Partida Rol por web

Tributo de Sangre (VIII)

Heraldos de Paz

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12/01/2009, 11:53
Director

Las tierras de Imledyr abarcan desde las Montañas Grises hasta donde el Mar de los Espíritus delimita su inestable silueta. Están compuestas por un ir y venir de colinas y bosques cuyo clima es agradable en verano pero extremadamente duro en invierno. Se encuentran divididas en una gran variedad de condados, ducados y baronías sobre los que sus respectivos nobles ejercen un férreo control feudal. La rivalidad entre ellos es continua y los enfrentamientos tan habituales como las nevadas, sin embargo ninguno consiguió nunca unificar bajo su dominio las tierras de Imledyr y alzarse ante sus rivales como rey, estableciendo una monarquía. Varios de ellos, los más poderosos, ejercen como soberanos sobre otros, quienes les juraron vasallaje a cambio de más tierras, hombres o simplemente obligados bajo coacción o amenaza. Sin embargo, cada uno de esos frentes, cada uno de esos señores, se considera a sí mismo como el mejor candidato para ostentar una ilusoria corona y unificar las tierras de Imledyr.

Si que existe, sin embargo, algo que todos ellos comparten y tienen en común: el yugo de la Torre Negra de Ybress. En lo más recóndito del Pantano de las Pesadillas se alza la construcción más temida y a la vez odiada de estas tierras. Desde la Torre Negra, Sarcess, una temible hechicera, una bruja que domina los poderes oscuros, siembra el terror entre nobles y vasallos por igual. Sus sirvientes, malignas criaturas que se asemejan a los Trolls de las leyendas y cuentos populares, y que le profesan una lealtad que roza el fanatismo, se encargan de cobrar a los nobles el diezmo estipulado. Éste pago, tres mil escudos de oro anuales, es lo único que les garantiza verse libres de las maldiciones, plagas y enfermedades que cuentan que Sarcess es capaz de crear.

Vuestro deambular nómada por el mundo os condujo hasta el Paso de las Nieves Eternas, donde tras un más que entretenido regateo, acabasteis aceptando el que pensabais sería un lucrativo acuerdo con un comerciante de marfil que se dirigía a Imledyr. Su caravana, compuesta por tres carros y sus respectivos conductores de mulas, necesitaba protección, gente valiente y con experiencia como vosotros. Atravesar aquellas montañas era siempre un viaje peligroso y Dalherin, que así se llamaba el supuesto comerciante, no quería correr ningún riesgo con tan valiosa mercancía. Sin embargo, el que parecía un trabajo más que interesante, acabó convirtiéndose en un gran fiasco. Al llegar a vuestro destino, la ciudad costera de Nausias, Dalherin desapareció utilizando ardides de la más baja calaña, dejándoos en una posada con las habitaciones a cuenta y sin entregaros la segunda parte del pago acordado. Las bolsas de monedas que formaban la primera parte de vuestro pago y que os fueron entregadas al inicio del viaje, resultaron ser dinero falso. Así, sin apenas recursos económicos, con unas habitaciones pendientes de cubrir y acusados como falsificadores y ladrones, tuvisteis que utilizar las últimas monedas reales que os quedaban en hacer frente a tales deudas y, de paso, en un pírrico plato de sopa aguada, fría como la noche, y un trozo de carne reseca.

Tras varias semanas recorriendo los caminos y aldeas de Imledyr siguiendo la pista del bribón de Dalherin os encontrabais en una situación bastante apurada. Necesitabais que algo ocurriera, un golpe de suerte u os veríais en serios apuros. Y éste llegó a través de un anuncio público, en la forma de un bando del Conde Nesvind de Riaghul. En él se solicitaban hombres valientes para un servicio al Conde que sería recompensado con diez escudos de oro por cabeza. Una situación complicada y un pago demasiado bueno como para pasarlo por alto se unieron, dando lugar a una decisión que no podía ser ni discutida. Antes incluso de tener tiempo de pensarlo os encontrabais ya en el castillo del Conde hablando con su secretario... y hechicero.

