Partida Rol por web

Cassim aplaudió al mago, sorprendido de sus habilidades, aunque la idea original había sido de Harpálice, pero se preocupaba mucho de no darle oportunidades a esta para acercarse a él. Aún tenía miedo de aquella mujer loba salvaje y poco civilizada, bajo su punto de vista. Y luego le empujó para que echara a andar.

—¡Viamos! ¡Adelante!

Poco le duró al enano la satisfacción de ser el único que veía en aquella oscuridad opresiva, y es que el mago pronto recordó (ayudado por la guerrera, eso sí) que portaba hongos luminosos en su macuto. Bastó uno de ellos para untar su daga: pronto, un destello verdoso resplandeció en ella, y recuperaron la visión nuestros amigos. No puede decirse que aquello hubiese solucionado todos sus problemas, pues la luz era ténue, aunque suficiente para ver el espectáculo que se desarrollaba a su alrededor, que no era otro que el que había visto el enano hacía unos momentos: una cueva plagada de estalactitas y estalagmitas, que pendían sobre sus cabezas o se alzaban a su alrededor, amenazantes pese al silencio total que les rodeaba (interrumpido por algún goteo incesante). En la gruta se adivinaba un único camino entre las dagas pétreas que les rodeaban, y hacia este se encaminaron, encabezados por el enano, a quién el don de ver en la oscuridad evitaba peligrosos tropiezos.

Fue una marcha penosa, plagada de resbalones, lenta por la natural inadaptación de los hombres a los medios cavernosos. Sólo el enano caminaba con soltura, gracias a su baja estatura y robustez, y a que aquel era en verdad su medio de vida. Caminaron durante un buen rato rodeados de agujas pétreas, hasta que el techo fue acercándoseles, y la pared les alcanzó, dejando a su vista únicamente un agujero en la misma, por el que todos entraron, e incluso el enano hubo de agachar la cabeza. Fue Gortnus el primero en ver lo que se escondía al otro lado, haciendo un gesto a sus compañeros para que se detuvieran: una nueva estancia, con un estanque en el centro les esperaba. Pero no era la estancia, sino su ocupante, lo que hizo detenerse en seco al comerciante: una inmensa serpiente, de unas quince varas*, les esperaba en el interior, enrollada en torno a unas rocas. Su piel era parda, y numerosas manchas recorrían su piel. Parecía dormitar el animal, pero quién sabía lo que tardaría en despertar si penetraban en la estancia...

Observó el enano, además, que la estancia gozaba de dos salidas más, una a la izquierda del lugar que ocupaba la serpiente, la otra a la derecha.

Al fin la luz se hizo y pudo ver el destartalado turbante de Cassim y tuvo que reprimir una risa a pesar del estado en el que se encontraba: empapada, tiritando y harta de aquella opresiva cueva. Pasito a pasito iban avanzando, cuando lo que quería la guerrera era correr y abalanzarse sobre su presa dormida. Por fin llegaron a una estancia más amplia, de nuevo con agua estancada.

- Por la Luz de Luna...- La guerrera se quedó con la boca abierta ante la visión de semejante espécimen. Frunció el ceño pensando primero que esa era la arpía que buscaban y empujaba al ladronzuelo para que fuera y clavara la daga en ella antes de que despertara. Pero luego le pareció que no era Ella y que no era más que una serpiente, eso sí, enorme. Miró al enano para que decidiera hacia qué lado continuar.

No somos el grupo más silencioso precisamente.- Reflexionaba para sí la guerrera.

La verdad es que la serpiente impresionaba y Fizban estaba algo acojonado, pero había que echarle valor y pasar.

Susurrando para no despertar a la serpiente - ¿Y si vamos sin hacer ruido por la salida de la derecha?

Seguro que como él más de uno habrá pensado que el sigilo no era el fuerte del equipo, pero debían de intentarlo, ya que enfrentarse a la temible serpiente podría causar que alguno o todos puedan pedecer en las fauces de la misma.

Hay un resplandor punzante en los ojos de Cassim, ansioso de cumplir la misión y salir al aire libre. Cuando Gortnus se detuvo tan de repente y Harpálice empezó a empujarle, el saco de huesos visitan se las prometía muy felices. Pero aquello no era lo esperado. La anatomía de una sierpe enorme apareció ante la mirada bailona del ladronzuelo y entonces Cassim se detuvo, cuchillo brillante en mano y su respeto en la otra.

La serpiente en el desierto posee la sabiduría de la Naturaleza, capaz de lo mejor y lo peor. Las serpientes eran consideradas como protectoras, animales de buena suerte y también a veces con grandes poderes curativos y sexuales. Este detalle mejor no mencionárselo a las mujeres... ni al mago. Aquella, desde luego no era normal y Cassim se sintió incómodo. Parecía un ser inteligente, no una víbora de las que acostumbraban por aquí, de las que se aplastaban fácil con el tacón de una bota buena.

