Partida Rol por web

Más muerto que vivo, el demonio emite un bramido. Una densa humareda, mezcla de lo que parece vapor, brota de su huesudo hocico, al tiempo que hinca la rodilla en la tierra, sin apenas fuerzas para mantenerse en pie.  

- Parece que os subestimé... mortales -Notáis como le cuesta hablar, y hasta respirar-. Pero no habéis vencido. Ni mucho menos. Esto no acaba aquí. Escuchad lo que os digo, pues regresaré, pero quizá ninguno viváis lo suficiente como para verlo...

Tras una breve pausa, una fuerte carcajada inunda vuestras mentes, haciendo imposible que penséis en nada más de un mísero instante.

- ¿Pensáis acabar conmigo? ¿Y cómo volveréis a casa? ¡jajaja! ¡Estoy ligado a este mundo, y mi muerte traerá la destrucción de todo cuanto tenéis frente a vosotros! -Ríe de nuevo-. Yo puedo hacer que volváis sanos y salvos, y también daros todo aquello que deseéis... ¿Poder? ¿Información? ¿Riquezas? 

Tras las atenciones del hermano Leinad, Trebek le agradeció, con un asentimiento de cabeza, y volvió a cargar el bolter con el siguiente proyectil Hellfire. Escuchó las palabras del demonio y se acercó al cuerpo casi sin vida del Demonio, dejando una distancia prudencial entre ambos. Aunque conservaba el yelmo, la expresión en el rostro de Trebek era sombría y determinada, apuntó el bolter pesado hacia el Demonio y tiró del gatillo. 

El proyectil salió disparado del bolter pesado y se dirigió estrepitosamente hacia el gran demonio e impactó.

Cerca de la derrota, es cuando realmente mostramos nuestra verdadera cara, en el caso del demonio, era la hora de la desesperación y la negociación. 

- No,  Gi'zgoth'djugruc'kul. Nosotros no tememos a la muerte, somos la ira del Emperador, llevamos su palabra al corazón de los mundos demoniacos y a sus habitantes. Cierro el puño para evitar que los efluvios del planeta rompan mi concentración, y abro la mano, apuntando hacia el demonio cuando siento que he conseguido mi objetivo. - Castigamos a las criaturas que rompen la realidad. Cuando los proyectiles psíquicos salen de mi mano hacia la desdichada figura demoniaca, recito las palabras de nuestros maestros. - "Luchamos por el Imperio, no por nuestras almas. Nuestras almas ya están salvadas o condenadas de acuerdo a la voluntad del Emperador".

Finalmente, aunque todos estamos doloridos y cansados, conseguimos tumbar al engendro demoniaco y hacerle ver, que por mucho poder que prometa el vacío... la humanidad prevalecerá por encima de todo. Los hijos del Emperador saldrán vicotriosos sin importar el peligro al que se enfrenten y sea cual sea la consecuencia de la victoria. Se aceptará. Sin miedo, sin arrepentimiento, sin remordimiento alguno. La voluntad del Emperador será cumplida. Aunque esta determinación, esta fe no es algo que sea capaz de entender el no-nacido vencido. Cree que puede comprar nuestra voluntad con las migajas de un poder impío que ni deseamos, ni nos interesa, por ello, al escuchar las respuestas de mis hermanos no puedo más que girar la cabeza mirándoles, y asentir orgulloso de acabar este bautismo de fuego con ellos. Vuelvo a mirar al engendro caótico. 

-El miedo en tu voz es recompensa suficiente. Nada de lo que puedas ofrecernos podrá doblegarnos. -Le apunto con la espada. -Purgaremos tu infecta existencia aunque ello nos cueste la vida. No me cabe duda de que no volveremos a verte, pues tú mismo harás por evitar volver a confrontarte con aquellos que te devolvieron al abismo. Ahora muere.

Y me lanzo a por el sin nigún tipo de compasión.

