garfio

y suban por la cuerda para que se puedan reunir conmigo.

Oh, vaya... ese hermitaño solitario si que sabe juzgar a la gente-dice Mélkavic.

Fue una suerte que Mélkavic se hubiese acercado a escuchar cuando Salazar habló con los orcos. Ahora podía reproducir la voz del nigromante con una pequeña ilusión sonora. Lo que sea con tal de ahorrarse trabajos físicos. También es una suerte que se estén enfrentando a un nigromante, es decir, mago. Es mucho más creíble que pueda hacer aparecer su voz de la nada, estando invisible o transmitiéndola mágicamente desde otra sala, que si Sabelotodo emplease el mismo truco con un rival maligno con poderes terrenales, como un caudillo bárbaro o un recaudador de impuestos.

Me escurrí como pude de las manos de Inx y salí corriendo de aquel lugar junto con Shiara. El subidón de adrenalina era tal que ni me había dado cuenta de lo que la mediana me estaba mencionando. El agua empezaba a colarse en la cueva, la marea empezaba a subir y no tardaría en inundar la cueva.

- Será mejor que avisemos a los demás - le respondo a Shiara y, acto seguido, tomo una fuerte bocanada de aire para gritar a pleno pulmón - MOVED EL CULO AQUÍ AFUERA!!! LA MAREA ESTÁ SUBIENDO Y SE VA A INUNDAR LA CUEVAAAAA!!!

Da un golpe, pero recibe otro a cambio. Ni él ni su rival caen, por lo que la situación no cambia demasiado. Siguen estando en desventaja, y la idea de huir del lugar parece la más adecuada. Las dos mujeres lo hacen mucho antes de que se den cuenta, pero el aviso de la bailarina sólo empeora las cosas. Aún así, el enano comienza a encaminar sus pasos hacia la entrada de la cueva, protegiéndose con el escudo mientras intenta esquivar las flechas. Cuando está a punto de alejarse de la visión de los esqueletos, escucha el intento del gnomo por despistar a los no muertos, por lo que decide quedarse unos segundos más para comprobar si su truco surte efecto. La cabeza de Mel funciona de una forma bastante confusa para la cuadriculada mente del enano, pero es indudable que de ella surgen buenas y originales ideas.

- Mel, creo que el aviso de Ruby cambia las cosas, no crees? No creo que quieras quedarte tú solo comprobando el tema de la balsa y los cadáveres... por muy amiguito que te hagas de los esqueletos de arriba, sabes que no te van a ayudar. Salid antes de que quedemos atrapados!

Se olía en el aire... Le estaba perdiendo. El paladín, que con fé ciega se prestó a la tontería del Castell, parecía que ya dejaba de seguir fielmente las palabras de Mélkavic. ¿Por qué le cuesta tanto a la gente escuchar a sus mayores, y acatar con carácter servil todas sus órdenes? ¿Es porque Don Rigodeón es gnomo? ¿En serio vamos a empezar con racismos y xenofobia?

Inx no era el primero que ponía en duda las palabras de Mélkavic, por eso a estas alturas de su vida tenía un discurso apropiado sobre ello. No era un buen discurso... estaba lleno de patrañas y contenía dos o tres falacias de experto para atribuírse la razón. Cualquiera puede distinguir la falsedad del cuerpo del documento, si ha pasado un par de años aprendiendo retórica y cinco estudiando silogismos. Pero para una mente mediocre como la de un draconiano podría valer... Lamentablemente, no había tiempo para dar ese discurso, así que el gnomo se limitó a exponer los hechos.

Inx, no me llaman Sabelotodo por tener un conocimiento parcial y sesgado de un puñado de cosas. Las mareas suben y bajan a un ritmo del orden de pulgadas por minuto. Esperar unos segundos no va a cambiar nada en la entrada de las corrientes en la gruta, pero lo puede cambiar absolutamente todo bajo el agujero, que cual halo de santidad, corona mi cabeza. Me refiero al agujero del techo, no es que me haya dado un golpe en el cráneo. Veamos qué hacen los esqueletos antes de retirarnos. Además, la luna estuvo alta anoche-cuando mides menos de tres pies y medio, todas las lunas te parecen altas-, su influjo sobre las corrientes es bajo, y eso hace que el ritmo de subida de la marea sea revisado a la baja. No lo digo yo, lo dice la ciencia. ¿Quieres hacer llorar a la ciencia, paladín malo?

