Partida Rol por web

Una vez estaban ambas preparadas, y después de unos minutos de tensa espera, pudieron escuchar la voz de su madre al otro lado del interfono. Sayuri soltó algo de aire por la nariz, ligeramente aliviada, aunque no bajó la guardia totalmente. 

- Mamá. Soy yo, Sayuri. - dijo con calma, aunque su voz tembló por un instante, posiblemente por los nervios. - Abre por favor. - pidió seguidamente mientras miraba esta vez a la puerta de su casa. La voz de su madre sonaba tan débil, que estaba preocupada por como lo habría pasado durante aquellos días. Sabía que no debía hablar sobre los Juegos, ni Manabu, pero seguramente ni aunque no tuvieran esa prohibición lo hubiera hecho, porque solo hubiera servido para preocupar a su madre muchísimo más. 

Tan sólo esperaba que todo el tema de su desaparición no se hubiera complicado demasiado... Miró a Miirei con serenidad, procurando transmitirle confianza. 

Al escuchar el interfono de seguido enmudeció, más por la tonalidad preocupada que denotaba que por el hecho de ser su madre, sobrecogida por las noches que habrían tenido que pasar preguntándose dónde estaría su hija.

Respiró hondo, sintiendo sudar las manos por los nervios mientras Sayuri se encargaba de responder, esperando el momento en que salieran por la puerta.

Todo va a salir bien.

- ... - la voz del interfono tarda unos segundos en reaccionar. - ... ¿Sayuri? - pregunta débilmente. - ¿Sayuri? ¡Sayuri! - dice la voz de la madre de la susodicha, evidentemente nerviosa y preocupada. - ¡Sayuri! ¡¿Eres tú de verdad?! ¡¿Qué ha pasado?! ¡¿Dónde has estado?! - pregunta, alterada. Acto seguido se escucha el sonido de la puerta principal abriéndose, y la madre de Sayuri sale al exterior para ver a su hija, mirándola desde la puerta con lágrimas en los ojos.

Miirei no podía evitar sentir una leve punzada de envidia, preguntándose si su madre la recibiera de la misma forma que la madre de Sayuri: Se notaba que había sufrido, los nervios en su voz se transmitían a través del interfono y la imaginaba llorando en el salón con una foto de su hija, preparándose para los carteles de “búsqueda” si fuera necesario, mientras llamaba incansable a la policía. Espero que no hayamos llegado a eso.

Supuso que su amiga estaría demasiado conmocionada para responder primero, por lo que aprovechó nada más verla abrir la puerta y acercarse para hablar.

- Siento la preocupación que ha podido sentir, pero Sayuri estuvo cuidándome todo este tiempo.- Iba a coger toda la culpa, era algo que tenía planeado desde que le comunicó su idea, esperando que indultaran a la morena. Mientras hablaba, con un hilo de voz más suave o débil, mantenía la mirada gacha, cansada, y las manos juntas, disculpándose de verdad como si sintiera que el secuestro, en parte, fuera culpa suya.- Mi nombre es Niimura Miirei, compañera de clase de su hija. Hace unos días caí gravemente enferma y, gracias a los cuidados de Sayuri, he podido recuperarme.- Sonrió a la morena, esta vez agradecida.- Mi barrio no tiene buena cobertura, por lo que la comunicación telefónica es casi imposible. He venido personalmente cuando he podido para explicarle la situación.- Inclinó el cuerpo, dejando que los mechones de cabello escondiera su rostro.- De nuevo, lo siento mucho.

Sayuri entreabrió los labios para responder a las preguntas lanzadas por su madre desde el interfono pero.. En ese momento se abrió la puerta de la entrada, y el rostro de su madre lo decía todo. Demasiados días... Mamá.. Lo siento... Pensó con tristeza al ver el estado de su progenitora, mientras sus cejas se fruncían con gesto preocupado.  

