En esos momentos llegó Caitán, espada en mano, enfundada y lista para ser usada. Y justo cuando se acercó a don Juan y Sebastián, ése último fue empujado por una mujer. Era una manceba del prostíbulo, que iba corriendo, como intentando escapar de alguien, y perdiéndose entre la gente. Justo delante de vosotros fue agarrada por una mano metálica, enfundada en armadura de cuello a talón. Aquel tipo debía ser caballero, y la mujer dejó de hacer fuerza y no se resistió.
Ven aquí, ¡puta! -le dijo con sonrisa y desprecio-. ¡Te voy a enseñar yo a escupir a quien yo ordene...!
Y le propinó un soberbio puñetazo, haciéndola caer al suelo, todo delante de vuestros tres pares de ojos.
La escena no me gusto, y de haber estado solo no habría hecho nada. Pero con el señorito y don Sebastian al lado no tenía muchas opciones. De modo que cogí la lanza de la espalda, la así con fuerza y esperé órdenes de los señores. Que no me iba nada en todo aquello era cierto, pero sabía que al señorito sí le iría. De todos modos no dí el primer paso y esperé a que el señorito diese alguna orden.
Perdon master la habia escrito desde el movil pero se ve que al cambiar el tipo de escritura se ha debido borrar no se repetira
Si que parecía raro, no éramos los únicos que sospechaban de Claramunt, sino esta situación no habría sucedido ahora teniamos otros jefes o aliados que nos podían ayudar, lo curioso es que por envidia o sospecha de este caballero se pensaba que hacía trampas maese Julián creo que no estamos solos en esta tarea, las chanzas de este caballero están creando suspicacias
A Sebastián no le gustó el trato recibido por la manceba, aunque pecadora y que posiblemente hubiera hecho algo para merecerse el golpe, no era así como se solucionaban los problemas entre cristianos, que para eso Dios había creado en su infinita sabiduría leyes para que los hombres fueran gobernados. Fue por ello, por lo que arropado por la fé en la justicia se atrevió a enfrentarse al noble:
- Basta caballero le reconvino. Si esta mujer os ha hecho algún mal, deberéis dar parte al señor de estas tierras y que sea su mano la que castigue el mal que se os haya hecho. Dios creó las leyes para que los hombres las cumplan.
Entiendo que es el señor de las tierras el que tiene derecho a juzgar los delitos. Si hubiera algún tribunal especial por el paso, y Sebastian lo conociera, se referiría a él.
En esta ciudad -se refería a la ciudad improvisada de campamento- el señor de éste lugar no toma parte. Cedido el sitio, y a permiso de su Majestad, es hacer cuanto aquí se celebra, incluido castigar a estas "bravuconas" -decía agarrando a la mujer-. Aquel caballero se atrevió a dar explicación a Sebastián por su atuendo, su apariencia, pues creía verdaderamente que no era súbdito de nadie (pese a que acompañaba al de Navascos).
Y si estáis en desacuerdos, vos reto a cuanto queráis -el caballero estaba alzando la voz, y curiosos se acercaba y comenzó a hacerse corrillo. Don Juan de Navascos, joven e iluso, no decía nada-. Cuantiosos juegos tenéis aquí en derredor... ¡elegid uno y veremos quién tiene que callar! A no ser que no gustéis de los juegos y queráis enfrentar a hierro limpio... -decía sonriendo-.
Caitán estaba preparado, y Julián y Xertrude aún no habían regresado. Todo el mundo miraba ahora a Sebastián.
Despues de lo que nos ha pasado es hora de tomar decisiones ver como actuamos
julian deberiamos volver con nuestros compadres y relatarles lo sucedido, es mas creo que erramos en nuestras dudas, si yo hiciese trampas no las dejaría para que las encontrase cualquiera, las llevaría encima o las guardaría en mis tiendas
Julián miró a su compañera intentado descifrar sus palabras, mientras hechaban a andar para buscar a sus compañeros.
-Estoy de acuerdo, volvamos con nuestros compañeros y investiguemos juntos. Esto no me gusta nada.-
-¿A que os referís con llevarlas encima?
Sebastián elevó las manos en señal de paz:
- No vengo en son de guerra, y solo os hacía observaçión de lo que a mi entender dictan las leyes. Como bien sabréis en mi orden está prohibido el enfrentarme a Cristianos a menos que ataquen a peregrinos y esa mujer no tiene mucha pinta de serlo. dijo con una sonrisa para intentar quitarle hierro al asunto.
- Lo que no tengo prohibido es la práctica con espadas y escudos de madera. Si no os parece un juego demasiado aburrido, podríamos probar a ver quien toca primero al otro. En caso de ganar yo, dejaréis a la manceba en paz y si ganáis vos, os dejaré yo que actuéis a vuestro plaçer
Con la duda tras la oreja, Xertrude le invitó a Julián a marchar de vuelta con sus compañero. El puente no tenía mecanismo alguno (al menos que viérais) que hiciera favorecer las batallas al de Claramunt. Tampoco es que hubiera participados en decenas de ellas, sólo en cuatro o cinco, según sabíais.
Volvéis con los compañeros.
Fue entonces cuando Julián y Xertrude regresaron. Caitán había entregado a su señor la espada enfundada, y estaba de público en un corrillo con don Juan. En medio del corrillo formado por gentilhombres curiosos y súbditos ávidos de chanzas se hallaban Sebastián de la Torre enzarzado en palabras (de momento) con otro caballero armado. Este último parecía tener muy mala leche (como tantos otros).
Postead de nuevo para todos.
