Partida Rol por web

Rafael disparó con su arma y sintió como el retroceso del arma le golpeaba el brazo y le sacudía el cuerpo. Ya había sentido esa misma sacudida cientos de veces bajo las órdenes de Hagel, disparando a unos sacos que servían como diana en el campo de entrenamiento. Sin embargo, esta vez no se trataba de ningún saco de entrenamiento, sino de un hombre que se encontraba herido con la espalda calcinada y bocabajo. Al que tuvo que disparar de espaldas para garantizar su propia supervivencia.

El disparo acertó en el centro de la espalda y el cuerpo se sacudió violentamente para después quedarse completamente inmóvil. En los cuerpos de los caídos, Rafael pudo encontrar fotos de sus familias, cartas escritas en alemán, y las armas con las que iban: granadas alemanas, subfusiles, pistolas y algo de munición que no era compatible con la de su propia arma.

¡Maldición! Aquel alemán parecía haber visto algo. Apuntó con la Thompson al hombre, tratando de no hacer ruido. Parecía que el efecto sorpresa se iba a ir por el retrete, aun así…

Bryan levantó ligeramente la mano, un gesto leve para no descubrirse, pero con la esperanza de que los muchachos viesen la intención. En el momento en que el centinela gritase o apuntase con el arma, bajaría la mano para dar orden de disparar a aquellos infelices. 

Rafael se sobresaltó con la detonación del arma. Una cosa era disparar a una diana o a un saco de arena… Era fácil fanfarronear con la cantidad de nazis que ibas a matar, pero cuando vio el cuerpo del alemán convulsionarse para quedarse quieto, sintió una punzada de remordimiento. Le costó unos segundos sobreponerse a aquel asesinato a sangre fría. ¿O no era acaso eso? Se tuvo que decir varias veces para sí mismo que aquello era defensa propia. Aquel hombre ahora muerto no habría dudado en usar su arma contra él a la mínima oportunidad. Se dedicó a desarmar al que quedaba muy malherido. Su pierna destrozada no paraba de sangrar, pero era el o Rafael y eso si que lo tenía claro. La cara del alemán estaba cada vez más pálida, ya ni siquiera se quejaba… no valía la pena mancharse las manos.

Rebuscó entre las pertenencias de los alemanes. Nada que no pudieran encontrar entre sus propias posesiones. Miró la foto de una preciosa chica alemana. De pelo rubio brillante y sonrisa agradable. Ella no sabía que su novio o su marido yacía inmóvil a muchos kilómetros de ella…que ya no volvería.

Se guardó un par de granadas de las alemanas. Una para reponer la perdida y otra por si acaso. Luego usaría otra de ellas para destruir por completo el cañón antiaéreo.

   El alemán de Will no era tan bueno como para discernir qué estaban diciéndose esos dos boches. Uno señalaba hacia donde estaba pero el otro le contestaba con indiferencia. Solo sería un alto en el camino. Pero el alemán que le señaló siguió avanzando hacia donde estaba Will, apretando con fuerza su arma. Will tuvo la tentación de disparar en aquel preciso momento, pero sabía que otros soldados estarían apuntando a ese mismo alemán. Si varios disparan contra el mismo objetivo perderían balas y objetivos. 

   Will sentía su sangre golpear con fuerza su cerebro y su corazón correr desbocado en su interior. ¿Es que acaso latía tan fuerte que el boche era capaz de oirlo? El joven no había sido entrenado para aguantar esta presión. En un paso más el boche estaría sobre él y todo se iría a la mierda. Tuvo que apretar la mano izquierda contra la culata del rifle para que dejara de temblar y se tuvo que morder los labios para distraer su mente y no proferir algún grito o gemido de miedo. Pero no disparó. En cambio apuntó al soldado que estaba fumando. Y esperó rezando para no ser descubierto, pero al más mínimo movimiento, si el alemán se acerca un paso más, Will dispararía al otro alemán que está fumando y empezaría el baile.