Viendo que Miirei tomó la iniciativa, Sayuri hizo lo propio acercándose también a la entrada con gesto arrepentido por el sufrimiento causado. Dejó que la pelirrosa hablase sin interrumpir, y cuando esta finalizó se apresuró en hablar pues ya no resistía más el ver a su madre con lágrimas en los ojos. - Madre... Lo lamento mucho... - comenzó con un hilo de voz y miró entonces a su amiga, asintiendo, luego devolvió la vista hacia su madre.

- Es cierto... Pero por favor te pido que no culpes a Miirei-chan. Debería haber encontrado el modo de avisarte para que no te preocupases... En ese momento no lo pensé, fue muy descuidado por mi parte. - continuó explicando mientras agachaba la cabeza, con una mirada dolida. - Mamá... Perdóname. - pidió mientras ladeaba la cabeza, y sin pensarlo más, acortó la distancia con su madre y la abrazó con fuerza durante unos segundos antes de separarse, un poco emocionada.

Puede que estuviera demasiado metida en el papel de la disculpa que habían ideado, pero el hecho de imaginarse a su madre llorando sin saber que pasaba durante aquellos días, era suficiente para provocar que sus ojos se humedecieran y se sintiera mal por los problemas causados. Y aún no sabían hasta que punto estaban metidas en un lío, pero no quería inventarse explicaciones sin saber sobre que  terreno se movían. 

La madre de Sayuri no espera a que ninguna de las dos chicas comience a hablar antes de estrechar fuertemente a su hija entre sus brazos. La abraza con fuerza, casi desesperada, como si estuviera temerosa de que de un momento a otro Sayuri pudiera volver a desaparecer sin previo aviso. No está demasiado claro si os está escuchando mientras habláis, pues se mantiene en silencio todo el rato mientras gimotea e intenta contener las lágrimas abrazando a su hija...

-¿Has estado... cuidando a tu amiga...? - consigue decir al final, entre gimoteos contenidos. La veis negar con la cabeza, tragar saliva, tomar aire y expulsarlo, y después mirar fijamente a su hija a los ojos. - Sayuri... tú... tú eres mucho más sensata que eso. Desaparecer así, todo este tiempo, sin avisar en ningún momento... no... no es propio de ti. - razona la madre de Sayuri en voz alta. Está visiblemente preocupada. - ¿Qué es lo que ha pasado realmente...? - pregunta, mirando tanto a su hija como a Miirei.

No quería romper el angustioso aunque precioso reencuentro de madre e hija, apartándose un poco con una discreta sonrisa interna, alegrándose por que tuviera a alguien que la quisiera tanto. Tuvo incluso que contener sus propias lágrimas mirando a otro lado mientras cogía aire hasta que la escuchó hablar.

La negación a su historia era algo que ya suponía, al fin y al cabo habían sido demasiados días como para no avisar y tenía una estructura frágil en la que sostenerse, pero la amenaza de las normas de Manabu era un peligro latente que fortalecía los andamios. No tenía otra opción.

- Lo siento.- Bajó los hombros, más como signo de sumisión que de cansancio, adelantándose primero ella a continuar la historia que ambas habían tramado.- Su hija me encontró desmayada en la calle y, desde entonces, estuvo conmigo. Si no fuera por el gran corazón de Sayuri no sé qué hubiera…- Las lágrimas que antes había estado intentado contener salieron solas a modo resorte, incapaz de continuar hablando entre sollozos mientras se tapaba el rostro con las manos.

Mientras era estrechada por su madre, la negativa de esta ante la historia que ambas habían elaborado no se hizo esperar. Aún conmovida por el momento, Sayuri mantuvo la mirada a su madre, no podía mostrarse dudosa o su plan haría aguas. Por mucho que le doliera mentirle a su madre, era por un bien mayor. Manabu les había advertido muy seriamente de no difundir nada de información sobre los Juegos, y por el bien de las tres sería mejor seguir las normas.  Lo siento mamá. Pensó, sin cambiar su expresión afligida, asintiendo con la cabeza ante su pregunta.

