Partida Rol por web

El bardo, como era de costumbre, iba tocando suaves melodías armoniosas en el transcurso del viaje para apaciguar la mente, con unos relajantes tonos musicales suaves y de bajo tono permitía que se produzcan conversaciones entre todos sin tener que elevar la voz mas allá del sonido del laúd pero al mismo tiempo que se escuche de fondo. Como es sabido, no a todos les gusta escuchar música en todo momento, por lo que si todos estaban de acuerdo o si alguno me pedía comenzaba a tocar.

Pasaron cinco días y noches tranquilas de cabalgata sin ningún inconveniente, pero esa no seria la suerte de todos los días, al sexto día, nos encontramos con un inmenso pantano que cruzar; y como es de costumbre, mayor peso, mayor hundimiento, por lo que tuvimos que descender de los caballos que a duras penas podían cruzar sin nosotros a lomo. Al atardecer, comenzó a levantarse la niebla de la fría noche pantanosa y con ella, sus horrores que guarda.

En una suerte de desgracia, nos topamos con un roble podrido a medio camino, el cual no era nada mas ni nada menos que una guarida de Gules ponzoñosos. Mas de una docena de ellos salieron del escondrijo directo a atacarnos. Por suerte, el grupo estuvo atento y pudimos interceptarlos antes que ellos a nosotros.

Karel como siempre firme y perspicaz nos da la orden de posiciones, trato de centrarme en defender la retaguardia de aquellos gules rebeldes que quieran venirnos por detrás.

Tomo mi espada y mi escudo y me preparo contra ellos, los cuales no tardan en querer rodearnos pero Lenwë y yo estamos preparados.

Se abalanza sobre mi uno pero me percato antes y lanzo un tajo con mi espada nueva a recién estrenar.

El viaje se hizo bastante ameno. A pesar de mis reticencias iniciales, viajar a caballo se hacía mucho menos arduo que a pie e íbamos a una velocidad endiablada (comparad el paso de un hobbit con el de un caballo). Por otro lado era, el manos al principio, bastante incómodo por los constantes botes que daba, que acabaron machacándome las pelotas. Pero, de alguna manera acabé encontrándole la maña al asunto y pude ponerlos a resguardo.

Pero, como iba diciéndoos, el viaje se hizo ameno. Como prometí, comencé a contarle mi historia a mi enorme compañera, a la que tenía que agarrar del torso abriendo los brazos como si abrazara el tronco de un sauce.

- Pues estaba con mis amigos y demás parroquianos de la Taberna del Cojo, allí en Cavada Grande, bebiendo un poco y cantando canciones cuando, en un momento dado, competimos con apuestas; y al calor del ambiente nos dejamos llevar y...- miré de soslayo a Angus, que cabalgaba sobre la montura de otro compañero-... aposté que sería capaz de viajar hasta el Bosque Negro y conseguir un regalo de uno de sus elfos. Si lo consigo ¡tendré cerveza gratis el resto de mi vida!

Haleth me preguntó por qué demonios entocnes había ido para el Norte y le conté entonces las preocupaciones de mi tía, atacada de que me emboscasen o robasen "como al señor Frodo" de camino a Bree. "ve por el camino del norte y da un rodeo, que por ahí "no hay nada"", dijo entonces. No es que fuese un crío ni estuviese bajo su cargo, uno ya tiene su edad, su profesión y sus propiedades, pero mi tía era muy sentida y no me apetecía escuchar la matraca de mi madre, mi abuela, mis otras tías y vecinas. Así que opté por dar el rodeo. 

También le conté otras historias, como cuando gané el concurso de pedradas de la Taberna o cuando maté un pájaro con las aspas del molino. También, cómo no, le conté como Angus encontró nuestras dagas en el bancal y el viaje que hicimos a Hobbiton para consultar a los señores Frodo y Samsagaz sobre las misteriosas armas y el cadáver que las acompañaba. Dagas del oesternosequé, dijeron. También tuve que contarle sobre el papel de Angus allí, quien me supervisaba en el buen hacer de mi apuesta.

Y por supuesto no faltaron las canciones, canciones del camino y algunas otras, aunque no vinieran mucho a cuento, a caballo o a la luz de la lumbre mientras cenábamos. Y así fue el transcurrir de los días hasta que llegamos al pantano.

