Partida Rol por web

El día pasó rápido. Apenas se había quedado con el nobre de muchos de los muchachos, pero sabía que aquello era cuestón de tiempo. Con la noche habían llegado las cartas, las charlas animadas y aunque no era amante de jugar y perder los pocos dólares que tenía, si que estuvo mirando un rato mientras conversaba con uno o con otro.

Aún así, y a pesar de estar acostumbrado a madrugar, se despertó sobresaltado ante la voz ruda y ensordecedora que salía de la boca d aquel tipo. Se vistió lo más rápido que pudo saludando alelado a los compañeros más cercanos colocándose ante su litera con la mayor premura que pudo y no sin antes sonreír a la muchacha que le miraba desde el techo de su litera. En aquel momento se sentí más lejos que nnca se du casa y solo la sonrisa de aquella foto le hacía recordar lo que había sido y lo que le esperaba.

Estaba claro que con aquel hombre de mirada ceñuda y carácter agrio no se iba a poder dialogar. Su mirada dejaba claro lo que pensaba de todos ellos

El teniente les miró con desdén cuando terminaron de formar frente a sus respectivas literas. Alguno, sin saber qué tenía que hacer dado que nadie se lo había explicado, se colocó frente al teniente en lugar de junto a la litera formando un pasillo para que el oficial pudiera caminar por allí y rápidamente fue reprendido para que no olvidara la lección.

-¡Por el amor de Dios!. -Exclamó al ver la penosa formación de sus novatos. - Parecen un grupo de putas esperando a que pasen clientes por su esquina. ¡Joder!. ¡Tú! -Gritó señalando a Frank. -¿Qué cojones es eso de vestirse cuando hay un oficial esperando?. ¿Vas a ir a la Iglesia, recluta?. Si hace falta formar en gayumbos se forma, maldita sea. -No se entretuvo mucho tiempo con él pues rápidamente saltó como una fiera a por la siguiente victima de sus gritos. -¡Saca pecho, desgarbado de los cojones! -Le espetó a Bryan. -¿Acaso quieres que el enemigo piense que eres un blandengue cuando te dispare en ese pecho de periquito que tienes?. -Lanzó varias miradas asesinas a diestro y siniestro y corrigió la postura de la mayoría de ellos y cuando finalmente quedó medianamente convencido se colocó al frente de la formación.

-Muy bien, princesas. Clase de gimnasia. Les quiero ver a todos fuera y vestidos con el chandal en cinco minutos. ¡Dense prisa!. ¡Y eso va por los domingueros que se han vestido antes de tiempo!. -Gritó hacía Frank, Jack y alguno más que había visto con el uniforme a medio poner. Después dio media vuelta con rigidez marcial y se encaminó fuera del barracón.

Frank aprieta los dientes para mantener su rostro impasible. En posición de firmes, impávido. Impávido... por que mas valía serlo. Solo reacciona cuando escucha al oficial instructor gritar las ordenes. Y controlándose, da media vuelta y apuradamente, con celeridad, va poniéndose la ropa de gimnasia.
No es que tarde demasiado la verdad, dadas las circunstancias.
Y mientras se cambia, suelta, susurrando naturalmente.
Esto va a ser duro, si logramos sobrevivir a las atenciones de nuestro instructor, creo que lo lamentare por los japos, los krauts o los que sean.
Y Frank, de espaldas, se permitió una levisima sonrisa.
Instantes fue lo que tardo Frank en cambiarse.
Al trote, se encamino hacia la salida del barracon, en medio de la primera oleada de reclutas y ya en el exterior, se mantuvo quieto, totalmente quieto a la espera de nuevas ordenes mientras examinaba lo que iba a ser, casi con toda probabilidad, un calvario.

 William no tardó en despertarse. Anoche se quedó hasta bien entrada la noche charlando y conociendo al personal, desplumando a más de uno para luego ser él desplumado como un novato. Los muchachos jugaban sin piedad, y los habia que hablaban por los codos. Se acostó cansado...

