Partida Rol por web

Agathon realiza la maniobra de aproximación con la pericia que le caracteriza, entrando limpiamente en uno de los hangares de la ruinosa estación orbital que parecen encontrarse en mejor estado de conservación, algo alejado del que habéis visto utilizar a la lanzadera a la que estáis dando caza...

El cubículo es literalmente una puerta abierta al espacio, no habéis tenido que transmitir ningún código para que se os permitiera el acceso, y parece encontrarse en un bastante aceptable grado de funcionalidad, pues tan pronto como vuestra pequeña nave entra en la estructura y activa el anclaje magnético para fijarse al suelo metálico, un sistema automatizado cierra la compuerta de acceso, aislándoos del espacio exterior.

Claro que eso supone que ahora estáis atrapados aquí...

Este es un sistema algo arcaico, propio de estaciones civiles comerciales, pues permitiría insuflar atmósfera en el hangar para realizar un descenso sin traje presurizado... pero su coste en sistemas de soporte vital es considerablemente elevado, ya que supone invertir muchos metros cúbicos de oxígeno en habilitar esta cámara, que se perderían en el espacio al volver a abrir compuertas. Sólo tendría sentido si se planteasen hacer reparaciones en la lanzadera, a modo de dique seco, o bien ante la llegada de un gran número de pasajeros, por ejemplo con una nave de colonos.

Y en esta ocasión, obviamente, nadie está bombeando aire desde un supuesto centro de control de la estación...

David Telford Ochoa amartilla el arma y se dirige a sus compañeros:

- Bueno, supongo que ya que hemos llegado hasta aquí tendremos que salir... ¿no crée, sargento?

Ya tiene la armadura cerrada y presurizada, y activa los anclajes magnéticos de las botas para asegurarse de que siempre estará firmemente asentado al suelo metálico de la estación, sin salir despedido...

Aquello fue coser y cantar.

Apenas necesite unos minutos para que la nave quedara perfectamente colocada en el hangar, lista para que pudieramos desembarcar...

Acabe por ponerme en pie entonces, preparandome para la accion, para bajar a aquella estacion y ver que nos tenia deparado aquel sitio.

Y, cuando termine, me volvi hacia Pentecost, observandolo pensativo durante unos segundos- Listo, señor. - dije, dando a entender que estaba preparado para cualquier cosa que ordenara.

Habria que ver que tipo de sorpresa nos aguardaba alli afuera.

La situación a la que se enfrentan hace que el sargento Pentecost reflexione unos instantes.

- Este lugar no es la guarida de un cualquiera, debemos tener mucho cuidado -afirma el veterano militar mientras imita a Ochoa y prepara su armadura- Salgamos de aquí y demos una vuelta. Tened las armas preparadas...

Antes de salir, busca comunicar de nuevo con su nave nodriza:

- Mando, aquí Pentecost. Hemos aterrizado en la estación y procedemos a explorarla. Parece que el lugar no está demasiado abandonado...

El transmisor se activa, pero no se enciende el testigo de comprobación de que el mensaje haya sido enviado...

Tal vez las gruesas paredes de esta destartalada estación, con las compuertas cerradas, están impidiendo la transmisión desde el interior de este hangar.

O puede que se trate de algún otro tipo de interferencia, tal vez un campo de distorsión.

- Maldición -susurra entre dientes Pentecost. Si bien la situación no era apropiada, tenían una misión clara, una que no rechazaría el sargento mientras estuviera en sus manos -Parece que estamos solos chicos, vamos a buscar a esos cabrones, tened las armas preparadas...

- ¡Estoy con usted, señor! -se oye la voz de Ochoa por el intercomunicador de vuestros cascos.

Y veis como vuestro compañero avanza hasta la parte posterior de la lanzadera, donde hay una compuerta estanca que os permitirá abandonar la pequeña nave sin perder la presurización de la cabina.

Asentí, siguiendo a Ochoa hasta aquella compuerta y suscribiendo sus palabras- Armado y listo, señor. - fue toda la confirmacion que ofrecí a Pentecost, dándole a entender que, por mi parte, estaba listo para abandonar la nave.

La verdad era que una parte de mí ansiaba saber con qué nos encontraríamos en aquel lugar. Y eso hacía que todos mis sentidos estuvieran alerta.

Avanzáis hasta el fondo del hangar, sin encontrar ningún tipo de oposición hasta dar con una compuerta cerrada. Aunque no hay testigos luminosos que indiquen un bloqueo de seguridad y basta darle a un sentillo interruptor de presión para que se abra ante vosotros.

Esto parece una cámara estanca, lista para una descompresión de seguridad que permitiría infundir atmósfera... puede que el resto de esta desvencijada estación orbital disponga de un ambiente presurizado y este sería el acceso.

Como es obvio, la puerta del fondo permanecerá bloqueada hasta que se cierre la de acceso. Pero no se os escapa que entrar aquí podría implicar quedar atrapado en una ratonera.

David se aproxima al margen derecho de la entrada a la cámara estanca para buscar cobertura contra su marco, aunque sin llegar a entrar... dirige la vista a su superior inmediato y pregunta por el intercomunicador:

- ¿Qué quiere que hagamos, sargento? -inquiere mientras asoma furtivamente al interior - ¿Avanzamos en bloque?

- Si perdemos el tiempo esos cabrones tendrán la oportunidad de darnos una bienvenida desagradable. Tenemos que avanzar con rapidez y contundencia, buscando una posición más segura. Si lo que nos encontramos no nos gusta trataremos de abrirnos paso, debemos encontrar un comunicador o algo para avisar al comandante -informa el sargento mientras se prepara para entrar en tromba con sus armas. Sus dedos cuentan hasta tres y, cuando acaba, abre la puerta.

