Partida Rol por web

Durante un instante, la respuesta de Francisco me pilló por sorpresa. "¿No, gracias? ¿Cree que le estoy ofreciendo un café?" Sin embargo, al fijarme en su mirada me di cuenta de a qué se refería. "¡No, gracias! ¿Así que todo esto queda reducido a su maldito orgullo?"

Hasta ahora no había tenido ningún problema con Francisco. Con Xavier tuve mis roces cuando nos conocimos, y Marc se comportaba como un cowboy, pero Francisco había sido alguien en quien podía confiar para hacer lo correcto. Hasta hoy. Primero involucraba a una civil en una misión, convirtiéndola en una simple vendetta, luego se revelaba ante uno de sus empleados y ahora... Venimos aquí para apagar el fuego que ha encendido esta noche y, en vez de utilizar todos los medios a su alcance, se deja dominar por un estúpido sentido del ridículo y pretende moverse por el convento con ropa de calle.

Durante un instante pensé explicarle que, aunque no nos sirvieran para pasar desapercibidos a corta distancia, con un hábito no llamaríamos la atención si alguien nos veía de lado a lado de un pasillo; incluso si se preguntaban quién éramos, seguramente las monjas vendrían a preguntar antes de plantearse llamar directamente a la policía. Pero sólo durante un instante.

Con indignación, devolví el hábito a la cesta de la que lo había cogido. Habíamos hablado de esto incluso antes de salir de la base. - Tú sabrás lo que haces... - dije mientras me echaba por la cabeza el hábito negro y me cubría el pelo con cuidado. A pesar de haber hablado en voz baja, me dí cuenta de que el tono en el que lo había dicho, cargado de decepción y rabia, cortaba el silencio del sótano como un cuchillo en la oscuridad.

Inspiré con fuerza, tratando de tranquilizarme. Aún no había hablado a Talión de mis movimientos para coger información de los latinos, ya que Papá Oso había escapado del puerto, y poco saben de cómo conseguí la información de la mafia rusa. Sin embargo, pensar en todo lo que estaba intentando hacer por el grupo y encontrarme con ese "No, gracias" me producía ardor de estómago.

- Con esa ropa no vas a poder entrar en las habitaciones de los chicos, y si cualquiera te ve por los pasillos, llamarán directamente a la policía. Si no quieres disfrazarte, será más seguro que vigiles los movimientos de las monjas y tengas preparada la salida para cuando baje con los hermanos... - sugiero. - Pero no voy a arriesgarme a ir por ahí contigo vestido así.

Con tono seco le planteaba dos alternativas. Si no quería ponerse el hábito, o bien subía él solo a por los niños o iba yo, pero tenía intención de pasear con un hombre vestido de paisano por el convento.

Francisco frunció el ceño y miró a Katia sorprendido.

Era evidente que estaba enojada con él, pero no se debía meramente a que el asunto de Quintero se le hubiese ido un poco de las manos. No sabía los motivos concretos de que se pusiera así, pero era evidente de que tenía que ver con que él no se prestase a usar el hábito de monja que le había pasado.

Las vagas razones que le había dado le parecían absurdos. Si los veían rondando por los pasillos, las monjas darían la voz de alarma igualmente si fuese de calle o con un hábito que como mínimo le iba tres tallas más pequeño y que no hacía otra cosa que resaltar su barba blanca, por no hablar de que le impedía taparse la cara haciéndole claramente identificable a cualquiera que le viera incluso de lejos. Eso mismo se aplicaba a los niños, que de seguro no querrían irse de paseo con una “mujer barbuda”. A no ser claro, que en aquel convento se estilasen los osos travestis, cosa que dudaba encarecidamente.

Sin embargo no estaba dispuesto a dejar que Katia subiera ella sola a las habitaciones de los niños y asumiera y todos los riesgos, cuando él había sido quien les había metido en aquel problema. Podía no estar de acuerdo con ella ni las razones que le había dicho, pero él era quien le había pedido ayuda a ella, y si quería ser justo, tenía que jugar con sus normas.