Cuando entramos al pantano me arrepentí de haber hecho caso a la montaraz. El barro me llegaba por la cintura y en ocasiones incluso por debajo del sobaco. Me agobiaba tanto que al final encontré la maña para ir por donde no me hundiese tanto pero nada podía hacer contra los mosquitos. Aquel lugar era odioso. Encima, el paisaje era desolador, con vegetación muerta y niebla constante. 

En un momento dado encontramos un roble derribado y del tronco comenzaron a surgir unas extrañas criaturas de aspecto horrible y enfermizo. Me encogí sobre mi mismo de horror hasta que mis compañeros reaccionaron. Entonces tomé mi honda nerviosamente y la preparé a duras penas debido al nerviosismo. Pero entonces el enano nos arengó y crepitó mi llama competitiva. Comencé a voltear la honda con decisión.

-¡Ahora verá, maestro enano, como se gana un concurso de pedradas en Cavada Grande!

Cada vez que Angus pensaba que el viaje no podía ser peor, su sabiduría se veía dolorosamente incrementada al constatar que sí. La interminable cháchara entre Migue y la temible guerrera pelirroja —durante la que ambos parecían fingir que estaban tranquilamente sentados bebiendo ante el fuego de alguna taberna lejana— dio paso a una penosa caminata, pues los caballos se mostraron incapaces de avanzar por el terreno enfangado. Para colofón, se toparon con los amargos frutos no-muertos de un árbol ya sin vida.

Gules.

Por un momento el terror paralizó al hobbit. Pero entonces —sin duda fruto del cansancio y del resentimiento— las cabezas de las horrendas criaturas comenzaron a transmutarse en la de su colega Migue, y los mudos silbidos que huían de sus bocas fueron sustituidos por la voz de su camarada:

“¡Vayamos de aventuras! ¿Qué cosa mala podría pasarnos?” —dijo uno—. “¿Acaso no somos mejores que esos cuatro botarates a los que todo el mundo ensalza como héroes?” —preguntó otro—. “¡Salgamos al mundo y regresemos cargados de tesoros!” —reclamó un tercero.

—¡Waaaagghh!

Siete gules avanzaban encorvadoshacia ellos y en un momento dado una piedra salio volando e impacto en uno de ellos aturdiéndolo, habia sido elbhobbit Migue. Otra piedra lanzada por Angus sale volando hacia arriba en linea recta, para luego bajar zumbando y casi darle en la cabeza al lanzador.
Los demás gules se tiran a por los aventureros

Karel enfrenta a uno y le descerraja dos hachazos. El primero lo derriba y el segundo hunde el hacha destrozándole las costillas. El ser lanza un chillido muy agudo y queda retorciéndose en el suelo entre sus propias vísceras. Haleth encara a otro que se abalanza sobre ella con la boca abierta y las garras extendidas. Dos giros, dosvtajos. El primero le abre en canal y el segundo le cercena un brazo a la altura del hombro. El ser cae hacia atrás y queda en el suelo convulsionando.
Brendan de un tajo certero hiere a otro de ellos que chilla mientras retrocede. Lenwe parte a uno por la mitad, su hoja parece atravesar el cuerpo del gul como si su carne podrida se encogiera y silbase ante el paso de la hoja exterminadora.
Zarahi se ha quedado atrás con el arco. El primer proyectil falla....

Un gul ataca a karel y otro a haleth a que están en vanguardia

Uno de los gules falla torpemente su ataque al enano, pero el otro lanza un golpe a haleth muy, muy feo....

Al primer gule le despacho rápido, igual que Haleth, pero el segundo la ha pillado con la guardia baja. Observo de reojo como el gule logra traspasar su defensa y clavarle profundamente sus garras. Rápida y furiosamente mi hacha describe en el aire un baile mortal sobre mi gule . Le logro dar dos buenos hachazos y me giro intentando ayudar a Haleth a soltarse de su captor.

-"¿Estás bien pequeña? Ponte a mi lado y yo te protegeré el flanco. Estas criaturas no podrán con nosotros."

Me encaro con los nuevos gules que se aproximan a la vez que grito:

-"¡Zahari! Ponte al otro lado de Haleth para proteger su flanco y cortar el avance de las criaturas. ¡Brendan, Lenwë! Si no tenéis compañía, id avanzando por sus flancos en un movimiento de pinza. ¡Angus, Migue! Seguid en la retaguardia disparando y observando cualquier nuevo contrincante que aparezca."

Hola Director, no me puso las habilidades que aprendí del catalejo. ¡No se le olvide!

