Partida Rol por web

Mantengo mi posición y sigo disparando ráfagas de fuego a las furias que se van acercando a por nosotros.

-¡Volved al agujero del que habeis salido!

El hermano Wolfram lo vió tan claro que no dudó en apretar el gatillo, antes de que sus hermanos pudiesen ser alcanzados por sus proyectiles por estar demasiado cerca. Acababa de bajarlos y aún les separaban unas cuantas decenas de metros por lo que no dudó en accionar el disparador de la gatling, soltando una salva que intentaría hacer impactar sobre el demonio a la altura de la cabeza.

- Hermano Leinad, agarraos donde podais... -dijo a través de la radio a modo de aviso antes de abrir fuego.

Son mis hermanos los que llenan los cielos de fuego, derribando a las criaturas que acaban de surgir de la miasma psíquica.Las furias como meros peones en este juego, se interponen entre nosotros y el verdadero mal que corrompe este planeta. Caen sobre nosotros como una bandada de buitres sobre la carroña, sin miramientos, y sin miramientos empezamos a destrozar sus cuerpos.

- Sentid la furia del Emperador, impías criaturas.     

Intento golpearlas con mis armas, pero parece que con sus alas son mas rápidas de lo que me parecían.

Aquél ataque parecía fuego de artillería antiaeria, puesto que cayeron dos furias en cuestión de segundos. Ahora las furias empezaban a elegir sus objetivos y dos de aquellas criaturas se fijaron en Trebek y se lanzaron a su cuello pero el expiador vio su intención y abrió fuego sobre ambas criaturas con el fin de eliminarlas  y centrar su atención en el gran demonio. 

Leinad no contestó. Se lanzó, para cubrirse de la sobrepresión, ruido y vibraciones. Sabía lo demoledor que podían ser lo daños, así que mientras corría a ocultarse cerró tolas las entradas de aire, conductos y sensores de sonido. La armadura tiene sus propias medidas de seguridad, pero si las activas con previsión, siempre estarás más protegido.

Rezó al emperador, para que la "furia" de esta máquina no lo "inutilizara".

_{Orden de iniciativa subsiguiente: 
Zorael: 14, Cole:12, Trebek: 12, Furias del Caos (8): 8, Korvin: 7}

Turno1

Mientras que Zorael no consigue acabar con la Furia del Caos a la que había dejado tocada, ni con su pistola de plasma, ni tampoco con el bastón en el momento en que las dos arpías se abalanzan sobre él,  Cole y Trebek tienen mejor suerte y ambos caballeros dejan a sendas furias como puros coladores. La primera parecía que iba a esquivar todos los proyectiles, pero Cole supo dirigir su arma hacia donde el demonio iba a rectificar y acabó destrozándola, mientras que la segunda parece que se puso en medio de los proyectiles del expiador sin ánimo de esquivarlos. 

En cualquier caso no tardaron en abalanzarse sobre el cuarteto de caballeros, chillando como endemoniadas criaturas, tratando de herirles con sus afiladas garras y puntiagudos dientes, arañando y mordiendo aquí y allá, aunque las servoarmaduras impedían que cualquier tipo de daño llegase al cuerpo del marine de su interior. 

En respuesta al ataque recibido, Korvin hace uso de su teleportador personal para desaparecer y reaparecer en un abrir y cerrar de ojos y, con su espada némesis, ataca a una de las sorprendidas furias por la espalda. Sin embargo, es tan mala la suerte del caballero que su espada vuelve a caérsele de la mano, y repiquetea en el suelo, obviamente sin llegar a dañar a ninguno de sus enemigos...

De pronto un atronador sonido mecánico, como una especie de ensordecedora turbina, comienza a sonar sobre vuestras cabezas. Alarmados alzáis la mirada para ver, con asombro, como el tambor múltiple del arma del titán que os sirvió de improvisado ascensor gira a gran velocidad, hasta que una serie de proyectiles salen disparados entre una densa humareda y un fogonazo anaranjado.

Apenas os da tiempo a seguir la estela dejada por los cartuchos, mientras a vuestro alrededor caen cinco pesados casquillos tan grande como cualquiera de vuestras fuertes piernas, y veis impactar, dos de ellos, en el pecho descubierto del descomunal demonio. 

Una densa humareda cubre a la presencia demoniaca tras las dos explosiones, quién aúlla de dolor, en tanto que, a la vez, la grieta disforme que hay rodeándole disminuye en tamaño, hasta desaparecer en cuestión de milisegundos; el demonio ha perdido la concentración...

La grieta disforme desaparece, pero a vuestro alrededor aún revolotean las molestas Furias del Caos y ahora tenéis delante un demonio que, si ya no está entretenido con el ritual que estaba realizando, lo mismo pretende entretenerse con vosotros, y seguramente esté un poquito cabreado...

Aún alejado del arma puedes escuchar como una especie de ensordecedora turbina comienza a sonar en alguna parte del titán. No te cuesta comprender, y ver por las holopantallas, que se trata del tambor múltiple del arma del titán que gira a gran velocidad, de donde, rápidamente, brota una serie de proyectiles que salen disparados entre una densa humareda y un fogonazo anaranjado.

