Partida Rol por web

- Baje la voz. Al suelo, de rodillas y con las manos en la cabeza. – indico a la señora apuntándole con el arma. - ¿Está sóla? ¿Hay alguien más por aquí? – evidentemente me va a mentir pero quiero hacerla creer que puede engañarnos. - ¿Dónde están Freygan y el resto de celadores? – quizá la esté atosigando a preguntas, pero mejor eso a que nos pregunte ella.

La verdad es que me preocupa. Nos quedan tres habitaciones por explorar, incluyendo de la que acaba de salir Charity. Es en ese momento cuando caigo en la cuenta de los ruidos que escuché de verdad, el bramido mezcla de toro y rugido de león… seguido de los gemidos que proferiría una mujer de voz gutural en pleno coito. Charity tiene una marcada voz gutural… ¿habrá estado copulando con alguna criatura salvaje? Por Dios, que asco. Miro a Palance de reojo por si piensa lo mismo que yo, él también lo escuchó.

- Hemos oído hace poco una especie de rugidos que provenían de estas habitaciones… ¿tienen algún animal? – muestro un rostro serio, enfadado.

En el momento en el que Kellemport da cuenta de todas sus exigencias a Charity, se escucha una voz en el interior de la habitación. La voz pertenece al doctor Freygan, que también tiene el pelo enmarañado y se está terminando de abrochar la camisa arrugada.

—¿Qué significa semejante atropello? No se deje chantajear, señorita Ballow, ni piense en ponerse de rodillas. ¿Cómo se atreven a allanar mi casa? Esto es un descaro, ¡altamente irregular! Exijo que bajen las armas y se marchen inmediatamente si no desean que caiga sobre ustedes todo el peso de la Ley.

De la habitación emana un hedor insoportable, del que están impregnados tanto Freygan como la secretaria.

Disparo el revólver por encima de la cabeza del orgulloso doctor. Cuando acabe el eco del disparo le grito sin contemplaciones.

- ¡Silencio! Y menos exigencias. Obedeced y calladitos.

Charity se echa al suelo atemorizada al oír el estridente disparo. El yeso se desprende del techo llenándolo todo de polvo al impactar la bala, cegándoos en parte, y los locos de arriba se ponen frenéticos, clamando de puro terror. Vuestros tímpanos se resienten por culpa del eco de la explosión. Sin embargo, Freygan se mantiene impasible ante el suceso.

—No me impresiona con su juguete fálico, señor mío. Usted carece de autoridad para proferir cualquier tipo de amenaza, aparte de tener una absoluta carencia de dedos prensiles en su mefítica garra para apretar el gatillo contra mí, absurdo gasterópodo. ¿Qué hacen aquí? ¿Qué quieren?

Este tipo es condenadamente extraño. No dejo de apuntar a Freygan y echo una mirada de advertencia a Palance... ese tiro tiene que haber alertado a nuestros compañeros... a saberse qué estarán pensando ahora...

- Señor Freygan, varios de sus celadores han cometido unos cuantos delitos, y hasta que sepamos el alcance de la situación tanto usted como ella - digo indicando a Charity con la cabeza - como todos sus empleados y personal, van a hacer lo que nosotros les digamos. Soy detective privado y tengo autoridad para estar aquí... - digo mostrándole mi identificación con la mano izquierda - un familiar de uno de sus pacientes me contrató porque sospechaban de abusos, y esta noche lo hemos comprobado. A partir de hora cállese y responda sólo a lo que le preguntemos hasta que llegue la policía. -

-No creo que le saquemos nada. Estoy bastante seguro que la muerte que investigamos no fue natural. Y ni siquiera ocurrió durante un tratamiento. Seguramente tiene que ver con cosas que el hombre no conoce, ¿verdad, buen doctor?-afirmo, más que pregunto, con cierto nerviosismo y la escopeta en mis manos-con aberraciones y cosas que la cordura humana no concibe. Con seres antiguos. Sí, algo sé de lo que saben sus amigos de la colina, y usted también. 

—Sr. Freygan colabore con la investigación y todo acabará bien!

Comento desde la puerta.

—Pongan sus manos a la espalda para atárselas, ahora mismo no podemos fiarnos de nadie

Freygan ha hablado muy raro, demasiado raro... ¿puede estar drogado o poseído? Menos mal que no creo en lo sobrenatural...

