Partida Rol por web

Un viento airado, nunca mejor dicho, tal vez un minúsculo elemental del aire, sale disparado en cuanto tiene oportunidad gracias al movimiento de Tinaeus.

Rowen es demasiado lento y no puede prever el movimiento de Tinaeus. Cuando el autócrata levanta la sábana, y el elemental sale volando a gran velocidad, sólo tiene tiempo de mirarle con el rostro congestionado por la sorpresa y el enfado.

-¿¿¿Pero qué diablos creéis que estáis haciendo???

Y sale, renqueando como puede por su dolorida espalda, en persecución del elemental, mientras grita:

-¡¡No os quedéis ahí!! ¡Ayudádme, o mi amo nos convertirá en carbón!

Tinaeus, primero asustado por la huída del ser aéreo, se da cuenta de que se acaba de jugar el pellejo y empieza a correr tras el elemental.

Madre mía, porqué habré metido la mano.

Corre con todas sus fuerzas. Si se cruza con alguien le ordena que tambien corra tras el fugitivo bichillo.

Leonor hace una reverencia ante Ginebra

- Mi señora... - y espera hasta que esta le da la misiva. Luego escucha su pregunta y una expresión inteligente aparece en sus ojos- Sí, mi señora, le llevaré esta misiva al señor Tineus. En cuanto a lo otro... sí, es curioso que se oculte en el subsuelo para trabajar. Igual que ni para ese subsuelo ni para sus dependencias en lo alto de la torre haya escaleras de ningun tipo. Si supiera algo, mi señora, por supuesto os informaría

Y tras estas palabras sale a entregar su carta a Tineus

Llaman a tu puerta. Cuando abres ves a Leonor, criada de Doña Ginebra de Flandes, quien te entrega una carta

- Vuesa merced Tineus. De parte de mi señora

Y te entrega una carta

Señor Tinaeus: Le informo a través de la misma, que será un placer para mi acudir a su reunión. Es pero que no ocurra nada grave, pero si así es el caso sabed que puede contar con mi ayuda. Cordialmente y siempre suya: Ginebra.

- ¿Debo dar alguna respuesta a mi señora, vuesa merced? - responde Leonor cuando terminas de leer la carta

Al ver que no respondes Leonor hace una reverencia y abandona la habitación

LEONOR A DOÑA GINEBRA

Tras cumplir su encargo Leonor regresa a las habitaciones de su señora. Llama a la puerta, y espera a que esta le de permiso para entrar

Ginebra oye los toques e instintivamente sabe que es Leonor, ya la estaba esperando.

Adelante querida. ¿Le diste el mensaje al Señor Tinaeus?

Le pregunta una vez esta entra.

Hago una reverencia

- Si, mi señora. Le di vuestro mensaje y le pregunté con toda humildad si debía transmitir una respuesta, pero no me dio contestación, con lo que no tuve mas opción que retirarme. Os he preparado el cuarto, aun es temprano de mañana, pero si es vuestro gusto podeis explicarme vuestros deseos, para cumplirlos debidamente. Poco tiempo habeis tenido para explicarme mis obligaciones, y para adiestrarme en vuestro servicio, y no querría cometer distracción o error que os moleste. Decidme cuando debo despertaros, y qué comidas, y en qué tiempo, deseais que os prepare. También debo saber si preferís que os siga a todas partes, o por el contrario, es vuestro gusto que indague por el castillo, en cuyo caso debería saber qué os interesa que averigue. Tampoco se si preferís que os bañe, o que os vista. Ni si quereis que vaya a las poblaciones cercanas a comprar ropa o suministros.

Oh! Gracias querida por entregar la carta. Has hecho bien.

Tus obligaciones las iremos viendo poco a poco. Sonríe alegremente. No te preocupes, que no te voy a molestar tanto. La mira bien y observa sus ropas desgastadas. Mmm eso no esta bien. la toma de la mano. Vamos debemos ir al pueblo y comprar algo de ropa decente para tí. Y quizás también halle algo interesante para.

