Partida Rol por web

El barbaro solo sabia que no iva a ir todo el camino mirando a sus espaldas, seguia convencido de que ir rapido era la solucion. Pero era verdad que con la mula no avanzaban a la velocidad que queria.

Daba por sentado que con su figura, imponia respeto y miedo en los asaltantes. Y que los demas eran profesionales, y detectarian cualquier trampa que en el camino surgiera. El solo iva a estar para machacar a cuantos insensatos, bestias y seres del mas alla se les atrevieran a poner por delante.

Inconscientemente apretaba los puños y respiraba hondamente. Su sed de sangre era tan fiera que ni un demonio podria igualarla. Y ahora que ivan a los dominios de Sarcess se sentia preparado para entrar en los dominios de la brujademonio.

Desvio su vista hacia mas alla de su montura.

Hace mucho que no veo ni oigo a la pequeña......

¡ALIARA!

Tan pronto como grito su nombre se dio cuenta de su error, gritar ponia en evidencia el camino que tomaba el grupo. Pero ya nada podia hacer. Y estaba extrañamente nervioso. Su compañera hacia ya bastante que estaba perdida, y aunque era mas o menos normal. Le extrañaba no ver signos de ella.

Se quedo a la espectativa, con el caballo nervioso como el mismo jinete. No le gustaban las sensaciones que esta mision le transmitian.

El grito de Merkus no llegó a oidos de la joven druida, absorta como estaba en su medio natural. Por suerte su canino acompañante tenía mejor desarrollados los sentidos y rápidamente tiró de Ailara para que retrocediera.

Cuando volvió a donde seguía avanzando el grueso del grupo, mulas incluídas, reparó fácilmente en la espléndida vista que tenían a la derecha del camino. Desde su posición, cerca de la ladera del valle, tenían una visión magnífica del camino principal que, alejado unos cientos de metros, discurría un poco más abajo.

En diversos momentos el sendero se acercaba lo suficiente al camino principal como para que pudiesen observar desde las alturas al contingente del Capitán Néomen que avanzaba paralelos a ellos, en formación cerrada. Fue precisamente en uno de esos momentos cuando percibieron que algo no iba bien. Les llegaron de forma nítida el sonido de los caballos allá abajo en el camino, las conversaciones de los soldados, las órdenes de los oficiales. Pudieron escucharlo todo con tanta claridad porque el bosque se había sumido en un silencio absoluto. La calma era total, únicamente rota por aquella columna que avanzaba por la serpenteante línea amarilla de tierra.

¡Y de repente lo vieron! Desde su posición elevada lograron descubrir un gran grupo de jinetes ocultos en un claro del bosque. Se trataba de un grupo bastante más numeroso que el del Capitán Néomen y estaban completamente equipados para la batalla. No portaban estandartes que les identificaran, pero aún en la distancia, podía descifrarse por sus monturas y sus ropajes que no se trataban de simples asaltantes de caminos. Eran caballeros y soldados regulares, y estaban a punto de lanzarse sobre la columna que avanzaba.

 De pronto callaron. El ambiente estaba muy tenso, algo malo se avecinaba.

Al ver la emboscada, Antor no pudo por menos que pensar en aquellos pobres soldados que iban de señuelo. No podía dejarlos alli -Debemos avisarlos sin delatar nuestra posición - pensó el pícaro.

- ¡Mira allí! - dijo a Moravius - ¿puedes emplear tu magia para avisar al capitán de que corren un grave peligro? - pidió urgiendo al mago - si no hacemos nada estarán perdidos

El aviso de Antor eliminó de la cabeza de Moravius todo aquello que no tuviera que ver con la misión.
Como respuesta a la pregunta del pícaro, el mago levantó su cayado por encima de su cabeza y hizo acopio de poder.
Sus ojos se volvieron blancos pero en ningún momento se desviaron del camino que transcurría bajo ellos, su pelo se meció por un viento que no existía y en su mente empezaron a trazarse vinculos mágicos.

Mis ojos son tus ojos Capitán Neomen.

Recordó la imagen del buen hombre en su mente, y esta se hizo tan clara como un reflejo en agua cristalina, y al igual que esta unas pequeñas ondulaciones -probocadas por el poder de su mágia en vez de por el agua- recorrían la imagen desfigurandola levemente.

Lo que yo veo, tu lo ves Capitán Neomen.

En ese momento, volcó todo su poder en esos frágiles vinculos que crecieron en poder, tamaño y fuerza, pasando de ser meras telarañas a unas férreas cadenas mágicas.

Lo que yo se, tu lo sabes Capitán Neomen

Dijo en voz alta, aunque en el idioma arcano de su mágia que pocos podrían conocer. Y con el último impulso probocado por el influjo de las poderosas palabras envió lo que sus ojos veían y sus pensamientos al Capitán Neomén.

Todo esto había ocurrido en apenas unos segundos.

Al ver el comportamiento errático de Mazgul, Ailara se puso alerta. Su percepción pocas veces fallaba, pero cuando lo hacía, allí estaba su fiel lobo para compensar.