Rafael se encontraba de suerte. Entre las pertenencias de esos alemanes no encontró mucho más, pero al mirar a su alrededor encontró un cartucho de dinamita entre el equipo que aquel grupo tenía consigo. También había una cantidad ingente de munición para el antiaéreo, aunque eso ya no importaba, podría hacerlo saltar por los aires con el cartucho de dinamita que aquel grupo tenía consigo.

Rafael tuvo que hacer un esfuerzo para no vomitar todo lo que había en su estómago. Mientras rebuscaba entre las pertenencias de aquellos jóvenes alemanes no podía evitar debatirse si había hecho lo correcto… Eran ellos o él. Pero había sido una muerte horrible. Rezó a todos los santos conocidos para que le salvaguardaran de algo semejante.

Tras recoger una granada alemana para reponer la suya perdida, encontró en la bolsa de uno de ellos un cartucho de dinamita. Aquello le iba a facilitar mucho el trabajo. Tras apilar todas las cajas de munición, colocó el cartucho y lo encendió. Aquello haría ruido y a lo mejor atraería a más alemanes, pero para entonces Rafael ya estaría lejos.

La situación cada vez se estaba volviendo más peliaguda, los dos alemanes estaban señalando claramente hacía ellos y trataban de discernir entre las sombras qué o quienes eran los que estaban allí. O al menos eso parecía, ya que su pasividad era demasiado grande como para parecer amenazados. Uno de ellos se iba acercando hacía ellos como si hubiera visto algo que le preocupase y Bryan alzó una mano para indicar a sus hombres que se prepararan para abrir fuego de inmediato.

-¡¡¡BOOOOOOOOMMMM!!!

Justo en el momento de mayor tensión una explosión retumbó cerca de allí y los alemanes se lanzaron al suelo instintivamente. Había sido demasiado cerca, podría haber sido algún tipo de artefacto lanzado desde los aviones pero no habían escuchado caer nada y la explosión más bien parecía que surgía del propio suelo. Unas llamaradas se alzaron apenas a 500 metros e iluminaron la noche con su reflejo rojizo. Los alemanes se reincorporaron con las armas empuñadas y se miraron perplejos, cruzaron unas palabras de preocupación y se giraron dándole la espalda a los rifles que les apuntaban.

Rafael preparó lo que necesitaba para hacer saltar por los aires el antiaéreo que dirigían los soldados que acaba de eliminar. Era tan sólo uno de las decenas de artefactos del mismo tipo que estaban disparando contra los aviones americanos y los paracaidistas, pero estaba convencido de que su actuación salvaría muchas vidas de compatriotas que todavía se encontraban sobrevolándo el nocturno cielo de la campiña francesa. Aquello compensaba el horror de la muerte que había sufrido apenas unos segundos antes.

El cartucho de dinamita facilitaba mucho la labor, no obstante, Rafael apiló unas cuantas cajas de municiones junto al mecanismo de movimiento y manejo del antiaéreo. Después encendió la mecha del cartucho de dinamita con su mechero y echó a correr a toda velocidad para ponerse a cubierto y evitar que los alemanes que fueran atraídos por la explosión se encontrarán con el allí. 

Se encontraba ya lo suficientemente lejos cuando creyó seguro el detenerse y ponerse a cubierto para ver el espectáculo de fuegos artificiales que había preparado. Espero unos segundos y el silencio fue tal que se preocupó de que la mecha se hubiera extinguido sin lograr su objetivo. No sabía si sería seguro acercarse a comprobarlo y entonces la explosión se produjo provocándole un buen susto. Vio una intensa llamarada ascender por los aires como un destello. Pero lo peor había sido el ensordecedor estruendo. 

Colocó la carga de dinamita con premura y sin parar de mirar alrededor. Resultaba sorprendente y sobrecogedor sentirse tan desprotegido sin la compañía de los tuyos. Seguro que aquel gesto que estaba realizando no serviría de mucho visto el espectáculo en el cielo, pero por lo menos evitará que se pudiese reutilizar aquel arma para matar a más gente.