 Y mas cansado se levantó cuando sonó el peculiar despertador metálico. Toda la bilis que un hombre puede tener en el estómago y toda la mala follá del mundo subieron por la garganta de William y le hicieron espetar una blasfemia que le habria bajado la túnica al mismísimo Jesucristo. Y para más inri, al dormir en una cama de abajo y no controlar el despertar, se dió un buen golpazo contra el somier de la cama de arriba.

  - ¡Ostias! ¡Joder! Me cago en mi puñetera.... agggh....

 William se retorció de dolor durante un minuto, pero al sentir, más que ver pues el dolor le cegaba, que sus compañeros se vestían a todo meter, él se levantó de la cama y se puso a buscar su uniforme a tientas. Mierda... mierda... mierda....  El instructor se acercaba por momentos y no le iba a dar tiempo ni a abrocharse el pantalon. Así que solo se puso el pantalón, bien abrochado, y los tirantes. Se puso firmes y rezó. Rezó todo lo que sabía para que el Teniente Hagel no le hiciera limpiar letrinas por su descuido. Seguro qeu su chichón le iba a sacar más de un comentario jocoso al viejo. Mas la suerte estuvo de su lado, cuando el Teniente anunció cambio de ropa.

  Sin más, con las ideas mucho más claras despues del coscorron, y un chichón grande y colorado que empezaba a puntearse y a ponerse morado, se vistió con la ropa para gimnasia y se preparó para lo que sea que les tenía preparado.

 - Vamos a recordar al Teniente hasta en nuestros mejores sueños, ¿eh muchachos? - No hacia falta reseñar que toda la ironía del mundo iba cargada en esa frase, que William dijo mientras se ataba bien fuerte los cordones de las zaparillas.

No pude evitar sonreír ligeramente, aunque con rapidez disimulé ese gesto. El motivo de mi sonrisa fueron las maldiciones de mis compañeros. Algunos de ellos se notaba que no tenían pelos en la lengua, algo a lo que no estaba del todo acostumbrado.

Permanecí atento a las instrucciones de aquel militar y me sonrojé cuando hizo alusión a los que nos habíamos puesto el uniforme. Maldita sea, quien me mandaría a mi ponérmelo… Además con lo que dijo de formar en gayumbos ya lo dijo todo.

En cuanto dio media vuelta… - ¡Mierda, mierda, mierdaaaaa! – Comencé a quitarme de nuevo la ropa y luego a ponerme el chándal. No me daría tiempo a hacer la cama, pero intenté dejar la ropa medio doblada, porque en cinco minutos imposible hacer más.

No había tiempo a razonar, casi ni a pensar. Luego corriendo salí del barracón cagando leches.

Estaba claro que aquello no iba a ser un paseo por el campo. A medio vestir y entre gritos cortantes e hirientes, aquel teniente los hizo formar mientras les espetaba toda clase de frases a cada una peor que la otra. Si uno se había vestido, no le gustaba, si estaba medio desnudo, le amonestaba por su posición, o incluso por el estado de su pelo… Si!!! De cididamente aquello no iba a ser algo agradable.

Mientras Rafael se ponía el chándal, escuchó a los demás murmurar…

- Ánimo chicos!!! Seguro que en el fondo es un pedazo de pan!!! – bromeó, aunque era más para darse ánimos que por cualquier otra cosa.

Salió a la carrera colocándose en posición mientras esperaba que aquel día nefasto diese comienzo.

El teniente Hagel les esperaba frente a la puerta del barracón. Todavía era de noche y no había señal alguna de que el sol fuera a salir pronto. Además no había ni un alma todavía en pie en todo el campamento Toccoa, ellos eran los únicos pobres desgraciados a los que habían obligado a madrugar tanto en el primer día de instrucción. El teniente se plantó frente a ellos y volvió a corregir las posturas de algunos que todavía no sabían como posicionarse en firme correctamente.