-¿Qué ocurre Mazgul?-

Confiando ciegamente en los instintos del lobo, que rara vez fallaban, tiró de las riendas para dar media vuelta. Echando una última mirada alrededor espoleó con ímpetu su montura. Presta a llegar junto a sus amigos.

Al llegar junto a su grupo, no le sorprendió verlos a todos tensos. Miró a Bathalias esperando una señal que la guiase.

-¿Qué ocurre? ¿Qué es lo que ha puesto tenso a mi lobo y a vosotros?-

Y acto seguido bajó de un grácil salto de su caballo y oteó hacia la dirección dónde todos miraban.

Alfren levanto la vista del camino para observar lo que pasaba a la derecha. Sorprendida por el tamaño de las fuerzas que iban a atacar al señuelo llevo su mano hacía su espada y se giró hacía el jefe del grupo.

- ¡Bathalias! ¿Que hacemos? No podemos permitir que sean aniquilados así como así...

Apenas había acabado de realizar su anterior conjuro cuando sin perder un solo segundo el mago volvió a contemplar la situación...

Estan perididos, totalmente perdidos.

Cogió su cayado con ambas manos y lo levantó sobre su cabeza, casi como si se lo ofreciera al cielo para que lo tomara.
Los aún blancos ojos del mago se tornaron de una luz rojiza que casi parecía lanzar destellos de fuego.

Astro sol, escucha a tu hijo.

El caballo se levantó sobre sus patas traseras, como si notara el tremendo poder que se acumulaba a sus espaldas. Relinchó aunque no intentó lanzar a su montura de su grupa, más bien era como si el poder de su jinete también lo envolviera a el y estuviera deseoso de mostrarlo.

Astro sol, observa a tus enemigos

A varios metros del suelo, levantado por su caballo, la imagen del mago aún parecía más poderosa. Este, absorto en su conjuro se concentró en los atacantes, éxactamente en su comitiva, en el suelo que pisaban el primer tercio de aquel ejercito atacante.
Moravius se sintió luz. Se sintió tierra, casi podía notar el crepitar de la tierra bajo esos cascos. El era cada una de las piedras que salía disparada bajo las herraduras, cada mota de polvo levantada por aquellos caballos.

Astro sol, gobierna la tierra.

Y concentró el poder del sol que corría por sus venas, todo ese calor, todo ese fuego y lo materilizó en aquella franja de tierra con la que se había vuelto uno.

Ahogalos en un lago de magma.

Dijo por segunda vez en apenas un minuto, con su voz grave y la lengua arcana de sus ancestros. Tierra sol y el eran uno. Las mágicas palabras cerraron el lazo que los unía como una sola trifuerza.

Tras lanzar el conjuro el caballo se posó otra vez sobre sus cuatro patas y el cansancio acumulado por los dos conjuros se cobró su alto precio, dejandolo desprovisto de fuerzas y sin sentido. Cayó de su caballo con un ruido seco sin siquiera saber el resultado de sus actos.

Ailara se horrorizó al ver lo que intentaba el hechicero, con los ojos como platos fué directa hacia con intención taparle la boca con su mano.

-¡NECIO!¡Haras que nos descubran!-

Implorando con su mirada, se giró hacia Bathalias, esperando encontrar en sus ojos la complicidad suficiente para saber que estaba haciendo bien.

-¿No os dáis cuenta que un baño de lava revela tener a un lanzarrayos cómo este zoquete?-

-Todos sabemos que el cometido de esos soldados es hacer de señuelo para protegernos, nosotros no podemos hacer nada. Es más, no debemos hacer nada para no entorpecer la misión.-

Sostuvió la mirada a todos los compañeros esperando su reacción a tan desesperada petición.

Tendríamos que avisarles de algun modo, pero... -dijo Bathalias a sus compañeros, pero justo en ese instante vió a Moravius lanzar uno de sus hechizos y caer rendido al suelo. Al no haber podido oirlo, el elfo se dirigió hacia él para comprovar su estado. Su deber era proteger el cofre, pero no le hacia nada de gracia dejar a los caballeros morir ante el ataque de ese gran número de enemigos. Por un momento dudó en bajar a avisarles, y la duda se avivó ante el comentario de Ailara.

Antor! -se digirió el elfo al bardo, con prisa, e intentó levantar al pobre e inconsciente mago- Sabes que hechizo lanzó Moravius, te dijo algo? Porque si logró avisar de alguna forma al Capitán entonces nosotros deberíamos escondernos. Seis más junto a esos caballeros no desequilibrarán la batalla. Por eso debemos huír. Aunque... -decidió rápidamente, tras hehcar otro vistazo a la situación y sentir la punzada del deber- Si no les avisó, bajaré yo mismo a hacerlo. Vosotros entonces deberéis buscar un sitio seguro dónde no os puedan localizar!