El combate parecía que tenía una pausa entre discursos y comentarios. Tal vez para los guerreros que se exponían a un filo incierto y a una suerte más que complicada apareciera un descanso, pero para el apotecario no. No podía despistarse aún. Los hermanos habían sufrido en sus propios cuerpos penurias y en sus almas pesares. Lo primero era más urgente, el resto, se trataría con más tiempo, así que el Leinad comprobó sus sensores, conectados con los sistemas de Soporte Vital de los Hermanos, y tras vislumbrara el siguiente que precisaba sus atenciones allá que fue. ignoró el combate, al monstruo y el parlamento que estaba teniendo lugar. No era cosa suya en estos momentos. Había temas más urgentes que apremiaban por su atención y a eso se dedicó. Sin pensarlo se dirigió al hermano y sin pensarlo, usando el "pincho" del narthecium le aplicó el tratamiento. Fue tan directo y tan poco sutil que parecía que estaba intentado darle él el propio golpe de gracia ... Nada más lejos de su intención. O los traía vivos, aunque estropeados, o los traía muertos, pero los tenía que traer, y prefería que pudieran andar por si solitos, que luego las filas en la enfermería de la nave era una porquera de arrastrones sangre por todas partes.

De nada sirvieron las palabras del maltrecho Gran Demonio, pues su destino estaba ya escrito. Siglos de existencia y corrupción en un helado cascaron de la vieja tecnología, en un coloso titán que dió su vida y la de sus tripulantes, como también la dieron las hermanas que habían sufrido la lenta pero implacable corrupción en sus propias carnes, para que el ente demoniaco no escapase de este final, habían llegado finalmente a su fin. 

No está claro quién dió el golpe de gracia entre centelleantes estocadas y una furiosa llamarada, pero sí quedó patente que todos los Caballeros Grises, a excepción de Leinad que se limitó a realizar sus funciones de apotecario del equipo de combate, no se pensaron qué hacer en ese momento tan especial para ellos. Era el punto y final, o quizá sólo punto y aparte, de aquello para lo que les habían entrenado durante tanto tiempo.

Seguido de un ahogado grito, más bien de un aullido atronador, una vorágine de disformidad con epicentro en el cuerpo ya en descomposición del demonio se formó alrededor de los astartes. Las corrientes disformes los arrastraban en todas direcciones, elevaban a los Héroes del Emperador del suelo y hasta los hacían golpear entre sí, empujados por un fortísimo viento con tintes morados. El suelo vibraba con gran intensidad, y se resquebrajaba, al tiempo que la montaña en la que el grupo se encontraba parecía que iba a colapsar sobre sí misma. 

De pronto, una violenta explosión azota la meseta. El cadáver del demonio como epicentro del estallido se volatiliza al instante mientras que un vórtice violáceo absorbe a los caballeros con la intensidad con la que un agujero de gusano se traga un pecio.  Después de todo, quizá el demonio tuviera razón y su destino estuviera ligado al de los Caballeros Grises... 
 

La explosión lanza a los Astartes por los aires, Trebek se lleva una tremenda sacudida y los daños son críticos al ser el más castigado y que a duras penas aguanta. Sólo su fuerza de voluntad le permite seguir adelante a pesar de parecer un muerto viviente. 

El impacto contra el suelo lo deja muy aturdido. Las corrientes de energía disforme elevaron su cuerpo y lo arremetían contra sus hermanos y, una vez más de vuelta al suelo. El cadáver del Demonio había desaparecido y en su lugar se encontraba un agujero de gusano que succionaba todo lo que tenía a su alrededor. Justo en ese momento Trebek recupera la consciencia y se da cuenta que el agujero de gusano succiona sus cuerpos:-POR EL EMPERADOOOOOR!!!!-grita con una expresión de ira en su rostro. 

A Leinad le pilló la explosión de improviso y los horrores del empíreo pasaron ante sus ojos maltratando a su ya de por si delicada situación. No quería caer ante la insana perturbación de aquello y cerró los ojos todo lo fuerte que puedo.