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12/01/2009, 11:54
Ashadir

El secretario del Conde era un hombre de corta estatura y complexión delgada, vestido con ropas demasiado gruesas para aquella época del año y cuyo embriagador olor a perfume podía percibirse desde varias salas de distancia. Tenía un acento extraño en el habla, de pronunciación ruda y basta, pero en cambio haciendo uso de un vocabulario noble, aristocrático y extenso.

-El trabajo es sencillo. Debéis proteger y transportar un cofre hasta su destino. Éste ha sido un año de malas cosechas y el Conde ha tenido problemas para reunir el diezmo acordado con la Torre Negra de Ybress. No teníamos el pago listo cuando aquellas asquerosas criaturas vinieron por él. Finalmente lo hemos logrado, aunque con algo de retraso, ¡tres mil Escudos de Oro no es cifra fácil de juntar! Lo que se precisa de vosotros es que llevéis el cofre a la Torre Negra y lo entreguéis a Sarcess en nombre del Conde Nesvind de Rhiagul. ¡Los hombres del Conde son demasiado cobardes! - aquellas palabras pronunciadas en voz demasiado alta eran una pulla hacia los soldados que os escoltaban frente a Ashadir. Éstos miraron hacia otra parte y bajaron la cabeza incómodos-. Demasiado cobardes y supersticiosos como para una tarea así, ¡malditos bufones de taberna! Hoy en día ya no se puede confiar en nadie. No es de esperar que encontréis problemas de ningún tipo, tan sólo debéis aseguraros de mantener el cofre alejado de bandidos y ladrones. Una vez allí, entregarlo será tan sólo un trámite. Por el servicio se os pagará diez Escudos de Oro por cabeza, cinco en este momento y cinco cuando regreséis.

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12/01/2009, 14:57
Bathalias de Emdelis

Bathalias se enderezó un poco tras la breve explicación del señor perfumado con intención de contestar a la propuesta de un trabajo de alta remuneración mientras pensaba los pros y los contras.

Tengo la sensación, como me ha ocurrido en tantas ocasiones, que los ladrones serán el menor de nuestros problemas. Sin embargo tenemos que tomar precauciones y la guardia del conde podrá ayudarnos para que recuperen un poco la utilidad a ojos del pomposo este. Por otro lado no me parece correcto regatear el precio ya que así planteado es muy buena recompensa. Vamos a lo tribial dando por hecho que aceptamos el trabajo.

-Señor Secretario- me permito un pequeño enfasis en su cargo- Si me permite un par de preguntas, ¿Como será transportado el cofre?, ¿cuando tenemos que partir? ¿se nos facilitará algún tipo de documento o seña para viajar hasta nuestro destino en nombre del Conde Nesvind?

El viejo elfo se gira hacia Antor por si se le ha olvidado algo, ese humano siempre tiene la cualidad de sorprenderlo con alguna pregunta incisiva o algún dato que se le escapa.

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12/01/2009, 18:06
Ailara Sotobosque

Ailara se sentía frustrada. Llevaban varias semanas persiguiendo la pista del embustero de Dalherin y no sabía donde estaba. Tampoco sabía donde les llevaría el destino, pero cada día estaba más convencida de que los animales eran mucho más civilizados que las personas. Sus brazos caían lánguidamente a ambos lados de su cuerpo, como si cada uno de ellos pesara una tonelada. No le gustaba esa sensación de angustia, pero no podía evitar sentirse triste a veces. Y ahora, frente a esta nueva empresa, lejos de sentirse aliviada por la recompensa, sentía que la carga que iban a soportar no merecía la pena ni aunque le dieran el cofre entero como recompensa.

