Partida Rol por web

La lámpara de mesa arroja sombras confusas que invocan la batalla sobre el fondo de la vitrina, y cualquiera esperaría que de un momento a otro empiecen a moverse e interpretar su papel. Pero ya nadie espera, porque no se mueven. Nunca se mueven. En su interior se torturan pensando cuándo despertarán del incomprensible sueño que les ha alejado en el viejo mundo y les ha hecho formar parte de un vulgar juego. En su interior se preguntan muchas cosas, pero nada saben contestarse, y nada pueden hacer en su exterior. Max apaga el flexo, y la hora marca las 23:46.

Los warhammer deberían estar muy a gusto. Para empezar, son los únicos juguetes de Max a los que todavía llega la luz. Además, ya no les utilizan. Era horrible volar por los aires a toda velocidad en manos de un par de niños impacientes que, en ocasiones, cambiaban o simplificaban las reglas. Y eso un día tras otro, desde que fueron pintados (a veces bastante peor de lo que ellos habrían deseado)...

Pero hubo una señal de que todo había cambiado. En principio a las miniaturas no les importó; de hecho se alegraron de ello. Aunque todos le respetaban, a nadie le gustaba lo que el Gran Demonio de Slaanesh debía estar viendo en ellos, así que no se preocuparon por el significado de su desaparición.

Destella un relámpago, y el arquero bretoniano, el más antiguo de los warhammer, se retuerce de miedo en su interior. Si pudiera gritar...

Cuando todos los demás fueron llevados a las vitrinas por última vez, destinados a llenarse de polvo hasta el fin de sus días, comprendieron por primera vez lo que necesitaban aquellas pequeñas partidas adolescentes, y miraron la mesa en frente suyo con verdadera añoranza. La de grandes partidas que podrían hacerse en un terreno tan exótico y hostil como aquel... Y la alfombra, esa también.

Unos adoran a Morko, otros al Dios Emperador, otros a sí mismos. Pero pese a sus diferencias todos jurarían por sus respectivos dioses, héroes y hazañas por una causa común. Si no pueden regresar a su mundo, lo harán nacer de éste.

El reloj marca las 24:00 en el mismo instante en el que otro relámpago fulmina fugazmente la oscuridad.

AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA...dgh -El soldado bretoniano se interrumpe al darse plena cuenta de lo que acaba de hacer.

Y todos, todos los warhammers, empiezan a descubrir un cambio en sí mismos que les hace estremecer. Si no pueden regresar a su mundo...

Todas las miniaturas verdes mueven sus pequeños y mal pintados ojos hacia el arquero bretoniano, estupefactos por lo que acababan de oír, pero sin moverse un ápice, sin entender lo que había pasado.

Kor desvía la mirada hacia otro lugar, viendo una pequeñita bolsa con algo verde en su interior, sus ojos se ponen como platos y se lanza corriendo hacía el final de la balda para intentar llegar hasta el césped ferroviario. Por el ímpetu de la acción se despega de su peana y tampoco se da cuenta del cristal que hay en medio. ¡Plum!. El sonido de la cabeza del orco golpearse con el cristal.

Ter, después de observar la escena de su compañero comienza a hacerse una idea de lo que ahora puede hacer. Acto seguido comienza a gritar intentando imitar a un Wookiee. Éste también se despega de su peana. 

Al igual que Car y Nor, que comienzan a reír y a gritar de alegría.

Mientras tanto, el Gran Chamán forcejea con su peana, que no quiere despegarse de sus pequeños pies de plástico.

El chamán logra despegarse de su peana, pero solo para descubrir que ésta le sigue bajo sus pies al andar. Al principio no nota que siempre esté pisando el mismo suelo, pero cuando lo hace, y mira a sus subordinados, descubre que a ellos les pasa lo mismo. Parece que las peanas forman parte de ellos como el resto de su cuerpo... ¡y que nunca dejará de pisar ese sucedáneo de césped!

Magneus Calgar queda estupefacto ante la nueva y peculiar situación en la que se encuentra. A decir verdad no tiene mucha idea de lo que ocurre.

Ve como uno de los orkos corre y se empotra en lo que es el cristal del lugar en el que nos encontramos.

Idiota- piensa Magneus.

Lentamente va moviéndose, dandose cuenta que la peana que se encuentra pegada a sus pies hace que le cueste al andar. Sin embargo, poco a poco se va acostumbrando. 

El capitán se acerca hacia su escuadra, la cual, al igual que él, se encuentra en su mismo estado de confusión. Lentamente van "despertándose".

