Partida Rol por web

-¡Ese macizo superhéroe se ha perdido! -exclamó mirando desde el borde-. Hum.

Si no fuera tan miedosa, me tiraría también. ¿Qué puede pasarme? Soy de goma. Mi dueña me dejaba caer sin querer algunas veces y yo no soltaba un quejido. El otro bestia también me dejaba caer, pero a propósito.

-Creo... creo que voy a intentar bajar yo. ¡No creo que me rompa ni un uña! Las tengo dibujadas.

Espera preciosa estoy buscando una manera de bajar, pero esta claro que tenemos que intentarlo... levanto una mano hacia barbie al escuchar su comentario, y sus ansias por bajar.

no señorita...por favor...no baje usted.....ya tiene que venir la tropa de los soldados y nos ayudaran..

esos soldados....no dan señales de vida....

Bueno no he encontrado nada util, asi que tendremos que hacerlo a la vieja usanza...Princesa sujetate fuerte, no te sueltes bajare trepando, para saber si spiderman se encuentra bien...tenemos que bajar tarde o temprano...me coloque delante de ella para que se sujetara a mi espalda.

Suspiro. No todos los días me agarro a un hombretón como este.

-Vale, cuando quieras, soldado.

Se oye un grito desde el suelo... es Spiderman. ¡¡EH, LOS DEL CAJÓN!! ¡¡ESTAMOS APILANDO ROPA PARA QUE CAIGÁIS EN BLANDO!! ¡¡¿ME OÍS?!!

Vamos señorita, deje que se agarrara fuertemente e inicie el descenso,

- bien con tu enorme fuerza no tendras problema alguno de todos modos, en cuanto vea como esta la situacion abajo te mandare un mensaje...no te abandonare muchacho comenta saludandole militarmente antes de bajar...

Barbie y el comandante Jhon J. Hazard desaparecen en la oscuridad. Quedan solos Ironman HulkBuster y el sargento Kii, anciano click.

- Señor... Creo que yo bajaré el último, por si aún despertara alguien más. Salte usted y avíseme cuando estén todos abajo...- Anuncia Iron Man con un deje de preocupación en la voz. Todos los juguetes habían saltado ya y solo quedaban despiertos él y el pequeño playmóvil. Desde abajo habían avisado que estaban apilando ropa... pero IronMan no estaba de que fuera a ser suficiente para manejar su peso y masa. Por no decir que no tenía piernas y tendría que dejarse caer... Si se rompía...

uff mi plastico puede resentirse con una caida....pero bueno...a vivir viejos tiempos....

ok iron....como te llames...

mi memoria....me fallaba ya con los nombres.....

me lanzo al vacio esperando no rebotar en la ropa y caer al suelo de la habitacion desmontandose mi pelo , que no sería la primera vez...

En el cerrado cajón todo lleva bastante tiempo sin cambiar demasiado. Decenas de juguetes, rotos, olvidados de si mismos o enloquecidos por su dramática existencia, mezclados con toda una colección de objetos que no tienen ninguna razón para estar allí, languidecen entre sus paredes. Aunque todavía existen de los que recuerdan haber estado en la primera fila de la diversión de aquel niño; de Max.

Como Spiderman, el siempre dispuesto muñeco. Ahora no tende telas de araña entre los estantes; tan sólo sueña que delira -delirar está fuera del alcance de un juguete- con la mirada aplastada penosamente contra la esquina en la que se apoya.

Y como Iron Man Hulkbuster. Ya apenas resuenan en sus oídos sus estúpidas frases. Está tirado cabeza abajo. sin ver, enterrado en el mar de juguetes, polvo y decadencia.

Y como el comandante John T. J. Hazard, en pie pese al caos a su alrededor, con la paciente mirada siempre fija. ¿En qué? Hasta hace un tiempo ni él mismo habría sabido la respuesta a su pregunta, pero entonces vino la limpiadora, abrió el cajón y metió ahí dentro a esa preciosidad.

Barbie no sabe exactamente qué está haciendo ahí. Un día se cayó, fue recogida por la inquietante limpiadora de dientes raros -su gran temor- y fue "reordenada". Y ahora siente las oscuras miradas de tantos juguetes fijas en ella (¿qué serían capaces de hacer si pudieran moverse?), y nota como el polvo fastidia el tono de su cutis. Sólo desearía estar de vuelta en el estante de las muñecas de Laura, o en la casa de muñecas, aunque Laura ya no juegue con ellas.

Pero preocupaciones más graves asaltaban a los demás muñecos. Desde hace casi un año, unos aterradores gemidos rasgaban el aire cada mañana desde la habitación del papá y la mamá de Max. Y desde hace ya casi un mes el quinceañero acude al cajón cada vez que suceden para escoger un juguete que nunca regresará con sus compañeros. La green company, por ejemplo, se ha visto alarmantemente menguada... Aunque el O.K. Corral ha tenido la suerte de estar medio enterrado prácticamente en el fondo.