La joven Ailara estaba junto con sus compañeros en la recepción escuchando las palabras del secretario. Desconfiaba de aquel tipo, como de todos de los de su clase, pero necesitaban el dinero. Diez escudos de oro podrían venirles mucho mejor que encontrar la cabeza de aquel estafador que parecía haberse esfumado como por arte de magia. Sin embargo, algo había en él que le inspiraba desconfianza, pero no sabía decir qué era. La duda que habitaba bajo la pelirroja melena era si habría alguna posibilidad de salir con vida de aquella aventura.

Dejó a Bathalias que hablara y negociara con el secretario, así que se quedó escuchando, atenta, a todas las explicaciones. Con los brazos en jarras miraba a Ashadir con los ojos bien abiertos mientras se mencionaba que el cargamento eran ni más ni menos que tres mil escudos de oro. Casi se le cayó la mandíbula al pensar que debían transportar aquel tesoro hasta aquel pantano, hasta la mismísima torre, hasta la puerta de la hechicera. Ailara no temía a la naturaleza, ni a sus bosques, pantanos o montañas, pero una hechicera... eso era otra cosa. Su recelo por la misión era cada vez mayor, pero debía aceptar la decisión de sus compañeros. Fueron ellos quienes le dieron lo que tenía ahora y les debía mucho más de lo que pensaban.

-Una gran recompensa, un cofre con mucho dinero... hasta Merkus se puede dar cuenta de que podríamos desaparecer con el cofre y no ganar diez escudos por el trabajo, sino los tres mil que nos van a encomendar. Algo más debe haber... -Los pensamientos de Ailara la llevaban a un estado de confusión en el que no estaba segura de si aceptar el trabajo era buena idea o no. ¿Si la guardia personal del Conde no quería hacerlo, por qué no les obligaba el mismo que les pagaba?

-Fuuu -Sopló el flequillo, que revuelto, caía sobre su ojo izquierdo. Un gesto involuntario y característico de Ailara que empleaba a menudo cuando se encontraba nerviosa o aburrida. Luego, al igual que Bathalias, miró a Antor curiosamente, más por desviar la atención de su persona que por saber exactamente qué estaba esperando el viejo elfo.

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12/01/2009, 20:10
Alfren Niubar

Hastiada, asi se sentia mientras buscabamos al que nos habia engañado, tal vez todo en lo que creia no podia ser aplicado a todos.  Este trabajo podria conseguir que le encontraramos pero la esperanza se estaba perdiendo y tras escuchar al secretario como decia cual era el trabajo algo se revolvia en su interior.

El tributo, esa bruja... no se debia pagar, se la debia destruir... ¿porque deseaba tres mil escudos? debemos conseguir que no la lleguen y que pague por todo... los pensamientos se acallan se ciegan en la mente sin que llegasen a salir de su garganta. El elfo hablo y eso era lo mejor por que si lo hubiera echo ella posiblemente no tendriamos el trabajo.  Pero la mano sobre la empuñadura de la espada que se cernia como una garra de un aguila sobre su presa marcando los nudillos y dejandolos blancos como si de un momento a otro los fuesen a atacar.

Todos mirabamos a Antor, tal vez por su profesion, la reconocia pero no me gustaban los amigos de lo ajeno aunque eso nos salvase la vida mas de una vez, pues tambien nos ponia en peligro con sus deseos de averiguar mas o de conseguir mas.

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13/01/2009, 11:28
Ashadir

El secretario escuchó las preguntas las preguntas de Bathalhias con atención. Parecía contento de tener que responder a las preguntas, para él significaba que los hombres estaban interesados en cumplir la misión. Ashadir miró a Bathalhias fijamente, mientras dejó ver una misteriosa sonrisa de medio lado. Después, carraspeó y comenzó a hablar.

Deberéis partir lo más pronto posible. Por el transporte no os preocupéis, daré las órdenes precisas para que se os otorgen unos caballos, junto con un documento que os permita pasar por los puestos de guardias del Conde. Sólo resta que os decidáis y que me digáis si todos estáis dispuestos a cumplir la misión. Dijo el Secretario del Conde casi sin respirar.