Aunque ello supusiera hacerle pasar un bochorno terrible…

   - Vale joder.- Dijo gruñendo pero levantando las manos en signo de paz.- Si crees que es tan necesario así lo haremos. Me pondré el maldito vestido.-

Aproximándose a la cesta donde Katia había dejado el hábito, lo cogió y procedió a ponérselo. Por supuesto le quedaba esperpéntico y no le gustaba ni un pelo la idea de hacer el ridículo, pero si algo le había enseñado la muerte de su familia era que la vida era impredecible y el control no era más que una ilusión. Si no había más remedio que pasar por el aro para salvar a esos críos pues habría que joderse.

y si les pillaban… Bueno, la prensa y los criminales ya tendrían tiempo de mofarse del “As travestido”. Casi podía leer las portadas de los diarios...

Katia sube en primer lugar al piso de las monjas. Dos de ellas están hablando en la capilla, y se oye al resto en las demás habitaciones. Se están despertando pero por ahora han podido pasar al tercer piso sin hacer ruido... Probablemente al bajar sería otra cosa, aún si los niños no daban la voz de alarma.

El pasillo es corto, y la suerte está de lado de los Ases, que pronto encuentran la habitación de los Jilgueros en esa misma planta. Katia abre con cuidado, y puede ver cinco camas. En cuatro hay niños durmiendo, en la quinta hay un chico negro de unos nueve años mirando por la ventana. Al oír la puerta, gira la mirada y ve a Katia, aunque no se alarma al verla. Vuelve la vista a la ventana.

Inclino la cabeza a modo de agradecimiento cuando se pone el hábito. Tiene toda la razón en decir que no servirá de mucho, pero al menos podría engañar a un niño somnoliento o a una monja que nos vea de un lado a otro del pasillo.

Subimos por las escaleras y, afortunadamente, no tardamos mucho en encontrar la habitación que buscamos. Antes de entrar le hago un gesto a Francisco, preguntándole si va a entrar conmigo o si prefiere quedarse fuera. Si él no quisiera pasar, le pediría un poco de cloroformo, por si el chico se negase a venir por las buenas, para intentar dormirle antes de que monte un escándalo.

Me acerco al chico sin hacer ruido. Acabo de ver sus fichas, así que no me cuesta recordar quién es el mayor de los dos hermanos.

- Zareb... - susurro agachándome a su lado y llevándome un dedo a los labios para indicarle que guarde silencio cuando me mire. - Soy una amiga de tu madre. Está muy preocupada por vosotros y me ha pedido que venga a buscaros. ¿Dónde está Kibo? - pregunto en voz muy baja. - Ve poniéndote los zapatos, pero no hagas ruido, ¿vale?

Zareb mira a Elena unos segundos y parecen iluminársele los ojos de emoción. Asiente y va a despertar a su hermano. Ambos cogen unas prendas de ropa y se ponen los zapatos rápidamente. No pareen tener intención de coger ninguna otra cosa. Los otros compañeros de habitación aún duermen profundamente.

Me agacho junto a los niños mientras se ponen los zapatos. - Ahora nos reunimos con un amigo mío y de vuestra madre. Va disfrazado para no llamar la atención, así que no le digáis nada... - les digo en un susurro.

Les tiendo las manos para que vengan conmigo hasta la puerta y les hago salir al pasillo junto a Francisco mientras cierro con cuidado. - Tenemos que movernos deprisa y sin llamar la atención. Las otras hermanas no quieren que vayáis con Faith, así que tenéis que ir en silencio, ¿de acuerdo?

Miro a Francisco y le hago un gesto para que avance él primero. Si todo sale bien, podremos irnos de aquí antes de que termine la misa...

Francisco esperó al lado de la puerta vigilando el pasillo intranquilo pero atento a cualquier ruido o movimiento. No necesitaban llamar la atención de los niños que dormían en la habitación, así que dejó que Katia se encargase de hablar con Zareb y Kibo.