Les daré un tiempo para que se acostumbren a la situación

El poder de la magia recorre mis garras! Finalmente Morr ha sabido congraciarme con su bendición.

- Nagash ha vuelto para sembrar el terror en vuestras peanas! Temblad bretones, pielesverde, hombrecillos con... ¿se puede saber quién soys vosotros? - a los ultramarines - ¿y que son esos horrendos caparazones de color azul?

-Donde anda eze demonio de slanezzh?- le pregunta el chaman a sus cuatro guerreros. Pero ellos, niegan a la misma vez. El chamán se cabrea y les golpea a los cuatro guerreros con un gran garrotazo. Aun enfurecido, se da la vuelta para ver quien pegaba esas voces.

-Si Nagazh, lo que tu digaz- dice el chamán.

Cita:

La cara de decepción es patente por todas las miniaturas de más de I = 5 en la vitrina. Primero su banda de secuaces zombis torpes y ahora sus nuevos aliados: un puñado de orcos.

¿Me pregunto qué será lo siguiente? ¿Una banda de nurgletes? ¿Snotlings? ¿Monitos de circo?

 Magneus Calgar ignoró la pregunta de Nagash. Ahora mismo estaba más preocupado en que sus hombres se despertarán.

Soldados, firmes- ordenó, a lo cual su escuadra se encuadró rápido- no se lo que está pasando, pero estad atentos... solo por si acaso- era una orden un tanto estúpida, pero de momento no podía decir más- vigilad el perímetro. 

Magneus se volvío y se acercó al tal Nagash.

Soy Magneus Calgar, capitán de los ultramarines espaciales y leal servidor del Dios emperador y esto no es un caparazón- se golpea su armadura- es mi armadura,

Nagash baja su cabeza en forma de cráneo para ver a Magneus.

- Muy bien, muy bien amigo servidor del Dios Emperador con armadura de caparazón. (aplaudiendo lentamente Mi nombre es Nagash... (pausa dramática) Nagash... (segunda pausa dramática). Dime soldadito azul, ¿no te dice nada mi nombre? Ejércitos de plomo y plástico temblaron con sólo oir mi nombre. Defiendo mis propios intereses y esto es una armadura poseida por demonios de otras esferas de pánico y terror.

 Magneus mira con extrañeza al tal Nagash.

tu nombre no me suena- contesta, lacónico- mientras no seas enemigo del Dios emperador no tendremos problemas

- Uhm, el Dios Emperador, el Dios Emperador? Lo siento, por ese nombre no me viene nada.

Mientras los dos jefes jefes, Nagash y el neomarine, charlaban, los orcos y el chamán intentaban por la fuerza abrir la vitrina empujando. Viendo que era casi imposible, el chamán paró de empujar, aunque los cuatro si siguieron intentándolo.

-Charlatanez soiz, dejaz de hablar y zalgamoz de aquí- dijo el gran chamán

Si, creo que será lo mejor- responde, obviando el comentario de Nagash. Se acerca hacia el cristal y empuja- esto va a ser más complicado de lo que esperaba- piensa.

Soldados- grita mientras sus hombres llegan presurosos a la llamada de su lider- reconocimiento del lugar. 

Ante esta orden los soldados de Magneus comienzan a moverse por la vitrina, buscando cualquier cosa que pueda servir para salir de allí.

Nagash se gira con rapidez intentando que el reborde de la túnica quede como flotando en el aire en el intesperado giro de 180 grados.

Eso siempre impresiona, al menos en las miniaturas de metal.

Se dirige hacia su peana y se sienta en su borde mientras busca a su alrededor si alguno de sus zombis se encuentra por la vitrina.

El Señor supremo de los no-muertos, mano derecha de Morr y hacedor de la no-vida no puede rebajarse a romper un cristal, pero ciertamente me gustaría salir de aquí. A ver si alguno de mis desalmados y torpes servidores puede echar una mano.

Nagash anima a sus zombis a que usen manos, pies y todo lo que tengan a su disposición para ayudar al resto de miniaturas de la vitrina.

Tras unos segundos, sólo los soldados orcos siguen teniendo dudas sobre si puede abrirse la vitrina empujando.

 Ey, orkos- pregunta Magneus- ¿necesitáis ayuda?- pregunta- tal vez mis soldados puedan echaros una mano.

Magneus hace una señal y dos de sus soldados se acercan hacia la cristalera de la vitrina para empujar.