Como en un trance y embelesado por aquella criatura, Cassim cual faquir hecho una sopa, avanzó pisando la gravilla mojada que rechinaba bajo las suelas.

—¡Psssss!¡Pssss!—siseó a la serpiente, ocultando el cuchillo tras la espalda y avanzando un poco arqueado en media reverencia. Pensaba despertarla para mostrarle sus respetos... y bueno ¡qué demonios! ¡quizá tuviera un tesoro en alguna parte!

¿Qué hacía Cassim? La guerrera no entendía su reacción al ver ala enorme serpiente. ¿Era esa la que tenían que matar? Harpálice había visto bien a la arpía y, si no le fallaban los sentidos, no era esa. ¿Para qué despertar a su defensora? Miró a Gortnus ojiplática y con el ceño fruncido.

- Más vale que te ocupes de tu amigo...- Aprovechó para agarrar el escudo con la zurda y la lanza con la diestra y dar unas largas zancadas hacia la puerta de la derecha, separándose del resto para rodear a la bestia en caso de que atacase.

El aviso del enano había servido para alertar a sus compañeros, pero tal vez debieron haber previso que el visirtaní arruinaría su escasa ventaja... claro que ya se sabe que los visirtaníes son tan impredecibles como las tormentas del desierto. Ante la estupefacción de sus compañeros, Cassim se adelantó, y comenzó a chistar a la serpiente, mientras situaba la daga curvada que le prestara el hombre con cuernos a su espalda. Harpálice le hizo una seña al enano para que detuviera a su compañero, pero no llegó a tiempo, pues antes de que ninguno reaccionara, el reptil comenzó a moverse lentamente, girando la cabeza hacia nuestros aventureros al tiempo que su lengua bífida comenzaba a saborear el ambiente, y su pesado cuerpo de serpiente comenzaba a moverse, de forma lenta pero inexorable, hacia el lugar en que cuatro humanos (perdón, tres, pues el visirtaní no parecía inmutarse) y un enano la observaban desesperados.

El cuerpo de la serpiente se arrastraba sinuoso, y su dibujo caracoleaba ante la luz pálida que se desprendía de la daga de Fizban.

- Sssssssssssh. - siseó la criatura.

Todos pudieron ver sus ojos rojizos, brillantes en la oscuridad, cuyo contacto invitaba a un sueño placentero y eterno.

¡Maldito Cassim!

La guerrera no sabía desenvolverse bien en asuntos donde la magia andaba de pro medio, para eso era mejor su hermanita. Lo que ella quería era atravesar al enorme reptil con su lanza y después hacerse unas bellas botas con su piel.

- Sssssssssssh. - siseó Cassim frente a la criatura, convencido de que era un ente sobrenatural.

Apretó fuertemente la daga pero se perdió en aquellas pupilas de ofidio que tanto le fascinaban...

La paladinesa desenvainó su espada con un gesto rápido, al tiempo que el sonido del acero al abandonar la vaina invadía la estancia.

- ¡No dejéis que la criatura os domine! - gritó - ¡No le miréis a los ojos!

Sin duda la voluntad de la mujer era férrea, pues no se había dejado amilanar ante la serpiente.

Sintió Harpálice una extraña atracción por la mirada rojiza de aquella inmensa serpiente, y por un momento se sintió tentada de soltar la lanza y dejarse llevar por la hipnosis. Sin embargo, algo en aquella guerrera se resistía a caer en las garras de la criatura. Sacudió la cabeza recuperando la compostura, y al hacerlo volvió a ver al ser amenazante al completo, que avanzaba hacia ellos dispuesto a darse un banquete...

El siseo de la criatura meció el espíritu de Cassim, quién se sintió repentinamente a gusto en aquel lugar. El frío se desvanecía, y la piel de la serpiente comenzó a sugerirle la invitación de una cama cálida en la que descansar. Una suave y agradable cama visirtaní parecía esperarle allí, para dar fin a las penurias de su viaje, e incluso al deseo de vengarse por la traición sufrida en el pasado.

Las mujeres no se dejaban engañar tan fácilmente como los hombres. Al menos eso parecía pues el dúo de féminas fueron las primeras en reaccionar. Alentada por las palabras de su amiga sacudió la cabeza y se concentró en la inminente batalla. Con gusto hubiera dejado que Cassim fuera engullido por la enorme serpiente pero resultaba que se había encaprichado con él y, además, era el Portador de la daga que les permitiría salir de allí. Con determinación se puso entre medias del hombrecillo de bigote azabache y el enorme reptil que se acercaba contoneante.

- ¡Lo llevas claro!- Apretó los dientes para aguantar el dolor de sus heridas que aún se estaban cerrando y lanzó una estocada con la lanza mientras elevaba el escudo para guarecerse tras él.- ¡Aaaaaaaayyyyyyyyyy!