Podía sonar machista, pero confiaba en que su compañera tuviera el toque femenino necesario para calmar cualquier temor de los chicos y convencerlos de que se fueran con ellos.

   - Hola chicos.- Saludó afable cuando Katia salió con los muchachos.- Intentar no hacer ruido y en nada estaremos con vuestra madre.-

Asintiendo a Katia siguió su indicación y se puso a la cabecera de la comitiva caminando tan silencioso como le era posible y vigilante a cualquier sorpresa que les pudiera salir por el camino.

La pareja de ases bajó del piso a paso ligero. Las hermanas aún estaban terminando de arreglarse ya que Katia había sido muy convincente con los chicos. Para cuando se dieron cuenta de lo sucedido, los dos ases, con los chicos, estaban ya muy lejos.

Por una vez, conseguimos salir de una incursión sin liarnos a tiros, lo cual es de agradecer, dadas las circunstancias. Casi me hace gracia ver la velocidad a la que mi compañero se arranca el hábito incluso antes de salir a la calle. Sin embargo, sé que para él ha sido todo un esfuerzo ponérselo, así que no le digo nada al respecto.

Subimos a la furgoneta y nos ponemos finalmente en marcha. Sólo entonces me quito yo también el disfraz de monja, cubriéndome el pelo con la capucha de la sudadera.

- Para en cuanto puedas - le digo a Francisco cuando nos alejamos unas cuantas calles.. - Yo me bajo aquí. No quedaba más remedio que dejar que los niños me vieran, pero no me apetece presentarme delante de Faith y de tu compañero.

Me vuelvo hacia atrás para mirar a los chicos.

- Os habéis portado muy bien, chicos. Yo me tengo que bajar aquí, pero mi amigo os llevará con vuestra madre, ¿de acerdo? - pregunto. - Ella os dirá qué hacer, pero es probable que vayáis a iros de vacaciones durante un tiempo - les digo con una sonrisa.

Me vuelvo hacia Francisco por si quiere comentar algo antes de que me vaya. Si no es así, me despido de él. - Intenta descansar un poco, ¿vale? - le digo. Después de todo, él aún tiene que lidiar con Faith y con su empleado, pero es algo en lo que no quiero involucrarme directamente, pues sigo considerando un tremendo error. - Nos veremos esta noche, supongo. Yo me encargo de hacer llegar un mensaje al horfanato para que todo esto no nos estalle en la cara, ¿de acuerdo?

Ya libre de esos trapos y con los niños a buen recaudo por fin Francisco se sentía aliviado. ¿Lo mejor de todo? Que lo habían hecho sin que nadie les viera y así se ahorraba el escarnio público. Todo un éxito teniendo en cuenta la mala suerte de las últimas horas.

Ya estaban a buena distancia cuando Katia le pidió que le dejara a un lado de la calle y asintiendo hizo lo que le pedía.

   - Gracias por todo.- Le respondió con una media sonrisa.- Descansa tú también, algo me dice que lo vamos a necesitar. No te preocupes por la carta a las monjas ya te he involucrado demasiado en el asunto y puedo encargarme yo de hacerla.-

La verdad es que le estaba francamente agradecido. La ayuda de Katia había sido crucial para aclararle las ideas y que todo aquel lío se desenredase, pero no sería bueno involucrarla más de lo que ya había hecho.

Se despidió entonces de su compañera y reemprendió la marcha. Su siguiente objetivo era volver a por Faith y llevarla a un lugar seguro junto a sus hijos.

Francisco lo había preparado todo previamente. Antes de ir para allí, había llamado a Manuel para que él y Faith aprovecharán la oscuridad que aun reinaba, para que salieran discretamente del poblado chabolista.

El punto de reunión había sido la loma a las afueras del poblado donde él y Faith habían hablado hacia unas horas con su empleado.