Después, se quedó callado, como esperando vuestras respuestas. Sus ojos pasaron por cada uno de los rostros de los presentes, para después, cruzar los brazos frente a todos.

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13/01/2009, 12:55
Ailara Sotobosque

Parecía que sus compañeros tampoco tenían muchas dudas o al menos no las exteriorizaban. A la joven druida no le extrañaba en absoluto. Estaba claro que era una misión complicada y todos éran conscientes de que algo extraño había. Ailara dudaba realmente que fueran a llevar una escolta o que alguien se dignara a caminar con ellos hasta su destino, así que... ¿iban solos con un cofre repleto de escudos de oro? ¿Cuanta gente lo sabía? ¿Cuantos aventureros habían rechazado ya el trabajo?

Muchas preguntas había, pero pocas serían respondidas, eso seguro. Al secretario no le convenía dar las estadísticas desfavorables de aquella misión, así que Ailara prefirió no preguntar ninguna de ellas y se colocó al lado y un paso detrás de Bathalias, a modo de escolta. -Iré dónde y cuando diga Bathalias. -Acompañó sus palabras poniendo la mano sobre el hombro del elfo para que sintiera su apoyo, no solo verbal sino también por contacto físico. -Estoy contigo decidas lo que decidas. Tu eres el más sabio de nosotros y confío en ti -dijo la druida mirando a su líder.

Pese a que se dijo a sí misma que no debía hablar, pues no era la más indicada para las negociaciones. Además de que no le gustaba entablar conversación con gente de la que no sabía nada, sino que además desconfiaba, decidió hacer una única pregunta. Quizás, según la respuesta, podría acabar de decidir si íban a aceptar el trato.

-Quisiera estar segura de que he entendido bien la misión -dijo guiñando un ojo y sonriendo como una chica ingenua -Tenemos que transportar un cofre cargado con tres mil escudos de oro hasta la mismísima puerta de la Torre Negra de Ybress. A cambio, recibimos cinco escudos de oro al partir y otros cinco al volver. -se miró las manos mientras contaba de cinco en cinco para parecer aún más ingenua y despistada. Tanto como para necesitar contar con los dedos la suma de cinco mas cinco. -Usted además, nos dará caballos y un... documento -dijo tras pensar durante un instante la palabra adecuada.

Miró al secretario con una gran sonrisa en los labios. Satisfecha de haberlo dicho todo correctamente. -No puedo creer que este hombre confíe tres mil escudos en la palabra de seis desconocidos... -pensaba lamentándose, -Fuuu -sopló su flequillo nuevamente y puso la mejor sonrisa que pudo esperando a sus compañeros. Quizás les había hecho reflexionar con sus palabras, pero sin duda, iría con ellos hasta la muerte.

-Hasta la muerte...

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13/01/2009, 14:06
Moravius

 

Después de varias semanas siguiendo el rastro de alguien que parecía haberse esfumado por completo en su interior seguía deseando, como había ocurrido con la mayoría nada más conocer la treta del malhadado bribón, buscarlo y encontrarlo para hacerle pagar por todos los malos ratos que les había hecho pasar. Aun así la necesidad les había obligado a centrar su atención en las necesidades de un futuro más inmediato y por ello estaban frente al perfumado secretario del señor de aquellas tierras.

Aparentemente taciturno observaba cuantos lujos y comodidades se repartían por la amplia sala. Había tantas cosas interesantes que su mente imaginaba de forma caprichosa como solo un niño puede hacerlo, que vivía en aquel lugar y disfrutaba de los fastos que solo ahora podía ver desde lejos. La voz del secretario no era más que un sonido de fondo, monótono, tranquilo, como el crepitar de las llamas en una apacible noche de invierno.