Ailara ya estaba más que harta que la trataran cómo a una niña pequeña a la que hay que proteger. Ella había demostrado con creces su valía pese a su corta edad. Había aceptado que en combate se pusieran delante de ella para hacer de escudo. Incluso no veía mal combinar sus poderes mágicos con Moravius. ¡Pero que la ningunearan en el bosque, en su sitio! Eso no lo podía soportar.

-¿Realmente crees que puedes llegar allí abajo sin alertar a media comarca? Te hacía más listo Bathalias.-

Con un silbido llamó a su lado a Mazgul.

-¿No crees que es mejor dejar esto en manos de una raza que lleva milenios cazando en los bosques y montes?-

Se arridilló ante su fiel lobo y le acarició detrás de las orejas, y este respondió con un guño sordo.

-Mazgul se encargará de llevar un mensaje al líder del señuelo, más no podemos hacer.¿Alguien tiene papiro y tinta?-

Es que tenía miedo de pedir la dificultad y que volvierais a actuar por mi como la otra vez xD

Cita :

Alfren apretaba con fuerza el pomo de su espada mientras dudaba entre bajar a unirse al combate o permanecer fiel en su posición. Una decisión difícil de tomar y más aún de conservar pero no podía hacer más que esperar y que el líder tomará una decisión que fuera cual fuera no sería de su agrado.

Moravius despertó en el suelo, en buena posición por lo que supuso que Antor debía de haberle hechado una mano al caer.
Se levantó haciendo acopio de fuerzas y quitándose el polvo de su excéntrica túnica mientras hablaba a sus compañeros, sin gritar pero en un tono en el que pudieran escucharle.

Conseguí avisar al capitán... de hecho aún notaba en su cabeza el miedo y el valor del mismo, aunque el conjuro ya casi se había desvanecido quedaban retazos de mágia que lo hacían posible.
Lo que si que vió desde su posición elevada fué que su segundo conjuro no había funcionado ...pero no he podido ayudarles en nada más. Dijo apenado, demasiado debil aún para intentar otro conjuro.

Merkus habia estado en un estricto silencio. Despues de su grito se le quitaron las ganas de volver a intentar nada.

Sin embargo entendio que su grupo estaba perdiendo el tiempo. Si ese capitan que habian conocido, sabia cual era su mision, y era tan valiente como debia de serlo, no entendia cual era el peligro. Seguramente tuviera algun carta oculta que nadie conociera. No iba a ir por ahi como un loco. Ademas ser el señuelo era precisamente su trabajo.

Lo que significaba que ellos tenian que avanzar directamente, en vez de pararse a ayudar.
Si no, ambos grupos fallarian su mision. Y a pesar de que le doliera reconocerlo, al final el no cobraria.

No pensaba ayudar a ninguno de los hombres que estaban abajo. Sabia que seria una batalla desigualda. Pero si los hombres del señuelo sabian que les estaban emboscando, sus asaltantes no gozarian del factor sorpresa. Y eso tacticamente igualaba las cosas bastante.

Confiaba en que el suñuelo pudiera completar su mision. Pero si ellos intervenian, pondrian todo en juego. Y seguramente se pondrian todos en un peligro nada necesario.

Vamonos.

Fue lo unico que dijo. No queria hablar nada mas. Las palabras habian pasado a otro plano. Pero parecia que no habia unanimidad en el grupo. O si la habia, pero nadie ponia orden. Todos querian ayudar. Insensatos. Pero no eran capaces de ponerse deacuerdo. Otra vez sintio como en la ultima mision, de que a pesar de ser buenos en su trabajo, cada cual el suyo, iva con una panda de niños pequeños con demasiados pajaros en la cabeza.

Se dedico a hacer gestos negativos con la cabeza. Y cogio las mulas y su caballo y los encamino hacia el camino que tenian que seguir. Tenia un mal augurio

Ailara se acrcó al hechicero y le obsequió con una fría mirada.

-Maldito tirarrayos, casi consigues que nos descubran.-

Acto seguido le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, y esboazndo una sonrisa le dijo.

-Bien hecho. ¿Seguimos?-

El mago sonrió a la joven por su gesto.

Si hubiera conseguido hacer el conjuro que tenía en mente esos malnacidos hubieran quedado tan mermados y sorprendidos que ya habrían hecho suficiente escapando con vida del ejercito del capitán.
Tras eso montó torpemente al caballo, como solo los magos saben hacer y siguió hablando, aunque ya no para la joven sino para si mismo aunque lo hizo en voz alta.
Pero he fallado, así que supongo que podemos irnos felizmente. Eso sí, escuchando de fondo junto al piar de los pájaros como exterminan a esos hombres. Pensando en que nuestro culo y la mísera paga que vamos a recibir están a salvo. Si, la misión va perfectamente.

Aunque había estado tentado de mencionar que si el grito de Merkus no los había delatado pocas cosas podrían hacerlo no lo hizo. Merkus le caía bien y compartía con el la preocupación por la joven Druida, además el era el mago, el bicho raro del grupo y estaba acostumbrado a cargar culpas y que no le entendieran. Pero mientras su conciencia se guardara límpia pocas cosas podrían afectarle.