Iba a insistir, cuando Miirei hizo una actuación impecable, tanto que verla así, logró emocionarla también mientras se le humedecían los ojos, llevándose una mano a la mejilla para contenerse. - Miirei no hacía falta... Tranquila, ya pasó. - dijo mientras se acercaba a la pelirrosa, y le pasaba la mano con delicadeza por el brazo, en gesto tranquilizador. 

- Lo sé madre, y lo siento. En aquel momento, me vi superada y sólo pensé en ayudar... Procuraré que no vuelva a ocurrir. - respondió con humildad mirando de nuevo hacia su madre. Con aquella actuación tan conseguida, tendría que ir pensando en invitar a su amiga, una vez que aquella locura hubiese acabado.

- ¿Crees que Miirei podría quedarse a dormir esta noche? Hemos venido en cuanto se sintió mejor, pero no quiero que regrese sola a su casa tan tarde. Por favor.. - pidió con timidez, a aquellas horas no le hacía ni pizca de gracia la idea de que su amiga volviese sola a su casa andando. Además, ambas estaban exhaustas y necesitaban una buena noche de sueño reparador cuanto antes. Sólo esperaba que su madre cediera, o tendrían más problemas.

La madre de Sayuri observa la actuación de Miirei, y luego sigue con la vista a su hija mientras ésta consuela a la pelirosa acariciándole el brazo. Saori Kurosawa medita en silencio durante unos momentos y al final suspira, negando con la cabeza simplemente para sí. Al final, esboza una leve, levisima sonrisa.

-Perdona, hija. No tendría por qué dudar de ti, pero... han sido unos días demasiado tensos. Todavía estoy muy nerviosa. - de hecho, las manos le tiemblan ligeramente a pesar de que se sujeta una con la otra. - Perdonad. - repite, mirando a ambas. - Miirei-chan... ¿verdad? - pregunta a la pelirosa. - Espero que ya te encuentres mejor. Hoy puedes quedarte a dormir aquí, mi hija tiene razón. No estaría bien que volvieras tú sola a estas horas de la noche... - explica mientras con un gesto invita a ambas a entrar en la casa. - No tenemos cuarto de invitados, pero podemos poner un futon en el cuarto de Sayuri...

Todavía sollozando se enjuagó las lágrimas con el dorso de la mano mientras sorbía la nariz, negando con la cabeza e intentando sacar una pequeña sonrisa conciliadora.

- Gracias, es muy amable.- Más o menos había salido como querían, incluso la parte de quedarse a dormir aunque en un principio estuviera un tanto incómoda hasta qué..

No tenemos cuarto de invitados, pero podemos poner un futon en el cuarto de Sayuri

- No se preocupe. Gra-gracias.- Respondió casi de inmediato sin darse cuenta, sin pensar en lo que acababa de decir y preguntándose a qué le daba las gracias, de si por haberla invitado a su casa o de que el arquitecto no hubiera puesto en los planos una habitación de los invitados. Por suerte el sonrosado de sus mejillas se disimulada con la llorera que todavía mostraba sus brillantes ojos, aunque con un punto de ilusión camuflado entre las lágrimas.

Iba a dormir con Sayuri.

No, no voy a dormir nada.

Gracias a Miirei, finalmente su madre parecía que se relajaba, aceptando la historia que le habían contado. Era un alivio porque temía que las cosas se complicasen si seguía haciendo preguntas. Preguntas que no podían responder. 

Después de que les permitiese que su amiga pasara la noche, y tras los agradecimientos de esta. Sayuri volvió a acercarse a su madre, esta vez para abrazarla con cariño. - Gracias mamá. - dijo mientras ella misma se iba relajando también poco a poco, eso de haber sido "secuestrados", las pruebas, Manabu y todo eso habían hecho mella en la joven castaña. Y ahora que por fin estaban de vuelta en casa, con su madre, se permitió aunque fuera por aquella noche, relajarse un poco. 