-Muy bien, princesas. - Les dijo cuando estuvieron todos formando delante suya. -Soy el Teniente Arthur Jason Hagel y habéis tenido la desgracia de tenerme como instructor. Os dirigiréis a mi como Señor, responderéis a mis preguntas con un Sí señor o un No señor. Y cuando llaméis a vuestras novias para contarles lo bien que os he follado me llamaréis Teniente Hagel. ¿¡De acuerdo!?. -Se quedó mirando al grupo a la espera de que contestaran con un rotundo "sí señor".

-Muy bien. Tú. -Le espetó a Jack señalándole con el dedo índice. -¿Cómo te llamas, recluta?, ¿De dónde eres?.

Estar nervioso me parecía inevitable, tenía ganas de hacerlo bien, de llegar a ser un buen soldado, pero esto no era más que el principio.

Traté de adoptar la postura correcta ya en el exterior, aún todo bastante oscuro. El teniente hablaba rápido, explicando como teníamos que hablar. En aquel momento, después de la pregunta inicial traté de responder con un contundente - ¡Si señor!

Luego... Mierda... ¿Porqué me tenía que tocar a mí? - ¡Señor, me llamo Jack Sawyer y soy de Marion, Kentucky... Señor! - Un poco más y se me olvida el "señor" final. Saqué pecho y contuve el aire, mirando simplemente al infinito. Dios, que le pregunte a otro y me deje en paz...

Bryan todavía sentía en sus mejillas el ardor por el bochorno de la bronca de Hagel. «Pecho de periquito», le había soltado, pero sería posible, sería por estar adormilado… ¡bah, daba igual!, estaba más que seguro de que iba a acabar de él hasta la coronilla y las palabras no mataban a nadie.

Durante el revuelo que se montó mientras todos se vestían a toda leche y con el corazón en la boca, Bryan de cuando en vez buscaba miradas cómplices de sus nuevos colegas de infortunio.  Al menos algunos, como Vizcaíno o William, parecían conservar el optimismo intacto.

Una vez ya vestido y firme como un poste de telégrafos, tenía que reconocer que el fresco aire de la mañana en el fondo era una bendición. Apenas Hagel asomó la nariz, Bryan se limitó a no moverse, hacerse invisible y contentarse con mirar por el rabillo del ojo cómo el pobre Jack capeaba el temporal.  

Maldito viejo cascarrabias... este nos va a joder bien durante la instrucción. Lo mejor será mantenerse apartado y evitar problemas.

Se mantuvo firme lo mejor que sabía. Se moría de ganas de girarse y mirar la situación de como el pobre Jack recibía la bronca del Teniente y hacer algún comentario, pero sabía que era hombre muerto si lo hacía, así que continuo mirando al infinito esperando que pasase de largo.

El si señor con el que la improvisada escuadra respondió a su instructor, resonó a las puertas del barracon mientras el sol, hacia algún que otro esfuerzo por iniciar el amanecer sin que pareciera, de momento, que tuviera mucha prisa.
Frank permaneció quieto y alerta sin mover ni un solo musculo.
Y no le pasaba desapercibido el apuro de su compañero. Imaginaba que no solo tratarían de entrenarles el cuerpo, la mente, también se iba a llevar su ración de "entrenamiento".
Frank recordó entonces a cierto entrenador que había tenido en la liga infantil de Rugby. Mas gordo que este instructor desde luego. Pero con carácter similar.
Y puesto que Frank podía intuir por donde iba a ir el asunto, deseo que tanto el como ninguno de sus compañeros, metiera la pata en ese primer día.
Pues no le apetecia empezar el entrenamiento con ración doble.

