Partida Rol por web

Anochece en Harmonius, pero no será una noche cualquiera. Es una noche sin luces.

Han pasado varios meses desde que Dhrik ofreció a Katherine, John, Nadish y Archibald formar parte de La Cábala Silenciosa, pero ésta es la primera vez que los seis, terrícolas y rukianos coincidís en el mismo espacio, al menos que vosotros sepáis.

"Los miembros más destacados", os han llamado, y por ello os han reunido. Todos os habéis imaginado que debe ser un asunto bastante importante, y no os equivocais.

El Gobernador ha muerto. Y no en circunstancias normales, por supuesto, pues no estaríais allí. Dhrik, como de costumbre, os promete respuestas, pero dice que antes debéis asistir al funeral.

El féretro ha sido colocado en el centro geográfico de la ciudad, una gran plaza donde convergen las calles que forman lo que serían los radios de Harmonius si esta fuese una rueda. Normalmente la plaza está repleta de pilares de energía para la recarga de vehículos y diferentes dispositivos, pero todo ha sido retirado y ahora es una zona llana.

Por el camino, que apenas son unos minutos, Dhrik os cuenta que él será el Regente hasta que se decida a través de votación quien será en nuevo Gobernador, pero primero se debe resolver la razón de su fallecimiento.

Cuando llegáis a la plaza, ocupa el lugar designado para él, subido en una plataforma donde hay tres asientos. Ocupa el del centro, mientras que el de la izquierda está ocupado por la viuda del Gobernador y el de la derecha por su consejero de más confianza.

Dhrik hace una señal y todas las luces se apagan. Toda la tecnología, toda la energía, queda paralizada. Esta noche sólo se verá el brillo de la Caosfera.

Uno a uno, los que fueron cercanos al Gobernador se acercan al féretro y ofrecen condolencias y consuelo a la viuda. Calculais que el funeral durará aproximadamente una hora.

El ambiente estaba demasiado cargado, por lo que intuía aquella reunión era para algo importante. La presencia de otros cinco strangers auguraba que no les iban a pedir algo particularmente fácil. 

Esas ideas se aclararon cuando Dhrik les contó sobre el motivo del llamado. El Gobernador estaba muerto, y no podía ser en peor momento. Las circunstancias de su muerte abrían la posibilidad de un complot. Era bastante posible, las luchas de poder en Ruk podrían haber llegado a ese nivel. Aún así, tuvo que acallar las sospechas que emergían en su mente, diciéndose que primero debían de repasar la evidencia. Sólo esperaba que su mal presentimiento no fuese más que eso.

Con los brazos a la espalda, Nadish esperaba el termino de la ceremonia, guardando respetuoso silencio.

- ¡Ooooh!- exclamó en un suspiro que apenas pudo contener nada más "despertar". Y había despertado en un sueño. Su imaginación, esa que en tan alta estima tenía y de la que el mediocre Mortimer carecía, se había superado.

Obviamente aquel universo no era producto del consciente sino, como todos los sueños, de su subconsciente, pero él reconocía el inconfundible potencial de su mente. ¡Ese sí que era un pedazo de sueño! Uno que parecía muy real. Por supuesto todo sueño cuando se sueña parece real, pero aquel era especialmente bueno. Si podía situarlo en una escala del uno al diez lo situaba en el diez, y no le daba un once porque en ese intervalo darle un once sería incorrecto.

- "¿Qué diría Freud?"- se pregunto al verse rodeado en una extraña sala de interrogatorios de un completo desconocido y dos desconocidos extrañamente conocidos que le recordaban a sus ayudantes.

No tardó en descartar la primera razón que daba Freud para todo comportamiento debido a que la madre de Archibald, aunque una santa, no era precisamente buen material para una relación incestuosa como seguramente si lo había sido la madre del afamado neurólogo austriaco. ¡Pero es que ni siquiera era material para una relación legítima! Por eso Archibald siempre había sabido que lo que había entre sus padres era amor del verdadero.