Tras el abrazo, tomó Miirei de la mano y la invitó a entrar en casa, mientras esperaba que su madre hiciese lo mismo. Eso o iban a helarse de frío fuera.  - Si no te importa, voy a la cocina por un poco de agua, mamá. ¿O te apetece mejor algo calentito? - dijo a su madre, mientras pedía permiso con su habitual tono respetuoso. Luego se giró mirando a la pelirrosa. - Quizás podría preparar un poco de té que nos ayude a dormir mejor. - añadió esbozando una sonrisa amable. E incluso llevarnos algo de picar a la habitación, aunque mejor cuando mamá vaya a dormir, no quiero que sospeche que estoy muerta de hambre... ¡Tres días! ¿En serio? 

Siguió a Sayuri al interior, un poco intimidada por estar donde estaba aunque fuera con permiso. A pesar de haber sido previamente invitada susurró un “con permiso” al cruzar la puerta, una muestra de educación que le habían enseñado de pequeña y que seguía cumpliendo, al igual que quitarse los zapatos en la entrada para no ensuciar el impoluto suelo.

Cogida de su mano oteó lo que pudo de la casa mientras caminaba a su lado, disfrutando de los cortos segundos que tenían antes de “dormir”. Jiji.

- ¿Te ayudo? Es lo mínimo.- Sonrió a su compañera mientras sentía que el estómago le rugía, colocándose una mano en la boca del estómago avergonzada de que la hubiera descubierto.- Lo siento.- Tenía tanta hambre que comería cualquier cosa, incluso aquellas que tanto odiaba y esquivaba sutilmente dejándola a un lado de la mesa como si una niña chica se tratase, pero tanto tiempo sin comer le había hecho mella y valorar parcialmente la comida.- Todavía no me creo que esté aquí. Sana.- Recalcó la última palabra por si la madre las escuchaba aunque mirara a Sayuri, enviándole un mensaje oculto que solo ellas entendieran.- Ha sido demasiado intenso.

-No pasa nada, hija. - responde la madre de Sayuri a su hija. - No hay de qué, Miirei-chan. - responde también a la amiga pelirosa de su hija.

Una pequeña sonrisa se dibuja poco a poco en los labios de Saori mientras observa a las dos chicas entrar en casa y hacer vida normal. Es una sonrisa cansada, agotada, pero una sonrisa al fin y al cabo.

-Mientras tomáis algo de cena yo voy a subir y prepararé el futon en su habitación, Sayuri. - le dice a su hija, sonriéndole después de tomar un vasito de agua. No parece que quiera nada más. - Después de eso me iré directamente a dormir, así que apagad las luces cuando os vayáis a la cama, ¿vale? Buenas noches, Sayuri, Miirei-chan. - añade, dándole un beso en la frente a su hija y, después, marchándose escaleras arriba a preparar todo y luego dormir.

- Sí, no te preocupes. Que descanses mamá. - respondió a su madre mientras terminaba de calentar el agua. Le dedicó una tenue sonrisa mientras se despedían, había sido un día largo. Se seguía sintiendo un poco mal por haber preocupado tanto a su madre pero... ¿Que podría haber hecho? Era mejor así, seguramente la verdad sería mucho más difícil de creer. Casi no creía ni que estuviese por fin en casa.

El hecho de poder realizar una tarea tan simple como preparar algo de comer, le relajó sobremanera. Ya habían sufrido bastante. Aprovechando que su madre se había marchado a preparar el futón, podían hablar más tranquilas. - Y que lo digas, estoy exhausta. - replicó soltando un leve suspiro, luego esbozó una sonrisa amable. 