El teniente clavaba sus ojos con furia en los de Jack, que se esforzaba por no mirarle fijamente y mantener la vista perdida en el vacío. El pobre muchacho se sentía algo intimidado por la presencia amenazante del teniente de instrucción y deseaba que aquello pasara cuanto antes. Respondió a su pregunta con la voz firme y sin olvidar el trato que debía darle a su superior. De todas las palabras que pronunció Jack, el teniente Hagel sólo se quedó con una.

-Muy bien, Kentucky. -Le llamó. -¿Ves esa montaña solitaria de allí?. Es el Currahee. Métete bien ese nombre en la cabeza porque vas a aprender a amarlo como al nombre de tu madre o al de tu novia. -Las palabras de Hagel para presentar la montaña no habían sido tan románticas como las del Coronel Sink en su bienvenida el día anterior, pero nadie les había prometido que aquello iba a ser un campo de rosas.

Hagel señalaba la montaña mientras se dirigía a Jack, después se volvió hacía todos y les empezó a explicar con aquella voz atronadora que poseía lo que iban a hacer a continuación. Algunos ya se lo estaba temiendo.

-Voy a convertiros en la mejor puta unidad de esta mierda de campamento. Y lo haremos con entrenamiento duro y disciplina. Esas son mis reglas. Quien no pueda soportarlo puede volver a la mierda de agujero de ratas del que haya salido. Como es el primer día, para empezar, algo suave. Iremos corriendo hasta lo alto del Currahee y volveremos. -Alguno ya empezó a sentirse fatigado al ver la distancia que le separaba de aquella montaña. Y él lo llamaba "entrenamiento suave", ¿qué sería lo duro?. No querían averiguarlo.

-Kentucky abrirá la marcha. Los demás lo seguiréis en fila de a dos. ¡Vamos!. ¡Ya están tardando!.

¿Kentucky? Vaya, por lo visto a nuestro teniente le gustaba poner motes. Traté de evitar el azoramiento que sería tomado como signo de devilidad, aunque me estaba costando horrores. Tan sólo podía intentar capear el temporal lo mejor que pudiese.

Miré aquella montaña, por lo visto la íbamos a conocer bastante bien. Como me hizo una pregunta le respondí con un - ¡Si, señor! - Me comenzaba a sentir como si estuviese liderando un ataque enemigo. Y sólo podía desear no equivocarme en nada.

Lo de convertirnos en la mejor unidad sonaba bien, pero algo me decía que iba a costar sangre, sudor y lágrimas. Joder , algo suave dice, pues no tiene pinta de estar muy cerca...

Cuando terminó de hablar - ¡A la orden, señor! - Y comencé a correr en dirección a aquella montaña. Encima me tocaba abrir la marcha, correr en solitario. Bueno, es lo que tocaba y ni se me pasó por la cabeza protestar.

   Formó con el resto de reclutas, aguantando los improperios del Teniente. Personalmente, no buscaba que le pidiera las cosas por favor, ni que usara palabras suaves, pero Will pensaba que la manera de humillar que tenía el teniente no iba a hacer bien por aquella unidad. Quizá fuera así en el ejercito, en la vida real, fuera de los libros y las historias de los grandes militares como el General Lee o el General Sherman. Quizá fueran así las cosas hoy en dia, y quizá fuera una especie de criba para quitarse a los débiles que no aguantan cuatro gritos mal sonantes.

   No será el caso de William. Respondió con el "Sí, Señor!" cuando el Teniente Hagel pedía ser respondido, y guardaba silencio cuando le tocaba responder a un recluta solo. Observó por el rabillo del ojo a Sawyer - pues no queria romper el firmes para mirarle y llevarse una somanta de palos - y no quiso estar en su lugar. El primer día, aguantar los improperios de Hagel era demasiado. Pero el chico respondía bien. Aquello le dio a Will un poquito de ánimo. Ojala se retiraran pocos, ojala no se retire ninguno de esos reclutas. Eso sí que sería una buena lección para el cabrón de Hagel, haberle dejado claro que no ha podido con ellos. Así pensado, William sí cree que pueda convertirles en la mejor unidad.