Tras descartar la primera razón pasó a la segunda, que corrió la misma suerte que la primera, y es que Archibald no sentía apetito concupiscible alguno hacía ninguno de sus ayudantes aun con la cara tapada como en aquel momento. También descartó la tercera opción y la cuarta y la quinta... Y cuando finalmente descartó todo lo relacionado con el sexo se quedó sin Freud y tuvo que recurrir a sí mismo, ese gran temor de todo hombre que se cree erudito y que se refugia en el pensamiento ajeno porque carece de uno propio. Por suerte aquel no era uno de los problemas de Archibald.

- Encantado, encantado, señor- respondió al saludo y extendió su mano para estrechar la del desconocido.  

Si era un sueño lúcido tenía intención de disfrutarlo todo lo que pudiera. No era la primera vez que experimentaba con ellos -lo había hecho multitud de veces mucho antes de que se pusiera de moda con la peliculita del rubito ese de Titanic que se había puesto gordo como una foca y luego se había deshinchado-, pero aquel escenario era diferente y no recordaba haberlo inducido de ningún modo. En cualquier caso le iban a poner una peli y tenía curiosidad por saber si sería interesante...

***

Desde entonces había pasado meses y ahora Archibald sabía sin ningún tipo de duda que aquello no había sido ningún sueño como no lo era aquel entierro. El desconocido tenía un nombre, Dhrik, y los ayudantes a los que creía haber conocido no podían ser más desconocidos para el científico. Sus nombres, los nombres con los que se habían presentado, una mentira de tantas, pero es que ni siquiera eran de la tierra, eran de allí, del extraño mundo que ahora él pisaba.

En cualquier caso no se lo tenía en cuenta, comprendía sus razones y aun no teniéndolas le hubiera dado completamente igual. Estaba alegre e ilusionado. Expectante y excitado. Sabía que no eran emociones apropiadas en un funeral, pero no conocía al que se había muerto, así que le daba un poco igual, y había tanto que descubrir y explorar.

Como un niño a punto estuvo de aplaudir emocionado cuando todas las luces de la ciudad se apagaron, pero se contuvo y fingió mirarse las manos, unas manos que mucho habían cambiado. Pero los cambios no se limitaban a ellas, todo en él era diferente: arrugas y manchas en la piel habían desaparecido, la espalda no le dolía y notaba que andaba más erguido, su pelo había recuperado el color y algún que otro juguetito al que aun tenía que pillar el truco sobresalía de su cráneo. En resumen era todo él sin serlo en un mundo desconocido y nuevo, un mundo de muchos mundos nuevos.

- "¡Chúpate esa, Mortimer!"

Con aquel pensamiento en mente, con la alegría de que su archienemigo había estado siempre equivocado y que él tenía -al menos en parte- la razón, prosiguió sin sentir duelo alguno en el entierro, porque aunque había muerto un hombre para él había nacido un universo. Y eso siempre hay que celebrarlo.

- ¡Qué calladito te lo tenías, Perx! - Le dije a Dhrik de camino al funeral, cuando nos contó que él sería el regente en funciones.

Quién me hubiera dicho cuando lo conocí que aquello iba a derivar en algo así. Y a quien me lo hubiera dicho lo habría tomado por un loco. ¡Cómo no! Si yo mismo había pensado que el bueno de Dhrik era un loco cuando nos contaba aquello, de no ser por las miradas de Kathy, asintiendo a aquellos datos que parecía conocer y que, según parecía, nadie más que no estuviera en posesión de una verdad lúcida podría esgrimir con aquella soltura.

Y así fue y pasó el tiempo, como arena entre los dedos, en un mundo paralelo, en una realidad de locura que, si no fuera por lo dolorosa, sería fácilmente confundible con un sueño.

Aunque allí tenía otro aspecto del acostumbrado, incluso otra manera de hacer las cosas y una cierta simbiosis con la tecnología que no había experimentado nunca en mi existencia terráquea.

A pesar de ello, seguí siendo el mismo en esencia.