- Bueno, ¿qué te apetece comer? Veo que queda arroz y puedo hacer un par de tortillas, pero si te apetece alguna otra cosa di. - le comentó mientras empezaba a recalentar el arroz y sacaba los huevos del frigorífico, empezando a cocinar. - Ah, podríamos hacer un poco de sopa instantánea, en aquel mueble deben de estar los sobres. - le dijo señalando una puertecilla bajo la encimera, junto al frigorífico. Cuando terminó las tortillas, empezó a servirlas junto con el arroz. Y calentando tazas con agua en el microondas hicieron la sopa de miso en pocos minutos.

- En cuanto terminemos podemos subir, nos vendrá bien descansar. - dijo mientras terminaba de preparar todo.

- Buenas noches, que descanse señora Kurosawa.- Se despidió de la mujer mientras subía las escaleras y ellas se encargaban de su cena.

Ayudó a la morena en la cocina, pasándole los bols para batir los huevos o cogiendo la sopa y removiéndola, intentando quitarle trabajo a ella y comprobando que funcionaban bien en equipo. La paz y tranquilidad habían vuelto momentáneamente, sacándole una tierna sonrisa mientras colocaba los platos sobre la mesa y cogía cubiertos en el cajón donde le indicaran.

Esperó a que su amiga terminara de preparar antes de sentarse frente a ella, abriéndose su estómago más al oler la rica comida que habían preparado en poco rato.

- Que aproveche.- Frente a la comida se preguntó si los chicos estarían bien, aunque no se atrevió a formular sus dudas en voz alta por miedo a romper el ambiente tranquilo que tan difícilmente habían logrado. Sin embargo, aunque no sabía por qué, confiaba en Manabu y sabía que no les haría daño, se lo había prometido y era un clavo al que se aferraba.

Alzó la vista de su plato y ver la calma en el rostro de Sayuri mientras comía le hizo saber el porqué de todo, sacándole una discreta sonrisa.

- ¿Crees que el profesor nos mandará tarea extra? Con mi suerte, seguro que me esperan libros de trabajos y exámenes sorpresas.- Intentó cambiar de tema, añadiéndole un punto cómico a la situación gestualizando con los brazos antes de darle un largo sorbo a su sopa.

Aquella sencilla cena que habían preparado juntas le supo a cielo, seguramente el efecto tranquilizador de sentirse por una vez con la situación bajo control. Aunque fuera por el simple hecho de preparar una comida. Habían sufrido mucho desde que se vieron arrastrados en aquella pesadilla, y por fin podían descansar, al menos durante un tiempo, ocupando la mente en la rutina.

Pero le hizo pensar en los demás, se habían quedado allí. No podían localizarlos por no tener cobertura, tendría que confiar en que sabrían cuidarse, y no perder el control. Era la primera vez había visto el lado oscuro de Kenichi, e incluso del impertérrito Aki. Sucesos totalmente inesperados, pensando que seguramente sería fruto de la presión del momento. ¿No?

Sayuri sacudió la cabeza imperceptiblemente, alejando esos pensamientos negativos. Estarían bien, Kazuma era un chico responsable, no les dejaría cometer ninguna locura. Quizás sería buena idea poder sacarse esas preocupaciones hablando con Miirei, pero ya habían tenido suficiente por el día y no pensaba estropear la cena.

En eso, escuchó el comentario de su amiga, lo que le hizo alzar la mirada del cuenco de sopa de miso. - ¿Hmm? Vaya ni lo había pensado... - dijo mientras parpadeaba un par de veces, sorprendida. Era cierto que estaban de vuelta en casa, pero no todo iba a ser un camino de rosas, tenían que afrontar a más personas a parte de su propia madre. - Espero que no sean demasiado duros, pero no te preocupes. Podemos estudiar juntas si quieres. - comentó procurando quitarle hierro al asunto, aunque no las tuviera todas consigo. - Tranquila, todo irá bien. - afirmó, no solo por su amiga, sino como una reafirmación para ella misma también.