Sí, sí, lo escuchaba y entendía, pero no centraba toda su atención en él. Era una habilidad que había conseguido perfeccionar durante su época de estudiante. Ya podía ser muy interesante la lección que le enseñaban que si el profesor era aburrido explicándola la clase se volvía pesada. Por eso había aprendido a escuchar sin mirar más que cuando fuera absolutamente necesario: el profesor explicaba y él se divertía mirando los bostezos de sus compañeros de clase o soñando con una vida de heroicas aventuras.

Solo sintió la necesidad de mirar el delgado rostro del secretario cuando de sus labios escapó el nombre del funesto lugar al que se dirigirían de aceptar el encargo. –La Torre Negra…- aquellas tres palabras cruzaron por su cabeza arrasando con todo: los tapices ya no estaban tan exquisitamente bordados, los repujados adornos de metal parecían planos, el oro ya no era tan brillante y dorado… Ese era precisamente el tipo de aventuras en las que se había imaginado como protagonista.

Deslizó sus dedos por el bastón hasta situarlos en su parte media. La mención de la torre había provocado muy diversas reacciones en sus compañeros de aventura, aunque la que menos desapercibida pasaba era la de la druida; después de tanto tiempo como grupo uno sabía qué podía significar aquel tic.

La miró fijamente durante unos segundos después de que interviniera para poco después sonreír divertido e imitar el gesto que a Ailara le era característico. -Fuuu- repitió con un soplido que elevó ligeramente un mechón de su níveo cabello. Creía saber lo que había querido decir, aunque nunca podía estar seguro.

Se giró para dirigirse al secretario y con gesto sereno comenzó a hablar: -Como bien ha propuesto nuestra joven compañera de forma algo… “extraña”, nos gustaría saber con qué seguridades contáis para que cumplamos con nuestro deber. La naturaleza del destino seguramente haya echado atrás a muchos otros “cobardes y supersticiosos”- repitió sin malicia los calificativos empleados por el propio secretario para sus guardias. –Seguramente no seamos los primeros que venimos a aquí atraídos por la cuantiosa recompensa y si no aceptamos no seremos los últimos. En caso de incumplir nuestro cometido disfrutaremos de las enemistades del Conde y sus ejércitos, así como de la hechicera de la Torre y sus subordinados. No dude que estos argumentos resultan lo suficientemente convincentes como para cumplir, si aceptamos, la tarea con diligencia, pero ya muchos otros conocen el contenido y el cometido por la recompensa y sin duda entre ellos habrá quienes no teman las venganzas pues actuaran desde el anonimato, cosa que nosotros al aceptar el trabajo no hacemos.

Dio un par de pasos para atrás dejando de nuevo en primera posición al anciano elfo que tan acertadamente los había guiado en pasadas ocasiones.- La última decisión es tuya…

 

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13/01/2009, 15:21
Merkus

Tras ser estafados por el comerciante Dalherin, a cada semana que pasaban en pos de su inexistente rastro, sin encontrar ninguna pista, la ira embargaba cada vez más a Merkus. Se prometió que algun día esa rata vería su final en el brillo de la hoja de su acero.

Pero, entretanto, el no tener dinero hacía que su vida y la de sus compañeros fuera cuando menos dificil. Por ello no se opuso cuando decidieron aceptar el trabajo que ofrecía el conde Nesvind. Ese oro le permitiría comer, beber y acostarse con mujeres y lo más importante, seguir su peregrinaje a fin de encontrar algo que llevar de vuelta a su tribu antes de que se le agotara el, ya escaso, tiempo del que disponía.

Además, llevar tanto dinero significaba problemas y a Merkus los problemas le encantaban pues asi podría desfogarse partiendo las cabezas de aquellos que osaran interponerse. Con ésto en mente afloró a su rostro una sonrisa lobuna pensando en la sangre de sus enemigos, salpicando su cuerpo segun los iba partiendo en dos.