—Qué atrevimiento, y qué parodia de detective privado. ¿Para qué tanta pantomima y farsa si se trataba de una cuestión tan trivial? ¿Acaso era necesario sembrar la animadversión con este fracasado vodevil? Con haberme hecho una petición formal habría bastado para obtener mi colaboración desinteresada.

Tras escuchar las palabras de Collins, Freygan empieza a ponerse nervioso

—¿Aberraciones? ¿Seres antiguos? Delirios y alucinaciones. Especulaciones absurdas. Quizá deberían pasar un tiempo en esta casa de reposo en lugar de decir injurias contra ella.

Empezáis a ver algo raro en Freygan. Muy, muy extraño. Sus brazos se hinchan y pulsan. Su cara se infla y deforma. Los botones de la camisa saltan y la tela de las mangas se rasga. Luego todo vuelve a la normalidad... Hasta que Olmer habla de ataduras.

—¡Esto es el colmo! Vienen a mi casa, en horas intempestivas, sin invitación formal y sin llamar a la puerta. Disparan en mi techo y quieren maniatarme y humillar a la señorita Ballow tras proferir mentiras contra mis empleados. ¡Malditos sean! ¡Malditos sean! ¿Quieren ver cosas que la cordura humana no concibe? Véanme a mí, el ejemplo vivo de la gloria de aquellos que gobernaron el mundo antes que nosotros, y quienes volverán a hollarlo tarde o temprano, pues en extraños evos incluso la Muerte puede morir.

Estalla un rayo cuya cegadora luz se cuela por la ventana del final del pasillo. La ropa de Freygan revienta, su cuerpo se deforma, el rostro se convierte en una sucesión de ojos oscuros y su boca en unas fauces de dientes afilados y puntiagudos. El tronco es una masa de carne pulsante, con tetillas, ombligos, protuberancias donde pudiera haber huesos o músculos, y ojos y orificios. Las manos acaban en garras afiladas, así como los pies. Su figura recuerda vagamente a lo que fue un ser humano, ahora corrompido.

El horror y el terror os invade ante semejante transformación. Charity Ballow huye hacia la habitación.

Al mismo tiempo, se oyen pasos a toda velocidad bajando por las escaleras que llevan a la otra puerta blindada.

Retrocedo un par de pasos, con la escopeta fuertemente agarrada y la mirada levemente desencajada. 

-¡Les dije que no debíamos entrar! ¡Les dije que no debíamos, maldita sea! ¿¡Por qué, por qué nadie me hace caso nunca!?

Sin embargo, el periodista demostró su aplomo, y aguantó el tipo bastante bien. No sabía cuanto iba a aguantar aquello, pero los perdigones de su escopeta tenían grabado el nombre del doctor Freygan. 

Mientras Marlowe y tú estáis en la tarea heurística, habiendo pasado un rato, escucháis un potente disparo que viene del pasillo. Parece que vuestros compañeros están en serios problemas.

- ¿Gasterópodo?

Todavía ando descolocado por la extraña respuesta del doctor pensando en qué tienen que ver los gasterópodos en todo esto y en que como Homo Sapiens que soy poseo un bellamente evolucionado pulgar oponible que junto al resto de mis dedos accionan correctamente el mecanismo del revólver. No obstante salgo rápidamente de mi ensoñación tras presenciar el increíble cambio que experimenta Freygan.

Manteniendo la calma intento discernir si el horror que se gesta ante mis ojos me suena de alguna de mis lecturas, pero solo durante breves momentos. Luego me apresto a descargar mi revólver en la cosa mientras nos batimos en retirada.

Se sobresalta y da un respingo haciendo que se le caiga la carpetilla que tenía entre manos y varios documentos se desparramen por el suelo del despacho

- ¡DIOS SANTO! Señor Marlowe, no se atreverían a disparar si no estuvieran en peligro. Quizás nos necesiten -señala el archivo -dejemos eso para más tarde. ¡Vamos!

Freygan se ha transformado en un monstruo!!!!!

—Les doy fuego de cobertura, rápido salgan y cerremos la puerta!

Collins empezó a retroceder espantado, y disparó su escopeta contra el ser que había sido Freygan, antes de dirigirse a mayor velocidad hacia la puerta.