Los casquillos de los cinco proyectiles caen alrededor de tus compañeros, cilindros metálicos tan grandes como cualquiera de vuestras fuertes piernas, y ves impactar dos de ellos en el pecho descubierto del descomunal demonio. 

Una densa humareda cubre a la presencia demoniaca tras las dos explosiones, en tanto que, a la vez, la grieta disforme que hay rodeándole disminuye en tamaño, hasta desaparecer en cuestión de milisegundos; el demonio ha perdido la concentración...

La grieta disforme desaparece, pero alrededor de tus compañeros revolotea media decena de molestas furias del caos que salieron de la grieta anteriormente y ahora tienen delante un demonio que, si ya no está entretenido con el ritual que estaba realizando, lo mismo pretende entretenerse con ellos, y además seguramente esté un poquito cabreado...

Con un rugido mecánico y una ráfaga de viento que silba de forma poderosa, la cinta de alimentación se traga los cinco proyectiles en un visto y no visto. 

Incluso desde la armería, alejado del arma, puedes escuchar como una especie de ensordecedora turbina comienza a sonar en alguna parte del titán. No te cuesta comprender que se trata del tambor múltiple del arma del titán que gira a gran velocidad. 

A los segundos, cinco poderosas explosiones se escuchan a lo lejos. Todo parece apuntar que el arma ha sido disparada con éxito.

Al parecer los proyectiles habían conseguido hacer blanco en el pecho del demonio. No se lo podía creer, estar a bordo de semejante instrumento de batalla y además poder usarlo contra los enemigos del emperador.

- ¡Le hemos dado hermano Leinad, le hemos dado! -gritó emocionado por el canal de radio general para avisar de paso a sus compañeros de nuevo- voy a soltar a la bestia antes de que el demonio se os eche encima, así que apartaos todo lo posible, desconozco el poder de destrucción del cañón de la catedral... -algo preocupado, el misil aparecía operativo según los sistemas del titán, pero llevaba demasiado tiempo fuera de los campos de batalla- fijando objetivo... -informó mientras triangulaba el objetivo antes de disparar.

- ¡Le hemos dado hermano Leinad, le hemos dado! -gritó emocionado por el canal de radio general para avisar de paso a sus compañeros de nuevo-. Voy a soltar a la bestia antes de que el demonio se os eche encima, así que apartaos todo lo posible, desconozco el poder de destrucción del cañón de la catedral... fijando objetivo...

Aún  le vibraba el culo tras las detonaciones, pero compartía, aunque de una manera discreta, la alegría de su compañero, pero no podía quedarse quieto, viendo como luchaban los demás. Tenía que hacer algo más. Miró en derredor, buscando más munición para alimentar aquella mole destructiva, y preguntó: - Instrucciones hermano. Estoy buscando munición para hacer que siga funcionando este "juguete", pero si prefieres que haga otra cosa ... quedo bajo tus instrucciones.

- Si sois capaz de volver a cargar la gatlin sería todo un acontecimiento, ya que en el momento en que dispare esta mole, nos vamos a quedar sin nada más con lo que poder darle a esa bestia de la disformidad -pensando algún modo de usar el titán como arma contra ese demonio- hemos conseguido desconcentrarlo y el portal se ha cerrado, ahora tenemos que acabar con él antes de que lo haga él con nosotros.

- Voy a buscar una tolva o santabárbara para buscar munición, pero ... lo que se me ocurre el pillar rocas y lanzarle...y si no, a patadas.

- Que el Amado Emperador guie tus decisiones ... y mi búsqueda.

Voy a buscar una línea de alimentación de munición, almacén, tolva, santabárbara o algo que me de pista de donde hay munición almacenada.

Ver un Titán en funcionamiento es algo inspirador para cualquier humano de bien. No sólo consigue herir a la maldita criatura disforme, si no que cierra completamente el portal que estaba abriendo. Ya era hora de que los hermanos Wolfram y Leinad pusieran al Titán a hacer lo que mejor sabe hacer. Purgar la mancha caótica de la faz del planeta.

Nuestras servoarmaduras son suficientemente resistentes como para hacer fútil cualquier intento de las furias para herirnos. Me sacudo de encima como a un mosquito a las que se abalanzan sobre mi y sigo descargando el fuego expiador sobre estas molestas ratas voladoras que se han quedado varadas en nuestro plano material. Sin embargo las malditas furias parecen volar de forma errática en esta situación, quizá por el sonido atronador de los misiles impactando en el demonio.

Las furias no eran un problema solo una molestia menor, lo que si era un problema era el disparo del Titán. Nuestro hermano tecno-marine no sabía con certeza si su radio de acción podría no solo volatilizar al demonio sino también hacer lo mismo con nosotros.

- Recibido Hermano.

Miro a las furias una vez mas y sin perderlas de vista empiezo a retroceder alejándome así de la zona de impacto.