Aunque consciente de lo que se decía, prestaba poca atención a las palabras pues él era un hombre de acción. Para las palabras estaban los demás y él haría lo que dijera Bathalias, pues hasta ahora lo había guiado con la sabiduria que, Merkus reconocía, le faltaba a él. Sin el anciano elfo, Merkus se habría sentido perdido, sin saber a dónde ir y por ello lo apreciaba y lo respetaba.

 

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13/01/2009, 16:14
Bathalias de Emdelis

Las palabras de Ailara dichas con frescura y la intervención de Moravius, relajó un poco al Elfo que se sentía un poco sobrepasado con las series de acontecimientos que le habían llevado hasta allí a todo su grupo. Se alegró de como Moravius había respuesto a la pregunta obvia de Ailara, que no nos interesaba ponernos en contra de dos facciones tan poderosas, y planteo el problema de la protección de la carga a manos de aquellos que estaban esperando al grupo que aceptara la misión para robarles el tesoro. De hecho había estado pensando ese tema desde que habían entrado en la casa del conde. 

-Querida Ailara- giro hacia su lado la cabeza y apoyo mi mano contraria sobre su mano que está encima de mi hombro- tenemos que tomarnos esta misión como llevar un objeto de un lado a otro, el contenido no es de nuestra incumbencia, miralo se ese modo- intento quitarle la presión de la responsabilidad de llevar tanto dinero- sin embargo - continuo hacia Ashadir- Lo que ha planteado Morabius con mucho tino es el tema de las protecciones extras que queriamos solicitar al conde, ya que nosotros que hemos hecho este trabajo en otras ocasiones tenemos cierta experiencia. Si aceptamos el trabajo nos gustaría disponer de unos cuantos recursos del conde, no menos importantes que el objeto de nuestra misión, que espero nos faciliteis.

El elfo llegado a ese punto y dando por hecho la conformidad del secretario en ese aspecto apelando a su necesidad de nuestro servicio, se gira hacia sus amigos y compañeros con la sonrisa en la cara. No por falta de respeto hacia el abrigado secretario o para concluir la charla. Simplemente quiere ver las caras de aquellos a quien les ha fallado en su última misión, algo que le atormenta,  y comprobar su ánimo, así como su disposición a la empresa. No quiere que sean meros espectadores en su vida, sino que decidan por si mismos y se involucren.

-Yo digo que aceptemos la misión, que podemos llevarla a cabo- su rostro se pone serio mientras acaba la frase- y si alguien o algo intenta poner las manos en el tesoro, se arrepentirá. ¿Que me decis?

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13/01/2009, 20:37
Merkus

La cara de Merkus se congestionó en un arrebato de furia a la vez que su puño derecho golpeó con fuerza su palma derecha, poniendo de relieve sus poderosos biceps y pectorales, diciendo: -Que lo intenten si se atreven. Merkus partirá en trocitos a todos aquellos que lo intenten.-

 

 

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14/01/2009, 01:07
Ashadir

Ashadir miró a sus interlocutores con un gesto de total desprecio, el cual no hizo esfuerzo alguno por disimular. Se alejó de ellos con pasos cortos y apresurados, como el que rodea una boñiga fétida que acabara de cruzarse de forma bastante molesta en su camino.

Cuando se hubo colocado a una cierta distancia les miró directamente, mostrando una expresión arrogante. No había duda o temor en sus ojos, únicamente descrédito. Aquel hombre no mantenía alejado de ellos por temor, lo hacía simplemente por repugnancia y tedio.

He de reconocer que lo que se os pide no queda exento de riesgo. Considero justo el pago de diez escudos de oro por el mismo, sin embargo, el Conde es magnánimo, no como yo, y me ha dado instrucciones de que negocie con vosotros. Se os pagará trece escudos de oro por cabeza, se os asignarán animales de carga que trasportarán el cofre y se cubrirán todos los gastos de alimentación y descanso durante el viaje. Creo que esta oferta, es irrechazable. Si alguno tiene dudas acerca de la misión, o no os place ya sabéis donde está la puerta. Buscamos gente arrojada y valiente que pueda llevar a cabo esta tarea.

