Partida Rol por web

El guarda los mira un tanto sorprendido. ¿UN noble, decís? Esta tierras son poco transitadas. Nuestro fortín además de proteger desde un posición alta, permite a los mercaderes reponer las fuerzas protegidos de los bandidos. También se le permite repostar los caballos a cualquier viajero con tal de que pague la tarifa. ¿Pero nobles? No recuerdo ninguno. Preguntad a los mozos de cuadras.

Siguiendo el consejo del Capitán bajan a donde están los mozos. Preguntan si alguien a pasado a reponer sus caballos. Mis señores, responde un chicuelo avispado antes que ningún otro, hoy ha sido un día muy próspero. Tres personas diferentes han cambiado sus monturas hoy. Mirad esas son. Señala tres corceles que comen heno y hierba.

Jaserys no pierde un segundo en acercarse a los tres corceles para comprobar si alguno es en el que vieron al conde en la imagen que el mago les consiguió de él huyendo.

Jaserys examina con detenimiento a los animales para ver si alguno de ellos pudiera ser el del conde. No tiene la ayuda de haberse fijado  con excesivo detenimiento en él en la visión que les invocaron, pero tratará de hacer memoria. Además, fijarse en detalles forma parte de su trabajo...

Jaserys revisa las tres monturas. Un jamelgo famélico de crines grises en el extremo tenía aspecto de haber recorrido mucho terreno, pero los otros también. A su lado un corcel negro azabache le llama la atención se ve como uno apropiado para alguien de nivel. El tercero era un purasangre de color pardo, muy bien cuidado como si fuera el animal personal de alguien. Uno de estos tres debía pertenecer al Conde, y está seguro de que el primero no es.

Jaserys no tiene claro si el caballo del conde puede ser el negro o el pardo, pero le parece evidente que es uno de los dos. Se acerca al encargado de las cuadras que encuentra más cerca y le pregunta, con toda educación y deferencia, recordándole, como de pasada, que su superior les ha dado permiso para estar allí y solicitado la colaboración que pudiera ser. Le pide referencias sobre quienes han cambiado caballos allí ese día y, en concreto, sobre los dos que cree pueden ser del noble que buscan.

El mozo de cuadras responde rápidamente a la pregunta. Ese dice señalando al purasangre pertenecía a un señor alto, bien parecido y de maneras elegantes. Viajaba hacia el este, al parecer con apuro pues dejó su montura con nosotros y se ve que es de calidad. Prometió regresar a recogerlo antes de un mes.

Continúa su relato. El negro pertenecía a un hombre que llevaba una capucha y no pude ver bien su rostro. No dijo su camino, pero puede ver que salió en dirección al sur.

El calvo espía sopesa la información que le da el mozo de cuadras, tras agradecerle su ayuda de modo bien claro: cree que la descripción del conde corresponde al purasangre, así que, en su opinión, deberían seguir camino hacia el este. Antes de hacerlo, se le ocurre una última cosa que plantear al mozo:

- Por cierto, ¿tenéis tres caballos rápidos que podamos cambiar por nuestras cansadas monturas? Lo cierto es que debemos alcanzar a ese hombre por orden del rey. Según vuestra dilatada experiendia, ¿a qué distancia podría encontrarse?

Sí señor, hay varios caballos descansados. Aquí justo al lado. Responde un señor mayor que parece ser el respondsable de las cuadras, y señala varios corceles más. Ya conoceís la tarifa. Una moneda de plata por cambiar o una de oro, si queréis que los cuidemos hasta su regreso.

El mozo agrega: El del caballo blanco os lleva 6 horas de ventaja, y los otros dos partieron hace cuatro horas con algunos minutos de diferencia.

- No, salvo que alguno de mis acompañantes tenga un especial interés en el caballo que monta,  algo que dudo dado que nos os prestaron en las caballerizas, cambiaremos los caballos y saldremos rápidamente hacia el este: es nuestra única posibilidad.

Yo no tengo ningun problema en cambiar de caballo... es mejor dejar descansar a nuestros caballos y utilizar los de aqui.

No pierden más tiempo en el bastión olvidado. Esta vez su sendero se dirije al este. No deja de llamaros la atención. En esa dirección se acercan al mar. Como sea, la persecución no podrá ser demasiado larga. Las tierras no pertenecen a ningún noble, pues son de la mismísima corona. Lo más probable es que el camino termine en alguna aldea pesquera.

¿Qué podría llevar a un noble como el conde viajar hasta estos parajes?

Como suponían, el camino pierde fuerza a medida que avanzan y llegan a una aldea pesquera. El aire salado golpea sus caras y sus narices con su aroma peculiar. Los hombres se mueven al ritmo habital de este tipo de aldeas. Muchos están en el mar lanzando sus redes. Las mujeres atienden puestos de venta de pescado. Las otras están en sus casas cosiendo o preparando la comida del día. Niños corretean por todo el pueblo jugando a dragones y princesas, o a los caballeros con espadas de palo.

Y por supuesto, ni idea del noble que persiguen.

Con si típica actitud desenvuelta, Jaserys se acerca a uno de los puestos de pescado y trata de entablar una conversación con la tendera:

- Buenos días, señora! ¡Qué magnífico aspecto tienen estos lenguados! Apuesto a que vuestro propio marido los pescó, y están bien frescos. Lo cierto es que llevamos mucho tiempo viajando y nos interesaría una buena comida, aunque no sé si tendremos tiempo para comprar pescado y prepararlo, o bien tendremos que pagar una comida en algún barco, pues lo cierto es que hemos llegado aquí persiguiendo a alguien. Concretamente, a un noble que vino en un hermoso caballo y que, con toda probabilidad, habrá buscado pasaje por mar. ¿Es posible que sepáis algo sobre esa persona? ¿O que podáis indicarnos cómo seguir nuestra búsqueda?

Como si la cosa no tuviera relación con la conversación, Jaserys saca una moneda de valor medio de su bolsa y juguetea con ella entre los dedos...

Por su puesto. responde la mujer con orgullo. Mi esposo siempre pesca los mejores peces. ¡Estos son los más frescos de toda la aldea! No como los de Martha, esa siempre tiene animales descompuestos y su casa huele a podrido. Ni se le acerque, de seguro que los engatusa a comprar alguno. ¡Esa tramposa! Al ver que su conversación divaga y las miradas del trío se pierden, responde a la pregunta de Jaserys. No señor, no he visto a nadie con esa descripción, pero si decís que buscaba transporte deberías ir hasta los muelles. luego se le ocurre una idea. Pregunta por Waldo en los muelles. Quizás le pueda ayudar.

- Muchas gracias, señora, sobre todo por advertirme contra esa Martha: no quiero que el largo viaje que mis compañeros y yo mismo hemos llevado a cabo acabe en una letrina por culpa de pescado en estado lamentable. Procuraremos encontrar a ese Waldo en los muelles.

Al terminar de hablar, Jaserys coloca la moneda con la que jugueteaba sobre el puesto a modo de agradecimiento para la pescadera. Instantes después, parte con sus compañeros hacia los muelles.