Inx aprieta las mandíbulas sin responder al gnomo. Se esperaba una respuesta similar, un discurso que diera una vuelta circular completa alrededor de la acción que el grupo esperaba del pequeño y tozudo ser.

No vale la pena discutir. En fin, espero que los demás vayan saliendo, y si las flechas siguen cayendo, con suerte "Sabelotodo" recapacite.

Lo que el paladín tenía claro es que no iba a abandonar a Mêlkavic a su suerte, por muy cabezota y soberbio que este se pusiera.

Turno 14.

Ruby y Shiara corren a través del túnel hacia el exterior, chapoteando en el pequeño torrente que comienza a entrar desde el mar y quedando un tanto alejadas del núcleo de la acción.

En la cámara de los cadáveres, Cowell retrocede alzando el escudo y haciendo lo posible por no ser alcanzado, seguido por Devan, el explorador. Los esqueletos lanzan una salva de flechas contra los héroes en retirada, pero en esta ocasión todas las flechas se estrellan contra rocas, escudos y armaduras sin lograr alcanzarles.

Hasta el honorable paladín comienza a retroceder poco a poco, dándose cuenta de que solo un lunático permanecería bajo las flechas de los esqueletos. El único que no se retira es Mélkavic, que sigue dando vueltas y charlando sobre no se sabe muy bien qué.

De repente, la imperativa voz del necromante llena la estancia ordenando a los esqueletos que se detengan. Desde abajo, el viejo gnomo puede observar cómo las criaturas vacilan en su lanzamiento de flechas. Sus huesos crugen y raspan mientras giran sus cabezas aquí y allá, preguntándose de dónde sale la voz. El movimiento ha sido inteligente, y por ahora los monstruos no seguirán disparándoos. Tampoco es que sus embotadas y necróticas mentes sean tan estúpidas como para mantener mucho tiempo el engaño; antes o después, estais seguros, intentarán cercionarse de la procedencia de la misteriosa voz.

El siguiente asalto los esqueletos no dispararán, pero podrán volver a tirar para darse cuenta del engaño contra una dificultad de 15, ya que es reciente. ¿Intentaréis alzaros hasta el agujero?. ¿O aprovecharéis para huir a toda pastilla?.

Es vuestra decisión, y vuestro turno.

Mélkavic sostiene la mirada en dirección al agujero del techo. Llevan unos segundos sin disparar, pero corresponde una verificación. Alza la palma de su mano y la agita en el aire para ser un blanco más visible. Nada. Sabelotodo ya no sabe si los esqueletos se han creído su milonga o no disparan porque se han quedado ciegos de tanto tocarse el hueso del "cocksis". Prueba a hablar, a ver si alguno intenta disparar guiado por el sonido de sus palabras...

¿Lo véis? No voy a decir que os lo dije, pero...-por un instante se encoje un poco, no vaya a ser que esta vez le llegue el flechazo-¡Os lo dije!

Quizás lo más importante de esto sea que los esqueletos nos dejan subir, y no tenemos la más mínima certeza, pista, sensación o presentimiento de que puedan cambiar de opinión cada seis segundos. ¿No es maravilloso? Llamémosle a esto el tejón de Schrödinger, ese gnomo que siempre te decía... "pon la mano en la boca de mi tejón, es muy bueno y ya verás cómo no te muerde". Y antes de meter la mano existía una posibilidad de perderla y otra de no sufrir ningún daño. ¡Y en el instante previo, esos dos sucesos podían darse a la vez! No sabías cual de las cosas podía suceder. Pero una vez que se ponían a tiro de sus fauces, nunca, jamás, ninguno de sus vecinos perdió ni un solo dedo. Pues esto es igual de infalible.