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14/01/2009, 11:00
Ailara Sotobosque

Cuando Moravius sopló con aire socarrón su flequillo, Ailara se dio cuenta de que lo había vuelto a hacer. Otra vez se había delatado en su estado de nerviosismo. Por suerte no era un gesto que rápidamente se pudiera tomar como por algo más que simple manía.

-Hmmmm, de forma "extraña" ¿eh? ya hablaremos tu y yo... -La druida miró a Moravius reprochandole su forma de desacreditar su mordaz actuación. Pero se le pasó pronto. Volvió su mirada de nuevo a Bathalias, pero antes de responderle escuchó al secretario. No daba crédito a lo que estaba oyendo y es que en su campamento había un dicho que decía: "Si huele a culo de Salamandra es que es una Salamandra o se acuesta con ellas". Y este tipo, lejos de oler al caro perfume que llevaba a chorros, olía a culo de Salamandra. Lo que dicho en otras palabras, no era de fiar.

-Claro que somos valientes, ¿por qué lo duda? -dijo en un arrebato de rabia contenida. -Y como dice mi amigo, caerán cabezas si alguien intenta arrebatárnoslo. Tanto ellos como quienes se lo hayan ordenado -y más, si son magos como tu -miró fijamente al secretario como desafiante. -Que decís. ¿Aceptamos el trabajo? -Agarrando su bastón con fuerza prefirió girarse hacia sus compañeros antes que enfrentarse más a Ashadir.

Miró entonces a Merkus, sabiendo que estaba deseando no solo tener esos escudos en la mano sino a comenzar a cortar cabezas y terminar con esta aburrida conversación. Miró luego a Antor que, aunque no había dicho nada aún, lo conocía lo suficiente para saber que le brillaran los ojos con tan solo pensar en tener tamaña fortuna en sus manos.

Luego miró a sus compañeros intentando nuevamente desviar la atención sobre su persona. Otra vez había saltado, otra vez se había hecho notar, no solo ante un desconocido sino ante un mago. No había cosa que odiara más que eso, y aún así, no había podido controlarse. Se maldijo por dentro y respiró profundamente.

Debía calmarse.

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14/01/2009, 18:14
Alfren Niubar

Confiar en mis compañeros era lo que haria, ese trabajo no era nada que no pudieramos hacer ninguno de nosotros, estabamos mas que cualificados y si... Tal vez deberia acabar con el mal que anidaba entre aquellas paredes, en la Torre. Esa bruja no debia vivir mas tiempo del que ya se la habia sido impuesto Sentia algo en su interior de lo que no era capaz de imaginar o de sentir, no entendia ese sentimiento pues nunca antes lo habia sentido. La actitud de este hombre no la gustaba en ninguna medida y al menos la joven druida creia que lo habia entendido igual, ni una mirada hizo falta.

Templanza pequeña, todos debemos tenerla para asumir la aventura en la que nos embarcamos con total confianza y los dioses solo diran como acabara solo asintio cuando sus miradas se cruzaron.

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14/01/2009, 21:36
Ashadir

El secretario suspiró sonoramente mientras miraba a cada uno de los presentes.

No tengo todo el día para una decisión. Esto es sencillo, aceptáis el trabajo o podéis iros. Nosotros no os hemos llamado, habéis venido solos al escuchar un anuncio público. Por lo tanto, ¿aceptaréis la misión o no? Necesito saberlo pronto, hay muchos más grupos que harían esto por muchas menos monedas.

Ashadir comenzó a tamborillear con sus dedos sobre su muslo, en un gesto de impaciencia carácteristico de él. Su cabeza niega sin entender como no se han decidido y como muchos se quedan callados.

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14/01/2009, 22:58
Merkus

Ante los gestos de desprecio de Ashadir, Merkus ardía de rabia en su interior pero sabía que debía contenerse, por lo que apretó los puños fuertemente mientras clavaba la vista en Bathalias esperando que aceptara y poder salir de la presencia de tan desagradable ser antes de que perdiera los estribos....