- Por tus palabras - Le dije en voz queda a Dhrik -, se diría que nos estás hablando de un magnicidio, Perx. - Yo había pasado tiempo en investigaciones en el laboratorio y no seguía demasiado las políticas reinantes en Ruk. A duras penas había tenido tiempo para asimilar el mundo en el que estaba envuelto como para conocer al dedillo sus intrigas palaciegas. Pero no había que conocer mucho de la política concreta del lugar, pues la excepcionalidad de la situación podía hacer suponer fácilmente que era un momento delicado, allí y en cualquier parte del universo donde sucediera algo así. - Y eso no creo que te sitúe en una situación cómoda en estos momentos.

Llegamos a la plaza central donde se procedía a la ceremonia. Este tipo de celebraciones siempre despertaban en mí la vena sarcástica. Ver reunida a tanta gente en torno a un cadáver, los respetos por el cual es la última de las razones que realmente mueven a aquellas gentes a estar allí, provoca en mí una reacción poco apropiada, pero que he aprendido a contener en cierta medida. Sólo en cierta medida.

- ¿Conocéis las costumbres de los buitres? Incluso ellos cumplen cierto protocolo antes de despedazar un cadáver. - Dije a mis acompañantes con sorna.

Me mantuve en silencio todo el rato. Incluso me alejé un poco cuando llego el momento de las condolencias. Quise mirar la escena desde la distancia, si el gobernador había muerto tendría que estar atento a cualquier detalle.

El féretro, la viuda, todo parece estar en su sitio. Alguna lágrima de cocodrilo, algún tipo que no sabe muy bien el protocolo con el que actuar... Todo en orden. Todo aburrido.

Me fijé sobre todo en el viejo Archibald. Parecía un niño con zapatos nuevos y eso comenzó a irritarme. Espero que no causase problemas, esto no era su Disneylandia particular. Los humanos individualmente eran impredecibles, imposibles de diagnosticar. La cosa cambiaba cuando formaban grandes grupos, como masa eran lentos, torpes y muy manejables.

Lo mejor de la noche fue la ausencia de la excesiva luz que caracterizaba a Ruk. Permitía huir del foco del resto de personas. Quedarse en un rincón sin que nadie te molestase, ser invisible a ojos de la multitud. 

¡Ojalá los cadáveres fuesen protagonistas más a menudo para que el resto pudiésemos relajarnos en la oscuridad!

Aquel lugar era mucho más de lo que se habría podido imaginar. Una cosa era prepararse para entrar en contacto con otro mundo o realidad, y otra muy diferente encontrarse in situ. Llevaban varios meses de preparación en la Agencia, asimilando la información que Drhik les había desgranando con cuentagotas acerca de su mundo de origen. Sabía que al traspasar su ser a la otra dimensión, todo lo que la rodeaba cambiaría, y que la tecnología de la Tierra en comparación con la de Ruk era como la del neolítico con la del siglo XXI. Pero ni toda la preparación del FBI pudo impedir que se quedase unos cuantos segundos paralizada por todo: vehículos antigravitatorios, carteles publicitarios virtuales que sólo veían sus potenciales clientes, atmósfera controlada y regulada por dispositivos nanométricos, materiales sintéticos que escapaban a su comprensión (de la misma manera que el plástico lo habría sido para un ciudadano de la Roma imperial)... La lista de cosas era eterna.

Le habían dicho que su cuerpo cambiaría al llegar a aquel lugar, pero nunca se imaginó hasta qué punto. Una elegante armadura envolvía su cuerpo, adaptada a su cuerpo como si hubiese sido hecha a medida, (y en su interior sabía que así era, aunque no sabría explicar por qué), pero podía moverse con más facilidad de lo que hubiese creido posible.