Devan, haz los honores...-instó, para que utilizase su garfio-De todas formas, si decidimos no entrar por aquí, no sé por dónde hacerlo. La situación será la misma. Parece ser que los orcos no invadían el jardín-cementerio porque los esqueletos arqueros estaban apostillados en las saeteras de la torre. ¿Qué mas da entrar por la puerta que por el agujero?

Mélkavic estaba dispuesto a subir por la cuerda, incluso en la improbable hipótesis de que los esqueletos atacasen a Cowell, que iba a ser de los primeros en subir (¿aunque quién resistiría la tentación de golpear a un enano en la barriga?, son los tentetiesos de la Naturaleza). Salvo que el explorador en su infinita cobardía decidiese llevarse su cuerda, único medio para subir, o que en su infinita torpeza no lograse fijar el garfio antes de que los esqueletos perdiesen la paciencia, Mélkavic Sabelotodo Rigodeón cruzaría ese agujero.

En cuanto tres de nosotros estén arriba, que el cuarto pegue un grito a las chicas para que vuelvan.

Todo estaba en manos de ese humano hippie con melena. Hippie es la palabra en gnomo que sirve para designar a los vagabundos desaliñados piojosos, sobretodo cuando tienen un perro y tocan una flauta. O hacen bailar un diábolo. ¡Búscate un trabajo, Devan!

Me empezaba a poner nerviosa. Shiara y yo estábamos casi en la entrada de la cueva pero los demás no salían de allí. No estarán intercambiando flechas con esos esqueletos, verdad? - le pregunto a la mediana. Me llevo una mano a la espalda, a la zona donde me había golpeado momentos antes con una roca intentando hacer aquella locura del castell, todavía la tenía resentida. - Es imposible que no hayan escuchado el aviso... 

Los esqueletos se detienen, aparentemente confusos gracias al truco del gnomo. Aún así, subir sigue sin parecer la mejor idea.

- Mel, la diferencia es que aquí esos esqueletos tienen ventaja sobre nosotros. Están arriba y somos un blanco fácil. Tal vez por la puerta principal...

Hace una pausa y no llega a terminar la frase. En su lugar, se acerca de nuevo hasta el gnomo y espera a que el explorador lance su garfio para subir en cuanto pueda.

- Qué demonios. Como dicen los textos sagrados de Moradin, sin riesgos en la lucha, no hay gloria en la victoria. Sigue usando ese truco, Mel, parece que funciona.

Con un resoplido, Inx protesta:

- Es que os habéis bebido todos el entendimiento? Os recuerdo que la mitad de nosotros somos pésimos escaladores! Acaso es mejor que los esqueletos decidan volver a dispararnos estando uno a medio subir, otro caído en el suelo y otro solo arriba, por ejemplo? En fin, mientras sigáis con esta idea descabellada, me quedaré a protegeros... pero yendo por arriba, aunque aparezcan muertos vivientes, estaremos igualados en altura y ventaja, además de que seremos más pudiendo ayudar al mismo tiempo, no como aquí abajo! A estas alturas, con una buena carrera, ya habríamos llegado al umbral de la torre.

Pese a la reprimenda, Inx continúa cerca de sus compañeros, por si debe usar su escudo para protegerles de las flechas.

- Y mientras sigamos separados, somos más vulnerables...

-Pero que demonios... .- Pensó mientras oía la falsa voz del morador de la torre.

-Gran verdad la de vuestro Señor, maese enano.- Dijo al escuchar al clerigo. Para mal o bien, él también era especialista en meterse en situaciones de peligro. -Caballeros, nada como atacar la fortaleza de un enemigo desde el interior. Aprovechemos la oportunidad que nos brinda el Sr. Rigodeón. El camino ya está allanado. Si buscábamos una oportunidad, es ésta.

Con una rápida carrerilla, volvió a colocarse bajo el agujero. Haz caso a Cowell. Intenta mantenerlos distraídos.- Instó al gnomo. Y si puede ser... ¡Que nos ayuden! -Acto seguido, volvió a arrojar su gancho. Esta vez, buscando como asideros los bordes del agujero.