Notas de juego

Gente, mañana no podré postear pues trabajo las 24 horas del tirón, asi que no me echéis mucho de menos jejejejejeje

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15/01/2009, 00:06
Bathalias de Emdelis

Mientras miraba a sus compañeros el elfo podia leer en sus rostros y en sus miradas la determinación que buscaba. Algunos energicamente como Merkus y otros con lo que le pareció un leve encomiento de hombros de Antor, parecía ajeno a todo esto. Ojala él puediera evadirse tan facilmente.

-Aceptamos- digo simplemente, girándome hacia el secretario- haga saber a su conde que ya tiene grupo- digo mientras doy un paso hacia atras y me pongo al mismo nivel que mis compañeros, me encanta una buena estampa.

 

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15/01/2009, 17:23
Ailara Sotobosque

-Aceptamos.

La afirmación del elfo retumbó entre sus sienes. Finalmente, después de ningún tipo de ayuda por parte del secretario, aceptaron la propuesta. La druida estaba segura de que no era una misión tan simple como la pintaba aquella salamandra, pero estaba segura de que a más dura la misión, más fuerza tendría para llevarla acabo. Lejos de hundirla aún más en sus pensamientos y temores, el simple hecho de que Bathalias estuviera tan seguro y mostrara esa firmeza en sus convicciones la hizo sentirse más fuerte, más firme, más segura.

Sonrió, no como la fingida sonrisa ingenua que había mostrado al mago, sino una sonrisa sincera. Una felicidad interna que mostraba de oreja a oreja. -Lo conseguiremos -se dijo a si misma. Golpeó el suelo con el bastón una sola vez y su eco resonó en la sala de recepciones. Si, no solo contaba con su seguridad y la que le daba su líder. También tenía su apoyo, su arma.

Miró sonriente a sus compañeros y asintió a cada uno de ellos. -Sí, podemos. -No solo contaba con su firmeza, su determinación y la de Bathalias, no solo con su bastón. También estaban sus compañeros. Cada uno a su manera, todos aportaban algo, todos eran importantes, todos eran parte de su nueva familia. Sabía que podía contar con ellos y que al igual que ella, pasara lo que pasara, lucharían hasta el final a su lado.

Volvió a mirar al secretario -víbora -aún mantenía la sonrisa mostrando sus blancos dientes -¿Cuando partimos? -ánimo era lo que necesitaban y ánimo era lo que ella tenía. Ya se preocuparía cuando estuvieran en ruta y no pudieran verla. Ahora había que inspirar confianza en los demás, igual que el elfo se la inspiraba a ella.

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15/01/2009, 21:20
Conde Nesvind de Riaghul

Ashadir abrió la boca para responder a las cuestiones planteadas por el grupo, mas una puerta se abrió de pronto en uno de los accesos a la estancia y por ella entraron seis soldados, dos de ellos espada en mano, escoltando a un hombre de gran estatura y porte noble que no podía ser otro que el Conde Nesvind de Riaghul.

El Conde lucía unas vestimentas de gran calidad, en tonos azules, navegadas por hilos de oro. Mostraba numerosas joyas, así como un enorme broche también de oro que le sujetaba la capa. Llevaba suelto el largo cabello rubio y sus ojos eran apenas dos rendijas blancas sobre un rostro marcado y bien definido.

-Ah, estáis aquí. Bien, al fin os encuentro. Supongo que todo habrá sido ya acordado, ¿verdad? – el tono de sus palabras era el de aquel que estaba acostumbrado a infundir temor tan sólo con su presencia, rango y título.

Los soldados que formaban la escolta se movían a su alrededor, tratando de no estorbar su avance y de mantenerse a su vez lo más cerca posible de su señor. El conjunto resultaba por igual intimidante y cómico.