Comprobais que la puerta automatizada todavía conserva energía y se abre sin ninguna dificultad, dando paso a una clásica cámara estanca de doble compuerta.

Está completamente vacía y su mecanismo es simple a más no poder, debeis entrar y cerrar la compuerta de acceso para que la segunda puerta se habilite y os permita pasar al resto de la estación orbital. Si las cosas funcionasen como es debido tal vez debería insulfarse atmósfera presurizada por las ranuras que se distinguen en las paredes y el techo, pero en una absoluta ruina espacial como esta parece muy poco probable que suceda...
 

Pese a que el aspecto del lugar no garantizaba que el mecanismo fuera a funcionar, el sargento Pentecost da las órdenes debidas para seguir con el protocolo. Con una seña de sus manos manda al soldado Ochoa a cubrir la otra compuerta mientras él cierra la puerta por la que han accedido.

Ochoa avanza inmediatamente hasta la segunda puerta de la cámara estanca, colocándose en un lateral con la espalda pegada a la pared. Alza el subfusil a un costado y se prepara para abrirla cuando reciba la señal de su superior.

A pesar de no recibir ninguna orden por parte del sargento, tuve claro donde estaba mi lugar. Asi pues, me limite a permanecer junto a el mientras cerraba la compuerta, por si se producia alguna eventualidad.

Aquello estaba demasiado tranquilo y eso, en la mayoria de los casos, no solia ser algo bueno...

Tan pronto como los tres militares han entrado en la cámara estanca y activan el cierre de la compuerta de acceso, esta desliza sus dos hojas que quedan selladas firmemente. Han de ser capaces de resistir la represurización de la estancia, así que quedan herméticamente bloqueadas.

El problema es que la otra compuerta, la que queda justo enfrente y debería granjearles acceso al resto de la estación orbital, presurizada o no... se niega tercamente a responder a los controles. De hecho, en un determinado momento los paneles luminosos parpadean y cambian la luz piloto a color rojo, evidenciando que han sido bloqueadas.

Están atrapados aquí dentro...

Y en ese preciso instante se empieza a insuflar aire a presión en la cámara estanca, demostrando que los subsistemas de esta antigua estación orbital no-tan-abandonada funcionan bastante mejor de lo que cabía esperar.

Al tiempo, un sistema holográfico integrado en un rincón proyecta en 3D la grotesca cabezota de un individuo desagradable que parece estar fumando un puro y habla con voz muy ronca, mientras gesticula exageradamente usando ambas manos...

- ¡Vaya, vaya, vaya! -comenta en voz alta, con aire de estarse divirtiendo de veras- Mira tú quienes nos han venido a hacer una visita sorpresa, tres soldaditos de la Armada Estelar... y hasta han tenido el detalle de traernos todo ese material de primera para entregárnoslo, como una generosa ofrenda, a cambio de sus vidas.

Entonces su tono burlón cambia con una brusquedad inquietante...

- ¡Entregad las armas ahora mismo, antes de que empiece a cabrearme de verdad por venir a meteros en mi puta cocina sin tener la decencia de pedir permiso antes! -grita de pronto, con grandes aspavientos- ¿Es que ya nadie sabe mostrarme el debido respeto, joder? ¡Voy a tener que hacer un escarmiento con alguien!

Se gira hacia algo que no veis, por quedar fuera de cámara y añade:

- A ver, que me traigan a ese pinche pendejo de Santana, que se ha dejado seguir hasta aquí...

La transmisión se corta justo cuando una voz bastante más aguda empezaba a oírse de fondo, acompañada de sonidos de más gente gruñendo y renegando... sea lo que sea, no parecía demasiado fraternal.

El sargento, obviamente enojado por la complicada situación, torció el cuello en dirección a la imagen en 3D que les hablaba. Tras escuchar sus bromas y exigencias el experimentado soldado de la armada miró de soslayo a sus hombres y dio una respuesta al que parecía ser el líder de este lugar:

- Sabemos que este lugar está bajo de tu mando, razón por la que hemos continuado avanzando con la esperanza de ponernos en contacto. No queremos problemas, solo interrogar a Santana. Nuestro crucero estelar ya debe haber abordado la nave de la que procede y, en breve, pondrá rumbo a este lugar. Creo que a ambos nos favorece el que yo y mis hombres accedamos a Santana y nos marchemos de aquí -aconseja y solicita el sargento en una muestra de diplomacia- Entendemos que se sienta enojado con nuestra entrada pero ha sido ese hombre, Santana, el que ha revelado su posición a un crucero de la Armada Estelar...

Contuve la respiracion durante un buen rato. Para ser exactos, el mismo rato que duró aquella retransmisión. Tal y como cabía esperar, se trataba de una emboscada. Una emboscada más que obvia, por otra parte, a la que nos habiamos dejado arrastrar con tal de saber qué se cocía allí adentro.

Yo tenía mi propia idea en mente sobre lo que habría contestado a aquel gilipollas. Sin embargo, era a Pentecost, y no a mí, a quien correspondía lidiar con aquel tipo. Asi pues, hice lo único que podia hacer de momento: mantener la posición, con el arma en alto, al menos hasta que recibiera orden de hacer lo contrario. Y observar: observar qué era lo que sucedía a mi alrededor, y si había algun cambio para bien o para mal.

Tenía que estar preparado para cualquier eventualidad y, en vista de las amenazadas de aquel macaco, estaba claro que esa evntualidad estaba a punto de producirse y, seguramente, de suponer un riesgo para nuestras vidas.

Hablando en plata: estabamos jodidos.