Su mismo cuerpo era mucho más fuerte y flexible, con la misma energía de la juventud adolescente, pero atemperada por una mente más madura. Sin embargo no era humana. No del todo. De la misma manera que a medida que pasaban los minutos, su conocimiento del mundo se expandía para abarcar el equivalente a conocimiento rudimentario del lugar, gracias a las instrucciones facilitadas por Dhrik, lo cierto es que reconocía cada célula de su cuerpo como alienígena. Extraña a su ser. Sabía que gran parte de su biología había sido prefabricada pieza a pieza, como una obra de arte, y sabía que no era la única en Ruk. Podía verlo a su alrededor, al escuchar el extraño idioma que, sin embargo, era capaz de entender como si fuese su idioma materno. No pudo evitar tocarse el rostro, para cerciorarse que estaba allí realmente y no soñando. Sus dedos tocaron un rostro de piel tremendamente fina y suave, pero que a la vez tenía una cualidad casi gomosa, artificial, que la obligó a apartar la mano.

Una incómoda sensación de irrealidad y de estar ocupando un cuerpo equivado la envolvía, pero cerró los ojos, tomó aire y procuró calmarse. La Cábala Silenciosa había explicado pacientemente que uno de los síntomas habituales tras una traslación era la despersonalización. Siguiendo sus consejos, disminuyó poco a poco, aunque siguió ahí durante bastante más rato del que creyó posible.

El ahora Regente Dhrik los había llevado de la mano de momento. No debía dejarse llevar por la situación, sino aprovechar para sacar partido de sus posibilidades. Con aquellos ojos tan semejantes y a la vez tan distintos a los terrestres, observó la concurrencia. Miró de reojo a sus compañeros: por alguna razón, aquel que se Dhrik había presentado como Xhar le parecía el más siniestro y extraño.

¿Conocéis las costumbres de los buitres? Incluso ellos cumplen cierto protocolo antes de despedazar un cadáver. - dijo Wittman.

-Tengamos la fiesta en paz, Wittman. Estamos en un funeral de Estado, no en un programa de tv. - dijo con una voz con ciertos ecos extraños para una garganta humana. No era desagradable, ciertamente, sino exótico. Procuró dejarse de tonterías y analizó no obstante los rostros de los asistentes, porque la idea expresada por su compañero no era tan mala pese a las formas. -¿Alguno de los que sois nativos de Ruk puede decirme quiénes son los candidatos a sustituirlo? Sería un buen comienzo para empezar a investigar.

Desde que regresamos a Ruk y trajimos a Archibald con nosotros, he intentado pasar él mayor tiempo posible con él, para investigar la extraña cualidad de éste para compartir mis cualidades, debía averiguar el motivo del extraño fenómeno.

-No lo sé, tal vez Dhrik pueda iluminarnos con ello, aunque seguro nos hará esperar hasta el fin del funeral, ¿tu sabes algo, Xhar?- respondí ante la pregunta de Kat, me molestaba un poco el no tener una respuesta, esto había sido algo repentino y realmente no estaba muy al corriente con la política de Ruk en estos momentos, no hacía mucho que había regresado y por perder el tiempo con Archibald, no me había puesto al corriente.

- Quizás yo puedo contestar a vuestras preguntas.

Una figura se acerca a vosotros. Adivináis que es una mujer por la forma de su cuerpo y su voz, ya que una máscara cubre su rostro.

- Perdonad la intromisión. Mi nombre es Mérima. Seré quien os guíe cuando Dhrik esté ocupado con la regencia.

Asiento con la cabeza seriamente:

-Encantada, Mérima. ¿Podrías ponernos al tanto de la situación política en estos momentos? -dijo señalando a los acontecimientos de su alrededor y la muchedumbre que hacía cola para ver al finado.

No le gustaba actuar sobre suposiciones, pero aquella mujer les había escuchado, así que debía tratarse de una agente de la Cábala Silenciosa también. Necesitaba algunos asideros de información sobre los que actuar. Esperaba que entendiese que aquellos terrícolas desconocían su mundo y les orientase al respecto.

- Ya veo, no sois rukianos. Bueno, yo tampoco, pero llevo mucho tiempo viniendo aquí, trabajando con la Cábala.