Salen del cuarto mientras la cortesana explica acerca de sus horarios de sueño y comidas. Da por sentado de que Leonor la ayudará con la ropa. Dos mujeres tienen mejor gusto que una. Aunque, claro hay mucho que enseñarle a Leonor.

Ginebra busca por el castillo a Guillaume, llevando a la joven Leonor, la del rostro marcado practicamente corriendo detrás de ella.

Al final lo encuentra en una de las almenas observando las tropas, igual que lo encontró la última vez. Este chico nececita que le levanten los ánimos.

Buenos días, señor Monverte. hace una reverencia cortes. Hace una seña leve a leonor para que le imite. Su cara se muestra alegre y pícara. Nunca se sabe que es lo que trama. Verá, le buscaba pues deseo visitar el pueblo cercano, pero temo que dos mujeres jovenes viajando solas no sea apropiado. Quizás usted sería tan galante de acompañarnos. Sería un honor para nosotras.

Leonor asiente con seriedad a cada una de las indicaciones de Doña Ginebra. Parece ser una joven despierta, y notas que le resulta fácil tomar nota de tus preferencias de comida y sueño.

- Se hará como deseais, mi señora - dice con firme determinación. Y luego, obviamente, acompaña a Doña Ginebra a donde esta se dirige

Leonor sigue el paso rápido de Doña Ginebra, andando siempre un par de pasos detrás de ella, conforme es correcto para cualquier persona con cierta educación. La joven está callada, salvo si su señora le pregunta, y no da muestras de impaciencia, sin preguntar tampoco a donde se dirigen. Cuando ve como Doña Ginebra se acerca al señor Monverte, se inclina respetuosamente, mientras permanece en un segundo plano. Casi invisible. El pelo largo cubre casi por completo la marca que cruza por completo el lado derecho de su cara adolescente, pero de cierta incómoda dureza

Guillaume se vuelve para ver a las dos mujeres .Al escuchar las palabras de la dama medita brevemente y le responde.

Será un placer acompañarles y servirles de escolta.-le responde caballerosamente-¿Puedo saber los motivos que la llevan a este repentino paseo?

El joven las mira inspeccionando específicamente a la joven que lleva el pelo sobre el rostro un aire misterioso se siente sobre ella.

Es poco probable que el señor de Montverte sepa mucho sobre la joven criada. Es poca cosa. Aunque es cierto que hay algo extraño en su mirada. Tal vez una inteligencia cruda, poco instruida. Es dificil saberlo. Sus ropas, aunque limpias y remendadas, son toscas. Parece moverse con agilidad y nervio, aunque es evidente que sus músculos son los propios de una mujer. Una mujer del campo, eso sí.

Y convertida en adulta prematuramente tal vez pienses al darte cuenta, si lo haces, que la criada tendrá apenas quince años. Una edad por lo demás en que muchas jóvenes ya están casadas.

En cuanto a la apariencia... tal vez hubiera podido ser hermosa. Antes. Su pelo castaño cobrizo está cortado en media melena, sus ojos son verdes, aunque miran con una mezcla de recelo y desconfianza. Sus manos están encallecidas por el trabajo duro y está ligeramente tostada por el sol.

No se le ve la mitad de su cara. Aunque a pesar de su peinado, y de jugar casi incoscientemente para que su pelo no revele buena parte de su rostro, en ocasiones se ve la marca de una cicatriz que le cruza la parte izquierda de la cara, según se comenta por tus hombres, desde el labio a la oreja.

Al ser una criada poco mas sabes de ella. Se presentó al poco de crearse la torre, por lo que te puede haber contado el senescal. Y trabajó duro y sin quejarse en todo momento. Trajo baldas de agua, limpió las salas, hizo de comer. Sin parecer importarle el trabajo duro.

Pero sin sonreir jamás. Y luego de forma sorpresiva, tal vez incluso para sí misma, se convirtió en criada personal de Doña Ginebra

Querido Montverte, No sabeís lo agradecidas que estamos de que nos acompañe. Le toma del brazo. Ya verá como se divierte esta tarde con nosotras. No he salido de la torre en un buen tiempo. Verá tengo algunas monedas ahorradas y creo que hoy es el día indicado para darles un buen uso.