Turno 15.

Los esqueletos parecen confusos sobre vosotros; el momento es aprovechado por Devan, que tras darle tres o cuatro vueltas al garfio al final de la cuerda lo lanza con tan buena puntería que lo engancha en un extremo del agujero. Los no muertos se apartan como los autómatas que son, girando sus cráneos en posturas que podrían considerarse pensativas.

Con la cuerda es relativamente sencillo subir un tramo tan corto, (dificultad 5), y el primero en intentarlo es el enano. Sin dificultad, el clérigo barbudo se alza hasta el borde del agujero y se pone en pie rodeado de sucios esqueletos. Las criaturas no le prestan ayuda para subir, pero tampoco atacan; con miradas amenazantes, como esperando alguna traición, los monstruos se apartan del agujero y se alinean al fondo de una pared de piedra como soldados de guardia.

Cowell estudia la cámara. Se trata de un sótano con paredes formadas por irregulares piedras sin argamasa, en la que además del agujero hay una especie de camastro de metal con argollas para retener a quien lo use, y junto a él una mesa auxiliar repleta de sierras, cuchillas y extraños aparatos quirúrgicos. Todo el conjunto está lleno de sangre seca y de óxido, y no tiene pinta de ser muy higiénico. Dos enormes braseros pegados a las paredes dotan a la estancia de una luz amarillenta y de un penetrante olor a incienso, y a través de un arco en la pared se vislumbran unas escaleras toscas, que suben hacia arriba.

En un momento, Inx y Mélkavic han subido a la sucia estancia.

Mientras tanto, Shiara y Ruby asoman la cabeza al ventoso acantilado por el que han entrado. Sus ropas y cabellos se agitan, mientras la punta de la cuerda que asciende hasta su lugar de procedencia baila ante ellas. Ante las dos muchachas, el mar se agita tranquilo. El agua les alcanza por los tobillos, y baja en un reguero a través de la cueva que hay tras ellas; cada vez que llega una ola, se mojan hasta las rodillas y ven descender una buena cantidad de agua salada hacia abajo. La marea está subiendo. Shiara se encoge de hombros mirando a Ruby; "O sea, vale, ¿quieres que bajemos?. Si esto se inunda siempre podemos nadar hasta el agujero, supongo. Si no nos disparan flechas".

Los esqueletos en la cámara de investigación parecen inmóviles y tranquilos. Allí están también Mélkavic, Inx y Cowell. Abajo se ha quedado Devan, porque usó su acción para lanzar el garfio. En la boca de la cueva, a tres asaltos de buena carrera, se encuentran las dos chicas del equipo. ¿Qué haréis ahora?. Es vuestro turno, y vuestra decisión.

Reflexiono durante unos segundos cuando Shiara me pregunta qué hacer a continuación. Dejarlos tirados, a merced de esos engendros era demasiado cruel. Eso sería típico de Esmeralda, dejar tirados a sus compañeros al menor signo de peligro. Un destello de rabia surge en mi mirada al recordar a mi antigua compañera de danza. Esa zorra manipuladora y egoísta...

- Bajemos otra vez - le respondo - no me siento cómoda sabiendo que los demás siguen ahí abajo. Hasta puede que estén heridos y necesiten ayuda. - Observo cómo el agua va entrando en la cueva. Tenemos tiempo - le comento a la mediana - si algo sale mal nos dará tiempo a volver por aquí antes de que se inunde del todo. Vamos. - Acto seguido echo a correr hacia el interior en busca de los demás.

Devan, recuerda lo que dije antes: el que suba el último, que le pegue un grito a esas dos jovencitas para que se vengan.

Tras decir esto, se alejó del agujero central y movió su cabeza en todas direcciones para contemplar los detalles del sótano. Lo único relevante eran aquellas herramientas, aunque ni se molestó en revisarlas de cerca.