- He cumplido Emperador. He cumplido. Ningún hermano a muerto bajo mis cuidados, no permitas que caigamos en ese abismo y permítenos regresar para seguir sirviendo ante tu voluntad y a favor de la humanidad.

Bajo la fuerza de nuestros ataques, veo como la figura del demonio colapsa sobre si misma. Parte de la energía de nuestros ataques se pierde, en la nada del mundo demoniaco, y mientras este se va desmaterializando ... olas de energía disforme salen despedidas desde la tumba intangible del demonio, veo como fluctúan estas antes de llegar el golpe tanto a mis hermanos, como a mi mismo. Es un expectáculo tanto horrible, como hermoso. La ola me impacta, atraviesa mi armadura y muerde mi carne, el dolor se despliega por todo mi cuerpo.  - El Emperador es mi baluarte.

Este mundo muere ante nosotros, aquellos que han matado a su señor ... es un torbellino de pura energía lo que ahora nos atrapa y nos arrastra a su interior. Auno mi grito con el del hermano Trebek. - ¡¡¡POR EL EMPERADOR!!!

No hay nada que pueda hacer el engendro demoniaco para no acabar siendo purificado por la luz guía del emperador que portamos como sus guerreros. Nada puede hacernos cambiar de opinión, ninguna promesa, baratija ni poder ofrecido nos sacarán de la vía correcta. Somos siervos del trono dorado, y como su brazo ejecutor, acatamos. Es imposible decir qué ataque es el que acaba con la vida del contrahecho ser caótico, pero la satisfacción de verle caer, de haber purificado tal horrendo lugar, es recompensa más que suficiente para nuestro bautismo de fuego. Como tales, hemos servido, como tales, hemos acabado. 

-Ha sido un orgullo servir con vosotros, hermanos. -Guardo la espada y observo a mi alrededor como, tras acabar con la vida del demonio, también hemos acabado con el mundo disforme que hería la realidad a la que jamás debería de haber llegado. -No sólo hemos puesto punto y final a una amenaza demoniaca. Hemos acabado con su reino de putrefacción. No se me ocurre mejor final para un hijo de emperador. 

Miro altivo cómo se empieza a cerrar esta brecha. Si es nuestro final, lo aceptaré con gusto. 

La sobrenatural fuerza del empíreo os arrastra de un lado a otro como si fuerais víctimas de un violento torbellino. A vuestro alrededor, criaturas grotescas salidas de las peores pesadillas parecen que esperan ansiosas a que paréis de "volar" para saltar sobre vuestros magullados cuerpos. 

Seguís con la misma dinámica violenta durante un tiempo que se os antoja eterno, quizá segundos pero parecen horas, hasta que finalmente parece que todo cesa.

Magullados, miráis a vuestro alrededor, pero no hay nada. El vacío. Un vacío disforme con tintes violetas, rayos que cruzan el empíreo y amenazadores agujeros de gusano que parecen querer tragaros de nuevo. 

Al fondo, muy al fondo del extraño túnel que se encuentra ante vosotros, una luz se abre camino entre la oscuridad y parece que os llama para que vayáis hacia ella. En el lado opuesto se comienzan a dibujar figuras de todo tipo de formas que parecen avanzar hacia vosotros como una muchedumbre enloquecida.

Está en vuestras manos el siguiente paso... 

Algo dentro de ti parece querer empujarte en dirección contraria a la luz...

El apotecario, tras el "aterrizaje" abre los ojos. Esto empezaba a ser mucho para él. Tal vez su especialidad fuera curar los cuerpos de los hermanos, y en un momento dado el suyo propio, y si no hay más remedio, pues recuperar lo que se pueda del destrozado amasijo de sangre ... y otras cosas; por le faltaba algo. Pero le falta aprender a "curar el alma". Los sentimientos, sensaciones y recuerdos se mezclaban en una grotesca burla a la paz, a la tranquilidad y al sosiego.