Luego de terminar de cenar, tardaron poco en recoger todo entre las dos. Con el hambre saciada, tan sólo quedaba descansar y dejar pasar el día, con la esperanza de que los siguientes fueran a mejor. - Bueno así estará bien, gracias por la ayuda. ¿Vamos a la cama? Me muero por tumbarme y cerrar los ojos. - dijo esbozando una cálida sonrisa mientras le hacía un ademán para ir escaleras arriba, en dirección a su dormitorio.

Continuó charlando de temas banales, sobre anécdotas de clases que esperaban hacerle sacar una tímida sonrisa a Sayuri o lo que esperaba encontrar una vez volvieran (como los chismes perdidos, las incontables horas de sueño que tendría que soportar en la clase de matemáticas o si habían incluido un nuevo juego en las recreativas), una simple charla de dos amigas.

Aunque creía que no podría terminar con todo el plato, para su sorpresa lo dejó impoluto, casi ni un grano de arroz asomaba entre los palillos cuando los depositó en el fregadero, agradeciendo la comida.

- Claro, te sigo.- Tal y como anunció, la siguió por las escaleras hasta la habitación, al fin y al cabo era su casa y desconocía la dirección hacia su habitación.

Las dos estáis de acuerdo en ir a la cama, así que después de la cena os encamináis hacia la habitación de Sayuri. Ésta se encuentra en el segundo piso, así que tras subir las escaleras Sayuri conduce a Miirei hacia la puerta que es la de su cuarto, y las dos entráis al interior.

Tal y como había dicho la madre de Sayuri, antes de irse a dormir ha colocado un futón en el suelo. Ha tenido que apartar un poco la silla del escritorio de Sayuri para poder hacerlo, pero ya está perfectamente preparado para que alguien pueda dormir en él. Por otra parte, Sayuri tiene una bonita cama de estilo occidental en la que seguro que está deseando dormir después de unos días tan ajetreados.

Una vez llegaron al cuarto, Sayuri dejó escapar un suspiro de alivio mientras una pequeña sonrisa asomaba en su rostro. - Bueno, aquí estamos. No es muy grande pero espero que te sea cómodo. - le dijo con tono amable, mientras seguía mirando como todas sus cosas seguían en el sitio de siempre. 

- Ah, tenemos el cuarto de baño justo al lado, la siguiente puerta a la izquierda. - comentó dándose cuenta de que era la primera vez que Miirei estaba en su casa. Y bueno, tampoco es que normalmente invitase a nadie para quedarse a dormir. - Si te hace falta cualquier cosa puedes pedirla sin problemas. Hay toallas limpias, y seguramente bajo el lavabo tengamos cepillos de dientes sin usar, y esas cosas.. - comunicó mientras hacía memoria de lo que se requería para que un invitado estuviese cómodo.

Dicho eso se sentó sobre el colchón de su cama, y soltó una pequeña risa, cubriéndose con la mano con cierta timidez. - La verdad es que es la primera vez que alguien se queda a dormir desde hace mucho. No recuerdo la última vez, ¿tal vez cuando tenía diez años? - confesó, volviendo a sonreír. - Espero que no resulte agobiante, tú ponte cómoda. -

Aunque hubiera querido cotillear su habitación más a fondo no pudo más que un leve vistazo general, esperando no incomodarla antes de mirar el futón que la madre había preparado. Siguió las indicaciones, quedándose con la copla de dónde estaba cada cosa.

Se quitó la chaqueta del uniforme y la dejó sobre la silla, doblándola como pudo antes de sentarse con las piernas cruzadas sobre el futón.

- En la escuela llevaba a mis amigas a casa, hacíamos muchas fiestas de pijamas.- Se rascó un brazo mientras se perdía momentáneamente en los recuerdos.- Cuando termine todo, ¿te apetece hacer una? Todos juntos. – Sonrió de forma tímida, acomodándose y colocando los pies bajo la manta, preparándose para dormir para cuando su amiga quisiera.