Ambos (Faith y Manuel) estaban allí esperando cuando llegó con la furgoneta. No había acabado de aparcar cuando los chicos gritaron de alegría y salieron corriendo a abrazar a su madre. 

Bajando del vehículo, observó la agradable estampa y se permitió una ligera sonrisa. Era agradable ver un poco de felicidad de vez en cuando.

Sin embargo, había muchas cosas que hacer aún y no podían bajar la guardia.

Aproximándose a Manuel le extendió la mano en señal de agradecimiento. 

   - Muchas gracias por todo Manuel. - Le dijo con formalidad. - No quisiera ponerte a ti y a tu familia en una posición aún más comprometida, así que me llevaré ahora a Faith y a sus hijos ha un sitio donde estarán seguros y a salvo. - 

Los dos chicos guardan silencio la mayor parte del trayecto. El hecho de que se haya marchado Katia y haberse quedado solos con Francisco no los reconforta, pero se mantienen callados o susurrando entre sí.

Cuando por fin se reencuentran con su madre, Alberni está presente, y se acerca a darle la mano a Francisco, aunque con más formalidad que amistad.

Me gusta poder ayudar. Espero que estén bien... Dijo, no completamente convencido que el hecho de 'estar bien' signifique pasar penurias al lado de su madre. Prefiero no saber dónde van, y quedarme tan... al margen como pueda. Hay muchos oídos con hambre en este poblado, y seguramente alguno coma arroz tres delicias...

Tomó aire, disfrutando también de la estampa.
Nos vemos en la oficina, entonces... Gracias por la oportunidad, don Francisco.

   - No te preocupes, me encargaré de ponerles a salvo y de que no les falte de nada.- Respondió a su empleado con total convencimiento. - Ella y sus hijos van a llevar una vida mucho mejor que la que han llevado hasta ahora. Eso te lo puedo asegurar. -

Francisco compartía las sospechas de Manuel al respecto de sus vecinos, y aunque en principio nadie del lugar se había enterado de lo ocurrido, era mejor no arriesgarse.

   - Gracias a ti Manuel, por hacer lo correcto y ayudar a Faith y darle cobijo cuando ella y sus hijos lo necesitaban. - Le respondió con una ligera sonrisa apacible. - En cuanto a tus vecinos... No deberás preocuparte por ellos mucho tiempo. Ves diciendo a tu familia que preparen sus cosas, voy a buscaros un piso de alquiler en Barcelona para que os trasladéis a un lugar más apropiado y tranquilo donde vivir. - 

Manuel parece no terminar de gustarle que le 'regalen' un piso por haber hecho algo ilegal. Se nota en su expresión de desagrado, pero mira al mar de chozas, más o menos en la dirección donde está la suya, y mira de nuevo a Francisco. Tampoco iba a ser tan desagradecido... y realmente quería sacar a su familia de allí.

Muchísimas gracias don Francisco. Me alegro por Faith... Diría que todo el mundo merece una oportunidad, pero podríamos acabar discutiéndolo más tiempo del conveniente.

Le miró a los ojos, y tras unos segundos suspiró. Será un alivio volver a tener un techo y un trabajo honrado. Se rasca un momento junto al ojo, conteniendo la emoción. Gracias de nuevo.

Se puso bien el gorro y le ofreció la mano, para despedirse.

Francisco le dió la mano a Manuel y se despidió de su empleado.

Probablemente nunca llegarían a estar del todo de acuerdo en sus puntos de vista, (por su parte los criminales no merecían ningún tipo de segunda oportunidad) pero eso no impedía que fueran afines en sus objetivos personales y se llevarán bien.

   - Suerte Manuel, nos vemos en el trabajo.- Le correspondió finalmente.

Después de observar por unos segundos como Manuel se alejaba, se volvió hacia Faith y su hijos.

   - Faith, deberíamos irnos ya. - Le dijo aproximándose hacia la feliz familia.- Por favor, subid a la furgoneta y os llevaré a un sitio seguro. -

Faith hizo subir a los niños, y se quedó en la parte de atrás con ellos, abrazándolos.