La mujer observa un segundo el funeral, como si calculara cuánto tiempo tiene para explicar lo que fuese necesario. Satisfecha, vuelve a centrar su atención en vosotros.

- El gobernador nombra a un regente, por si se dan situaciones como ésta, pero no existen candidatos al puesto hasta que la renuncia al cargo es oficial, o, en este caso, hasta que no se resuelva el crimen, para que no salga elegido el culpable en ninguno de los casos.

Mérima calla un momento antes de continuar.

- Me temo que estoy hablando de más. Esta información debéis recibirla directamente del regente.

Levanté las manos con mueca divertida, como respuesta al rapapolvo recibido por parte de Miles hacia mi comentario. Era cosa habitual esas muestras de cariño entre nosotros.

Ante la presentación de Mérima, levanté una ceja. Una agente de la Cábala que acudía en nuestra ayuda y soporte. Por el momento, la información que nos daba era de dominio público, lo que nos podría decir cualquier habitante de Ruk, seguramente, sin embargo, lo decía como si fuese algo confidencial, cuando lo único comprometido de sus palabras era que aquello había sido un asesinato, lo cual a esas alturas muy probablemente sería ya un secreto a voces si las cosas de Ruk funcionaban con un espíritu de chafardería suficientemente similar al humano terrestre. Y después de todo, Mérima no era nativa de Ruk.

- Encantado Mérima. Soy John Wittman. Si no es indiscreción, ¿Cuánto es mucho tiempo? - Le bridé una sonrisa mientras me imaginaba una mujer atractiva debajo de toda esa parafernalia de metal. Después, cuando nos dijo que esa información era el regente quien debía darla, le pregunté: - ¿Y qué información puedes darnos directamente tú? Cuanto antes tengamos cabos que atar, antes podrá elegirse el nuevo gobernador. No habrá candidatos oficiales, pero seguramente sí oficiosos. Además que habrá que tener detalles sobre el crimen propiamente dicho.

Y él que se había controlado cuando había sentido el impulso de aplaudir ante el espectáculo de aquella ciudad a oscuras... Pero allí estaba el resto charlando tranquilamente para que el muerto no se fuera en silencio. Lo más interesante era el tema de conversación: nada más y nada menos que hablar del asesinato de la persona a la que estaban enterrando en ese preciso momento. Todo ello a oscuras, cuando la penumbra concede protagonismo a otros sentidos y allí, en un corrillo, rodeados de más desconocidos que conocidos,  expulsando palabras a un espacio compartido por potenciales aliados, indiferentes testigos y más que probables enemigos.  

- Esto... Ehm... Cómo decirlo...- Carraspeó.- ¿No sería mejor hablar de estas cosas en privado? No sé, en un lugar menos público. Más recogido. Más discreto. Menos concurrido- prosiguió en un susurro.- Más adelante se puede hablar, pero solo es ahora cuando se puede observar. Quiénes han venido, quienes no, quiénes  lloran, quiénes lloran más de lo debido, quiénes parecen aliviados, quiénes parecen agradecidos.

Mientras hablaba Archibald ponía en práctica su propio consejo, pues en ningún momento miró a sus compañeros, a los que se dirigía. Después de todo para qué mirarlos, sus palabras llegarían igualmente a sus oídos. Toda su atención estaba puesta en el entierro.

Estaba de acuerdo con las preguntas de John y Kat, pero tal cómo dijo Dhrik, quizá no era el momento. Por alguna razón se les había pedido que asistieran a la ceremonia, ¿no? Por ello se volteo, ligeramente hacía los miembros del FBI, primero a Kat, pasando rápidamente hacía John. 

- Archi tiene razón.- Comentó, calmado, para luego llevar la vista al frente.- Dhrik dijo que nos daría las respuestas tras la ceremonia, así que... mantengamos una actitud respetuosa, ¿de acuerdo?

