Partida Rol por web

Segundos después, la luz de un candil entra en el hoyo y recorre la distancia que separa la entrada del lugar donde está Takuro. Allí le encuentra Saiko, bañado en sudor y con la espada apuntando aún hacia delante, a las sombras. A la luz del farol pueden verse unos pies femeninos a unos pasos de distancia, inertes, indicando por su posición que su propietaria está tumbada boca arriba.

-El...veneno...es...es más rápido de lo que pensaba. - retrocede un par de tambaleantes pasos hacia la luz, con una mano en la garganta - No...esperaba morir de esta manera. No así... - Shizuka pasa a un segundo plano.

Takuro se palpa la herida en busca de restos del veneno. Si no sabe el antídoto que necesita, difícilmente saldrá vivo de ésta.

Takuro reflexiona unos momentos y su rostro se ilumina. Tiene poco tiempo antes de que su garganta se cierre del todo para poder susurrarle a Saiko el nombre del veneno: semilla de tartago. Normalmente tardaría unas horas en empezar su efecto, pero la forma de administración, la dosis y sin duda otras sustancias añadidas lo estén haciendo funcionar muy rápido. No siempre es mortal, pero posiblemente no estará fuera de peligro hasta pasados unos días.. si sobrevive a esta primera crisis.

¿Raiz de tartago? No, nada parecido hay en lo que aprendió Saiko hasta la fecha sobre estas sustancias.. por rumores, claro. La asfixia es cada vez peor en Takuro. Hay que hacer algo antes de que le imposibilite siquiera para moverse..

-Shu..shugenja - dice con hilo de afónica voz.

La situación es apremiante, y no hay lugar para sentirse incómodo por el contacto de la cortesana.
Su intención es buena, pero el kimono medio abierto no supone mucha diferencia. Para su vergüenza, el pánico empieza a apoderarse de él. A punto está de echar a correr hacia la salida del viejo almacén, esperando que algún tipo de conjuro pueda ayudarle pero, cuando ve que Saiko vuelve a entrar al túnel, decide quedarse.

De poco serviría su presencia si la falsa criada está fingiendo, la katana apenas se sostiene en su mano. Entre fatigadas y débiles respiraciones, termina clavándola en el suelo y apoyándose en ella para no caer.

Saiko avanza unos pasos lámpara en mano y observa el cuerpo de la criada. Con cuidado, lo toca y examina el pulso. Débil e irregular. Inconsciente, pero aún viva, sin duda podría llegar a morir si no recibe atención pronto. Pero claro, ahí está Takuro..

Saiko mira con la duda pintada en su rostro a uno y a otro. Su corazón la empuja a preocuparse por su compañero de Clan, con quien todas las visicitudes compartidas han establecido un vínculo de amistad; pero su cerebro la empuja a hacerlo por la falsa sirvienta, se debe a su misión, y sin duda esa mujer es una pieza clave en ella...

Viendo que ambos siguen vivos, y cruzando la mirada con el recio samurai, la Shosuro le tiende la linterna, y sale corriendo del túnel de nuevo, para buscar ayuda.

A su alrededor, todo se vuelve borroso y oscuro. El aire que necesitaría para recuperarse de combates y carreras apenas llega. Solo a fuerza de pura voluntad no se desploma para esperar a la muerte en el sucio suelo.

Su mirada se dirige hacia las palabras grabadas en la vaina de su arma y recuerda las veladas burlas y críticas que despertaron en ocasiones en la lejana Bayushi Kyuden. Pero no lograron hacer mella en sus conviciones y en su fe en el bushido. Un samurai no se puede diferenciar de los demás solo por el hecho de haber nacido de padres samurais. Debe haber algo más, algo que le haga merecedor de ese estátus superior.

Pero muchas veces, jugar según las reglas y esperando que los demás también lo hagan, es jugar con desventaja.

-El veneno es un arma de cobardes, pero también es un arma muy efectiva. - piensa derrotado mientras espera a que la ayuda llegue.

Casi no puede hablar, pero la mirada que dirige a la preocupada Saiko cuando ésta le tiende la linterna para ir a buscar la citada ayuda, es de puro agradecimiento.

Saiko sale del tunel como alma que llevase un kami para buscar a cualquier heinin que pudiera haber en las cercanías. Por desgracia es un lugar de poca actividad y noche cerrada, por lo que se ve obligada a caminar un par de manzanas antes de encontrar una casa cuya puerta aporrear. No le es necesario más que mostrarse como samurai para que un pescador y su fornido hijo la obedezcan de inmediato y la sigan de vuelta al alamacén.

Con órdenes escuetas por parte de la Shosuro, y buena disposición por la de los heinin, los hombres entraron en el túnel no sin sorpresa de que algo así se abriera en el almacén. Cargaron con Shizuka el pescador, y con Takuro su hijo. Y salieron de allí a buen paso, en dirección al Kyuden Doji de nuevo...

Saiko no quitó ojo a la sirvienta, pendiente de sus estratagemas. Aunque el estado de ésta hacía pensar que lo más peligroso en ese momento era que la mujer no aguantara hasta el castillo viva, y no que intentara ninguna acción.