Partida Rol por web

—De acuerdo, ¿necesita algo? ¿dinero? No puede ir a pie con la tormenta que está cayendo. Aparte sus heridas son bastante serias y podrían empeorar. Aunque el taxi seguro que tarda un buen rato en llegar.

-No se preocupe, Padre. Soy más resistente de lo que parezco. Sólo necesitaré un impermeable, pues no quiero empaparme más de lo que ya lo he hecho a la vuelta. Espere aquí, por favor, no intente hacer ninguna cosa sólo, es peligroso para usted. Volveré lo más rápido que pueda con noticias. 

Me deslizo con sigilo por la tolva hasta llegar al cuarto de trabajo, no antes de haber comprobado que aún sigue amarrada en la tolva la cuerda que dispuso Olmer. Una vez allí subo por las escaleras buscando a Kellemport, con sumo cuidado y con el arma en ristre y bien cargada. Si sale algo, tiraré a matar, sin contemplaciones y luego intentaré huir por la puerta si está abierta o por la tolva, lo que vea menos inseguro.

Asiento ante las palabras del chaval... puede que fuera producto de las heridas o de alguna droga, pero sé lo que vi... Aspectualmente puede parecerme un niño pero estoy seguro de que tiene que ver con el ser cónico con el que hice el pacto*.

- Susssh... - digo indicando con el dedo índice al adulto que mantenga el silencio. - El niño sabe lo que se hace. -

Giro mi rostro para mirar al chaval. - Dime cómo he de hacer y te obedeceré. Eres nuestra mejor baza para salir de este sitio. -

Saco mis instrumentos improvisados, los coloco sobre la cerradura y sigo las instrucciones del niño al pie de la letra.**

La señora Seaforth te consigue un impermeable del trastero, viejo pero en buenas condiciones, y también te da un paraguas y unas botas. Te quedan algo grandes, pero mejor que usar tus zapatos de cuero para moverte por el campo. Antes de irte con ellas, pruebas a correr y puedes hacerlo sin problemas, una vez te has atado bien los cordones.

El padre Hoyt termina cediendo, se despide de ti y sales del hotel. La lluvia cae a tu alrededor. Ya te habías olvidado de lo molesta que era la humedad del exterior y lo cómodo y calentito que estaba el hotel. Sin embargo, agradeces llevar ropa limpia y el descanso que has tenido.

Te mueves rápido aprovechando que los celadores están afuera. No piensas mucho en cómo saldrás luego si éstos entran en el edificio, pero sólo tienes un pensamiento en la cabeza: rescatar a tu amigo o lo que quede de él de esa casa de locos. Sigues el pasillo a toda velocidad, pero cuando llegas a la altura de la sala de exploración te detienes. Hay luz y en su interior hay alguien.

Recuerda que si disparas alertarás a los de fuera.

El niño te enseña el funcionamiento del mecanismo de esta cerradura como si fuera un profesor paciente, o un hombre viejo cargado de experiencia y también los movimientos necesarios para forzarla. Lo hace sin embargo con toda humildad y dulzura, de modo que sus conocimientos no muestren atisbo de presuntuosidad. Te sorprende lo fácil que te resulta la maniobra con la ayuda del muchacho. ¿Puede que en toda esa fantasía que cuenta haya algo de verdad?

—Mi gente lleva estudiando a la humanidad desde hace eones y conoce sus inventos y lo que puede hacer su extraordinario ingenio, tanto para hacer el bien como para hacer el mal. Por fin podemos salir, necesito respirar aire fresco, hace mucho que no puedo ver el cielo o sentir algo más que estas cuatro paredes y el campo de fuerza de Freygan.

Sigo las indicaciones del niño, paso a paso, sin desobedecer en nada y me sorprendo de lo fácil que resulta abrir la puerta en esta ocasión. Le miro con los ojos abiertos como platos, como si algo hubiera despertado en mí... intentando ver más allá de esa apariencia de niño frágil.

Con un apenas audible chasquido la puerta blindada se abre ante mí, y con un gesto indico al crío y al otro prisionero que mantengan el silencio y se queden detrás de mí.

Abro despacio y con cuidado, procurando no hacer ruido la puerta y examino el pasillo que se extiende ante mí en busca de posibles enemigos. Con la mano derecha aferro la empuñadura del cuchillo como si me fuera la vida en ello.

Vaya parece que Collins no ha armado el jaleo que yo esperaba!

Voy corriendo hacia nuestro motel para encontrar a gente conocida buscando luces encendidas.

Me pongo en marcha de nuevo hacia el manicomnio, procurando avanzar a buen paso. La lluvia es molesta, pero se me ocurren varias cosas peores... Hacia las que estoy avanzando, como un imbécil. Lo cierto es que debería dejar que se pudrieran por no hacerme caso, pero eso no estaría bien. 

Cuando ya me encuentro a una distancia prudencial del pueblo y creo que nadie me observa, saco mi escopeta y la recargo, para después llevarla en la mano. No sé con que me puedo encontrar, pero más vale estar preparado. 

- Señor Marlowe, venga conmigo , si aparecemos los dos a la carrera no podrán cogernos, entramos como alma que lleva el diablo.

Collins sale de Greenwood con dirección al manicomio, pertrechado con paraguas, chubasquero, botas y su escopeta cargada con un disparo para cada celador que quede vivo. En esos momentos observa una figura casi fantasmal que avanza por el camino. El que fuera el joven y elegante Olmer ahora es una sombra de lo que fue, agotado, aterido y chorreando agua de lluvia.

Os alegráis de reencontraros vivos y de una pieza.

-¡Señor Danoff! ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están el resto?-pregunto, mientras miro a un lado y a otro. No me fío de lo que pueda ocurrir, o de qué pueda estar acechando. Además, ya llevo bastantes heridas encima, para sufrir más aún. 

Me asomo muy despacio y con cuidado, intentado escuchar respiración o movimiento dentro, asomando levemente la cabeza que con mi altura casi sera cerca del dintel.

El pasillo está despejado a simple vista, las luces ni siquiera están encendidas. Deberás ir a tientas o ayudándote de la linterna. El niño es silencioso como un gato pero el nervioso Powis tiene una respiración acelerada y poco discreta. 

—¿Pero cómo pretende hacer eso? Seremos carne de cañón. Quiere meterse en una ratonera avisando a todo el mundo. Imagínese a los celadores disparando por todos lados. ¿Cómo saldremos luego de ahí? ¿Qué tal se le dan las armas?

—Ohhh Sr. Collins!! Me alegro de verle!!

—No pretenderá volver con sólo una escopeta!?  Pregunto admirado.  —Esa cosa es dura, muy dura!! Necesitamos un ejército!

—Cuando Ud. corría hacia el pueblo la cosa salió en su búsqueda, pero se paró ante el coche a husmear en él, momento en el que disparé al depósito y una gran explosión destrozó a Freygan... la mala noticia es que minutos después se estaba regenerando y casi me atrapa... escapé de milagro.

—Tenemos que convocar a todas las gentes del pueblo para acabar con ese demonio inmundo, por cierto, el fuego y las explosiones parecen hacerle daño por lo que yo abogaría por que el pueblo entero fuera con antorchas y gasolina a por él. Debemos hablar con la Srta. Seaforth para que nos ayude a convocar a la gente!

Dentro de la habitación te encuentras a Bristol Knegin tumbado boca arriba. Está intentando quitarse las balas él mismo con un espejo e instrumental médico, provocándose un dolor intenso cada vez que hurga dentro de las heridas.