   - Ánimo. - Susurró entre dientes a Sawyer, para que el Teniente no le escuchara, cuando éste empezó a correr.

   William observó el Currahee pero no le dio más vueltas. Era como si tuviera que estudiarse dos libros más pesados que él. No merecía la pena comerse el coco con la distancia o lo duro que seria. Habia que hacerlo, y punto y que fuera lo que Dios quisiera.

   William salió corriendo al ritmo que marcaba Sawyer, poniendose a su lado para formar las dos filas que pedía el Teniente. Y se dispuso a pasar, lo mejor que pudiera, aquel primer día en el Infierno.

Con el cuerpo aún entumecido por el madrugón, escuchó como con una serie de improperios y frases malsonantes el Teniente Hagel iba dando un discuroso que a duras penas me hizo efecto. Si aquello era el ejército estaba claro que no era la mejor forma de hacer amigos… aunque bien pensado quien en su sano juicio, querría ser amigo de aquel malnacido gritón. En su barrio ya le habría servido para que le partiesen la boca por bocazas!!!

Escuchó con atención como hablaba de aquella montaña, lejana y cubierta por una ligera capa de niebla…. ¿Que la amaría más que a su novia? Lo dudaba!!! Más bien la odiaría como ya empezaba a odiarla por el mero hecho de lo que representaba… Escuchó como el pobre Jack era objeto de sus primeros “elogios” y reconoció la paciencia de aquel chaval. El no sabía si podría soportarlo.

Rafael respondió al igual que todos, pero sin tanto entusiasmo… Tal vez los convertiría en la mejor unidad, pero no sería gracias a sus atenciones si no a la determinación de aquel grupo en el que ya se sentía agusto. Mientras comenzaban un suave trote en dirección a la nefasta montaña, escuchó el susurro de apoyo de Willian hacia Jack. Le sonrió mientras asentía con la cabeza. Aquellos comentarios serían los que la haría fuerte!!! No las rudas palabras de aquel hombre!!!

Con celeridad reacciono todo el grupo a las ordenes ladradas por su oficial instructor. Y Frank, por su parte, acabo detrás de Jack el cual, había tenido la desgracia de recibir las atenciones particulares del instructor.
Frank escucho el leve gesto de aliento del tal Sherman, aun tenia que memorizar los nombres de todos, y asintió imperceptiblemente.
Frak adapto su carrera a la cadencia de los dos hombres de vanguardia y por el rabillo del ojo siguió controlando al oficial.
O mucho se equivocaba, o estaría por detrás controlando la marcha del grupo. Mas adelante, se pondría en cabeza para liderar la formación improvisada. Pero de momento, Frank estaba seguro de que lo que mas le interesaba al oficial, era cazar a alguien para ir dando ejemplo y así, forjar el carácter.
Lo que le hizo recordar, de nuevo, al gordo entrenador que tuvo que soportar en sus días de infancia.
La montaña en cuestión, se aproximaba a buen ritmo.
Y Frank, manteniendo la respiración, le echo un vistazo calculándole unos quinientos metros de altura con unas laderas bastante jodidas para avanzar al trote. Asi que, tras otro vistazo a los lados, tanto a derecha como izquierda para mantener controlado al instructor, dijo un par de palabras, acompasandolas al trote.
Cuidado ahora.

Puf, «Kentucky», desde luego Jack podía estar contento pues había peores motes que ese…Bryan esperaba fervientemente que a Hagel no le diese por llamarle a él «Carolina», bonito nombre de mujer, por otra parte.

Empezó a correr con buen espíritu. Trotar hasta aquella colina, por muy lejana y empinada que estuviese, no era de las peores cosas que se le ocurrían a un deportista frustrado como Bryan. Se puso al lado del primer compañero que se le puso a tiro (Frank, que parecía mirar la colina con respeto) y se dedicó a disfrutar de la primera actividad mañanera.