Sea así, no tardaré en hacerme con unas -hizo un gesto con la cabeza y al cabo de unos minutos un siervo del caballero trajo dos espadas de madera. Eran más pequeñas que las que ambos contendientes portaban, y carecían de filo, tampoco siendo puntiaguidas sino curvas en su extremo. El caballero le lanzó una al de Santiago, y tras sopesarla en la mano (que se le hacía rara) se puso en guardia.
¡Adelante! -y el tipo cargó sin previo aviso, sin concertar ningún estamento o premisa para ganar o perder el duelo-. Vísteis todos que los caballero que conformaban la pequeña muchedumbre coreaban consignas de lucha, levantaban sus copas y reían o miraban con cuidado el enfrentamiento. ¡A ver si coreáis mejor la muñeca que vuestra voz! -le acabó diciendo-.
Sebastián, haz un par de tiradas de Espadas (sin daño, sólo las tiradas). Tu contendiente la tirará después. Quien saque menores tiradas, gana.
Yo fuí a ayudar a la fulana a ponerse en pie y le pregunté-¿qué ha pasado para que os trataran así?-y la sonreí. Eso no era del todo agradable, pues como ya hemos dicho mi rostro distaba mucho de bonito, pero esperaba mostrarme lo más agradable posible y quería saber que había pasado. Que el "caballero" nada había dicho, solo se había limitado acastigar sin más.
Sebastián cogió al vuelo la espada. Al principio le costó un poco acostumbrarse a su peso, pero finalmente se hizo con él.
No contestó al caballero puesto que sabía que las pullas eran para desconcentrarle y no parecía mal espadachín así que iba a necesitar toda su concentración.
Motivo: Espada práctica
Tirada: 1d100
Dificultad: 75-
Resultado: 88 (Fracaso)
Motivo: Espada práctica
Tirada: 1d100
Dificultad: 75-
Resultado: 40 (Exito)
Cuando aquel tipo comenzó a moverse espada en mano, se dió cuenta de que Sebastián manejaba la espada demasiado bien, y que su oficio debía llevarlo al día, pues precisión en su muñeca tenía. El entrechocar de espadas era agudo, las maderas restallaban entre sí, y los movimientos de uno y otro hacia atrás y delante se sucedían. Llegó un momento en que el duque hizo retroceder al caballero demasiado, casi golpeando a las gentes allí dispuestas en curiosidad: su espada cayó al suelo. Con un par de gruñidos, aquel caballero la esgrimió de nuevo y se abalanzó al santiguista con más esmero, si cabe. Aquella dedicación le hicieron perder precisión, y ésta vez Sebastián volvió a dejarle desarmado: la espada rival fue lanzada por los aires, saliendo del corrillo y dejando al tipo sin nada. Éste apretó los dientes y se quedó frente a él.
Motivo: Lance primero
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 92 (Fracaso)
Motivo: Lance segundo
Tirada: 1d100
Dificultad: 65-
Resultado: 98 (Fracaso)
¡Maldita mujer! -echaba toda la culpa de su derrota a la prostituta, que se había quedado a ver el lance-. ¡Habéis hecho deshonrarme y lo pagaréis caro!
No dijo nada a Sebastián de la Torre, que entre ciertos aplausos fue coreado mientras su rival y sus súbditos salían de allí y se perdían entre la multitud. Y el corro se disolvió.
¡Bendito seáis! -dijo don Juan de Navascos, muy atento-. Habréis de sustituirme si caigo en desgracia -reconoció-. Jamás había visto semejante destreza... en vos -"en vos" quería decir, pues él mismo se veía seguro y pensaba para sí que tenía un gran brazo para vencer a casi cualquiera-. Es un alivio teneros a mi lado -felicitándole-.
La manceba quedó libre y también se perdió entre la multitud, no sin antes hacer una reverencia al duque por su valía.
Pues estáis los 4 juntos.
Vi como don Sebastian le daba una lección al tipo y aplaudí lo que hizo. Aunque me quedé un poco amargado pues la fulana no tuvo ni una palabra para mí. Y eso que había sido considerado y no le había hecho ninguna proposición indecente. Vila marchar y la seguí un rato con la Mirada viendo el contoneo de sus caderas-Ay quien te pillara-después mire a las gentes como diciendo-yo voy con el-refiriendome a Don Sebasian y sacando pecho.
PAsado el momento y ya más en calma, pregunté a Xertrude y a Julián-¿Qué averiguasteis algo?
Mientras el caballero se aleja, Sebastian le intenta calmar:
- Parecesme que nadie ha perdido el honor puesto que solo estábamos practicando un juego con espadas de madera, e non es motivo de vergüensa perder contra un caballero de Santiago.
Sebastián reza una corta plegaria tras ello y replica finalmente a don Juan con cara compungida:
- Poco grata me ha sido esta victoria, contra un caballero cristiano e para apoyar a una fembra que además poco virtuosa era, mas lo hecho hecho está. Espero que non me haya ganado un enemigo en ese caballero, e que la muyer algún día el camino hacia la virtud encuentre.
Finalmente encara a Xertrude y Julián:
- Sí, por favor contestad a Caitán. Algo raro pasa con ese caballero que aguanta impunemente tanto castigo e non paresceme milagro divino.
Llegamos a la tienda donde bebían y comían nuestros amigos y con sorpresa veo que no han perdido el tiempo, ni se han aburrido, pues encontramos a Sebastián enzarzado en una pelea con un caballero.
Empiezan los envites y desde el comienzo se ve quien lleva la ventaja, nuestro amigo se desenvuelve con más soltura con ese palo que lleva entre las manos.
Finalmente Sebastian deja por los suelos al descerebrado que ha osado probar su suerte y nos juntamos con el resto para hablar de nuestra ausencia.
-no queridos amigos nuestros ojos no han encontrado nada que indiquen malas artes...