Rafael apiló con cuidado varias cajas de proyectiles, encendió el cartucho y salió corriendo en la oscuridad para alejarse del lugar. Cuando aquello estallase posiblemente llamaría la atención. Llegó a un montículo tras el cual se parapetó y se preparó para la explosión…pero esta no llegaba. Maldita sea!! ¿Se había apagado la mecha? O peor aún, ¿habrían llegado más alemanes y habrían evitado la destrucción del antiaéreo? Se levantó para intentar otear algo… incluso avanzó unos pasos. Y entonces estalló!! El susto fue grande y a punto estuvo de gritar pero después lo pensó mejor y solo contempló la deflagración que iluminó por unos instantes la oscuridad de la campiña francesa. Tras aquello se resituó y avanzó hacia el punto donde se suponía que debía de haber saltado. Avanzó con cuidado. Buscando coberturas y aprovechando las sombras al máximo. Ahora los alemanes sabían que había por lo menos un aliado en suelo francés y desde luego no quería morir allí, aquella noche.

Bryan entendió que era el momento, antes de que la tensión acumulada les hiciese cometer un error. Tal vez no los vieran, pero andarían rondando por ahí más tarde y podrían emboscarlos en cualquier momento, no podían arriesgase. Y acercarse a ellos sigilosamente quedaba descartado. No, había llegado el momento de las balas.

Además, la explosión les había dado la oportunidad perfecta. Gesticuló hacia los que consideraba peor posicionados para abrir fuego, dando a entender que se mantuvieran ocultos. Solo se necesitaba un puñado de tiradores, no a todo el pelotón, así que miró al grupo dónde estaba William, asintió a su compañero y con la mano en alto dio la orden de disparar a los desprevenidos soldados alemanes. 

Era la guerra.

   Desde el momento en que William se ocultó, había cogido como objetivo al alemán que más cerca estaba del coche, el que en un principio sacó el paquete de cigarrillos mientras su compañero inspeccionaba la zona. Se la jugaba, pero pensaba que el alemán que se estuvo acercando ya habría sido puesto en la mira de más de un soldado, por lo que si Will disparaba al mismo, perderían oportunidad de abatir al otro alemán. Deseaba estar en lo cierto, pero no había forma de cerciorarse de ello. Solo restaba esperar a ver qué hacían sus compañeros.

   La explosión le asustó. Le puso tenso, y se cubrió levemente, pues ya estaba cuerpo a tierra, igual que los boches. Cuando los boches se incorporaron Bryan dio la orden. Will se incorporó, con la rodilla derecha en el suelo y la pierna izquierda flexionada. A la vez que se incorporó se incorporaba su rifle y cuando Will estuvo en posición, ya que había elegido a su objetivo desde el principio, disparó al alemán que más cerca del coche estaba, el que se había puesto a fumar previamente.

La respuesta no tardó en llegar, pero no de la manera que Rafael hubiera esperado. En primer lugar se escucharon un par de disparos aislados a cierta distancia de allí, en dirección oeste. Luego, unos instantes después se escucharon varios disparos más, y otros tantos que les respondieron. El sonido de los disparos era diferente, como de armas distintas, y sonaba como si fuera un tiroteo cruzado. Era como si su explosión hubiera desatado de pronto la guerra a poca distancia de donde se encontraba.

Hizo un rápido calculo mental y se percató de que el lugar de donde provenían los disparos era, con toda probabilidad, el lugar donde debería haber aterrizado. Por lo que eso significaba que sus amigos podrían estar en apuros.

Tras la explosión, los alemanes se miraron el uno al otro, tratando de adivinar qué era lo que había pasado, pero antes de que pudieran pronunciar palabra alguna en aquel desagradable y áspero idioma que utilizaban, un disparo retumbó en la oscuridad y la bala de Will atravesó el cráneo del alemán que se encontraba más atrás. La expresión de su rostro cuando la bala le procuró una cavidad nueva en él, era un rictus de sorpresa total. Con el cigarro todavía en la boca, cayó de espaldas empujado por la propulsión de la bala. Will se había estrenado en aquella guerra, era una sensación extraña para él. No se trataba de un muñeco de paja con en los entrenamientos, esta vez era una persona real, la sangre que había brotado de su cabeza así lo demostraba. Había segado una vida, pero no le quedaba otra opción. Matar no era como se lo imaginaba, pero era la guerra.