El ritual matinal ha originado multitud de aterradoras teorías entre los juguetes, hasta ahora inconfesables por motivos obvios.

Pero de pronto un alarido incontrolado rompe la espera silenciosa. Un juguete, asaltado tal vez por terribles dolores desde quién sabe cuanto tiempo, acaba de aprender a gritar. Y un movimiento desordenado invade el cajón entero cuando los muñecos descubren que ya no son simples marionetas de su incierto destino.

Un movimiento del que no todos son partícipes... porque John Kii, uno de los más antiguos juguetes de la casa, no se inmuta, sino que contempla, impasible, cómo se desarrolla este nuevo juego. Claro, es lo que ha hecho toda su vida.

Pero, incluso bajo John Kii, hay un juguete despierto, pero aun así incapaz de moverse. Se trata de la masa, o eso ponía en su envoltorio. Da igual; de todas formas hace mucho tiempo que salió de él por última vez. Desde entonces ha estado expuesto al polvo, que le ha envenenado gradualmente.

Su forma de sentir las cosas a su alrededor no depende de ninguna clase de órgano sensitivo, o, mejor dicho, cada partícula de su superficie es un órgano sensitivo en sí.

Y es que tiene un tacto tan desarrollado que le permite no sólo notar las sustancias que entran en contacto con él con una extraordinaria precisión, sino también la repercusión de la luz en su superficie. De esta forma tiene una visión periférica absoluta, aunque sufre una especie de miopía, dado que carece de ojos propiamente dichos. Otro aspecto curioso de su visión consiste en que sólo ve la gama de colores comprendida entre el azul y el amarillo; apenas percibe los rojos... aunque claro, esto no lo sabe: Siempre ha visto así.

Su percepción es, por lo tanto, un mar esférico de sensaciones entremezcladas que se distorsiona cuando cambia de forma.

En el mismo instante en que se da cuenta de que puede moverse, intenta con todas sus fuerzas orientar su movimiento a un objetivo: Desplazarse hacia la luz.

Sin embargo, pronto comprueba que es completamente incapaz: Su mayor logro es vibrar hasta calentarse muy ligeramente. Sin embargo, se da cuenta de que puede utilizar este caótico movimiento para limpiarse de ese horrible polvo que le aturde y nubla sus sentidos, que desciende lentamente, abriéndose paso hacia abajo. Pronto se ve agotado, y debe reunir toda la voluntad de la que se cree capaz para mantener el esfuerzo. Pierde la noción del tiempo, y se da cuenta, cuando se detiene al fin, de que hay mucha más luz que antes. Cuando sus sentidos se recomponen, descubre que hay un sólo juguete, Iron Man Hulkbuster, a la vista. Todos los demás... se han ido.

Iron Man Hulkbuster se ha quedado solo al fin. Parece que va a tener que despedirse finalmente de ese viejo cajón, que, pese a todo, es casi como una casa para él.

Sin embargo, un movimiento inexplicable en el fondo del cajón, como de algo que se desliza sin apenas tocar lo que le rodea, llama su atención.

Y en el instante en que ya estaba más que seguro de que iba saltar siguiendo al resto de sus compañeros juguetes, algo llama su atención. Una cosa extraña que no puede ver bien debido a la falta de luz, algo que se desliza allá abajo. Si tuviera su linterna y pudiera alumbrar aquella cosa.

Sin embargo y aunque en realidad no fuera de hierro como su nombre parecía indicar, aquel juguete tampoco era un cobarde. Si aquella cosa era otro muñeco, podría necesitar su ayuda. Y si era otra cosa, no dudaría en enfrentare a ella.

Por eso desciende del borde del cajón y se acerca, cauteloso y con movimientos lentos -Eso si, a saltos, que al fin y al cabo carecía de piernas- a aquella cosa de forma indeterminada.

Asustada o bien aliviada, no podría decirse, por la absoluta y repentina quietud del cajón, la masa empieza a agitarse con energía, un movimiento tan insignificante que habría pasado inadvertido a cualquiera Antes había más cosas. Cosas sólidas. Y ahora no Vibra más fuerte mientras intenta reunir los dispersos retazos de su mente gelatinosa para sacar algo en claro de todo aquello.

Pero un temblor así es demasiado placentero después de tanto tiempo de inmovilidad y pronto la sensación ha borrado todo lo demás dejando unicamente el vaivén de su viscoso cuerpo. Adelante y atrás, adelante y atrás. Apenas oye los ruidos que se acercan hacia ella.