Uhm... Sierras, punzones, trépanos, cinceles... Estoy empezando a ver lo que ha ocurrido aquí. Nuestro amigo el hermitaño tiene un pasatiempo oculto: el bricolaje. Sin duda esas manchas rojas en su mesa de carpintero son sangre de drago. Oh, no... no te preocupes, Inx. No dije sangre de draconiano, sino sangre de drago. Es una resina roja que sirve para barnices y que se extrae de los árboles drago, del género de las dracaenas. Las plantas no son mi especialidad, pero es un barniz que se usa mucho para los violines. En realidad los violines tampoco son mi especialidad, pero todos los gnomos tenemos un primo bardo que sabe de música, y al final ese tipo de anécdotas saltan a la literatura silvana. Por cierto, ¿os he comentado alguna vez que soy especialista en literatura silvana?

Pero esa es otra historia. La sucesión de hechos que veo por aquí es la siguiente... Algún viajero despistado se pierde y llega a esta torre. El nigromante le ofrece amablemente alojamiento. Los viajeros se aventuran en solitario por la torre, mientras el nigromante duerme, o se baña o realiza cualquier función escatológica que requiera plena atención. Cuando el viajero descubre la afición a la carpintería, el nigromante se ve obligado a matarlo para guardar su oscuro secreto, que de saberse le convertiría en objeto de escarnio en todas las convenciones de nigromantes de aquí a Aguasprofundas.

El gnomo se acerca a uno de los esqueletos y empieza a mirarlo de arriba a abajo. De pronto lanza su puño y lo detiene a unas pocas pulgadas del esqueleto, mostrando el pulgar entre el dedo índice y el corazón.

Mira, Calaverín, tengo tu nari... eeeeeeerhm...

El craneo está demasiado arriba como para que el esqueleto se trague que el gnomo le ha robado la nariz. Además, le falta cartílago. Es un pequeño problema de altura. El puño de un gnomo no llega hasta la cara de un cadáver humano en pie. Ni siquiera saltando. Y los nigromantes nunca son lo suficientemente considerados para dedicar tiempo y recursos a convertir en esqueletos a pequeños medianos y gnomos que otros medianos y gnomos puedan golpear en la cara. Nadie piensa nunca en la gente pequeña, ni en las bromas que puedan intentar gastar.

¿Tengo tu pito?-dudó, abriendo el puño y mostrando el pulgar.

Arf, menos mal. Es solo mi propio pulgar. Por un momento pensé que tenía una pilila de esqueleto en las manos. Habría sido bastante bochornoso.

Mélkavic había logrado engañarse, a él, seguramente la mente más perspicaz que un gnomo senil de ciento ochenta años podría tener. La consecuencia lógica era que Sabelotodo era más listo que Sabelotodo, y siempre es bueno ser mejor que los demás en algo. Y algo que por lo demás Mélkavic no estaba dispuesto a hacer era a pegarles a esos esqueletos tan amables a la buena de dios, Tyr en el caso de Inx, sin que mediara legítima defensa ni nada. Pero como el esqueleto al que le había cogido el pito le miraba con muy mala cara, como si no le hubiese sentado muy bien el asunto, Mélkavic retrocedió y se agazapó un poco para esquivar con más facilidad un posible arranque de ira vengativa por parte de Calaverín.

Uhm...-la atención de Mélkavic se centró entonces en otro elemento de la sala-unas escaleras que suben, contra todo pronóstico, hacia arriba... ¡Mejor! Las escaleras que suben hacia abajo siempre me hicieron desconfiar.

Miró hacia lo alto de las escaleras. Si el sótano terminase en una puerta, podrían encerrar a los esqueletos aquí abajo sin necesidad de entrar en combate con ellos. Otra vez. En caso contrario, no tendrían más remedio que dejarse de contemporizar y destruir a los esqueletos para que no se convirtiesen en refuerzos del nigromante, por muy amables que esos muertos vivientes hayan sido. Calaverín... Claviculina... Carpiano... y la más desapasionada de todos: Tibia.

¡No! No les pongas nombres, Mel. Que luego te encariñas con ellos y las despedidas son más dolorosas.