- Tengo una cosa nueva que aprender.

Entonces vio la luz, y por su desesperación empezó a caminar hacia ella. Tenía la fe en el Amado Emperador y que aquello fuera el "camino a casa".

El tiempo parecía eterno dentro del torbellino de disformidad, yendo de un lado a otro, a pesar de tener un peso considerable dentro de los Astartes, Trebek se movía como una pluma dentro del torbellino. Durante unos instantes entrevió una gran cantidad de criaturas demoníacas peor tras un instante todo quedó en oscuridad. 

Había calma, oscura pero una calma intranquila. El ruido de los truenos le decía a Trebek que el torbellino había cesado pero seguía a oscuras. Instintivamente quiso quitarse el yelmo para comprobar si era por culpa de ello pero el sellado era superior a la fuerza que le quedaba, entonces se dio cuenta del dolor que tenía en las córneas. No sabía cuanto tiempo estaría en ese estado pero necesitaría ayuda para salir de allí. Un calor provenía de la lejanía, Trebek escuchó como una llamada proveniente de ese calor. La ansiedad empezaba a apoderarse de él, debido al estado en que se encontraba y empezó a gritar pidiendo ayuda:-No puedo ver nada, hermanos. Necesito vuestra ayuda!-siguió gritando con la esperanza de que sus hermanos le ayudaran. 

La ceramita de la armadura cruje ante los impactos, los servos empiezan a quejarse al intentar estabilizar las extrañas posiciones a las que les empuja el viento disforme, en la pantalla del casco cientos de runas de error se sobre ponen unas a otras, mi mente y mi cuerpo gritan al unísono ante el castigo recibido .... y en un momento donde parece ser final, llega la calma.

Sobre un mar de polvo, los caballeros grises vuelven a alzarse, aun con las armaduras abolladas, llenas de sangre y marcas de la batalla, sus figuras son imponentes, así como las leyendas que contarán sobre ellos, pero ahora con sus cuerpos maltrechos, su única salida es el extraño portal que se abre ante ellos. - Debemos retirarnos hermanos, el enemigo aun se acerca, no solo ese demonio existía en este lugar. Veo extrañas figuras aproximándose a nosotros, a las cuales quizás no podríamos abatir. - Creo, que el portal es nuestra única salida.

Ante la petición de ayuda del hermano Trebek, me acerco hasta donde se mantiene a duras penas en pie y agarrándolo del hombro le llevo hacia el único lugar que parece propicio para nosotros. - Espero, no equivocarme.   

Tras acabar con el contrahecho engendro demoniaco, a nuestro alrededor, como venidos por la llamada de su señor, criaturas sacadas de las pesadillas más viciosas de la mente de un enloquecido se agolpan para darnos caza. No nos tendrán sin lucha, no nos iremos sin llevarnos a todos los que podamos antes de caer en batalla. Empuño el arma que he sacado de la espalda de ese engendro emplumado, pero justo en ese momento, una luz capta nuestra atención. Una promesa de una salida, quizá. Pero no es algo que me preocupe, algo en mi interior me empuja en dirección contraria, hacia la horda de criaturas pervertidas por la disformidad que avanza hacia nosotros. 

Con gran esfuerzo, para cubrir a mis compañeros, ante la dificultad del avance, comienzo a teleportarme a medida que ellos avanzan, tratando de ayudar a Zorael, que carga con el hermano Trebek, ciego por el combate contra el enemigo. 

-¡Avanzad sin duda! -Dos saltos hacia ellos hasta que el ansia por entablar batalla me puede y, mirando al enemigo avanzando hacia nosotros. Me planto, esperando su llegada, para cubrir a mis hermanos. -¡VENID, ENGENDROS! ¡VENID A POR MI! ¡HARÉ CAER SOBRE VOSOTROS LA IRA DEL EMPERADOR Y PURIFICARÉ ESTE SÓRDIDO LUGAR!