Puse los ojos en blanco ante las timoratas reacciones de mis compañeros. Dado que la propia Mérima había iniciado la conversación buscando un momento del funeral apropiado para hablar, consideraba como exceso de celo las palabras de reprobación de los demás.

Tampoco puede decirse que habláramos a gritos. Era una conversación normal y todo lo discreta que podía ser, dadas las circunstancias.

Miré un momento hacia atrás y fue como mirarme en un espejo. La sensación repentina fue extraña y me costaba acostumbrarme a verme a mí mismo fuera de mí. Era mi clon. Me acompañaba donde fuese y no iba a ser menos en un día como aquel en el que toda ayuda sería poca. La gracia de poseer un clon es que puedes comunicarte con él con gestos muy simples, y de inmediato sabes qué quiere decir. Bastó una simple mueca y media sonrisa para saber qué pensaba yo de todo aquello y para que él me diera su apoyo con un gesto de suficiencia.

Luego miré a Miles. - Ha empezado ella. - Le dije, señalando a Mérima y encogiéndome de hombros con una mueca infantil premeditada.

Agité la cabeza mientras ponía los ojos en blanco ante el comentario de Wittman y me crucé de brazos observando lo que ocurría a nuestro alrededor, ignorándolo y centrándome en la tarea a mano.

Un escalofrío recorrió la espalda del experimentado -por no decir anciano o viejo- científico. Su atención cambió en un instante de la celebración de la muerte a los más lejanos y juveniles recuerdos. Y no, aquella memoria que le acechaba y que había provocado que se erizara hasta el último vello de su cuerpo, no era de las buenas. O a lo mejor sí, pero Archie -perdón, Archibald- en su arrogancia no quería reconocerlo. Después de todo, todo el mundo ha tenido de esos momentos que se disfrutan viviéndolos y que por vergüenza se estropean con el recuerdo.

- "Archie... Ugh"- se sacudió incómodo.- !¡Uuuuuuugh!"

Malditos fueran los jóvenes y la familiaridad con la que trataban a todo el mundo. Era como si todo dios fuera su colega -o tronco o tío, no estaba seguro de cómo se llamaban entre ellos-. Podía ser su abuelo, aunque claro, de haberlo sido hubiera dado a Nadish un par de azotes antes de que se hubiera convertido en un mozalbete tan talludo. Pero ya era tarde, el uno era demasiado mayor y el otro no era abuelo.

Entonces, como una bofetada, otro recuerdo:

- "Quien no tiene hijos los mata a palos."

Eso lo había dicho siempre su madre, sabia mujer donde las hubiera. En otras circunstancias hubiera estado por completo de acuerdo con ella, pero las circunstancias era las que eran; y estas eran que él era la persona que quería matarlos a palos a todos -o a Nadish en concreto-. No era una cuestión de moral, no, era puro interés egoísta, y como todo el mundo sabe la moral alcanza hasta donde el egoísmo deja.

En cualquier caso lo importante era que...

- "Uuuuugh... Archie..."

Y entre respingos y recuerdos siguió en silencio prestando atención al entierro.

Pasa un buen rato en el que todos estáis centrados en vuestros pensamientos, hasta que por fin Mérima rompe el silencio.

- El funeral está a punto de acabar.

Como si con la frase hubiera dado una señal, se escucha un gran estruendo. Os fijais en que en ese momento ya no hay nadie cerca del féretro y es por una buena razón. El suelo de la plaza tiembla, y comienza a abrirse como si se tratara de la gran compuerta de una nave. El ataúd comienza a descender, hundiéndose en la abertura.

- Vaya. - Dice la mujer repentinamente. - Cambio de planes. No volveremos a la base de la Cábala.

Me encontraba en en silencio, intentando observar el funeral, poner atención a la platica, perdido en mis propios pensamientos y observando todo a mi alrededor, sin éxito.

¿Qué? ¿el funeral acabo?... ¿por qué debemos ir a la base? ¿qué pasó?

Últimamente me encontraba muy distraído.

-De acuerdo- No entendía por que el cambio de planes, pero seguiría las órdenes.