Ante todo, evitar la mirada del teniente, pero sin hacerlo muy evidente. Ser una sombra como quién no quiere la cosa. «Cuidado ahora» susurró Frank. Era cierto, el trayecto se complicaba y el pecho empezaba a agitarse como un fuelle. Le hizo un guiño a su compañero y se dedicó a reservar el resto de energías para la larga subida a Currahee.

Ante la certeza de que lo que tenían que hacer era subir aquella montaña y bajarla, Ezra no pudo más que esbozar una sonrisa escondida. Él estaba acostumbrado a patearse los pueblos de arriba a abajo, en todas direcciones. Mientras no fuera mucho más que eso, a Ezra no le preocupaba en demasía. Había estado callado, y es que de hecho a él no le gustaba hablar. Todos sabían su nombre, pero no era a alguien a quien le gustara dar datos sobre su vida personal.

Aquél teniente, o coronel, o lo que fuera parecía tener las cosas muy claras en cuanto al trato que quería recibir y la formación que pretendía de los chicos, Ezra incluido. Esperó a que Jack y William se pusieran en cabeza, para ponerse justo detrás de ellos. “Así que Jack y William van a ser nuestras liebres, hoy”, se dijo, mientras adaptaba su ritmo al del resto del grupo. Estaba acostumbrado al ejercicio, pero no a las cinco de la mañana. Su cuerpo todavía no respondía bien, y al inicio de la carrera notó como uno de sus tobillos le fallaba en uno de los pasos, tras el que siguió corriendo sin rechistar. En otras ocasiones, Ezra quizá habría pedido unos segundos. No obstante parecía que la misericordia no era una opción en aquél grupo. —Vamos —dijo a sus compañeros en voz baja, intentándolos animar, aunque él no se sentía animado en lo absoluto. Si había algo que lo podía hacerse sentir mejor, estaba claro que no lo iba a encontrar en el teniente. —Tranquilo, Jack —susurró hacia Jack, que lideraba la 'expedición, con una mueca entre molesto por el madrugón y divertido, como si intentara hacer sentir mejor al chaval—. Nosotros no vamos a llamarte Kentucky, si te sirve de consuelo.

La carrera hasta donde empezaba la ascensión a la montaña ya era un trayecto largo y que resultaba cansado para un primer día, sobre todo a quienes no estaban acostumbrados a semejantes dosis de ejercicio a primera hora de la mañana. Pero cuando empezó la ascensión al Currahee la cosa se complicó aún todavía más. Alguno de ellos no pudo mantener el ritmo y fue quedándose atrás para ser victima de los latigazos en forma de gritos del Teniente Hagel.

Incluso los que habían llegado al primer día de instrucción con una condición física más adecuada empezaron a sentir como sus piernas flaqueaban en la ascensión. El camino tomaba demasiada pendiente para mantener el ritmo de trote que el Teniente exigía y las fuerzas empezaban a flaquear.

Decididamente, aquella era una travesía de las del tipo rompe piernas.
Frank avanzaba echado un poco hacia delante, manteniendo la respiración y acompasando el balanceo de los brazos con el ritmo del trote.
No obstante, echaba algún vistazo de vez en cuando hacia la cima del monte, calculando la gradiente de la ladera. Y como lo hacia a ojo, no tardo en mandarlo a cierto lugar junto con el teniente el cual se dedicaba a martirizar a los muchachos que no habían aguantado.
No obstante, algo tenia de bueno aquella situación para los hombres que aguantaban el ritmo del paseo. De momento, solo de momento, no eran objeto de la atención del oficial instructor.
Con paso elástico compañeros. Mantened el ritmo de las bocanadas de aire. Id inspirando todo lo que podais
Poco mas podía decir Frank.
Primero, por que el mismo trataba de seguir su propio consejo.
Y segundo, por que estaba muy atento para no despertar las iras del teniente instructor.