El combate continuaba a pesar de que las furias caían como moscas ante la avalancha de disparos de los Astartes. En un momento todo quedó en silencio y, tanto demonios como humanos, se quedaron boqueabiertos al ver el poderoso cañón del titán dar vueltas y disparar. el tamaño de los casquillos de los proyectiles era casi la mitad del tamaó que los Astartes. Al ver que impactaban sobre el poderoso demonio, lo desconcentraba lo suficiente como para que el portal a la disformidad se cerrara alegró a todos y conmocionó a los demonios.

-Hermanos, adelantáos y combatid al demonio. Yo me encargo de las furias que quedan.-dice telepáticamente el expiador dado que el estruendo de los disparos del titán dejó un pitido en los oídos del expiador. 

_{Orden de iniciativa subsiguiente: 
Zorael: 14, Cole:12, Trebek: 12, Furias del Caos (8): 8, Korvin: 7}

Turno2

En tanto que Zorael recula, tratando de salir del posible radio de impacto del cañón de la catedral, Cole y Trebek continúan disparando sobre las furias que les acosan. Sin embargo, allí donde Cole fracasa Trebek tiene más éxito, y sus proyectiles dejan como un colador a la presencia demoniaca que suelta un lastimoso chillido justo antes de desaparecer del mundo material convertida en un montón de cenizas. 

Sin embargo, las furias del caos siguen sin huír, y se lanzan sobre vosotros arañando y mordiendo allí donde pillan...

Aprovechando el uso de su teleportador para esquivar el golpe de la furia del caos, Korvin se retrasa unos metros hacia atrás, colocándose junto a Zorael, quizá para huír de la explosión, o para ayudar al psíquico a quitarse de encima a las dos furias que le atosigan...

De pronto, un gigantesco rugido de metal surge a vuestras espaldas, y una explosión como la que hasta ahora nunca habíais oído sacude la catedral sobre vuestras cabezas. Seguido, el silencio.

Tanto vosotros como los demonios que os rodean miran hacia el cielo, en busca de una explicación, pero nada ocurre. Desconcertados, volvéis la mirada hacia el demonio que, lejos de quedarse parado por ello, vuelve a avanzar hacia vosotros a paso decidido dispuesto a vengarse. 

Súbitamente la demoniaca figura desaparece entre una blanca y cegadora luz, y al segundo un torrente de fuego y metralla sacude la tierra, provocando tal estruendo que hasta el propio Dios Emperador ha debido de oírlo desde su Trono Dorado de Terra.

La tierra se levanta y una brutal onda expansiva os golpea, primero tratando de succionaros hacia el epicentro y después empujándoos con una gigantesca masa de aire que arrastra consigo tierra convertida en diminutos cristales a causa del calor de la explosión. 

La tormenta sólo dura unos angustiosos segundos, pero lo suficiente como para sentir en vuestras propias carnes la destrucción de una de las máquinas de guerra de la Collegia Titanica.

A medida que el vendaval se asienta hay un momento de puro silencio. A vuestro alrededor ya no quedan furias del caos, que o bien han sido arrastradas por el fuerte viento o han sido destruidas por la explosión. 

Con un grito, una figura carbonizada, con sus alas emplumadas todavía ardiendo, se levanta de la pose fetal que había adoptado para protegerse en medio de un enorme cráter dejado por la explosión.  Separa sus brazos y los alza al cielo, y vuelve a proferir un chillido que helaría el corazón de cualquier soldado imperial.

Numerosas heridas recorren su cuerpo ennegrecido por el fuego y por la explosión, pero sin duda sigue teniendo el portento físico de una criatura que mide en torno a seis veces más que vosotros...

Apuntas y disparas, y una explosión como la que hasta ahora nunca habías oído sacude la catedral y todos sus cimientos. Seguido, el silencio. El cañón, tantos años oculto y deteriorado, ha reventado con la salida del proyectil y su boca ha quedado destrozada, lamentablemente inservible. 

Extrañado por el silencio, tratas de localizar el proyectil por las pantallas, pero no lo ves. Es como si hubiera desaparecido, y el demonio, lejos de quedarse parado por ello, vuelve a avanzar hacia tus hermanos a paso decidido dispuesto a vengarse. 

Súbitamente la demoniaca figura desaparece entre una blanca y cegadora luz, y al segundo un torrente de fuego y metralla sacude la tierra, provocando tal estruendo que hasta el propio Dios Emperador ha debido de oírlo desde su Trono Dorado de Terra.

La tierra se levanta generando una brutal onda expansiva. La tormenta sólo dura unos angustiosos segundos, pero lo suficiente como para ver en primera persona la destrucción de una de las máquinas de guerra de la Collegia Titanica.

A medida que el vendaval se asienta hay un momento de puro silencio. Las furias del caos que atosigaban a tus compañeros han desaparecido. 

Con un grito, una figura carbonizada, con sus alas emplumadas todavía ardiendo, se levanta de la pose fetal que había adoptado para protegerse en medio de un enorme cráter dejado por la explosión. Separa sus brazos y los alza al cielo, y vuelve a proferir un chillido que helaría el corazón de cualquier soldado imperial...