No tengo palabra' pa' dar la' grasia'. Dijo mientras conducía, pero sin mirarle, pensativa. Me daba iguá' la cárse'. Me daba iguá' que me matara peleando. Me daba iguá' tó'. Grasia'.

Cuando llegaron al chalet junto a la playa, Faith no podía creerlo. Estaba muy dejado ya que Francisco apenas pasaba por allí, y últimamente el jardinero era requerido muy de tarde en tarde... Francisco había tenido sus propios recortes. Pero para Faith, aquello era un lujo absolutamente inesperado. Se hubiera conformado con cualquier choza lejos de ojos indiscretos.

Los niños estaban bastante excitados, el grande no paraba de señalar la piscina (Aunque no estaba llena)

¿É' aqui...?

Francisco había estado bastante silencioso y reservado durante todo el trayecto.

No era porque no estuviera contento por lo ocurrido. La felicidad de Faith y sus hijos eran la prueba de que no se había equivocado al tomar aquella decisión. Pero, ahora eran su responsabilidad, y la verdad es que hasta que no armase un plan concreto, no podía asegurar que todo terminara bien para ellos.

Por supuesto no dejó que esos pensamientos se reflejasen en su rostro y se limitó a sonreír cuando Faith se lo había agradecido.

   - No ha sido nada.- Respondió restándole importancia al asunto.

Luego había seguido concentrado en conducir de manera discreta y evitando las carreteras que tuvieran cámaras o vigilancia hasta llegar al chalet.

Una vez allí, aparcó en el parking interior de la hacienda y bajó con Faith y los niños.

De nuevo asintió cuando la mujer le preguntó si era allí donde se iban a esconder.

   - Así es.- Respondió con tono confiado.- Está un poco descuidado, pero aquí podréis permanecer escondidos mientras las cosas se calman y miramos tranquilamente que opciones tenemos.-

Luego hablarían de las normas que Faith y sus hijos deberían seguir para mantenerse seguros, pero por el momento dejó que los niños corrieran por el chalet tranquilamente y se dirigió hacia la puerta de la casa para abrirla y que pudieran pasar al interior.

Es má' que pefecto, Don Fransico Dijo Faith, mientras los chiquillos corrían a explorar los jardines. La madre los miraba, y tan solo les dijo que no corrieran y no rompieran nada, pero resultaban ser unos chiquillos bastante... hiperactivos.

No quiero 'tar má' en españa. Cuanto ante' nos vayamo', mejó' pa' todos. No quiero sé' un poblema.

Francisco asintió a las palabras de Faith.

   - De acuerdo, miraré que puedo hacer al respecto, pero hasta entonces deberéis estar una temporada aquí.- Respondió conforme.- He mantenido el lugar preparado por si algún día necesitaba hacer uso de él, por lo que el congelador está repleto de comida y tendréis la despensa llena de comida enlatada y agua embotellada. El vallado exterior es alto y bastante privado y prácticamente todos los chalets de la zona son segundas residencias que solo se usan en época veraniega, por lo que no tendréis que preocuparos por vecinos cotillas. Aun así, lo mejor es que no salgáis mucho al jardín cuando no esté yo presente para evitar llamar una atención indeseada. Por vuestra seguridad deberéis desentenderos de cualquiera de vuestros conocidos y no realizar llamadas, ni comunicaros en forma alguna con nadie a excepción de mí. Para ello te daré un móvil de prepago que estará bloqueado de manera que solo podrá llamar a mi número. No dudes en contactarme si necesitáis cualquier cosa o tienes sospecha de que alguien os ha descubierto.-

Llegados a ese punto se mesó la barba pensativo.

   - Si seguís esas normas todo debería ir bien y pronto podría hacerme con unas identidades falsas para vosotros con las que salir del país. ¿Has pensado en iros a algún país en concreto?-