El visirtaní veía en aquellas pupilas su propio reflejo, su pasado más agradable. Comenzó a recordar una historia mientras daba pasos lentos hacia el enorme reptil.

Le vino a la memoria cómo una vez que vieron cuanto había en la caverna, llenaron de oro y pedrería tres sacos grandes que habían llevado con ellos y, volviendo sobre sus pasos, después de pronunciar la fórmula de apertura, salieron de la cueva. Pensaba en cómo sino hubiese sido por su hermano vivierían con tranquilidad, usando con moderación y prudencia las riquezas que les había otorgado el Generoso, que es el único grande. Así sería como Cassim, propietario de tres asnos por toda fortuna, llegó a ser, gracias a su destino, el hombre más rico y respetado de su ciudad natal. ¡Gracias a Aquel que da sin medida a los humildes de la tierra!...

Fizban acobardado no pudo evitar mirar a la serpiente a los ojos a pesar de las advertencias de Nehira.

El enano enseguida inspeccionó con la mirada la estancia que se encontraba frente a ellos. El improvisado foco de luz que suponía el champiñón luminiscente que el bueno de Fizban había recolectado había podido aliviar un poco la responsabilidad de Gortnus a la hora de guiarlos por la gruta, pero ello no facilitó en gran medida la penosa travesía. Y el comerciante seguía a la cabeza del grupo, por lo que tuvo la suerte y la desgracia de ver en primer lugar al temible ser que dormitaba en aquella sala.

Gortnus enseguida alertó con apresurados gestos a sus compañeros mientras continuaba su escrutinio tratando de evitar al gigantesco reptil. Por fortuna, parecía haber otro camino por el cual poder evitar al ofidio que obstaculizaba el acceso a la puerta que se hallaba a al izquierda. Pero la voz de Harpálice lo sacó de su concienzudo estudio de lugar. -¿Que me ocupe de quién...?- Preguntó al oír a medias las palabras de la guerrera. Pero entonces se giró para dirigirse a la mujer y entonces obtuvo de una manera nada agradable la respuesta a su propia pregunta. Vio a Cassim acercándose a la serpiente a la vez que parecía intentar el sonido del animal. La expresión del comerciante podría haber inspirado un poema que hablase de la destrucción de un reino condenado a caer en el olvido por culpa de alguien que olvidó echar llave al portón de la muralla por la noche en su turno de guardia. Sin duda Gortnus había visto al visirtaní cometer actos imprudentes que, hasta cierto punto, se les podría encontrar cierta lógica. Pero aquello escapaba a toda compresión enana y seguramente humana también. Todo lo que vio el enano fue al inmenso animal responder de la manera esperada al inoportuno comportamiento del tan poco oportuno ladrón.

El enano estableció entonces contacto visual con los ojos de la serpiente. Sentía el impulso de golpear a Cassim con el plano de su hacha (con el filo incluso) pero aquella sensación se disipó cuando aquellos ojos rojizos le miraron. De repente, sintió cómo el suelo se tambaleaba bajo sus pies, haciéndole trastabillar, mientras el bífido avanzaba hacia él, y las sinuosas formas de su piel comenzaban a sugerirle lugares de su pasado: los caminos, las posadas en las que pudo descansar, y al fin su hogar, tan lejos, con sus antorchas de aceite, sus amplios pasillos de roca, sus duras camas enanas... y de repente, Gortnus volvió a sentirse como en casa, olvidando el frío, el cansancio, y el peligro, viendo un jergón caliente donde antes había una serpiente. ¿Qué más daba eso ya? Sólo quería descansar.

Fizban observó el contoneo de la serpiente, fijando la mirada en sus ojos rojizos por un momento, y, mientras lo hizo, su espíritu comenzó a relajarse. Sin embargo, una vocecilla pareció advertirle.

Es una trampa.

Sacudió la cabeza, apartando la mirada de los ojos de la inmensa serpiente, y entonces volvió a sentir el frío, el cansancio, y la sensación de peligro inminente cuando aquel inmenso reptil avanzó hacia ellos.

El animal reptaba trabajosamente hacia nuestros héroes, mientras ellos se disponían a hacerle frente... excepto Cassim y Gortnus, que por algún motivo parecían decididos a dejarse estrangular. Soltando lo que llevaban en las manos*, se dirigieron hacia el inmenso bífido, que comenzó a envolverlos con su cuerpo, el cual movió con una rapidez inesperda. ¡Aquella serpiente era mucho más veloz de lo que parecía en primer lugar! Al comprender que no había logrado engañar a todos sus adversarios, emitió un nuevo siseo de amenaza, y procuró proteger la cabeza con una parte de su cuerpo.

- ¡SSHHHHHH!