En el momento en el que el gul que venía a por mí lanza sus haz afiladas contra mí cuerpo, en una suerte de reflejo alzo mí espada y le asesto un tajo que le lástima todo el brazo y el pecho, pero como todavía soy nuevo con esta espada y tengo que acostumbrarme a su peso, solo pude hacerle un tajo ni tan profundo para matarlo pero si para hacerlo retroceder.

Miro rápidamente a mí alrededor para ver si no hay otro que quiera atacarme por sorpresa y en eso escucho las órdenes de karel.

Como no hay ningún otro acercándose a mí, me apresuro a tirarle otro espadazo más al gul herido para intentar rematarlo, pero al parecer, mis habilidades todavía no son muy buenas con la espada, ya que al intentar rematarlo después de haberse alejado un poco no he calculado bien la distancia y la espada le ha pasado sumamente lejos del cuerpo.

- Termino con este y voy, Karel- le respondo luego de haber intentado librarme del gul con rapidez sin suerte

Observo el golpe y frunzo el ceño. No ha sido un buen golpe, no. Espero ser capaz de ayudarla.

Apunto con mi arco, preparada para empezar con a acabar con estas cosas. Disparo al que acaba de herir a mi compañera.

Sin embargo, nuevamente me hago un lío. Mis manos no me responden como quiero y la flecha va a cualquier parte menos donde quiero que vaya.

El maldito ghoul que se acercó a Haleth amagó un golpe con una mano mientras escondía sus verdaderas intenciones. Quería abrir el abdomen a la guerrera. Por suerte a la pelirroja le dio el suficiente tiempo para interponer su espada y lograr desviar lo suficiente el ataque. En un principio habían parecido que había sido alcanzada y todo se detuvo. Ella encorvada hacia adelante con una mano ghoul introducida en su tripa -Estoy bien, esté miserable no es rival para mi- Lo empujó con el hombro para tomar distancia y así poder adoptar nuevamente una postura correcta para blandir su querida arma -Mantengamonos cerca, son bastantes- Aún en el fragor de la batalla, Haleth se permitió el lujo de guiñar uno de sus ojos al enano, una señal que demostraba que se encontraba bien aunque no ocultaba que había salvado la vida de milagro. Debería realizar ofrendas a su dios por permitirle continuar respirando

Karel despacha otro, a brendan se le escapa uno, Zarahi no encuentra blanco..... OS rodean siete mas.

Preparé la honda enseguida para un nuevo disparo cuando ví que a Haleth un gul casi la abre en canal. Aunque pareció que no fue para tanto, me causó tal impresión que la ansiedad me hizo fallar. 

Ya quedaba poco para que se nos echaran encima.

En un suspiro los tendrían encima así que me apremié por usar la honda por tercera y última vez antes de usar la daga y, de nuevo, los nervios y la ansiedad me pudieron y volví a precipitarme. Desde luego que no era lo mismo aquello que un relajado concurso rural...

Mierda, que rápido se mueven pienso mientras les sigo con el arco.

Apunto a uno de los que van a por los caballos y suelto la flecha.

Luego me cuelgo el arco al hombro, saco la espada y me dirijo a ayudar a los hobbits.

Aunque numerosos , los ghoul caían rápidamente. Haleth separó sus piernas adelantando el pie izquierdo mientras mantenía sus dos brazos alzados sujetando a Elendion al mahut con su punta mirando al cielo. Su corazón latía con fuerza, sus fosas nasales se abrían para inhalar una cantidad mayor de aire. Entrecerró los ojos cuando calculo que la distancia ya era la óptima -Voy a por ellos- Tomó impulsó y chapoteó en el agua al correr. Con sus brazos describió un arco de 45 grados para colocar su espada bastarda a la altura de su cintura, el filo de Elendion al mahut silbó al cortar el viento. El acero, paralelo al suelo para que el tajo fuese más profundo, a la altura del abdomen. Las zancadas cada vez eran más cortas para bajar el centro de gravedad, ganar fuerza para el impacto y sortear los brazos de los ghouls. El último paso era el más importante, llegar hasta ellos con el pie izquierdo para dar esa ultima zancada, asestar un golpe al primero mientras giraba sobre si misma para arremeter contra el segundo. Era Un torbellino de muerte. Sus largos pelos se mecían con los movimientos y las monedas agujereadas de sus botas tintineaban mientras ella jadeaba por el esfuerzo. Preparada con Elendion al mahut su fiel espada ya en actitud defensiva para protegerse de esas temibles bestias.