El otro alemán ahogó un grito y se llevó la mano a su arma, pero antes de que pudiera tomarla para devolverle los disparos a Will fue abatido por un par de disparos de los hombres del teniente Kowalczyk. Habían eliminado con rapidez la amenaza y podían felicitarse.

-¡Feinde! ¡Feinde! ¡die Amerikanerin!.

La voz se escuchó a corta distancia, por donde el jeep alemán había venido, y de inmediato las sonrisas de satisfacción se congelaron en los rostros de los soldados americanos. Se escucharon disparos, y las balas golpearon cerca de Will y a varios metros de donde estaba el teniente y los demás. Habían dado por sentado que aquellos dos alemanes viajaban solos, pero al parecer había alguno más con ellos, a los que no habían podido ver, y a los que todavía no lograban localizar pese a los disparos. Tres o cuatro fogonazos más delataron su ubicación y su número. Había al menos cuatro soldados alemanes más disparándoles.

   Los gritos en alemán rompieron el pequeño momento de alegría que los soldados habían sentido al abatir a sus primeros enemigos. Pero aquellos alemanes no eran balas de paja ni objetivos dibujados en placas de metal. Eran soldados. Eran personas de carne y hueso. Jóvenes como ellos, arrastrados a una guerra que su dirigente, Adolf Hitler, había provocado. Will tuvo la necesidad de volver el rostro hacia el alemán que él había abatido. Tendría familia, padre y madre, una novia o quizá esposa, y puede que hasta hijos... pero los gritos de los otros alemanes hicieron que William se olvidara de todo aquello y solo pensara en una cosa: sobrevivir.

   Corrió, saltando el cadáver del alemán más alejado del coche, y se acercó al coche. El joven francotirador se acercó, abrió una de las puertas y usó la misma como cobertura: La puerta taparía casi completamente el cuerpo de William, solo quedando un pequeño hueco cerca del suelo al descubierto. Pero, de noche, la probabilidad de recibir un disparo en los pies era pequeña. Además podía disparar a través de la ventana, apoyando su rifle en la misma puerta.

   - ¡A cubierto! ¡No desperdicien munición pero vamos a darles duro a estos boches! ¡Acabemos con ellos antes de que anuncien nuestra posición!

   Y Will se dispuso a hacer lo propio. Apoyó el rifle en el hueco de la ventanilla y apunto hacia donde se veían los fogonazos de las balas trazadoras. Los malditos boches se confundían con la noche, pero ellos debían responder a los disparos con inteligencia y paciencia para así ser letales y no malgastar munición. Will apuntó hacia donde venían los fogonazos y espero a tener un tiro preciso a uno de los alemanes.

Avanzar por los campos franceses resultó un trabajo más complicado de lo que esperaba Rafael, pero aún así, y tras su toma de contacto con la guerra avanzó a buen paso, buscando todas las coberturas que le podían proporcionar la oscuridad y los matorralles que salpicaban la campiña.

Disparos aislados sonaban hacia el oeste, aunque un poco más cerca sonaba un cruce de disparos. Sonaban diferentes por lo que estaba claro que por aquella dirección habían compañeros suyos. Avanzó rápidamente intentando encontrar el origen de aquel combate y esperando llegar a tiempo para poder ayudar a sus compañeros.

Bryan agachó la cabeza y pensó que no era momento para lamentaciones. Había sido un error no esperar un poco más, pero tales cosas ocurrían y ahora tenían que salir de aquella.

Los muchachos empezaron a devolver el fuego, el intrépido Will incluso buscó una mejor posición. Más o menos quedaba claro dónde estaban los alemanes, pero no podían verlos con claridad.

Antes de empezar a disparar, quiso comprobar si era posible arrastrarse fuera del frente de fuego y flanquear a aquel grupo de alemanes. Si era posible con un riesgo calculado, se llevaría consigo a dos o tres muchachos y los sorprendería desde un lado de la carretera. O enviaría a otros, a cualquier grupo que estuviera fuera de la vista de los alemanes.

El siguiente disparo de Will recibió respuesta de inmediato, varias balas fueron contra la puerta del vehículo en el que el francotirador se había cubierto de la mejor manera posible, utilizando la puerta como escudo. Una de las balas pasó silbando sobre su cabeza, pero otra chocó contra la puerta provocando un chasquido metálico y Will notó un mordisco ardiente en el hombro. Le habían alcanzado, la sangre no tardó en brotar por su camisa, empapando incluso la guerrera. El dolor era infernal, nunca había sentido algo igual: le atenazaba el brazo y le provocaba un hormigueo en todo el cuerpo, y sin embargo no sentía la sangre brotar.

Kowalczyk, por su parte, se dirigió agachado entre la maleza aprovechando la oscuridad de la noche para tratar de flaquear al grupo, o al menos recabar información sobre su número, para que sus chicos no estuvieran luchando a ciegas.

Rafael llegó a un camino de tierra por el que los coches dejaban un par de surcos paralelos sobre la tierra humedecida de la campiña francesa, en los laterales de dicho camino había un pequeño montículo, dicho desnivel era aprovechado para canalizar el agua de la lluvia lejos del paso de los coches por el pequeño camino. Se cubrió como pudo para estudiar la situación antes de actuar.

Había dos grupos que se disparaban mutuamente, uno a cada lado de la carretera. Entre ellos había un coche que se llevaba alguna de las balas perdidas que ambos disparaban. Era difícil determinar cuantos hombres había por cada grupo, ya que algunos se movían en la oscuridad para cambiar sus posiciones y flaquear al enemigo. Aunque su oído sí le permitió diferenciar los disparos de las armas y distinguir los sonidos de las armas aliadas de las rivales. En el bando de la izquierda estaban sus compañeros.

   El Caos se había instalado en aquel trozo de campo francés. Las balas silbaban y las trazadoras brillaban por doquier. No dejaba de escucharse el sonido de las rápidas detonaciones de las fusiles o los rifles, tanto aliados como enemigos; y el silbido y el metálico choque de las balas contra el vehículo. Tenía cerca el cadáver de uno de los alemanes, al que no le había dado tiempo de desbalijar. Pensó en utilizar una de las granadas alemanas cuando recibió el impacto.

   Primero escuchó el silbido. Rozó su casco y le hizo agachar en el momento en que sentía como un trozo de metal le mordía en el hombro. El dolor fue inhumano y no pudo reprimir un grito, una queja de dolor que trataba de aguantar con la mandíbula apretada. El impacto le empujó hacia atrás, y durante unos segundos le dejó mareado. Temió que la bala hubiera dado en algún sitio vital como en el cuello, pero comprobó que era el hombro. El maldito hombro. Sangraba profusamente. Pero se obligo a no llamar a ningún sanitario, si es que lo había, hasta no acabar con los alemanes. Lo que hizo fue rasgarse un trozo de tela para intentar cortar la hemorragia. Debían acabar con ellos y pensó en algo. Munición. Podrían reemplazar la munición de sus armas o coger las armas de los boches caídos. Miró y buscó a Kowalczyck. ¿Dónde estaba? Estaría oculto, quizás tratando de flanquear al enemigo. Will no sabía si se había llevado a algunos hombres o si estaba él solo. De hecho, no sabía si los hombres que habían logrado ir al punto de reunión pertenecían o no a su escuadra. Daba lo mismo. Había que tomar decisiones rápidas. Y decidió jugarselo todo a una carta.

   - ¡A mi señal! ¡Fuego de cobertura! ¡Démosles con todo lo que tenemos chicos! - Gruñía. No sabía si podría disparar, tenía que apoyar el rifle en el hombro y el retroceso le haría ver las estrellas y perder su objetivo. Decidió entonces sacar la pistola y disparar con el brazo bueno, aunque de momento solo dio la orden. Aguantó durante unos segundos y cuando todos los soldados dejasen de disparar ordenó. - ¡Fuego! ¡Tomen de referencia sus trazadoras! - Ordenó que los hombres dispararan al unisono. ¿Le dara eso la cobertura suficiente a Kowalczyk, sea lo que sea que estaba haciendo?